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Vista desde el lado noroeste

Identificador
34815_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 42' 50.30'' , -4º 17' 34.15''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,Jaime Nuño González,José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Vicente

Localidad
Becerril del Carpio
Municipio
Alar del Rey
Provincia
Palencia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA PUEBLA DE SAN VICENTE, llamada también Ventas de Becerril, se asienta a la vera del antiguo camino de Palencia a Santander. En la actualidad se halla dividida por la carretera nacional, a unos 11 km al sur de Aguilar de Campoo. El caserío se dispone sobre una suave ladera abierta hacia la fértil vega del Pisuerga, que discurre a un kilómetro escaso. La iglesia de San Vicente se eleva en el extremo más occidental del núcleo, junto al camino que conduce a los otros dos barrios. Los datos históricos sobre esta puebla son poco precisos y desconocemos sus orígenes aunque pudo nacer durante la repoblación altomedieval. Aparece alguna noticia en la colección diplomática de San Salvador de Oña y Navarro y Rodríguez Muñoz señalaban que en 1103 Alfonso VI y su mujer cedieron a los benedictinos de Oña su monasterio de San Vicente, cerca de Becerril. El padre Serrano infiere que con anterioridad, el 1 de mayo de 1092, estando el rey en Oña, ampliaba el patrimonio de este cenobio con el “antiguo convento de San Vicente de Becerril, en el alfoz de río Pisuerga”, existente ya en el siglo X. Para García Guinea se trata de esta misma localidad palentina, y asevera que al ser documentos casi contemporáneos (1092 y 1103) no es extraño que la entrega de este monasterio por parte de Alfonso VI constara en dos versiones. Las datas de estos documentos podrían marcar el inicio de las obras del ábside. Lojendio y Rodríguez dudan de una fecha tan temprana para el ábside hoy visible; suponen más lógico que avanzado ya el siglo XII, los benedictinos hubiesen reformado otro anterior, elevando algunas partes que han perdurado hasta nuestros días. La de San Vicente es una iglesia de notables dimensiones, levantada en sillería arenisca, que en el interior aparece con un rejuntado de hormigón moderno. Se aprecia aparejo de mampostería en uno de los basamentos de los contrafuertes del ábside, sacristía e hiladas superiores del muro norte, aquí dispuesta en opus spicatum. Algunos sillares de caliza blanca aparecen dispersos por todos los muros y ocasionalmente en el alero, columnas y capiteles de las ventanas del ábside y portada occidental, así como en algunos otros elementos decorativos. La planta tiene una única nave re ctangular litúrgicamente orientada, con ábside semicircular y puerta de acceso en el hastial. Adosado al muro sur está el cuerpo rectangular de la sacristía y junto a él, en el ángulo que forma con el presbiterio, la escalera de caracol truncada. Semicolumnas adosadas a pilastras y un sistema de contrafuertes al exterior (los tres del muro norte cobijan dos arcosolios de medio punto) refuerzan las bóvedas de cañón apuntado en el presbiterio y la nave. El ábside semicircular se cubre con bóveda de horno. En altura destaca una pequeña espadaña sobre el hastial occidental. Es obra posterior a la románica, construida en piedra de toba y rematada por una cruz calada. Carece de acceso directo, no teniendo conexión con la escalera de caracol truncada. García Guinea señalaba que pudo rematar en un campanario, de un tipo similar al de Santillana del Mar, o bien servir para alcanzar una hipotética espadaña alzada sobre el hastial este. La fase constructiva más antigua -de la primera mitad del siglo XII- se localiza en el ábside, al estilo de Santa Eufemia de Cozuelos y las zonas bajas de los muros exteriores, con evidentes influencias que apuntan hacia Frómista, evidentes en la utilización abundante de taqueados para las impostas y roleos para los cimacios. La segunda fase se aprecia en el resto de la nave y su cubierta, de mediados del siglo XIII. Los capiteles son muy sencillos, de acantos lisos que culminan en bolas husiformes o esféricas, similares a los de Mave y datables alrededor de 1200. De cualquier modo el edificio sufrió ciertas reformas, en las que los paramentos del segundo cuerpo de la nave se transforman, desapareciendo la imposta ajedrezada, en una restauración patrocinada por el obispo Almaraz y “mejor intencionada que inteligentemente llevada a cabo” según comentaba Navarro. Más recientemente, junto al muro norte aparecieron varias tumbas de lajas como consecuencia del rebaje de las tierras circundantes para proceder al pavimentado de las calles. El acceso al templo se realiza desde la portada que se halla en el hastial. De medio punto, está formada por dos arquivoltas de grueso bocel y escocias de bolas. La rosca interna descansa sobre capiteles y columnas de fuste monolítico, aquéllos representan dos leones afrontados y un águila con las alas explayadas. Como afirmaba García Guinea siguen claramente el estilo de Cervatos (1129), Santa Eufemia de Cozuelos -en el ábside- y San Juan de Raicedo (Cantabria). En el muro sur se abrió otra portada que actualmente da paso a la sacristía. Es de medio punto con tres arquivoltas lisas y restos de cimacio vegetal. Se puede plantear la relación de esta puerta con el antiguo posible carácter conventual del templo. El ábside presenta tres paños articulados por medio de dos contrafuertes. Horizontalmente dos impostas ajedrezadas dividen el tambor en tres niveles, una bajo las ventanas y otra como prolongación de los cimacios de las mismas. La impostación continúa por los muros laterales y el hastial. Cada contrafuerte absidal tiene perfil prismático a dos niveles, alto zócalo y está coronado por semicolumna sobre basa que remata en un sencillo capitel en el alero, éste tiene cesta lisa coronada por dos bolas. García Guinea señalaba que el coronamiento del ábside parece más moderno, tanto por el aspecto de los canecillos como por el de los capiteles cuya decoración resulta más acorde con los del interior de la nave. En cada tramo del ábside, se abre una ventana románica con luz de saetera y enmarcamiento exterior con doble arquivolta de baquetones y escocias con bolas, además de chambrana ajedrezada. Los capiteles portan carnosos acantos y una de las cestas incluye un simio idéntico a otro de una ventana absidal en San Martín de Frómista. Los cimacios poseen someros roleos entre entrelazo y flores multipétalas. En la ventana del paño central, el murete existente entre la saetera y el arco de enmarque se decora con un complicado entrelazo vegetal. El alero está sostenido por treinta y ocho canecillos que tienen forma de nacela y proa de barco, estos últimos más frecuentes en la nave. Visto desde el interior, el tambor del ábside está recorrido por dos impostas, la inferior, ajedrezada -como en Santa Eufemia de Cozuelos-, continúa por los fustes, mientras que la superior está decorada con piezas esféricas y sencillos elementos vegetales en el tramo presbiterial. Quadrado señala la existencia de un retablo gótico, que quizá sea el mismo que Navarro llamaba “altar románico” y compara con el de Mave. Debió desaparecer en los años treinta. El mismo Navarro comenta cómo por aquellos años una durísima restauración del templo hizo que, entre otras cosas, desaparecieran “las pinturas murales que cubrían las piedras en el interior de la capilla mayor. Las impresiones que quedaban sobre los sillares eran pinturas románicas de los siglos XII al XIII, entre las que se veían restos de nimbos y de vestiduras. Era un apostolado, al parecer magnífico y la incompresión dio al traste con sus reliquias. Sobre ellas García Guinea señalaba como más lógica una datación gótica, muy común en las iglesias del norte de Palencia y sur de Cantabria (San Felices de Castillería, Revilla de Santullán, Valberzoso, Olea). Navarro confesaba a renglón seguido, y con cierta amargura, que “en toda la región de Cervera y Aguilar, las iglesias tenían pinturas murales al temple y se conservan muchas, unas veces al descubierto y otras bajo espesas capas de cal, gracias a las cuales podrán salvarse en días más ilustrados que los que corren”.