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Fachada occidental de Santa Maria de Porqueres

Identificador
17137_03_002
Tipo
Fecha
Cobertura
42.121846,2.7481472
Idioma
Autor
Laura Bartolomé Roviras
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Santa Maria de Porqueres

Localidad
Porqueres
Municipio
Porqueres
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Santa Maria de Porqueres

Descripción

Iglesia de Santa Maria de Porqueres

 

La iglesia de Santa Maria de Porqueres se encuentra en la parte más alta de la colina que domina el sector occidental del estany de Banyoles. Se trata de una situación privilegiada y al mismo tiempo estratégica, escogida acaso en sus orígenes para limitar el riesgo de las inundaciones. De hecho, la población de este lugar se remonta a fechas muy antiguas, anteriores al período medieval. Las excavaciones de Mas Castell, situado junto a la iglesia, han permitido establecer una primera ocupación en época ibérica, en torno a los siglos v-ii a.C., si bien algunos de los materiales hallados se remontan al Neolítico. En esta misma área, también se ha identificado una necrópolis tardorromana y los restos de una importante basílica paleocristiana, cuya construcción se sitúa entre los siglos v-vii. Posteriormente, durante la época medieval se edifica un castillo o casa fortificada, cuya presencia se documenta desde el 957. Además de Mas Castell, en los aledaños de la iglesia se hallan la rectoría, el cementerio y el antiguo esconjuradero.

 

Podría ser que la primera referencia histórica de Santa Maria de Porqueres se encuentre en una carta del 889 dirigida por Servusdei, obispo de Girona, al monasterio de Sant Esteve de Banyoles: ecclesias videlicet quas patres illorum, qui suprataxatum coenobium construxerunt, manibus propiis de eremini vastitate extraxerunt fabrili construentes arte, sanctas scilicet ecclesias quae sunt dicatae, una in honore Sanctae Dei genitricis Mariae, estque sita in capite stagni. Se identifica una iglesia dedicada a Santa Maria, situada en el extremo del estany de Banyoles, edificada por iniciativa de Bonitus, primer abad del monasterio. En cualquier caso, consta ya de manera clara en una confirmación de las posesiones del monasterio de Sant Joan de les Abadesses del 906, cuando se nombra a Sanctae Mariae (...) in Porcarias. Más adelante, esta parroquia figura en la bula concedida por el papa Benedicto VIII en 1017 al monasterio de Sant Esteve de Banyoles. En una nueva bula otorgada por Urbano II en 1096, consta Ecclesia Sanctae Mariae, Sancti Laurientii cum cimiterio de Porcariis como “posesión” de este monasterio. La ascendencia de Sant Esteve de Banyoles sobre Santa Maria de Porqueres se extiende a lo largo del siglo xii, tal y como se confirma en la bula del papa Alejandro III del 1175. Poco tiempo después, el 5 de abril de 1182, tiene lugar la consagración del templo, durante la liturgia oficiada por el obispo de Girona Ramon Guisall ad consecrandam ecclesiam in Dei honore et sancte Marie constructam in comitatu Bisuldunensi, in loco qui dicitur Porcarie.

 

A pesar de las pocas noticias conservadas, todo parece indicar la preexistencia de una primera iglesia, quizás desde el siglo ix, que habría sido renovada durante el siglo xii. Sin embargo, existen ciertas dudas sobre si el templo primigenio se habría situado en este mismo lugar, o bien debería identificarse con una remodelación de la antigua basílica cristiana, erigida aproximadamente en el siglo v en el área del Mas Castell. En cualquier caso, no hay duda que la iglesia actual, con la excepción de algunos añadidos y reformas de época moderna, responde a una nueva construcción del siglo xii, y por tanto al templo consagrado en 1182. Cabe señalar, adicionalmente, que durante el siglo xx se llevan a cabo diversas obras de restauración, iniciadas en 1957, para consolidar la estabilidad del edificio. Para ello, se modifica la torre-campanario de época moderna, y en el interior se restaura la bóveda de cañón de la nave y algunas partes del arco triunfal. También se readapta la zona de la cabecera, mediante la restauración de la bóveda absidal y la reintegración del aspecto original del presbiterio, cuyas capillas y absidiolas habían permanecido veladas por un tabique que resguardaba el retablo del siglo xviii. Las características de esta obra barroca, destruida en 1936, todavía pueden reconocerse en algunas fotografías antiguas.

 

El templo románico presenta una planta de nave única de perímetro rectangular, culminada por un único ábside de sección semicircular, de una pronunciada e inusual profundidad. El aparato constructivo de los muros se compone de un sillar tallado de manera regular y colocado en hiladas bastante uniformes. La piedra utilizada para esta construcción corresponde a un travertino conocido como de les Tunes o de les Estunes, una cantera local situada a muy poca distancia de esta parroquia. Aunque se trata de una nueva construcción, no se debe obviar que en la parte inferior de los muros de la nave se advierte un arranque con un sillar de menor tamaño, colocado de un modo disimilar e irregular. Algunos autores han querido identificar en esta suerte de zócalo el aprovechamiento de los muros de la iglesia preexistente, aunque quizás también podría corresponder a un cambio en el proyecto o una interrupción de la misma obra. Con esta salvedad, la tecnología constructiva de esta esta iglesia es la misma que se impone en la edificación de los templos más destacados de los territorios del antiguo condado de Besalú desde finales del siglo xi, y a lo largo de la centuria posterior. Esta “corrección” de la talla y de la colocación de los sillares se observa en la iglesia del priorato del Sant Sepulcre de Palera, consagrada en 1085, y se hace evidente en aquellas edificadas en la villa de Besalú a partir de mediados del siglo xii: en la iglesia del monasterio de Sant Pere, en la parroquia de Sant Vicenç, y también en la nueva canónica agustiniana de Santa Maria.

 

La pulcritud de la construcción se completa a través de una decoración ornamental muy sobria, especialmente en el exterior del ábside y de la nave. En el interior, la nave también presenta unos muros prácticamente desnudos, y tan sólo merece una mención el friso o voladizo situado en el arranque de la bóveda de cañón. Esta suerte de cornisa, lisa y sin ningún motivo ornamental, se interrumpe al llegar a los arcos de medio punto de las cuatro ventanas, actuando quizás a modo de imposta. Por otra parte, en el interior del ábside se encuentran dos pequeñas capillas de planta rectangular, cuya apertura de arco de medio punto en degradación se sustenta sobre dos pilastras, con sus respectivos capiteles, unos con el trazado de ciertos elementos arquitectónicos, otros con piñas sobre fondo absolutamente liso. Las impostas incorporan formas de dientes de sierra y palmetas. A continuación, se encuentran otras tres capillas, de planta semicircular con aperturas de arco de medio punto y capiteles con una decoración muy poco lograda, con motivos de entrelazado. Recorre la parte superior de los arcos un friso de doble registro, formado por palmetas circunscritas en el interior de formas circulares y óvalos. En cualquier caso, cabe señalar que en toda esta zona se detectan los efectos la restauración llevada a cabo a mediados del siglo xx, sin que ello impida identificar, seguramente, algunos elementos de carácter original.

 

La decoración más relevante del interior del templo se halla, sin duda, en el arco triunfal que enmarca el acceso al presbiterio. Su aspecto actual de medio punto es el resultado de las obras de restauración realizadas en 1957. En origen, presentaba un arco de medio punto ligeramente ultrapasado, de características similares al que distingue la portada principal de la iglesia. Se caracteriza por una sólida construcción y está rematado en la parte superior por una moldura abocelada, decorada con motivos vegetales entrelazados. Esta moldura nace de dos cabezas situadas en ambos extremos, que han sido identificadas, bien como leones, bien como monstruos que recuerdan al Leviatán. El arco se apoya sobre dos capiteles de una singular envergadura, sostenidos por columnas con base ática. Ambos capiteles muestran una estructura muy similar, con forma troncocónica invertida, en la que se identifican dos niveles de decoración distintos, en el capitel y en la imposta. Y mientras que ambos capiteles muestran una composición similar, los ábacos o impostas exhiben escenas muy distintas, si bien podrían completar una lectura simbólica unitaria.

 

El protagonista de estos capiteles es un personaje masculino de cuerpo entero, que se repite en dos de las caras labradas, mientras la tercera permanece oculta por la propia arquitectura del arco. Esta figura, con barba y bigote, sostiene con sus manos unos tallos vegetales que surgen de su propia boca, y que se convierten en la ornamentación de carácter vegetal que ocupa la parte superior del capitel. La definición de estas figuras, de proporciones anatómicas absolutamente irregulares, se resuelve a través de una técnica bastante tosca, en la que no se aprecia ninguna atención especial por el detalle. La única licencia ornamental se halla en los motivos circulares y ovalados de la frente, que parecen aludir a una corona y recuerdan ciertos trabajos propios de la orfebrería. Estos personajes han sido identificados como atlantes, aquellos seres mitológicos condenados por los dioses a sostener el mundo superior u Olimpo. No se trata de una iconografía aislada en la escultura románica europea, aunque sí en el contexto más inmediato. Algunos de los ejemplos más comentados en la Península aparecen en el suppedaneum de Santiago del Menor y San Felipe de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo o en el cenotafio dedicado a los santos Vicente, Sabina y Cristeta de San Vicente de Ávila. Mientras que en el contexto más internacional, se ha citado la portada de Sainte-Marie d’Oloron, la cátedra de San Nicola de Bari, el ambón de Sant’Ambrogio de Milán, y también ciertas figuras de la catedral de Reims. Cerca de Santa Maria de Porqueres, tan sólo se han identificado algunas figuras que recuerdan la disposición de los atlantes, en los capiteles del claustro de la catedral de Girona o en Sant Pere de Galligants, si bien se trata de una composición un tanto distinta.

 

En el capitel que se sitúa en el lado de la Epístola, dicha figura masculina o atlante queda reducida al rostro en una de las caras, y en su lugar aparecen motivos vegetales. En la imposta de este capitel destacan cinco ángeles, dos de los cuales sostienen una mandorla perlada con la figura del Pantocrátor. Se trata de un Cristo joven, imberbe y con nimbo crucífero, que ha sido relacionado en cierta ocasión con el Cristo del Bordado de la Creación de Girona. En los ángulos aparecen, en cambio, dos ángeles con cuatro alas, posiblemente querubines. En la otra cara de la imposta se presenta la escena del pecado original, con las figuras de Adán y Eva, el árbol del paraíso con la serpiente, y un personaje de carácter grotesco. En algún momento, esta última figura se ha identificado como una repetición de Adán, para así representar la caída y expulsión del paraíso. Sin embargo, las zarpas de los pies delatan, aunque de un modo muy discreto, a un personaje demoníaco. En esta imagen “humanizada” del diablo puede advertirse acaso una posible influencia del teatro medieval, y concretamente de la escenificación de Le Jeu d’Adam o Ordo representationis Adae, un drama litúrgico de autor anónimo escrito dentro del milieu anglo-normando hacia el tercer cuarto del siglo xii. En este caso, se identificaría una doble presentación o reiteración de la figura del diablo, ya simbolizada en la serpiente del árbol. Para finalizar, a la derecha de esta escena aparece un nuevo Pantocrátor, si bien en esta ocasión la mandorla no está sostenida por una pareja de ángeles, situándose uno sólo a su izquierda. Como continuación lógica de la escena anterior, algunos autores han interpretado esta última figura como una representación sintética de la expulsión del Paraíso, acaso el guardián de la puerta, del mismo modo que ocurre en determinadas ilustraciones de la Biblia de Ripoll.

 

Por su parte, en el capitel del lado del Evangelio, además de los protagonistas ya descritos, aparece una nueva figura de proporciones más reducidas situada en el registro inferior. Se identifica con un personaje masculino, aparentemente desnudo, con una serpiente enrollada alrededor de su cuerpo, iconografía que conduce a una lectura simbólica relacionada con la condena del pecador. Aunque también es cierto que otras interpretaciones apuntan a una posible confrontación entre la serpiente y la figura de un águila, situada en el ángulo de la imposta. Esta posibilidad se asocia a una escena simbólica de confrontación entre la luz y las tinieblas, o lo que es lo mismo, entre el mundo superior e inferior. Por su parte, la imposta presenta una composición arbitrada por once figuras, asociadas a apóstoles, entre las que se intercalan un Pantocrátor, en esta ocasión sin mandorla, y una Maiestas Mariae. Algunos autores han identificado esta última figura como pendant de la de Eva de la imposta de la Epístola, interpretando así una composición simbólica de pecado-redención. En otra dirección muy distinta, esta escena ha sido asociada con el pregón pascual cantado en la víspera de la resurrección.

 

La estructura y el estilo de estos capiteles se han relacionado con ciertas fórmulas empleadas en la iglesia de Sant Pere de Rodes y Sant Pere de Galligants. En otra dirección, se han establecido paralelismos con la escultura languedociana, en concreto, con algunos capiteles del claustro de Saint-Pierre de Moissac y también con la disposición del arco triunfal de Sainte-Marie d’Alet. En el caso de las impostas, algunas de las figuras se han enlazado con la escultura del tímpano de la iglesia de Sant Pol de Sant Joan de les Abadesses y también con algunos capiteles de Sant Esteve d’en Bas. Otro aspecto interesante es la datación de esta escultura. Resulta lógico pensar que ésta deba relacionarse estrechamente con la construcción del arco triunfal, puesto que forma parte estructural del mismo. De este modo, si se tiene en consideración la fecha de consagración del templo en 1182, la realización de dicha escultura podría situarse hacia mediados o inicios de la segunda mitad del siglo xii. Si bien también es cierto que en algún momento se ha propuesto alguna cronología anterior, al retrotraer el arco de medio punto ultrapasado original hacia cronologías demasiado tempranas.

 

Después de la restauración de la bóveda del ábside en 1957, se devuelve a su lugar la viga de madera que había sido descubierta durante una intervención anterior. Y aunque presenta una decoración muy sencilla, es digna de comentario puesto que se conservan muy pocos testimonios de esta tipología pertenecientes al período románico. Sobre un fondo azulado y estrellado, que escenifica una bóveda celeste, aparecen las figuras de la luna, a la derecha, y el sol, a la izquierda. Se trata de una representación muy simple, que acaso debe asociarse a una imagen de carácter simbólico relacionada con la pasión de Cristo. La función que normalmente se atribuye a este tipo de artilugios es bien la de soportar la estructura de un baldaquino, bien la de sostener un cortinaje para privar a los fieles de la visión del presbiterio en determinados momentos de la liturgia. Este último mecanismo deriva del iconostasio bizantino o de los canceles que separaban el espacio de los fieles de la zona sagrada del presbiterio. A este tenor, se debe resaltar que en un documento del 1594 se apunta que el altar mayor está cubierto durante el transcurso de la liturgia por una preciosa tela, rica en bordados y pinturas. De este modo, la colocación de una viga en la parte alta del ábside cobraría un sentido bastante preciso. Sin embargo, algunos autores piensan que esta viga habría tenido como función principal sostener la talla de madera de una Majestad sobre el altar. A esta interpretación suma el hecho que las figuras del sol y de la luna son propias de la iconografía de las Majestades románicas. Admitiendo su originalidad, esta pieza se cuenta entre un grupo reducido de testimonios siglo xii, al lado de la viga de la Pasión, hoy en el Museu Nacional d’Art de Catalunya de Barcelona, y la viga procedente del monasterio de Sant Miguel de Cruïlles, conservada también en el mismo museo. Ambas presentan un ciclo narrativo completo, y se sitúan en torno al 1200.

 

Antes de abandonar el interior del templo, cabe señalar la pila bautismal que se encuentra en la entrada, junto al muro del Evangelio. Esta cuba de forma circular está tallada en el mismo travertino local utilizado para la construcción del templo. Aunque no presenta ningún rasgo que permita su datación precisa, no existe tampoco ningún elemento que impida su identificación con la primitiva pila de época medieval, acaso la perteneciente a la primera iglesia parroquial erigida en este lugar.

 

Queda por describir la portada principal situada a los pies de la nave, obra que ha suscitado un gran interés por parte de todos los estudiosos de este edificio. Se trata de un cuerpo independiente que sobresale de los muros de cierre de la iglesia, con  aproximadamente un metro de profundidad. La cornisa situada en la parte superior está sostenida por un conjunto de canecillos lisos, sin muestra alguna de decoración. Sorprende, seguramente, la forma de medio punto ligeramente ultrapasada de los cuatro arcos en degradación, silueta que disminuye en el arco situado en la parte más interna. Como se ha indicado anteriormente, esta “herradura” era también la forma original del arco triunfal del interior. Por tanto, resulta lógico pensar que esta portada forma parte del mismo programa constructivo, y que su realización se sitúa, por tanto, en torno a la segunda mitad del siglo xii. Su estructura y monumentalidad rememoran la forma de un arco de triunfo romano, cuya evocación en la escultura monumental románica cuenta con un capítulo privilegiado en el entorno más inmediato. En este sentido, se debe tener especialmente en consideración la portada de Santa Maria de Ripoll, y también la de Sant Pere de Rodes, que aunque desaparecida podría haber reproducido una estructura homónima. La ejecución de estas dos últimas obras se sitúa entre mediados y la segunda mitad del siglo xii, período en el que cabe situar, aproximadamente, la realización de la portada de Porqueres. También se puede relacionar con la portada del hospital de Sant Julià de Besalú, una construcción que se enmarca en el último cuarto del siglo xii, cuya escultura refleja un marcado influjo de la escultura romana.

 

La decoración de esta portada se concentra en dos de los cuatro arcos y en los cuatro capiteles. El arco situado en la parte más exterior se configura, a la vez, como una suerte de guardapolvo, y presenta unos elementos geométricos entrelazados que dibujan la forma de un zigzag. Por otra parte, el arco más interior, concentra la decoración más rica de la portada, con veintidós medallones circulares de dimensiones homogéneas, presentados en el interior de una escocia, en los que se ha querido ver una cierta  influencia de la numismática. Cada medallón muestra un motivo, ornamental o figurado, entre los que se descubren algunos elementos de carácter simbólico. Así, se pueden ver motivos vegetales esquemáticos, flores de lis, florones, palmetas y otros elementos entrelazados. También una cruz de brazos equiláteros patados con flores, que algunos autores han asociado a la cruz de Calatrava o Alcántara. Figuras de animales, como la de un ciervo, un león, un águila y un grifo. Igualmente, se descubren dos medallones que albergan dos bustos, el de un hombre y el de una mujer con pelo recogido, de destacado carácter clásico, que se han vinculado con personajes de estilo bizantino. Algunos autores apuntan a relaciones concretas con las efigies de una determinada moneda de bronce de época del emperador Justiniano, conocida como follis. Por otra parte, dos de los medallones que se sitúan en la parte central del arco muestran unas figuras prácticamente idénticas, que pueden identificarse con un Pantocrátor. Sin embargo, resulta extraña la repetición de esta imagen dentro del mismo espacio del arco, identificándose más bien como un error o una duplicidad poco afortunada. Si bien es cierto que se ha planteado la posibilidad que esta figura, del mismo modo que otras del mismo arco, hubieran sido duplicadas de acuerdo con una primera voluntad explícita de repetición simétrica en sendas mitades de la semicircunferencia. Aunque el resultado final no reproduce dicha harmonía.

 

Los capiteles presentan una estructura idéntica, que se distingue por su división en un doble registro, sobre el que se cierne una imposta decorada, esquema que recuerda de algún modo el que ya se ha descrito en los dos capiteles del arco triunfal interior. La composición es también muy parecida, dos a dos, hecho que apunta hacia unos modelos de repertorio. Los que se sitúan en la parte interior presentan un collarín liso y astrágalo superior con ovas. En el registro inferior, aparecen volutas ornamentales, mientras que el superior está ocupado por motivos vegetales, palmetas y florones, que guardan una disposición bastante geométrica. En la imposta aparecen parejas de animales, muy probablemente leones, dos afrontados por el dorso, mientras que los dos que confluyen en el ángulo comparten una misma cabeza. Los capiteles situados en la parte externa muestran unos motivos vegetales muy parecidos en la mitad superior, con el añadido de piñas, mientras que el registro inferior incorpora motivos vegetales más simples y algunas palmetas. Tanto el collarín como el astrágalo superior incorporan motivos de pequeñas ovas. En esta ocasión, la imposta presenta motivos vegetales en forma de palmetas, las mismas que se repiten en el friso que a partir de este punto recorre el resto de la portada. La iconografía y el estilo de estos capiteles se ha relacionado con la escultura de la cabecera de Santa Maria de Besalú y también con una amplia amalgama de repertorios que se encuentran, durante la segunda mitad del siglo xii, en algunos claustros, desde Santa Maria de Ripoll hasta Sant Pere de Galligants. También se han relacionado con los capiteles de la sala capitular de Sainte-Marie d’Alet. Como colofón, resulta interesante apreciar los elementos de decoración de las hojas de la puerta, que pueden relacionarse con determinadas formas de alguazas románicas. Estas formas han sido asociadas con una tipología concreta de herrajes, relacionada con ciertos motivos de la escena de la Visitación del ábside de Santa Maria de Barberà del Vallès.

 

Texto y fotos: Laura Bartolomé Roviras – Planos: Modesto Carreras Cort

 

 

Bibliografía

 

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