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Panóramica general del conjunto

Identificador
39092_07_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 52' 19.59'' , -4º 11' 43.48''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María la Real

Localidad
Henestrosas de las Quintanillas
Municipio
Valdeolea
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
EL AISLAMIENTO DE ESTA IGLESIA ROMÁNICA, en relación con su pueblo, es muy notable y siempre ha causado extrañeza, de tal manera que algunos hemos venido a creer que el poblamiento más antiguo pudiera haber estado más próximo, o bien que esta iglesia fuese levantada como consecuencia de una tradición cementerial, como así se ha comprobado, al estar situada sobre una loma que sirvió de necrópolis posiblemente precedente y luego continuada (BOHIGAS ROLDÁN, et alii, 1992a, pp. 13-72), que ya había sido mencionada por el P. Carballo en 1953. Pero ya antes, como apuntamos en páginas precedentes. Las Henestrosas habían ofrecido muestras de poblamientos anteriores, y si es muy aleatoria la aparición de un hacha pulimentada en una sepultura de la citada necrópolis, como para asegurar un asentamiento neolítico o del bronce, sí que permite suponerlo dado que piezas semejantes ya fueron encontradas en zonas próximas. Lo que sí parece más seguro es que el hallazgo de un término augustal romano, limitador de las tierras de la ciudad de Julióbriga, y los prados de la Legio IV Macedónica, nos haga conocedores de actos claros de romanización por estos parajes, como así determinó Camesa-Rebolledo. Nuestra iglesia se halla al borde de la carretera provincial que va desde Henestrosa a Mataporquera, a más de un kilómetro del caserío actual y sobre una suave loma. Por el Sur y Este lleva un bastante fuerte muro de contención, en tanto que, por el Norte, sube un prado que fue en otro tiempo ocupado por una necrópolis que dio sepulturas de lajas sin una cronología concreta. Se accede a la iglesia, por medio de unas escaleras construidas en 1680, a través de una puerta abierta en el muro occidental de la espadaña-torre, desde la que procedemos a describir el exterior de la iglesia. EXTERIOR La torre actual es ciertamente una recomposición de la espadaña que primitivamente tuvo, o de una torre prismática, tipo Cervatos o Santa Cecilia de Aguilar,con dos pisos de troneras, aunque nos inclinamos a creer que fue una simple y elevada espadaña de dos series de troneras, como fue la de San Salvador de Cantamuda en la Pernía palentina. En época bastante posterior, tal vez en el siglo XVI (parece existe lápida que lo indica en 1503), se convirtió en torre cuadrangular que conservó casi en su totalidad la primitiva espadaña, que se convirtió así en el muro occidental de la torre que ahora contemplamos. Según se puede apreciar, esta espadaña tenía cuatro cuerpos en disminución; el inferior es macizo y sólo presenta la puerta de entrada, de arco apuntado, que apoya sobre cimacios simplemente moldurados; el segundo carece de vanos y manifiesta la misma fortaleza que el primero; el tercero lo ocupan dos troneras con arquivoltas de baquetón y escocias, y chambrana biselada, todo sin otro motivo decorativo, que cargan sobre capiteles y fustes dobles (en el centro) y simples y monolíticos en los extremos. Las cestas de estos capiteles son de crochet, tipo andresino o cisterciense, pero bastante toscos y erosionados. El hueco de estas troneras, de medio punto, está hoy tapiado, tal vez desde la reforma indicada. El cuarto cuerpo, el más alto, que estrecha sus dimensiones, lleva también dos arcaduras de medio punto, chambrana parecida a las anteriores, pero casi desaparecida, y carece de arquivoltas, pero sí mantiene el apoyo de sus arcos en capiteles que ahora los del centro son dos, separados, tanto cestas como fustes. Los cuatro son de composición casi idéntica a los del tercer cuerpo. Ha desaparecido el fuste izquierdo de la tronera de este mismo lado. Las basas de todas las columnas de esta espadaña son de tipo ático con toro inferior bastante bulboso. Los muros laterales de la torre actual son todos macizos, pero el tramo correspondiente al cuarto piso de la espadaña se abre con una tronera a la altura de las últimas de la espadaña; pero estos muros son ya de obra posiblemente, como apuntamos, del siglo XVI. Siguiendo el recorrido de la iglesia hacia el Sur, encontramos, pegado al muro meridional de la torre, el correspondiente hastial que amplió hacia el sur, una nave lateral que, en este lado, se añadió a la única nave que en origen tuvo Santa María de Las Henestrosas de las Quintanillas. Así fue destruido este viejo muro románico y su puerta principal fue colocada en el muro de la nueva nave. Hasta que se ha producido, bien recientemente, la restauración de la iglesia, existía –adosado al muro meridional añadido– un amplio pórtico todo de sillería (ver fotografía en la pág. 455 de mi El románico en Santander”, 1979), pero construido, naturalmente, en esa fecha del siglo XVI, que modificó totalmente el aspecto mucho más simple del proyecto románico. Ahora, la solemne puerta que éste tenía en su nave del sur, aparece en el muro del XVI, transplantada y sobresaliente del muro. La restauración la ha dejado casi como nueva, pero la verdad es que el añadido –y desaparecido– pórtico, la había logrado conservar en bastante buen estado. Se trata de una puerta asaz majestuosa, de cuatro columnas a cada lado. Posee chambrana muy resaltada y en escocia, sin ninguna decoración, y cuatro arquivoltas: la más exterior lisa totalmente y prismática; la siguiente de baquetón; la tercera de dientes de lobo y la cuarta, de baquetón entre escocias. Salvo la chambrana, de medio punto, el resto de las arcaduras son de arco apuntado. La serie de capiteles que a uno y otro lado soportan las arquivoltas son sencillos y repetidos en su decoración, que coincide con la que tienen los capiteles de la espadaña: es decir, cimacios sólo moldurados con listel y escocia, y cestas con esquemáticos acantos que terminan en hojas a modo de crochet, siguiendo el tipo cisterciense. Los fustes son monolíticos y apoyan sobre basas de destacado collarino y toro aplanado que descansan sobre plinto prismático, al que se unen por medio de lengüetas poco marcadas. Todo carga sobre banco seguido de la misma altura que los plintos. La puerta, que sobresale de la línea del muro, tiene cornisa de nacela sostenida por once canecillos lisos, de caveto. El añadido, o mejor ampliación de la única nave románica, por ambos lados, sur y norte, ha ensanchado la planta primitiva y ha hecho desaparecer la línea de cornisa de los muros románicos de ambos lados, convirtiendo el interior de la iglesia actual en tres naves. La cornisa que tuvo el muro meridional románico, que era de rombos (semejante a la existente en Santa María de Cayón o en Santa María de Hoyos) se colocó de mala manera sobre el inclinado tejado del muro añadido y solamente ha pervivido el canecillo angular del muro románico, tallado con una hoja de acanto que se dobla. Mejor suerte han tenido los muros del presbiterio y el ábside que han quedado totalmente intactos, sin que se perciba ninguna contaminación de arreglos o desdoros. Se ve, por ambos lados, que la nave era más alta que el ábside, constatándose esto mucho mejor en los lienzos del norte, como veremos. El muro del presbiterio sur acaba en cornisa bastante saliente, decorada también con rombos ahuecados y en dos filas, haciendo una especie de nido de avispa muy vistoso por el contraste de luz. Se sostiene por medio, al menos, de cinco canecillos de fuerte resalte, en caveto, sobre el que se tallan, en destacado relieve, figuras vegetales, humanas y de animales de muy buen estilo. Son, de izquierda a derecha: 1.- De caveto, con un rollo arriba y otro abajo; 2.- Hoja de acanto, de curvado saliente, que ocupa todo el caveto, expandiéndose de arriba hacia abajo; 3.- Sirena o mujer de frente, que abre con sus brazos las piernas, pudiéndose también interpretar como una representación de gimnasta o acróbata, tipos muy repetidos en la iconografía románica; 4.- Personaje masculino, vestido, con las piernas cruzadas, que hace sonar un rabel o laúd, apoyándolo sobre el hombro izquierdo; 5.- Danzarina, con gran falda, que curva su cuerpo hacia fuera en postura de mucha acción. La sucesión de estos tres últimos canecillos, pudieran unirse en una escena común de músicos, danzantes y volatineros, divertidores populares que recorrían los pueblos y aldeas medievales. Entramos así, en el semicírculo del ábside, que se divide en tres calles, un poco más ancha la central, separadas por dos contrafuertes prismáticos, sobre los que se colocan basas dobles, para fustes dobles, que llegan hasta la cornisa y acaban en capiteles, también dobles, que se unen a los canecillos para soportar el tejado. Horizontalmente, tiene el ábside dos cuerpos. El inferior, llega hasta una imposta resaltada, que recorre las tres calles del ábside, decorada con hileras de rombos tangentes, y sobre la que apoyan las basas de la ventana central y las de los fustes dobles que ocupan toda la altura del segundo cuerpo que acaba en la cornisa. Es así que, el primer cuerpo, el inferior, sólo se ocupa por los contrafuertes prismáticos, en tanto que el segundo, lleva los fustes geminados y la ventana central, y acaba en la cornisa con sus canecillos y capiteles dobles. Comenzando por la cornisa de la primera calle del ábside, que se remete un poco del presbiterio, vemos que lleva cuatro canecillos del mismo buen maestro escultor que talló los anteriores y que son: 1.- En caveto, con doble rollo, igual al primero del presbiterio meridional; 2.- Hoja de acanto que se dobla en lo alto, muy visto en el círculo de los canteros de Aguilar de Campoo y Piasca; 3.- Monje sentado, con su capuchón cónico, que apoya sobre sus rodillas un libro abierto; tiene túnica, mangas de puños muy anchos y caídos; 4.- Personaje también sedente con rostro y cabeza muy corroídos, con vestidura muy parecida a la del monje anterior, aunque no puede apreciarse si tuvo o no capucha. Tiene sobre sus rodillas una tabla, al parecer, sobre la que apoya las manos, y en la que parece escribir o dibujar. Ambos canecillos pudieran recoger aspectos de la vida medieval. Viene a continuación el primer capitel doble de los fustes pareados: en sus dos cestas lleva hojas altas, verticales, que al llegar a la cornisa (no tiene cimacio) se doblan en las esquinas formando volutas pegadas dos a dos. Este tipo de capitel lo vemos, muy parecido, y doble, en la arquería central del pórtico de Rebolledo de la Torre, en la primera columna a la izquierda de la puerta. La calle central del ábside mantiene en su cornisa otros cuatro canecillos: 1.- Ciervo con la cabeza retrospectiva; 2.- Figura humana, sentada, con traje talar y anchas mangas; mantiene un cuerno con la mano derecha, en disposición de hacerle sonar. Estos dos canecillos podrían estar evocando la caza del ciervo; 3.- León, echado, también retrospectivo y de largas melenas (repetidos ciervo y león, posiblemente de la misma mano, en la cornisa absidal de Piasca); 4.- Grulla o zancuda, de largo pico y de frente (casi igual lo vemos también en Piasca) que lleva en éste, enroscada, una culebra. A continuación viene, sosteniendo la cornisa, un segundo capitel doble que parece tuvo una decoración semejante al capitel anteriormente descrito, pero que se encuentra tan erosionado que es imposible averiguar su verdadera composición. Él da paso a otros cuatro canecillos correspondientes a la tercera calle del semicírculo del ábside: 1.- Caveto con dos rollos, arriba y abajo (ya repetido); 2.-Hoja grande de acanto que se abre en lo alto hacia fuera; 3.- De nuevo de caveto con dos rollos; 4.- Semejante, aunque roto por el añadido exterior del muro norte de la sacristía, que también ha ocultado o hecho desaparecer los cinco canecillos que con toda seguridad hubo de tener el presbiterio norte. Aún se llega a ver un trozo de la cornisa que tuvo este, igual a toda la existente en el ábside. Todo el muro norte de la vieja iglesia románica desapareció oculto por el añadido posterior, pero un solo canecillo que queda en lo alto, con cuatro molinillos de acanto nos permite suponer, que toda la cornisa los tuvo vegetales o iconográficos, que ahora han sido sustituidos por otros de cuarto de bocel. La ventana del ábside, lleva chambrana de simples molduras de listel, baquetón y escocia, y como arquivolta, una arcadura lobulada de seis arquillos, de medio punto y borde ancho en escocia, que profundizan en bovedilla de cañón. Todo este aparato carga sobre cimacios muy bellos. El izquierdo lleva en su esquinal un cáliz bulboso del que brotan, hacia abajo, dos gruesos manojos de hojas de palma que se incurvan hacia arriba, formando dos bellas volutas, mientras otras, de carnoso aspecto, y curvándose en sentido contrario, van rellenando la escocia del cimacio. Estos juegos de hojas, largas y curvadas, que tienden a enroscarse, son utilizados por los maestros de Piasca y de Rebolledo. La cesta de este capitel se llena con dos grifos enfrentados, en postura rampante, encerrados en cintas “achurradas” y perladas que, casi idénticas en todo, aparecen en el lado derecho de la puerta occidental de Piasca y en Rebolledo de la Torre. De tal manera, tanto en los esquemas de dibujo como en la maestría de su ejecución, que casi nos es permitido creer que el maestro de Piasca (Covaterio o Juan de Piasca, quizá la misma persona) es quien trabaja también en Las Henestrosas de las Quintanillas. El capitel derecho de la ventana del ábside lleva un cimacio de hojas de limbo de siete u ocho recortes, que se encierran en tallos circulares ahuecándose profundamente, con fuerte impresión de claroscuro y aspecto cóncavo de concha. La cesta tiene en su lateral derecho otro grifo o basilisco alado de cuya boca, hacia la izquierda, sale una cinta perlada que, retorciéndose hasta formar molinillo, llena la otra cara del capitel. La utilización del trépano nos acerca a nuestro maestro de los que trabajan en muchas iglesias de la comarca aquilarense, como el mismo Vallespinoso de Aguilar. Los fustes de esta ventana son monolíticos, liso el izquierdo, y de tallado helicoidal el derecho, con florecillas cuatripétalas, recordando a los fustes de San Andrés de Arroyo o a los de la puerta de Santiago de Carrión. Las basas de esta ventana son de collarino fino y resaltado, fuerte escocia y toro que apoya sobre un bajo plinto de molduras resaltadas. Las basas dobles de las columnas pareadas del exterior del ábside llevan lengüetas angulares. EL INTERIOR DE LA IGLESIA Como venimos señalando, el interior de la nave románica ha desaparecido, modificándose la vieja planta, en tres naves que se cubren con bóveda de crucería posiblemente del siglo XVI. Sólo se conserva el alzado románico, en el ábside y el presbiterio, así como el arco triunfal que lleva una decoración de dientes de lobo y apoya sobre capiteles del mismo maestro o maestros que adornaron el exterior. Todo el cascarón de la bóveda del ábside, y el medio cañón apuntado del presbiterio, fueron decorados con pinturas de finales del siglo XV del maestro de San Felices de Castillería. La ampliación y destrozo parcial del interior de la iglesia románica, aumentándola a tres naves, debió de realizarse, pocos años después de su construcción, por lo maestros aquilarenses, pues los arcos y capiteles que hubieron de colocarse en la ampliación son todos ellos de tipo románico, de grandes cestas de hojas en crochet y cimacios lisos o con arquillos reminiscentes de lo andresino, pero más estrictos en su decoración vegetal. Sólo son de los buenos maestros –como decimos– los capiteles del arco triunfal. El capitel izquierdo, de muy buen arte, representa la conocida escena de Sansón desquijarando al león. Detrás de éste una figura sentada sujeta la cola del carnívoro. El lateral izquierdo lo llena un grifo o basilisco luchando con una culebra, o más bien mordiendo un tallo perlado que se enrosca en los molinillos. El cimacio lleva hojas bastante planas de acanto de diversos tipos. El capitel de la derecha se decora con cuatro grifos que miran hacia atrás, estando los centrales enfrentándose. Gran parecido a otros capiteles de Vallespinoso de Aguilar. Los dos parecen obra del maestro de Santa Eufemia de Cozuelos, sobre todo el de Sansón, pues es indudable que son casi exactos. Por los capiteles que abrían paso a las naves laterales izquierda y derecha, también de traza románica más avanzada, se ve que la iglesia, quizás pensada para una sola nave, pronto se quiso continuar con tres, y aún más tarde se cubrieron con bóvedas góticas. Y ya a finales del siglo XV, el maestro pintor de San Felices, adornó su cabecera con frescos semejantes a los que hizo en La Loma (Valdeolea), Castillería (Palencia), etc.