Pasar al contenido principal
x

Fachada del Palacio de los Marqueses de la Floresta de Tàrrega

Identificador
25217_08_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.647581, 1.140189
Idioma
Autor
Nuria Montoya Vives
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Palacio de los Marqueses de la Floresta de Tàrrega

Localidad
Tàrrega
Municipio
Tàrrega
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Palacio de los Marqueses de la Floresta

Descripción

TÀRREGA

Tàrrega, capital de la comarca del Urgell, está situada en el extremo sureste de la provincia, en la ribera derecha del río Ondara. Dista unos 50 km de Lleida, con la que se comunica por la autovía A-2. Desde 1969, en el término se incluyen los pueblos de Altet, Claravalls, la Figuerosa, el Talladell, Riudovelles, Santa Maria de Montmagastrell y el núcleo deshabitado de Conill.

 

Aunque este enclave fue ocupado ya durante las épocas ibérica y romana, la villa como tal nació como consecuencia del proceso de repoblación llevado a cabo por los condes de Barcelona y de Urgell a lo largo del siglo xi. Entre 1015 y 1040, Ramon Berenguer I y Ermengol III conquistaron las plazas fuertes cercanas a Tàrrega, como Guissona en 1025 y Cervera en 1036. En 1056, Ramon Berenguer I, recuperó el castillo de Tàrrega y se lo cedía a su esposa Almodis. Dos años después era nombrado castellano Ricard Altemir, que tenía la función de defender y reconstruir la fortificación. En 1069, ocupaba este cargo Miró Riculf, que, juntamente con Pere Udalard, tenía un pequeño ejército para proteger a los nuevos pobladores. La villa medieval se desarrolló por las llanuras orientales y meridionales hasta llegar al cauce del río Ondara, bajo la protección del castillo, del que en la actualidad quedan los muros perimetrales de unos 3 m de alto. El conde Ramon Berenguer III establecía en 1116, a petición de los pobladores de Tàrrega, un conjunto de disposiciones para evitar los abusos de los castellanos y asegurar el derecho al uso de las aguas, así como también fija unas obligaciones para ellos, como es la recaudación de los diezmos. Con la conquista de la ciudad de Lleida en 1149, el proceso de repoblación fue mucho más fluido. Según un documento del denominado Pliego de Tàrrega, Alegret de Tàrrega dió las casas de la villa nueva a la iglesia de Solsona en 1155. A finales del siglo xii, la villa ya tenía un alcalde como representante del rey. Durante el siglo xiii, Tàrrega creció económica y demográficamente, y, al ser una villa real, se benefició del aumento del dominio de la monarquía respecto a los señores feudales, así como de ciertos privilegios reales, como el derecho de celebrar una feria anual por san Mateo y un mercado semanal, concedido por el rey Jaime I, el Conquistador en 1241, o el de tener una escribanía y un matadero a partir de 1274. En 1263 el gobierno local estaba compuesto por una paeria, nombre con el que se conoce al Ayuntamiento en algunas de las ciudades más importantes de la actual provincia de Lleida, como la propia capital y la cercana Cervera. La bonanza económica que se vivió a finales del siglo xiii y durante la primera mitad del siguiente favoreció el crecimiento urbanístico, consecuencia de lo cual fue la ampliación del perímetro amurallado.

 

A unos 2 km al Noroeste de la ciudad, se situaba el castillo del Mor, el cual fue conquistado por Ramon Berenguer I, y aparece mencionado por primera vez en 1079 como una de las posesiones de la familia Anglesola, aunque parece ser que la jurisdicción correspondía al conde. En 1192, el rey cedió el castillo a Guillem de Anglesola. En la actualidad, son visibles algunos restos de la fortaleza, de sus muros defensivos y de algunas viviendas de época medieval de la antigua villa.

 

Otro castillo que se alzaba en el municipio era el de Ofegat, que aparece citado por  primera vez 1133, cuando Gombau y su esposa Agnès legaron a su hijo Bernat el término del kastrum Offegad. Se situaba en la cima de una colina en posición dominante, y sus restos son visibles en el lado suroeste. Se han hallado tres estructuras: un primer recinto poligonal que cerraba la parte superior de la cima, construido durante el siglo xi, una torre circular edificada entre los siglos xi-xii que coronaba el cerro y, finalmente, un segundo recinto exterior levantado durante los siglos xii o xiii.

Palacio de los Marqueses de la Floresta

A finales del siglo xiii, la estructura urbana de la villa de Tàrrega estaba determinada por dos ejes que confluían en la plaza Mayor, que era el núcleo central: las calles Major con la Falcó (hoy llamada del Carme) y la calle de Urgell con la de los Agoders. La calle del Carme, conocida popularmente como de Cervera, fue durante los siglos xiii y xiv una de las vías más importantes de la ciudad donde se situaban la residencias de las principales familias. El elemento arquitectónico más significativo de esa calle es el antiguo palacio de los marqueses de la Floresta. Se trata de un edificio civil del siglo xiii, reformado en el xvii y restaurado en 1955. Aunque toma su nombre actual por haber sido propiedad de los marqueses de la Floresta, los promotores de su construcción fueron los Ardèvol, una poderosa familia procedente de la Segarra que se aposentó en Tàrrega a finales del siglo xii y que patrocinó, además de la que fue su residencia, la edificación de un hospital y de una capilla dedicada al Cuerpo de Cristo. Por este motivo, el palacio de los marqueses de la Floresta es también conocido como el Palau dels Ardèvol.

 

La residencia palaciega de la familia Ardèvol comunicaba, a través de una puerta con la capilla del Corpus Christi, donde se ubicaba el panteón familiar. En 1940, la capilla fue derruida y únicamente se conservó un gran ventanal gótico, que actualmente se encuentra en al parque de Sant Eloi de Tàrrega, y el sepulcro de la familia, que data de la segunda mitad del siglo xiv y que se expone en el Museu Nacional d’Art de Catalunya en Barcelona. Durante décadas se consideró que el hospital construido por el linaje de los Ardèvol estaba situado en el mismo lugar donde se conserva el palacio de los Marqueses; sin embargo, estudios recientes han permitido descartar esta idea y han confirmado que se encontraba en el edificio de enfrente, el que se conoce como Casa Sobies. Parece ser que los señores de Ardèvol primero edificaron su residencia y, posteriormente, el hospital que estaba destinado a los peregrinos. La confusión entre una y otra es frecuente, ya que los Sobies también fueron los propietarios de las dos edificaciones, de la misma manera que los Ardèvol habían sido los promotores de ambas.

 

El palacio de los marqueses de la Floresta presenta una cierta similitud con el palacio de la Paeria de Lleida, si bien, hay que tener en cuenta que el aspecto actual del palacio targarino es el resultado de una profunda restauración acometida en el siglo xx que tomó como modelo el mencionado edificio ilerdense. Durante ese proceso de restauración se levantó la fachada derruida y se reconstruyó la edificación en su totalidad. Aunque la mayoría de los elementos restituidos en la fachada son piezas de la antigua construcción que pudieron ser aprovechados, algunas estaban en tal mal estado que tuvieron que ser sustituidas por otras de factura moderna.

 

El edificio consta de una planta baja y dos pisos. En el centro aquella, se abre una gran puerta formada por un arco de medio punto compuesto por alargadas dovelas de gran tamaño, enmarcadas por una chambrana finamente decorada con flores de seis pétalos, entre las que se intercala algún ave, dispuestas en el interior del espacio circular que forman dos tallos ondulantes al entrelazarse. El arco de la puerta se asienta sobre una imposta también decorada con motivos vegetales, en este caso un sinuoso tallo perlado del que salen unas hojas. A ambos lados de la puerta se abren un par de ventanas rectangulares cerradas por un forjado moderno. Gracias a la documentación gráfica conservada, se sabe que durante décadas a ambos lados de la puerta hubo unas puertas secundarias que eran utilizadas como escaparates comerciales y que fueron suprimidas en el proceso de restauración. Tanto las citadas ventanas, como las puertas desaparecidas fueron realizadas en época posterior, ya que, en el siglo xiii, la única abertura en este nivel era la puerta principal.

 

Ocupan la mayor parte de la superficie de la fachada del primer piso tres ventanales compuestos cada uno por tres esbeltos arcos de medio punto monolíticos soportados por columnas de fustes lisos y extremadamente delgados, coronadas por capiteles. Tanto la chambrana que enmarca los arcos, como la imposta que corona las jambas y los cimacios están decoradas con puntas de diamante. Este modelo de ventanas fue muy utilizado durante los siglos xiv y xv. Los capiteles, de forma troncocónica invertida, presentan una rica ornamentación a base de motivos vegetales formados por entrelazos perlados o con una línea zigzagueante, que ocasionalmente rodean alguna flor o ave. En algún capitel se observa como las cintas salen de las bocas de dos rostros redondeados ubicados en las esquinas de la cesta. Los astrágalos también están decorados con unas delgadas bandas perladas o con motivos en zigzag. La disposición original de los capiteles no coincidía con la actual. En el Museu Comarcal de l’Urgell se custodian algunos elementos arquitectónicos con estos mismos motivos decorativos: arcos y cornisas con puntas de diamante y capiteles con motivos geométricos que recuerdan el mimbre. Este conjunto de piezas descontextualizadas podría proceder de este palacio o de una antigua parroquia del siglo xiii. Remata el piso una cornisa soportada por canecillos añadida durante la restauración.

 

Finalmente, el segundo piso presenta una galería porticada, construida en 1955, compuesta por cuatro columnas y dos semicolumnas adosadas al muro.

 

El aparejo utilizado es de gran calidad, formado por sillares bien trabajados, muy regulares, dispuestos en hiladas horizontales muy homogéneas. Por desgracia, aunque muchos de los sillares antiguos estaban localizados en zonas próximas a la construcción, no pudieron ser recuperados y reintegrados en la fachada, así que fue necesario labrar de nuevo los sillares que ahora componen el paramento.

 

El interior del palacio fue destruido en 1940, así como también la capilla anexa del Corpus Christi. Ambos edificios eran de la misma altura. Por la documentación conservada se tiene conocimiento de que la capilla presentaba una portada similar a la del palacio, pero de mayor tamaño. Al igual que ésta, estaba formada por un arco de medio punto de grandes dovelas enmarcadas por una chambrana, aunque sin decoración. La puerta de madera estaba decorada con figuras geométricas de hierro que se disponían en franjas horizontales. En la parte superior de la fachada, de estilo gótico, destacaba un ventanal ojival de grandes dimensiones con tracería en la parte superior que actualmente se encuentra en el parque de Sant Eloi. La disposición de la fachada de la capilla recordaba a la del monasterio de Santes Creus.

 

El interior del palacio fue reconstruido con reminiscencias renacentistas. A finales del siglo xvii, el palacio se encontraba en un estado ruinoso. Las fuentes de la primera mitad del siglo xx dibujan un panorama desolador, en el que caballerizas y almacenes ocuparon las estancias palaciegas. A pesar de que la restauración intentó ser respetuosa, el trabajo de reconstrucción combinó distintos intereses, recuperando, por una parte, el esplendor medieval, pero adecuándolo a las necesidades funcionales y reinterpretando lo que se conocía. Pasada la puerta de acceso se encuentra un gran vestíbulo donde se custodian piezas del Museu Comarcal de l’Urgell. Más allá sorprende la presencia de un segundo vestíbulo donde una gran escalera conduce al piso noble. Estas estancias están presididas por una galería con columnas. La disposición de los elementos es característica de la época moderna. Según las fuentes de mitad del siglo xx, en el edificio original ya existía esta escalinata, pero sería fruto de una evolución del edificio medieval, no de la construcción primigenia.

 

Texto y fotos: Nuria Montoya Vives

 

Bibliografía

 

Castells catalans, Els, 1967-1979, VI, 2, pp. 1054-1070; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 560-562; Espinagosa i Marsà, J., 2001, pp. 77-78; Grau i Pujol, J. M. T. y Puig i Tàrrech, R., 1991; Graus Mateu, A., 2001; Novell i Andreu, R., 1958; Saula i Briansó, O., 1987, p. 43; Segarra i Malla, J. M., 1973, pp. 21-22 y 69; Segarra i Malla, J. M., 1984, pp. 96-99 y 248-252.