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Canecillo de la cabecera

Identificador
34492_10_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 40' 52.42'' , -4º 11' 27.16''
Idioma
Autor
Agnès Lasalle,José Luis Alonso Ortega,Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Pedro Apóstol

Localidad
Albacastro
Municipio
Rebolledo de la Torre
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
NOS ENCONTRAMOS ANTE OTRO MÁS de los viejos edificios medievales de la región en trance de desaparición. Su imagen actual contrasta con las que podemos ver en el libro de José Pérez Carmona, cuando el templo aún se hallaba en uso, lejos todavía del expolio a que se halla actualmente sometido. Hecho en sillería y mampostería arenisca, consta de cabecera cuadrada y una nave, con portada al norte -en tiempos precedida por un porche- y modesta torre a los pies, a la que se accede por un cuerpo de escalera poligonal, mientras que al sur se adosa la sacristía. Lo fundamental del conjunto, cabecera, nave y portada, es de época románica. La capilla mayor, como el resto del templo, es de pequeñas proporciones, y está formada por un ábside cuadrangular, con cubierta a dos aguas, edificado en buena sillería, sobre un alto zócalo de roca natural, donde la arenisca ha sido tallada para constituir la parte inferior de los muros. El testero está presidido por un ventanal finamente labrado, con una saetera abocinada enmarcada por arco de medio punto doblado, de arquivoltas molduradas, trasdosadas por una chambrana decorada por pequeñas hojas de extremos enrollados, en composición muy similar a la que a aparece en las pinturas murales de Maderuelo, Gormaz o San Baudel de Berlanga, o como se representa a veces el llameante cabello del diablo. La rosca interna apoya en columnillas que hace poco han perdido los fustes y las basas, conservándose de momento ambos capiteles, decorados con motivos vegetales de acanto, con alguna labor puntual de trépano. El cimacio, que se prolonga sobre la pilastra que sirve de apoyo a la rosca exterior, hasta encontrarse con la chambrana, presenta hojas carnosas enrolladas, combinadas con dragones y aves. El alero porta cornisa de nacela, soportada por nueve canecillos en el lado sur, muy sencillos, de nacela, proa de nave y uno con dos rollos. En el lado norte hay otros tantos, pero aquí son más variados: nacelas escalonadas, rollos, formas vegetales, además de uno con un ciervo y otro con un conejo. La nave es algo más ancha y más alta, construida a base de sillería en la fachada sur, y de pobre mampostería en la norte, diferencia que no sabemos muy bien si obedece a una reforma o simplemente se optó por este material más pobre en un lado que queda completamente apartado de la vista, aunque la primera opción parece la más verosímil. El alero sigue la misma tónica que el de la cabecera, si bien los canes son del tipo más simple, de nacela y de proa de barco. En el norte alguna pieza ha sido sustituida por otras de madera. La portada se abre en el lado septentrional, el que mira hacia el caserío. Ocupa un cuerpo avanzado sobre el paramento y ha perdido el tejaroz que sin duda tuvo, mutilación que se debió consumar cuando se construyó el también desaparecido porche. Consta de cinco arquivoltas apuntadas, la interior, lisa, correspondiendo al pequeño y pesado arco de ingreso; la segunda y tercera presentan arista de bocel entre mediascañas, la cuarta es achaflanada y la última de gruesas dovelas cuadrangulares, trasdosadas por una chambrana de nacela, con ovas incisas, de la que sólo se conservan los arranques. La primera y quinta arquivoltas apoyan en robustas pilastras, la segunda y cuarta en columnillas acodilladas y la tercera en columnillas curiosamente dispuestas en la esquina de otra pilastra, un sistema verdaderamente peculiar, donde los fustes no son piezas independientes sino que son gruesos boceles tallados en la propia esquina. Por lo que se refiere a los seis capiteles, son muy sencillos, con hojas planas rematando en bolas o frutos. Al deterioro que está sufriendo la portada por el abandono y las humedades hay que sumar el expolio, mucho más dañino y rápido, pues muy recientemente han desaparecido todos los fustes y el capitel más oriental, seguramente como primer paso para el desmantelamiento de todo el resto. El muro de poniente está cubierto en buena parte por el husillo poligonal, obra probablemente del siglo XVIII, que cubre una antigua portada -creemos que también románica- que se hallaba a los pies del templo, mucho mejor visible desde el interior de la nave, donde aún conserva los goznes de piedra. Por lo que se refiere a la torre, en origen fue una espadaña de dos troneras, aunque dudamos de su cronología románica, pues parece producto de una reforma que afectaría a buena parte del muro sur de la nave y al cuarto occidental del paramento norte. La visión que ofrece esta iglesia en el interior es verdaderamente preocupante y hemos podido asistir a lo largo de los años al hundimiento de la cubierta, a la remoción de las sepulturas y al desmantelamiento de algunos elementos. Los muros aparecen completamente revocados, con la cabecera presidida por la sencilla saetera abocinada y cubierta con bóveda de cañón apuntado, soportada en el centro por un arco fajón sobre robustas ménsulas. Los muros son lisos, coronados por una imposta corrida, de listel y chaflán, que da paso al abovedamiento. En el paramento oriental, llegan a verse aún unas pinturas de despiece de sillares, con doble línea en blanco y negro, sobre fondo gris. El arco triunfal, apuntado y doblado, apoya sobre semicolumnas adosadas, con robustas basas de grueso toro -con bolas-, listel y collarino, sobre podio. El fuste del lado del evangelio fue recortado para disponer el púlpito y los capiteles muestran su decoración bajo la espesa capa de cal. El del norte, que parece estar mutilado, presenta a un personaje de larga cabellera, con barba formada por tirabuzones y quizá con los brazos abiertos, posiblemente una imagen del Cristo Triunfante en la línea del capitel del monasterio de Aguilar conservado actualmente en el M.A.N. de Madrid. El del lado de la epístola está presidido por una cabeza de león de cuya boca parten tallos, ocupando los ángulos superiores hojas palmeadas bajo volutas. Los cimacios son achaflanados y se prolongan en impostas que recorren el testero de la nave. Por lo que respecta a la nave, el pavimento de losas con despiece de tumbas ha sido brutalmente levantado, la puerta de acceso a la sacristía ha sido desmantelada, al igual que el coro, mientras que el artesonado popular, de par y nudillo, decorado con motivos geométricos, presenta grandes boquetes. Al fondo se encontraba la pila bautismal, trasladada a la parroquia de la Sagrada Familia de la capital b u rgalesa y más recientemente al Museo del Retablo. Es un vaso troncocónico, de piedra caliza, de 85,5 cm de altura y 105 cm de diámetro, decorado con una cenefa superior de círculos rebajados, a la que le sigue otra igualmente de círculos, pero ahora con rosetas y cruces en alternancia, y debajo de ambas una arquería con una serie de figuras alojadas en su interior, entre las que aparecen seis posibles apóstoles, una danzarina, una arpía masculina, un león pasante y un hombre atacado por lo que parece otro león. Son estos arcos de medio punto, casi más bien hornacinas, con dobles columnas, a veces enmarcando motivos geométricos, y con formas vegetales en las enjutas. Las figuras humanas son toscas, con ropajes de burdos pliegues, y con cabellos y barbas formados por profundas incisiones, todo ello guardando estrechas similitudes con la pila bautismal de la cercana localidad de Valtierra de Albacastro, que sin ninguna duda, fue hecha por el mismo escultor. El modelo encuentra parentescos también en tierras palentinas, en Valcobero, en Renedo de Valdavia, y sobre todo en Moarves de Ojeda, donde aparece de nuevo el motivo del Apostolado. Nada tiene que ver este artista con el que trabajó en el propio edificio, aunque aquí posiblemente haya dos escultores: uno que tallara los capiteles de la portada y otro los del triunfal, los de la ventana del testero y posiblemente algunos de los canecillos del lado norte de la cabecera. Este último era un maestro con buenas dotes, muy relacionado con los capiteles que decoran la galería porticada de Rebolledo de la Torre, donde seguramente trabajó. Incluso es posible que la iglesia de Albacastro se estuviera levantando en el mismo momento que ese pórtico -en 1186, según la inscripción de Juan de Piasca- y que los elementos más nobles se mandaran tallar a la cuadrilla que entonces trabajaba en Rebolledo. De hecho es muy significativo que mientras el edificio -incluida la portada- se haga en piedra arenisca local, el ventanal al menos esté hecho en una caliza blanca de mayor calidad, la misma que se emplea en los elementos decorados del vecino pórtico. Ya Pérez Carmona reparó en la particularidad de la cabecera cuadrada, una planta que no es nada frecuente en la provincia de Burgos, citando la ermita del Santo Cristo de Coruña del Conde, la ermita de Santa María del Campo, en Carrias, y la parroquial de Condado de Valdivielso. Sin embargo este tipo de cabeceras son más frecuentes en el tardorrománico palentino, tanto en pequeñas iglesias rurales (Santa María de Canduela, Rebolledo de la Inera, San Felices de Castillería, Monasterio, Quintanahernando, etc.), como en monasterios, tal como ocurre en los dos absidiolos de San Andrés de Arroyo o en el meridional de Santa María de Aguilar.