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Vista general desde el sur de Sant Llorenç de Lleida

Identificador
25120_06_046
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.6143928,0.6194374,
Idioma
Autor
Meritxell Niña Jové
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Llorenç de Lleida

Localidad
Lleida
Municipio
Lleida
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Llorenç de Lleida

Descripción

LLEIDA

Iglesia de Sant Llorenç de Lleida

La iglesia parroquial de Sant Llorenç se emplaza al Oeste del casco viejo de la ciudad de Lleida, entre las plazas de Sant Josep y de Sant Llorenç. Este templo es el único edificio medieval de la ciudad que continúa desempeñando su función religiosa original y el segundo templo más importante de Lleida después de la Seu Vella. De hecho, en dos momentos históricos distintos ha reemplazado a la catedral en sus funciones. El primero de ellos se produjo tras la guerra de Sucesión, en 1707, cuando la Seu Vella se convirtió en cuartel militar, y perduró hasta la consagración de la Seu Nova en 1781. El segundo fue después del incendio de ésta en 1936 y hasta que finalizó su restauración.

 

La historiografía ha apuntado tradicionalmente que Sant Llorenç pudo haberse alzado sobre una mezquita, en base a la mención que aparece en la Carta dotationis ecclesiae Ilerdensis de 1149, según la cual el conde Ramon Berenguer IV donó a la iglesia ilerdense todas las iglesias de la ciudad “que los moros llamaban mezquitas” (dono etiam iam dicte sedi in hac dit consecrationis eius, que celebrata est III kalendas novembris, omnes ecclesias que sunt in Ilerdensi civitate, que hucusque a mauris vocabantur mezchite), hipótesis que no se ha sido corroborada por la arqueología. En realidad, la iglesia de Sant Llorenç se menciona por primera vez en la Ordinatio de la Iglesia de Lleida, promulgada en 1168 por el obispo Guillem Pere, en la que se estipulaba la organización parroquial de la ciudad. En ella Sant Llorenç aparecía como parroquia que dependía directamente de la catedral y que formaba una prepositura junto con Sant Martí, Sant Andreu, Sant Hilari, Sant Gil, Vilanova de Fontanet y Palau de l’Horta. Aunque la alusión a la parroquia en este documento no ha de corresponder necesariamente a la existencia de la iglesia que ha pervivido, puesto que hace referencia a los límites territoriales de la parroquia, la construcción del edificio inicial no debe de alejarse de aquella fecha. De hecho, este templo suele considerarse, junto con el de Santa Maria de Gardeny y el de Sant Ruf, uno de los edificios cristianos más antiguos de la capital del Segrià. Al final de la Edad Media la parroquia de Sant Llorenç era una de las más importantes de Lleida, después de la de Sant Joan. Sin embargo, al menos en un primer momento, estaba en la parte exterior de las murallas. De 1153 data la noticia de que unas casas estaban en el término de esta parroquia urbana, y, todavía en 1208, se mencionaba una tierra extra muros Ilerde emplazada en la parroquia de Sant Llorenç. Justo al lado de la parroquia se encontraba La Morería, el arrabal musulman, situado a la par fuera de las murallas. Así lo indican ciertas noticias extraídas por Jordi Bolós de los fondos documentales del cartulario de Gardeny, como por ejemplo aquella en que se afirma que en el sector próximo a la “villa de los sarracenos” había casas que pertenecían a la parroquia de Sant Llorenç.

 

Pese a su relevancia histórica y artística, esta la iglesia dedicada a san Lorenzo ha sido poco estudiada. Según Josep Lladonosa, el único autor que ha dedicado un estudio monográfico al templo, éste se situaba en sus inicios en un arrabal que la documentación medieval denominaba el “planell de Sant Llorenç”, que era un terreno en cuyo extremo occidental se localizaba el barrio andalusí. La parroquia prosperó y a mediados del siglo xiv se impuso la ampliación del edificio. Ello implicó la ejecución de profundas transformaciones que se prolongaron durante el siglo xv. Se ensanchó entonces el templo románico originario con la adición a ambos lados de dos naves, con lo que pasó de tener una a tres, y se fundaron numerosas capillas y beneficios privados. Nos referiremos con detalle más adelante a estas modificaciones, aunque antes es necesario hacer referencia al estado del edificio en su forma primitiva. Era éste de nave única, la que actualmente es la nave central, terminada con un ábside semicircular y cubierta con una bóveda de cañón ligeramente apuntado, reforzada por tres arcos fajones que la dividen en otros tantos tramos. Los arcos arrancan de dobles columnas de media caña con un basamento liso y capiteles troncocónicos que no ostentan trabajo decorativo alguno. Por su parte, el ábside se abre a la nave mediante un arco triunfal con las mismas características que los apoyos de los arcos fajones. Hay que decir, también, que la bóveda arrancaba de una línea de impostas de medio bocel que fue repicada, muy posiblemente durante las ampliaciones góticas, aunque quedan fragmentos que permiten seguir su trazo.

 

Destaca el hecho que debajo del ábside se abre una cripta, cuya presencia provoca que el presbiterio esté levemente elevado respecto a la nave. Esta parte subterránea está cubierta con una bóveda de cuarto de esfera, y se ilumina por una simple aspillera. Se ha considerado que la cripta se construyó para salvar el desnivel del terreno, un hecho que no es desconocido entre los monumentos de la Lleida medieval, puesto que para la construcción de la capilla gótica de Requesens de la Seu Vella, fundada por el obispo Guerau de Requesens en la última década del siglo xiv, se edificó una cripta para nivelar el piso de la capilla con el del templo. Gracias a Lladonosa se conoce documentalmente que en el siglo xv la cripta de Sant Llorenç era la sede de algunas fundaciones parroquiales, que al refundarse éstas, pasó a ser la Capella de la Confessió. Posteriormente serviría de sacristía. Si observamos el ábside central del templo desde el exterior, vemos que no hay discontinuidad alguna entre el paramento de la cripta y el de la propia construcción.

 

Situados como estamos en el exterior del templo podemos hacer otras observaciones. La primera de ellas la anotó el mismo Lladonosa, según el cual en el basamento del edificio hay sillares de gran tamaño, muy desgastados, que tal vez fueron aprovechados de otras construcciones, bloques que también apreció el autor en casas vecinas al templo. Otra de las evidencias materiales visibles desde el exterior que nos sitúan frente a la parte románica son los canecillos situados en las partes elevadas de las fachadas longitudinales de la nave central que sobresalen por encima de las laterales. Por otro lado, sobre el ábside existe todavía una pequeña espadaña de posible origen románico, aunque modificada posteriormente. Es así mismo románico el tramo central del muro del ábside, con una superficie totalmente lisa y con un alero que apea sobre canecillos, muy restaurados, como también lo está buena parte del paramento. Inicialmente, tres ventanas iluminaban el ábside. Las laterales se cegaron en el siglo xiv cuando se abrieron sendas capillas a cada lado del hemiciclo absidal, de modo que a día de hoy éste recibe luz tan sólo por una ventana, la central, de arco de medio punto y doble derrame con arquivolta exterior. En el interior del templo todavía se observan, no obstante, algunos sillares del perfil de la ventana del costado norte. De las otras aberturas, la única que se considera primitiva es la puerta, actualmente sin uso, abierta en el frontis oeste. Se trata de un austero portal que está ligeramente descentrado respecto al eje de la nave, y que se organiza en tres jambas y tres arcos adovelados algo apuntados. Mantiene aún los batientes originales, que están decorados con tracerías. Parece que éste no fue el portal principal del templo, el cual debió de abrirse en el muro sur y desapareció al ensanchar el templo en el siglo xiv.

 

Es imposible entender el edificio prestar atención al conjunto de modificaciones de que ha sido objeto, pues tanto el análisis como la simple contemplación del templo, quedan supeditadas a la comprensión de las intervenciones efectuadas principalmente, y como venimos insistiendo, en los siglos xiv y xv. Parece que una de las primeras grandes etapas de transformaciones corresponde a la erección de dos capillas de base rectangular en la zona absidal, adosadas una a cada lado del hemiciclo, que fueron promovidas por integrantes de familias nobles de la ciudad. La primera de ellas, dedicada a san Pedro y san Salvador, se abrió en el lado norte y fue fundada a mediados del siglo xiv por Simó Grassa y Berenguer Sala. Se destinó este ambiente a panteón, como manifiesta la presencia de la figura yacente de Simó Grassa que permanece encastrada en el muro frontal de la capilla. La otra capilla gótica del ábside, abierta en la parte sur y actualmente destinada a sacristía, se fundó también a finales del siglo xiv, y fue dedicada a los santos Esteban, Bernardo y Margarita. Fue promovida por las familias Rodera y Vilanova, la primera de las cuales instaló un osario en el exterior del ábside central que aún se conserva en la actualidad. Entre el arco de entrada a este espacio y el arco triunfal, se abrió una ventana que quedó posteriormente tapiada con la erección de la nave lateral sur, a cuyo proceso constructivo nos referimos a continuación.

 

Entre las reformas góticas, fue también capital la construcción de las colaterales, conocidas como la nave de Santa Llúcia, la meridional, y de Santa Bàrbara, la septentrional, las cuales se comunicaron con el espacio central por medio de la apertura de grandes arcos apuntados en los muros románicos. Se consideran hechos con mayor acierto los arcos que dan acceso a la nave de Santa Llúcia que los que se abren a la nave de Santa Bárbara, puesto que éstos presentan una factura más irregular, sin guardar simetría alguna y con una altura que varía en cada uno. De hecho, pese a ser ésta la más ambiciosa, su calidad es menor, pues se encuentran en ella otras deficiencias, tales como que el torpe refuerzo de los contrafuertes románicos. También la escultura gótica de las claves presenta una calidad menor a las del lado sur, según apunta Montserrat Macià. Aunque no es éste el lugar para entrar en disquisiciones sobre las cronología de las partes góticas del edificio, señalaremos que mientras que Lladonosa consideró la nave de Santa Llúcia del siglo xv, más recientemente, Macià la ha situado en la primera mitad del xiv.

 

En la nave norte, en el tramo que hay entre el ábside y el portal de acceso, se abrieron, posteriormente, otras tres capillas. Hay que hacer notar también la existencia de dos ábsides de planta poligonal que cierran ambos extremos de la nave norte. Lladonosa interpretó que la nave sur debía de presentar también un ábside en cada extremo y que el occidental desapareció al construirse la gran capilla neoclásica del Sant Crist Trobat en el siglo xviii. Durante la segunda mitad del siglo xiv el sector sur del templo experimentó otra ampliación promovida por la familia noble de Berenguer Gallart († 1408) –del que se conserva un inscripción sepulcral encastrada en los machones de la nave lateral derecha de esta iglesia– con el aditamento de un espacio unitario longitudinal formado por una serie capillas laterales a modo de una tercera nave lateral.

 

La gran transformación de la imagen externa de la iglesia primitiva se completó con la construcción de una torre campanario adosada a la nave meridional y un portal abierto en el centro de la misma. Aquélla es una torre gótica de base semioctogonal de la que cabe destacar la originalidad de sus gárgolas antropomorfas, algunas de ellas desaparecidas. Por su parte, el portal, que se adosa a la torre, está bellamente decorado con un arco conopial. Le precede un porche que se cubrió con una bóveda de crucería, en cuya clave se esculpió la imagen del santo titular de la iglesia. Tanto la torre como la fachada sur fueron también costeadas por la familia Gallart, cuyo blasón, un gallo, campea sobre el dintel de la puerta. Apunta Lladonosa que la reforma de este lado debe de situarse cronológicamente en la primera mitad del siglo xv.

 

La descripción de la evolución arquitectónica del edificio pone de manifiesto que la organización que vemos hoy en día responde a una construcción remodelada por fases que oculta parte de la forma y las características de la edificación original. Así, la contemplación de la parte románica de este templo desde el exterior se limita al sector central del muro del ábside y las partes altas que sobresalen de la nave central. Por otro lado, las características de la iglesia original se pueden reconocer en el interior, entre las partes góticas, en la nave mayor y el mismo ábside. Así describió Pablo Piferrer su experiencia de viajero en este templo: “Pase el observador á la nave central, si quiere ver el verdadero templo; de una ojeada ya conocerá que la planta primitiva constó de aquella sola nave, cuya barbarie amedrenta, y más parece propia de unas catacumbas que de una iglesia del Señor; y al ver la forma de su bóveda, sus pilares, sus paredes y su poca luz, fácilmente nos adhiriéramos al dictamen de los que la han reputado obra goda (…). Y si el observador es poeta (…) fácilmente su imaginación le transportará á los tiempos en que Atanagildo fundaba un San Millan de la Cogolla de Suso, Sisebuto levantaba en Toledo un templo á Santa Leocadia, y Wamba otro en el pueblo de Bamba…”. Más allá en el tiempo la situó el historiador decimonónico más destacado de Lleida por sus numerosas publicaciones sobre la ciudad, José Pleyán, que en su Guía cicerone apunta que “la nave central, que es de orden toscano, con puerta y ventana bizantinas, hácese remontar á la época romana en la cuales tradición fue templo pagano, purificado en tiempo de Constantino”. En realidad, Sant Llorenç es un edificio que presenta, en su parte originaria, las características propias de la arquitectura de finales del siglo xii y principios del xiii y de la cual, en la capital del Segre, han pervivido otros modelos, como las iglesias de Sant Martí y Santa Maria de Gardeny, edificios que se cubren con bóvedas de cañón apuntado que arrancan de impostas y que se articulan en tramos definidos por arcos que apean en capiteles sobre columnas de media caña. Se diferencian, por otro lado, de la tipología iniciada en Lleida por la iglesia de Sant Ruf, que utiliza la bóveda de crucería. La complejidad del proceso evolutivo de Sant Llorenç hasta la adopción de su forma actual, más allá de la yuxtaposición de las fases constructivas románica y gótica, se hace patente en que se distinguen, según Montserrat Macià, cinco fases constructivas, la más tardía en el extremo occidental de la nave de Santa Bàrbara, correspondiente al siglo xvi.

 

Texto y fotos: Meritxell Niña Jové - Planos: Noelia Albana Arjo

 

 

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