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Alzado sur, con sección de la galería

Identificador
09613_06_022
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Nieves López Navarro
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Martín de Tours

Localidad
Vizcaínos de la Sierra
Municipio
Vizcaínos de la Sierra
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA FÁBRICA DEL TEMPLO presenta tres etapas y formas de construir claramente diferenciadas: la nave, el ábside y la torre y la galería. Una intervención reciente en su fábrica permitió ver que los muros de la nave presentan una factura ligada a la tradición tardoantigua y que su fábrica se puede atribuir a un lugar de culto posiblemente levantado a finales del siglo IX, como pone de manifiesto la celosía de la ventana encontrada. El mampuesto de la nave, de “cal y canto”, la cohesión del muro y las proporciones que presenta la nave responden con toda claridad a una edificación pre rrománica que se puede datar en la fecha indicada o con anterioridad. Parece que la portada primera debía estar a los pies, con un muro de cierre de similar factura que los norte y sur como indica su arranque. La primera intervención románica consiste en sustituir la primitiva cabecera por el ábside actual, ya de formas y trazas asimilables al románico pleno, re c o rrer los muros con el correspondiente alero apeados sobre canecillos y posiblemente remodelar la portada abierta en el hastial occidental. La fábrica románica se completa ya en la segunda mitad del siglo XII con la portada abierta al mediodía, la galería porticada -la actual es fruto de un profunda reforma llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII- y la torre adosada a los pies. En esta ocasión el maestro de la obra reutiliza la nave alterando completamente la cabecera que responde ya plenamente a los planteamientos del románico pleno tanto por su planta como por la presencia de la escultura monumental. El tipo de muro responde a lo que es habitual en el románico con la existencia de muros de aparejo de sillares casi isódomo en las caras exteriores y un relleno de mal “cal y canto” entre ambas. La imagen de calidad formal, la cuidada estereotomía y tratamiento de la superficie de los sillares se completa con una calculada articulación óptica del muro con columnas entregas, vanos, cenefas y codillos que producen una sensación de orden y equilibrio buscado y conseguido con la relación existente entre los elementos citados. Asistimos al desarrollo de un lenguaje constructivo en el que los diferentes componentes son aparentemente constructivos pero que en realidad tiene un valor básicamente estético. El taller desarrolla al mismo tiempo una cuidada tarea de labra de motivos geométricos, vegetales, animales e historiados que llenan los canecillos, capiteles, cenefas y tímpanos de las ventanas. Los planteamientos constructivos y ornamentales, la enorme importancia estética de la escultura monumental y el juego óptico de los elementos supuestamente constructivos pero que indican direcciones y rompen con el sentido de masa ponen de manifiesto que este taller ha asumido con todas las consecuencias el mundo y las formas del románico pleno. Los escultores -se observa la presencia de varias manos-, esculpen y escenifican una iconografía y temas habituales tanto en cuanto a la temática como en las técnicas de labra y esquemas compositivos que vemos en otros templos de la zona. El trabajo de este momento se reduce al ábside, a los aleros y canecillos respetando en lo fundamental el aula precedente. Nos parece que la portada debió seguir ubicada a los pies abriendo con posterioridad el vano que ocupa en la actualidad. En el hastial se sitúa la torre, que se adosa abriendo un tramo de los pies de la iglesia, a la que se abre mediante un gran arco apuntado. La nueva fábrica se articula y refuerza interiormente mediante una bóveda colocada a la altura del primer cuerpo, corresponde más menos con el nivel de los muros del templo, ello da a la fábrica una mayor cohesión, reforzándola, lo que permite levantar un obra en la que se superponen varios cubos que van disminuyendo de superficie a medida que ascendemos y prescindir del alzado trapezoidal. La nueva obra así levantada presenta unas formas mucho más esbeltas y airosas al perder volumen por los espacios que abren los huecos de las troneras de los dos cuerpos de vanos superiores. Tiene un primer cuerpo de planta rectangular que abre a la nave del templo mediante un elegante y airoso arco apuntado que lo convierte especialmente en el inicio del aula de la iglesia, hecho que hace de esta obra un trabajo claramente diferenciado de los restantes. Este cuerpo está recorrido por una bóveda de medio cañón que se coloca perpendicular a los muros norte-sur lo que permite individualizar la fábrica del templo precedente al que únicamente se adosa y a la que se elimina el muro occidental para permitir una diáfana comunicación entre ambos. Estamos ante un ensayo arriesgado, bien resuelto técnica y estéticamente, lo que nos está indicando que estamos ante uno de los grandes maestros de obra de la zona que muy probablemente se formó o participó en la etapa final de las obras románicas del monasterio de Silos. Es muy probable que el modelo pudiera ser la propia torre de Silos, reformada en la segunda mitad del siglo XII, dando lugar a una estancia inferior que sirvió de sacristía de la “iglesia baja”. Esta hipótesis se ve ampliamente confirmada cuando analizamos la escultura monumental de los capiteles de la torre, sobre todo los del segundo cuerpo y los de la ventana inferior del hastial occidental y comprobamos que aquí trabajan las mismas manos que lo hacen en el claustro inferior y superior silense. La imagen exterior de esta torre la convierte en la más esbelta y elegante de todas las que realizan los maestros de esta última etapa en la zona. Se accede al ábside mediante un arco triunfal doblado, dividiéndose aquél en dos partes bien diferenciadas mediante un codillo, de un lado la sección recta y de otro la semicircular con cubiertas de bóveda de medio cañón y de horno respectivamente. En el exterior la capilla absidal se divide en tres paños por medio de doble columna entrega y sólo el central tiene un vano de tipo portada y con luz de aspillera. En el presbiterio hay igualmente un vano en cada parte, pero están alterados en la luz. El tejado descarga sobre canecillos. A la altura de la base de las ventanas vemos una cenefa que recorre todo el ábside y lo divide en dos cuerpos y se decora a base del clásico ajedrezado, abocelado y de doble dado. Todo el templo aparece recorrido por un banco bastante resaltado sobre el que carga toda la estructura del edificio y que se hace mucho más patente en el ábside. La altura del ábside se ha elevado en dos hiladas de sillares, lo que ha provocado algunos problemas estructurales en el arco triunfal y su propia irregularidad. Adosada al muro sur de la iglesia vamos la portada; carece del habitual tejaroz, se remata en un guardapolvo y tiene tres arquivoltas decoradas a base de un baquetoncillo. Todo descarga sobre una imposta corrida, totalmente decorada con una flor de cinco pétalos, abiertos y enmarcados por dos hojas estilizadas y que describen un espacio casi circular. Las jambas tienen cuatro columnas y pilares. El arco es de medio punto, de unas excelentes proporciones, lo mismo que el de las arquivoltas. Parece que esta portada ha sido totalmente remozada conservando únicamente de época románica las jambas y la escultura monumental mientras que el resto es una obra restaurada en el siglo XVIII. Se ve cobijada por una galería porticada de doble vano y portada, que está descentrada respecto a la que da acceso directamente al templo. La cubierta es de madera y el tejado descarga sobre una cornisa y canecillos. Los vanos son de arco de medio punto y se apean en doble columna y grandes pilares. Las formas y relieve de esta galería son el resultado de una reforma muy importante llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII. Lo único que queda de la galería son los capiteles recolocados y dos exentos y dobles aparecidos bajo el retablo mayor de la capilla absidal. Parece de todas las maneras que la primera galería es una obra llevada a cabo al mismo tiempo que la torre. A la misma se añadió con posterioridad la sacristía, eliminada en la última reforma llevada a cabo en los años 1991-1994. Los canecillos que recorren toda la iglesia, sirven de elemento sustentante de la cornisa y los encontramos en todas las partes del templo. Los de la torre, a pesar de que aparezcan juntos, son de una etapa posterior al resto. Parte de la fachada norte ha desaparecido al edificar una pequeña capilla en el siglo XVIII. Una parte de la misma es de piedra sillería -la que corresponde a la fábrica de la torre que está adosada a la nave del templo y el resto de mampostería- esta parte corresponde a la fábrica del templo prerrománico reutilizada cuando se levanta la fábrica románica del ábside. El tejado descarga sobre una cornisa compuesta de listel y sección biselada, en un tramo completamente liso, el que se corresponde con la torre y el resto con unos pequeños pomos. Esta decoración la veremos en el resto del templo, en el muro sur, en el tramo de la torre que se corresponde con el del norte. En los canes se representaron los temas siguientes: animal fabuloso, cornudo y de cuerpo de reptil alado visto de perfil que coloca las garras en la base del canecillo, eleva el cuerpo y termina volviendo la cabeza y el cuello al lado opuesto que dirige el cuerpo; un busto humano barbado colocado de frente con larga cabellera que cae hacia la nuca y a ambos lados de la cabeza tapando las orejas; un jabalí colocado en posición de perfil; un prótomo de animal de morro alargado y puntiagudo, cabeza cubierta de una tupida melena cuyos cabellos caen hacia la frente, ojos almendrados, saltones y bien enmarcados por los párpados, boca longitudinal y entreabierta; una figura masculina que apoya los pies en la base del canecillo, adelanta ligeramente la pierna izquierda y dobla la derecha, extiende el brazo izquierdo hasta colocarlo en el ángulo superior y el otro lo tiene doblado y sitúa la mano a la altura de los hombros, con el que parece sostener una bola; una liebre colocada de frente. En el primer canecillo que ya se corresponde con la iglesia vemos un triple caveto superpuesto, ornándose los cinco siguientes con cuatro cavetos superpuestos y a partir de aquí empezamos a describir el trabajo del primer taller serrano que trabaja en este templo. En el primero, de los cuatro ángulos del canecillo nacen otras tantas hojas que terminan en la parte central describiendo elegantes y airosos caulículos que cobijan un fruto que aparece entre ellas; sigue un busto de buey colocado de frente, en medio relieve. En el ábside, en el primer canecillo nace un grueso tallo, que termina transformado en un conjunto de pétalos que forman un racimo de flores, todo ello va enmarcado en tres cavetos superpuestos; siguen varios cavetos superpuestos que terminan cobijando una punta de diamante; un modillón de rollos superpuestos y colocados en posición horizontal; de la base del canecillo nace una hoja de acanto, se eleva y en la parte superior acaba doblada sobre sí misma a manera de una viruta, tornando grueso rollo; de la parte superior nace un grueso tallo del que cuelga una piña voluminosa que llena todo el espacio de la ménsula. El trabajo del entramado del fruto lo realiza a base de varios cuerpos de laminillas, que terminan colocadas a la manera de las escamas de un pez. Vemos ahora el primero de los capiteles de las columnas entregas del ábside, ornado con hojas de acanto completamente lisas y rematadas en caulículos, de entre ellas nace un tallo en los ángulos del que cuelga un florón de numerosos pétalos muy estilizados y de grandes calidades plásticas. En la parte superior de la cara central, vemos una cabeza humana labrada en bajorrelieve y colocada en posición frontal, con cabellera. En el can siguiente vemos un busto de macho cabrío colocado de frente y en el que sigue un busto humano colocado de frente y en actitud solemne, un busto de ciervo ejecutado en posición frontal. El segundo capitel de las columnas entregas del ábside se decora con cuatro hojas de acanto completamente planas, que en nada se diferencian del tambor a no ser en los ángulos, donde terminan formando unos caulículos; en la cara central vemos a un hombre, en posición frontal, vestido con túnica hasta media pierna y calzando borceguíes que extiende los brazos hacia los ángulos y con las manos sujeta fuertemente un cordel con el que atrapa por el cuello a los dos monos de las caras laterales. En el canecillo siguiente se representó un busto de carnero, tras él otro con una piña y en el que sigue un tonel. En el primer canecillo del presbiterio sur hay un león colocado de frente y en una postura bastante inverosímil pero admirablemente resuelta, similar a otro del ábside de Pineda; continúa la serie con dos exhibicionistas, masculino y femenino y un cuadrúpedo. En los canecillos del muro sur vemos un busto de buey, acantos rematados por caulículos, unos cuantos con simple perfil de quilla, un simio sentado con las patas ligeramente encogidas y haciendo una mueca, un hombre sentado con las piernas ligeramente dobladas, el cuerpo inclinado hacia el suelo, extiende los brazos y termina colocando las manos en el regazo y con ellas sostiene un objeto. Siguen una figura masculina sentada sobre un pequeño taburete, coloca la pierna izquierda sobre la derecha y al mismo tiempo con ambas manos está sosteniendo el pie y parece como si estuviera buscando y sacándose algo de la planta del mismo; un mono, una cabeza de león, un hombre sentado con la cabeza cubierta, las rodillas ligeramente dobladas, extiende ambas manos y las coloca sobre las piernas, y con ellas sostiene un objeto que atrae su atención; tres cavetos superpuestos, el último de los cuales cobija una figura que parece que está enroscada sobre sí misma y que presenta todas las características de un reptil; otros tres cavetos superpuestos; un animal fabuloso, especie de dragón, labrado de perfil; un hombre que sostiene un arco en actitud de coger una flecha que tiene en el carcaj y junto a él, en el siguiente, tenemos un capitelillo bajo el que se coloca un busto humano. En el ábside hay un total de tres ventanas, pero dos de ellas han llegado hasta nosotros ligeramente alteradas. Una está situada en el paño central y las otras dos en el presbiterio, pero están alteradas en parte. Todas ellas tienen arco de medio punto de una sola pieza y el extradós va recorrido por una cenefa decorada con motivos vegetales completamente planos, zarcillos. En la del paño central de la capilla absidal, que es la única que se conserva en el estado primitivo, podemos ver que tiene una luz de tipo aspillera, tímpano decorado con un relieve y que todo el conjunto se apea en doble columna. Aquí se repite la tipología que vimos en la ermita de los Mártires de Barbadillo de Herreros y en San Miguel de Neila. A la altura de la base de las ventanas vemos una cornisa que recorre todo el ábside. Los capiteles se decoran con secos motivos vegetales y un mascarón humano. La galería porticada tiene cubierta de madera y tejado que descarga sobre una cornisa y canecillos. Como indicábamos con anterioridad la actual fábrica es fruto de una profunda remodelación que supuso de hecho una obra nueva. Según los capiteles encontrados en las excavaciones realizadas recientemente, parece que tuvo capiteles dobles exentos apeados sobre doble columna. Las características de su relieve hacen pensar en algunos de los escultores que trabajaron en el claustro superior de Silos. La reconstrucción ha dado lugar a una obra con muros de piedra sillería, de aparejo isódomo, colocados a casi a hueso. Tiene tres vanos que descargan sobre gruesos pilares y columnas dobles los de las esquinas y el del centro sólo sobre el pilar. Emplea el arco de medio punto y va recorrido por un pequeño guardapolvo en el interior y se apea en una línea de imposta corrida. Hay en ella un total de veinte canecillos, todos ellos, excepto uno, iguales y decorados a base de una viruta poco señalada, que se eleva y termina doblada sobre sí misma formando un pequeño rollo. El único diferente está situado en el centro de la galería y se trata del busto de un león colocado en posición frontal. Los recolocados capiteles se decoran con parejas de grifos, leones, arpías o dragones afrontados por parejas y a esta serie hay que añadir dos encontrados en las últimas excavaciones -las llevadas a cabo entre los años 1991 y 1994- igualmente de doble cesta que se llena con flores de arum de diferentes tamaños, de muy bajo relieve, que en los ángulos acaban formando los correspondientes caulículos. Entre cada una de ellas hay un tallo que acaba en un cuidado fruto en forma de piña. Es un tema que se repite en las cuatro caras llenando completamente los tambores. El segundo presenta unas formas, factura y temática muy similar al precedente, tanta es la similitud que parecen obra del mismo autor. En esta ocasión en los ángulos, en lugar de los caulículos, hay unas grandes piñas que cuelgan casi hasta el arranque del collarino. Ambos capiteles tanto por la temática como el tipo de labra y esquemas compositivos recuerdan algunos del claustro alto de Silos al igual que los recolocados en el siglo XVIII en la actual galería porticada. La actual portada se adosa al muro meridional y está descentrada respecto a la galería. Nos parece que su ubicación actual no se corresponde con la primitiva que debió colocarse a los pies del templo, abierta al espacio que ahora ocupa la torre. Carece del habitual tejaroz, se remata en un guardapolvo que consta de tres arquivoltas decoradas a base de un baquetoncillo. Todo descarga sobre una imposta corrida, decorada con una flor de cinco pétalos, abiertos y enmarcados por dos hojas estilizadas y que describen un espacio casi circular. Las jambas tienen cuatro columnas y pilares. El arco es de medio punto, de unas excelentes proporciones, lo mismo que el de las arquivoltas. Parece que esta portada ha sido totalmente remozada conservando únicamente de época románica las jambas y la escultura monumental mientras que el resto parece fruto de la recomposición llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII. La línea de impostas, cimacio, se decora a base de una flor de cinco pétalos completamente abiertos, estilizados, realizados a bisel y que van enmarcados por dos hojas que son el cáliz de la flor, de características particularmente estilizadas y muy antinaturalistas. En sus capiteles vemos aves fantásticas, pareadas, opuestas y luego afrontadas, sirenas pareadas, un ciervo que camina hacia la esquina y en la otra cara un águila que está clavando sus garras sobre su presa y en el último un hombre yacente devorado por dos felinos. La torre se adosa al muro occidental abriendo un gran arco apuntado -ojival- en la parte este de cuerpo inferior que acaba convirtiéndose en una parte más -espacialmente hablando- de la nave. Estamos ante el primer tramo. Las recientes excavaciones han descubierto, con toda claridad, el arranque del muro que cerraba por el oeste el primitivo templo y han puesto de manifiesto que su tipología es la propia de una obra levantada de acuerdo con las técnicas y pautas del mundo tardoantiguo o hispanovisigodo. Es muy posible que la portada estuviera inicialmente aquí, pues no tiene mucha lógica la ubicación de la actual ya que no guarda la relación habitual con el resto del muro meridional. El primer cuerpo de esta torre tiene planta rectangular, va recorrido en sentido norte-sur por una bóveda de medio cañón que articula con bastante acierto toda la estructura y abre dos vanos muy diferentes en los muros sur y oeste. El arco que comunica y enlaza con la nave es una obra de notable calidad formal que pone de manifiesto que quien lo ejecuta es un consumado artesano y maestro en el arte de construir. El segundo cuerpo va flanqueado por cuatro ventanas ajimezadas, a la altura de cuyos cimacios parte una cornisa que lo recorre todo, tienen un único capitel que descarga sobre fuste que se adosa a un pilar y se rematan en una elegante arquivolta. El cuerpo superior también practica en cada cara un vano geminado, que se compone de un arco de descarga que lo enmarca todo dentro del que se inscribe la doble arcada con ajimez central. Todo se remata en una cornisa que descarga sobre canecillos, un total de treinta y cinco repartidos así: siete en el lado norte, nueve en el este, siete en el sur y ocho en el oeste, todos ellos de tipo quilla de factura similar a los que vimos en el muro sur de la nave. En los ángulos son hojas de acanto que nacen de la base, se elevan y terminan dobladas por el peso del pomo que sostienen. El muro es de piedra sillería, de apare jo isódomo, colocada casi a hueso. Su fábrica responde a los usos del mundo románico con las dos caras de sillares bien aparejadas y el relleno central. Esta torre nos brinda una de las obras más esbeltas, airosas y proporcionadas de todo el románico a pesar de los inconvenientes que plantea el primer cuerpo. Nos parece que es una de las obras realizadas por uno de los maestros de la obra silense, explicable por las relaciones que el monasterio tiene con Vizcaínos, por ello no sería de extrañar que estas obras de ampliación y reforma del templo anterior, realizadas en las décadas finales del siglo XII, pudiera dirigirlas alguno de los artistas que dejan su obra en las crujías superiores del claustro silense. En los capiteles vemos estilizados acantos, hojas lisas con pomos, bustos humanos, arpías de alas explayadas, leoncillos afrontados, una Anunciación, una probable escena en la que San José recibe el aviso para marchar a Egipto y el tema de la Huida a Egipto. Éstos nos parece que los ha trabajado el maestro de la obra o un artesano muy cercano al mundo y sensibilidad artística del “expresivo culto” de Silos. Ya en el interior, en los capiteles de la ventana meridional de la torre vemos un busto humano colocado de frente, que llena todo el tambor, mientras que el frontero está perdido. El ábside es la única parte del templo cuya estructura se corresponde, en sentido estricto, con el plan de obra llevado a cabo por el primer taller románico que trabaja en este templo. Se ha conservado casi en su totalidad, excepción hecha de alguna alteración de las ventanas del presbiterio, el añadido de la sacristía en el lienzo sur, lamentablemente eliminada en la última restauración. En la capilla absidal hubo un retablo de trazas renacentistas -ahora está recolocado en el muro sur-, que ocultaba la estructura de la capilla absidal y también la ventana central, pero la reforma ha supuesto volver esta cabecera a la diafanidad primera. El muro es de piedra sillería, de aparejo isódomo y de gran calidad constructiva. El arco triunfal está ligeramente deformado debido a las reformas, malas cargas del tejado y problemas por los que ha atravesado la fábrica a lo largo del tiempo. En el capitel del lado del evangelio del arco triunfal, en su cara central vemos a la Virgen sentada que lleva su Hijo entre las manos y lo coloca sobre el regazo profusamente envuelto en ropajes, mostrando únicamente la cabeza. La Virgen está colocada en posición frontal, va vestida con manto y túnica que llega hasta los pies. Toca la cabeza con un paño y el clásico brial que resalta sobremanera las facciones de la cara. Tiene ojos almendrados, saltones y bien definidos por los párpados y arcos superciliares, la nariz rectilínea, bien definida y proporcionada, pómulos redondeados y de un modelado cuidado, lo mismo que la barbilla. De otra parte los labios son ligeramente carnosos, de labra poco cuidada, las comisuras describen una ondulación, tienen un aceptable trepanado que les imprime alguna expresión. En los ángulos y caras laterales vemos otras cuatro figuras, de pie, en posición frontal, que no llegan a colocar sus pies sobre el collarino y que asisten expectantes a la escena principal. Todas ellas visten túnica y manto que llegan hasta los pies, la cabeza la tocan con el brial que enmarca la cara y resalta sus facciones, extienden los brazos y terminan cruzando las manos a la altura del pecho. Detrás del trono de la Virgen nacen dos hojas de acanto muy estilizadas, que se elevan y terminan en una flor de tres pétalos muy estilizados y de labra dura. El tema parece el del Nacimiento de Cristo, a quien presenta su madre colocándolo sobre el regazo y al que está acunando. La Virgen es de mucho mayor tamaño que los otros cuatro personajes, a quienes no podemos identificar, puesto que no parecen formar una escena y parecen meros acompañantes, o se trata de una interpretación local del Nacimiento. El cimacio se decora a base de unos lazos completamente planos, que marcan los bordes con unos leves trazos y decoran el interior con tosco perlado. En el capitel del lado de la epístola del triunfal se representa una escena de lucha de caballeros, en el que en cada una de las caras laterales y en el ángulo respectivo vemos a dos jinetes que van cabalgando y dirigen sus pasos al encuentro de los oponentes situados en la otra, todos van armados con escudo ovalado que les cubre gran parte del cuerpo y espadas que blanden en actitud amenazadora; unos tocan la cabeza con casco y otros muestran una tupida cabellera y visten túnica larga que llega a tapar casi por completo los pies, pero sin que realicen un estudio minucioso y detallista de los pliegues. El cimacio se decora a base de un vástago que se ondula, va describiendo espacios semiovales y se ramifica en flores de tres pétalos muy estilizados y realizados a bisel. En los capiteles de la ventana norte del presbiterio vemos acantos rematados en caulículos y frutos y, sobre hojas, unos círculos que cobijan cada uno a un animal, un grifo y un lobo. En la última restauración del templo se ha eliminado el retablo de trazas renacentistas dejando al descubierto la ventana y los capiteles, con dos basiliscos afrontados y opuestos de colas de reptil rematadas en cabecitas de serpiente y leones afrontados y siameses. La cornisa que recorre el ábside a la altura de la base de la bóveda, se decora con puntas de diamante, de cuatro pétalos, de formas duras y angulosas y de una gran plasticidad. La otra imposta, que recorre todo el espacio a la altura de la base de las ventanas, se decora con ajedrezado de tres dados y modelado a base de un cuarto o casi medio bocel. La iglesia parroquial de San Martín nos aporta una de las secuencias constructivas más reseñables de todo el románico serrano. A través de ella podemos seguir con bastante seguridad el proceso seguido en muchos otros templos de la zona a lo largo del tiempo. Los datos arqueológicos que aportan los muros de la nave, la ventana encontrada en las últimas excavaciones y la información obtenida en los cimientos del muro occidental -el que desapareció al hacer la torre actual- nos permiten afirmar que los maestros de la fábrica románica reutiliz aron el aula del templo anterior añadiendo las cornisas y nuevos canecillos y sobre todo levantando el ábside actual ya dentro de las pautas del románico pleno. Este maestro piensa un templo sin torre, con una portada abierta en el muro occidental y sin la galería porticada. En la segunda mitad del siglo XII se procede a una importante modificación que supone abrir la portada al sur, adosar la galería porticada -no la que vemos en la actualidad- y adosar la torre actual al hastial occidental comunicando su cuerpo inferior con el resto del templo ampliando ese tramo a los pies que vemos en la actualidad. La torre expresa bien a las claras el dominio de la tarea constructiva, por la utilización de la bóveda de medio cañón perpendicular a los muros norte y sur y logrando dos cuerpos superiores particularmente esbeltos. Nos parece que esta reforma se debe colocar en el haber de maestros ligados al monasterio silense, posiblemente quienes completan las galerías superiores del claustro y hacen la galería porticada silense y modifican la torre precedente. Tenemos una secuencia constructiva que va desde finales del siglo X hasta las últimas décadas del XII. El panorama que presenta la escultura monumental se ajusta con bastante exactitud a esta evolución de la fábrica. Junto a los muros de la nave, cuya técnica muy bien pudiera ser tardoantigua, encontramos una cuidada ventana ajimezada del templo precedente que se puede datar en el siglo X. El relieve de los canecillos de la nave y ábside hablan ya un lenguaje propio del románico pleno muy cercano al que hemos visto en otros templos de la zona serrana como Jaramillo de la Fuente, Riocavado, San Miguel de Neila, Lara de los Infantes, San Millán de Lara y tantos otros. Nos parece que esta parte se puede datar en las últimas décadas del siglo XI o en las primeras del XII. Por contra el relieve de los canecillos de la torre, los diferentes capiteles de las columnas de la misma, los de la portada y los de la galería porticada hablan ya un lenguaje tanto temático, compositivo como técnico cercano al mundo que vemos desarrollarse en las crujías superiores del claustro de Silos. Por el contrario, los capiteles exteriores de la ventana exterior del primer cuerpo de la torre presentan una técnica y conceptos plásticos más cercanos a los del “expresivo culto”, siendo probablemente obra del maestro que dirige los cambios y hace los proyectos que completan la trayectoria constructiva y ornamental románica de este templo. Esta última parte se corresponde ya con las décadas finales del siglo XII. No deberemos olvidar que el paso del tiempo ha dejado sus huellas en la fábrica románica que culminan maestros muy cercanos al mundo silense. En una intervención del siglo XVI se abrió un vano en el muro meridional, contiguo a la portada, para dar acceso a la sacristía que se levantó prolongando la galería porticada hacia el este llegando a abarcar y cerrar parte del ábside. Este añadido ha desaparecido y se ha tapiado el vano en la última reforma. En la segunda mitad del siglo XVIII se añadió la capilla del Cristo con el correspondiente retablo barroco, rompiendo con ello el muro norte en el espacio inmediato al arco triunfal. En una fecha indeterminada se eleva la altura del ábside en dos hiladas de sillares provocando importantes problemas estructurales que llevaron a colocar un contrafuerte en la zona sur de la capilla absidal buscando solventar los problemas que presentaba el ábside en la zona central. Hasta fechas recientes la capilla absidal estaba en parte oculta por un retablo de trazas renacentistas, dedicado a San Martín de Tours, que en la actualidad está adosado al muro meridional. Nos parece que la galería sufrió una notable reforma en el siglo XVIII que es de la época que data la que vemos en la actualidad. Conserva a los pies el templo un bello ejemplar de pila bautismal de copa que se remata en el habitual zarcillo bajo el que se repiten los gallones. La basa se decora con entrelazos circulares y arquillos de medio punto. Sus dimensiones son 88 cm de diámetro x 79 cm de altura. A escasos trescientos metros de la población de Vizcaínos, ubicada en un pequeño otero cerca de la carretera que conduce hacia Jaramillo de la Fuente, se localiza la ermita de San Jorge. Esta pequeña construcción ha sufrido no pocas reformas, muy importante y definitiva la llevada a cabo el siglo XVIII, pero a pesar de todo se ha respetado la fábrica románica del ábside. Como sucede en muchos otros lugares la ausencia de escultura monumental y la pobreza de las trazas y formas nos impide ubicar esta obra dentro de cualquiera de los talleres y escuelas de la zona. En todo caso en esta ocasión el remate en cabecera semicircular con capilla absidal y presbiterio bien definidos nos habla de una obra bastante evolucionada sin que podamos dar más datos.