Pasar al contenido principal
x

Capitel de la nave

Identificador
24329_02_003
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 19' 51.81'' , -5º 3' 1.42''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Monasterio de San Pedro

Localidad
San Pedro de las Dueñas
Municipio
Sahagún
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
DEL PRIMITIVO CONJUNTO MONÁSTICO de San Pedro de las Dueñas nada ha llegado hasta nuestros días sino la iglesia. Debemos pensar que, como resultaba normativo, las dependencias se ubicaban en el flanco meridional distribuidas en tres pandas que debieron dar cabida a una sala capitular, un dormitorio, un refectorio, una cocina y un almacén. También como era normativo, un claustro definido por arquerías aunaría la doble función de espacio distribuidor y litúrgico. La iglesia que hoy contemplamos es el resultado de diversas campañas constructivas, como fácilmente se desprende a partir de la utilización de materiales tan diferentes como son la piedra y el ladrillo. La sillería delimita con claridad la fase románica, que debió iniciarse por la cabecera. Este proyecto se fundamenta en una planta basilical de tres naves de las que la central dobla en tamaño a las laterales. Carece de transepto e incorpora tres ábsides semicirculares. En suma, estamos ante un plan muy repetido en los principales edificios del románico maduro peninsular. La historiografía de la arquitectura viene insistiendo en que no se llegó a rematar en un único impulso sino que, al igual que ocurriera en San Tirso de Sahagún, iniciándose con piedra de sillería fue concluida con ladrillo. Sin embargo, como se verá, da más bien la sensación de que la obra de albañilería habría que considerarla más producto de una campaña de reforma que de remate de una obra no terminada. Al exterior, los ábsides se articulan mediante columnas sobre plintos y presentan ventanas sobrias en ornamentación, ya que carecen de columnas y capiteles, aunque no en su parte interna. La campaña de albañilería dotó al tambor central de una articulación rítmica de la que sin duda carecía, uniendo los fustes románicos con arcos doblados e injertando sobre ellos un friso de nueve pequeñas ventanas ciegas sobre el que fue trazado un friso de esquinillas. Además, en correspondencia con los dos primeros tramos de la nave central, se dispuso una torre con tres cuerpos, el primero de los cuales es macizo mientras que los otros dos introducen ventanas. El acceso al templo se realiza por su flanco septentrional, desde el que se contempla un efectista escalonamiento de volúmenes y su correspondiente ornamentación: la sacristía, la nave del evangelio (friso de esquinillas), la central (recuadros) y los tres niveles de la torre. A excepción de la sacristía, las naves son de ladrillo, incluida la sobria portada de entrada a la iglesia. Probablemente la longitud de este edificio no fuera mayor de la que vemos en la actualidad, es decir, los dos primeros arcos formeros del intercolumnio de las naves. En el interior se aprecia cómo la reforma de albañilería afectó a las naves ampliando su altura. Mientras que la central fue dotada de ventanas y cubierta con bóvedas de estrella, en las laterales se trazaron sendos cañones. Por otro lado, si bien las bóvedas de horno de los ábsides laterales se han mantenido, no así la del central, que en la actualidad es de ladrillo y de perfil apuntado. Pero, centrándonos en la obra románica, dos son los aspectos que deben acaparar mayor interés: el tipo de soportes utilizados y la escultura monumental. En la iglesia de Dueñas se optó por una alternancia de pilares que no contemplaba el abovedamiento sino la cubierta de madera: cruciformes dispuestos sobre zócalos circulares con columnas adosadas en cada uno de sus lados y cuadriformes sobre zócalos de cruz y columnas adheridas únicamente en los lados transversales al eje del templo. Sobre ellos se trazaron arcos de medio punto doblados. En los muros laterales tan sólo los pilares cruciformes encuentran respuesta en forma de columnas. La reforma de albañilería llevó a cabo algunos ajustes en la disposición de elementos sustentantes como puede verse en las columnas del arco de triunfo: los capiteles fueron descendidos tres hiladas por debajo de su ubicación original a fin de introducir un cimacio lo suficientemente amplio para recoger el nuevo arco doblado. Asimismo las laterales se cubrieron con cañón. Además, se llevó a cabo una reforma espacial: la nave del evangelio fue aislada y convertida en capilla a través de la disposición de un tabique de ladrillo en su intercolumnio. Con esta reforma espacial se introdujo de manera económica, si bien a costa de distorsionar la morfología original del templo, un espacio específico para los laicos a modo de parroquial. Ya en el siglo XVI la nave central fue cubierta con dos tramos de bóvedas de estrella. Regresando a la alternancia de soportes, hay que señalar que un recurso semejante se aprecia en la catedral de Jaca, si bien allí en vez de pilares prismáticos se introdujeron columnas. Pero más que sobre Jaca, debemos dirigir nuestra atención a León. Como ha sido repetidamente reseñado y en lo que a planificación de pilares se refiere, esta iglesia está plenamente emparentada con el primer proyecto románico de la basílica de San Isidoro. Es bien sabido cómo, a fines del siglo XI, se decidió suplantar el pequeño edificio consagrado en 1063 por Fernando I (1035-1065). Hace algunos años John Williams puso especial énfasis en este proyecto de sustitución que atribuyó a la iniciativa de la infanta Urraca (†1101) y que no fue el que vemos en la actualidad. Inicialmente se planificaron tres naves sin transepto en donde se alternaban los mismos dos tipos de soporte que en Dueñas. Este mimetismo respecto al primer proyecto de San Isidoro obliga a preguntarnos hasta qué punto esta iglesia de Dueñas no dependía también en su traza de la que fue su casa madre: el templo del monasterio de los Santos Facundo y Primitivo de Sahagún, cuestión ésta abierta y cuya respuesta se encuentra aún depositada en los resultados que pudieran desprenderse de una actuación arqueológica en el solar de la gran abadía leonesa. En cualquier caso, la apariencia espacial de la iglesia de Dueñas, con su cubierta lígnea, no distaba en exceso de la de un gran templo pre rrománico, como el que quizá se mantuvo en Sahagún hasta el siglo XII, de no ser por el ritmo derivado de la alternancia de soportes y por la escultura monumental desplegada. En cuanto a esta última, lo primero que cabe señalar es que básicamente en ella trabajó un único taller de calidad notable, que produjo los dieciséis capiteles del interior de la iglesia. De ellos hay que indicar que la ornamentación de sus cestas tiene como rasgo común un amplio desarrollo de las volutas, así como una tendencia a unificar los cimacios con las líneas de imposta mediante el motivo del taqueado. Asimismo, en algunos de ellos los collarinos se disponen mediante sogueados. Salvo puntual excepción, la temática se ciñe al bestiario, con un singular gusto por el león con su carga negativa re p resentando el mal. Aparecen de diferentes formas: afrontados devorándose, cabalgados por humanos o devorando a éstos. También pueden verse aves híbridas. La más notable de las excepciones temáticas se concentra en el capitel izquierdo del arco de triunfo, en donde aparece la representación de la comunidad de religiosas que habitaba el monasterio, resumida en siete pequeñas figuras. El resto son derivaciones de los tan extendidos con hojas y bolas. Manuel Gómez-Moreno ya relacionó parte de la escultura realizada en Dueñas con la de la iglesia de San Isidoro de León. Partiendo de la validez del epitafio del abad Diego, hace algunos años y a partir de ciertos rasgos tanto estilísticos (bandas diagonales en los fondos de las cestas) como iconográficos (figura compartiendo cabeza y mesándose la barba) coincidentes con los de la Puerta de las Vírgenes del monasterio de Santo Domingo de Silos, algunos especialistas (John Williams, Janice Mann, Peter Klein) utilizaron la escultura de Dueñas para datar la controvertida puerta silense en torno a 1110. Sin embargo, sin negar tales analogías, habría que señalar que tanto la iconografía de Dueñas como la de Silos encuentran parangón en algunas obras del Rosellón y de Cataluña de avanzado el siglo XII. Tal es el caso del segundo taller de Saint- Michel de Cuixà (ca. 1140-1150), del claustro de Saint- Pons de Thomières (bandas en las cestas) o de San Juan de las Abadesas (figura mesándose la barba) [post. 1150]. En el Museo Arqueológico Nacional se conserva una pequeña portada procedente de la clausura del monasterio (quizá perteneciente al acceso a la sala capitular), que fue adquirida por el Estado en 1945. Su vinculación estilística con las mejores producciones de las cestas del templo resulta evidente. Es de gran simplicidad: dos jambas con fustes cortos y basas de toros desmesurados en su desarrollo, pareadas y unidas por un arco prismático con chambrana decorada, al igual que los cimacios de los capiteles, con tacos y motivos vegetales. Las cestas de los cuatro capiteles presentan amplias volutas y la iconografía vuelve a ser insistente en la presencia de leones y aves en el entorno humano. Concretamente, vemos leones enfrentados en forzada posición arqueada y con un ballestero en el eje central de la cara frontal de la cesta. Esta pequeña figura podría derivarse de un capitel de la iglesia de San Isidoro de León situado en uno de los pilares colindantes a la Puerta del Cordero (cara oeste), también presente en la catedral de Compostela y en Saint-Sernin de Toulouse. Otro capitel de esta portada introduce en sus tres caras luchas entre leones y personajes barbados que, sobre las grupas de los animales, clavan puñales en sus bocas. También aquí podríamos consignar la evocación al capitel de Sansón en la nave de la misma basílica leonesa. Un tercer ejemplar representa leones enfrentados con tres jinetes montandos con bridas y estribos, uno de ellos con un ave en la grupa. Finalmente, vemos aves con los cuellos entrelazados. Partiendo de las concomitancias respecto a las producciones leonesas y a su propia estilística, tanto esta pieza como los capiteles del templo apuntan al tránsito entre el primer y el segundo cuarto del siglo XII. La cronología que habitualmente se ha reivindicado para los restos románicos que subsisten en la actualidad se fundamenta en un epígrafe funerario que ha transmitido uno de los cronistas del monasterio: Romualdo Escalona. Se trata del epitafio del abad de Sahagún, Diego (1088-1110) que entre otras cosas señalaba: Abbas Didacus primus ... monasterium sancti Petri de domnabus construxit et moniales ibidem instituit. Es preciso señalar que esta fuente epigráfica conservada hasta su desmantelamiento en el claustro, era muy tardía. El mismo Escalona indica lo por otra parte evidente: para que se introdujera un numeral con objeto de identificar al abad en el momento que se realizó la inscripción tenía que haber gobernado el monasterio al menos otro religioso con ese nombre. Tal cosa no aconteció hasta la elección de Diego II (1329-1357). Por tanto se trata de una referencia cronológica lo suficientemente alejada de los hechos como para ser terminante en su rigurosa validez. Además conviene no olvidar que la terminología medieval relativa a la construcción es en exceso ambigua. A esta fuente tardía se suma una referencia documental de mayor solvencia sobre la que hace algunos años llamó la atención Manuel Valdés. Fechada en 1126, siendo abadesa Teresa González (†1137), subraya con énfasis superlativo la existencia de una basílica. Los convencionalismos diplomáticos pueden justificar esta exaltación puntual de la iglesia, pero quizá pueda también explicarse a través del entusiasmo que podría generar su reciente construcción. Pero las más tempranas noticias de la existencia de una iglesia monástica con sus dependencias en Dueñas se encuentra en la Primera Crónica de Sahagún (ca. 1117). Escrita en el contexto de los disturbios que vivió la población de Sahagún a raíz de la muerte de Alfonso VI, en esta fuente documental se narran las vicisitudes que experimentó la comunidad de monjes ante los embates de los burgueses y las tropas de Alfonso el Batallador. En un momento, y con motivo de las exequias de una de las monjas, se narra cómo el abad de Sahagún Domingo (1111-1117) se trasladó al monasterio de Dueñas para celebrar el oficio de difuntos “en la iglesia de la bienaventurada Madre de Dios”. En el momento en el que se celebraba la ceremonia los burgueses de Sahagún cercaron el monasterio y, ante la imposibilidad de forzar la puerta del templo, “entraron dentro del claustro” con objeto de eliminar al abad. Es por lo tanto seguro que en la segunda década del siglo XII la comunidad benedictina de Dueñas contaba con un conjunto monástico dotado de algunas dependencias cuya definición ignoramos por completo. Por lo tanto, en lo tocante a fuentes, contamos con una ambigua atribución del conjunto monástico al abad Diego (1088-1110), una referencia directa en torno a la existencia de un conjunto de edificios (1111-1117) y una segunda referencia directa al templo fechada en 1126. Del análisis de los restos se desprende una clara dependencia respecto a la primera iglesia románica de San Isidoro de León. Si damos validez a que fue la infanta Urraca quien la inició antes de 1101 y tomamos como fecha extrema para la supervivencia de ese templo el comienzo de su sustitución por la cabecera hacia 1124 (incorporación de una nueva con transepto en cuyo ábside septentrional se encuentra grabada dicha fecha), obtenemos una nueva fecha de referencia. Sin embargo, en ésta, como en otras valoraciones documentales, conviene no olvidar que muchas de las edificaciones eran primeramente construidas de modo más modesto, en materiales pobres, y progresivamente se sustituían por otros imperecederos. Tal parece ser el caso de Dueñas. La dependencia tipológica respecto a León aconsejan supeditarla, lo que confirma su evolucionada estilística escultórica. En resumen, contando con las noticias documentales junto a los rasgos estilísticos tanto arquitectónicos como escultóricos, pueden señalarse que el monasterio fue fundado probablemente a fines del siglo XI bajo el gobierno del abad Diego de Sahagún Asimismo es posible afirmar que, en su actual configuración, la iglesia es fruto de varias campañas constructivas. La primera se inició en románico y pudo haber sido erigida hacia 1120, dando como resultado un pequeño templo de neta morfología basilical. Avanzado el siglo XII se intervino en esta obra tratando no tanto de dotarla de mayor espacio litúrgico como de mayor altura, insertando además un elemento torreado. Asimismo se introdujeron ciertas mejoras estéticas, sobre todo en la articulación paramental del ábside central y las naves. No parece muy probable que esta campaña de albañilería concluyera una obra que los canteros dejaron sin acabar, como con frecuencia se ha escrito. Con la excepción del muro septentrional, todo el templo está rematado en piedra y además parece poco lógico que un impulso firme y continuado sacrificara de forma tan heterodoxa la armonía espacial a partir de la separación de una de las naves. Más bien parece que, sólo cuando surgió el problema de dar cabida a los laicos, las religiosas renunciaron a la nave septentrional, que fue sesgada del templo mediante un tabique. Es decir, fue resultado de la aplicación rigurosa de un criterio esencialmente económico ante una necesidad no contemplada inicialmente. Como igualmente económico fue el propio uso del ladrillo, material que prolifera en toda esta zona geográfica de Tierra de Campos debido a la carencia de canteras de piedra y por el evidente menor coste económico de ese material. La última de las grandes intervenciones fue realizada probablemente en el siglo XVI, período en el que se abovedó la nave con dos tramos de bóvedas de terceletes añadiéndosele un retablo.