AVINYONET DEL PENEDÈS
El municipio de Avinyonet del Penedès, perteneciente a la comarca del Alt Penedès, se localiza escasos kilómetros al Este de Vilafranca del Penedès, entre la planicie del Penedès y los contrafuertes del macizo del Garraf emplazados en el extremo meridional del término municipal. Su principal población es Les Cabòries, situada entre los km 1218 y 1219 de la carretera N-340, que enlaza Barcelona con Tarragona. Otros núcleos de población del término municipal son Les Gunyoles, Sant Sebastià dels Gorgs, Cantallops, L'Arboçar de Baix, L'Arboçar de les Roques, L'Arboçar de Dalt y Clariana. El nombre proviene del pequeño caserío de Avinyó o Avinyonet, situado a medio camino de Les Cabòries y Sant Sebastià dels Gorgs.
Monasterio de Sant Sebastià dels Gorgs
El antiguo monasterio benedictino de Sant Sebastià dels Gorgs, hoy en día iglesia parroquial de la población homónima, se halla en el centro del pequeño caserío. La carretera que lleva hasta él es la BV-2429, que enlaza Sant Cugat Sesgarrigues con la ruta que lleva desde Sant Sadurní d'Anoia a Vilafranca del Penedès. Sant Sebastià dels Gorgs se encuentra aproximadamente a media distancia entre las dos poblaciones comentadas.
La primera mención documental del cenobio data del año 1024, momento en que le son donadas unas tierras del término de Eramprunyà. Hemos tenido la suerte de conservar otro documento un poco posterior, del año 1030, mucho más importante en tanto en cuanto aporta mucha más información sobre las características del monasterio. Se trata del testamento de Ermengarda, hija del conde Borrell II de Barcelona y madre del noble Mir Geribert. En él se donan a Sant Sebastià algunas posesiones, como alodios y viñedos, juntamente con una serie de animales (caballos, vacas, cerdos, mulas...), sobre los que se especifica: vindere faciatis per ipsa opera qui est a fer in Sancti Sebastiani aut per ipsa dedicatione; es decir, que sean vendidos para sufragar las obras de construcción del monasterio de Sant Sebastià y para que éste pueda ser dedicado. Además, el testamento es interesante porque especifica también que debe hacerse entrar en el cenobio una comunidad de cuatro monjes, que deberán celebrar misa a diario para la salvación del alma de Ermengarda.
Así pues, gracias a este testimonio sabemos que en 1030 Sant Sebastià dels Gorgs estaba en pleno proceso constructivo y que todavía no contaba con una comunidad asentada en él. Aunque no conocemos la fecha de consagración de la iglesia monástica, debió de producirse en vida del hijo de Ermengarda, el poderoso Mir Geribert (†1060), quien llevó a cabo su dotación y dictó testamento sobre uno de los altares de su iglesia, el de san Martín. En 1043 se produce una venta de tierras por parte del abad Miró y el resto de monjes de la comunidad de Sant Sebastià, de lo que podemos deducir que el monasterio ya existía como tal; es decir, que una comunidad ya habitaba sus edificios y que gozaba de la condición de abadía. El documento de la venta fue firmado también por Mir Geribert, lo que demuestra la implicación personal del noble en los asuntos del monasterio. No en vano, Sant Sebastià dels Gorgs se había convertido prácticamente desde su mismo nacimiento en un monasterio familiar y, como tal, debía acoger los sepulcros de su familia.
La condición de abadía iba a durar poco tiempo ya que en 1052, el citado Mir Geribert decidió poner el monasterio bajo la órbita de poder de Saint-Victor de Marsella y lo convirtió en priorato, siguiendo así una costumbre muy extendida en los condados catalanes en la segunda mitad del siglo xi. No en vano, la práctica totalidad de los centros monásticos catalanes de alguna importancia acabaron pasando a depender, durante un periodo de tiempo y en el marco de la reforma gregoriana, de alguna importante abadía languedociana, proceso en el que tres monasterios tuvieron un papel especialmente importante: el propio Saint-Victor de Marsella, Saint-Pons-de-Thomières y Sainte-Marie de Lagrasse. Del cenobio marsellés dependieron, además de Sant Sebastià dels Gorgs, otros monasterios catalanes de la importancia de Ripoll, Cuixà, Sant Esteve de Banyoles, Sant Pere de Besalú y Sant Joan de les Abasesses, entre otros.
Durante los siglos xi y xii, la prosperidad del monasterio de Sant Sebastià vino en gran parte proporcionada por las sucesivas donaciones de que fue objeto. Además de la realizada en 1030 por Ermengarda, ya comentada, en 1069 Guisla, viuda de Mir Geribert, le cedió una propiedad que comprendía la iglesia de Sant Valentí de les Cabanyes; y en 1095, el hijo de ambos, Arnau Mir de Santmartí, le donó la parroquia de Sant Pau d'Ordal. Junto con toda otra serie de donaciones de menor importancia, se puede suponer que el bienestar material de la comunidad debía de estar asegurado. No obstante, a medida que avanzaba la Edad Media, la situación económica y moral del cenobio se fue degradando, hasta desembocar en el siglo xiv en una situación de fuerte crisis. Ésta debió de agravarse hasta tal punto que ni siquiera pudo mantenerse la pequeña comunidad inicial de cuatro monjes.
Como consecuencia de todo ello, a comienzos del siglo xv el papa Benedicto xiii eximió al cenobio de Sant Sebastià de la dependencia de Saint-Victor de Marsella y lo unió a Montserrat. Lejos de suponer una mejora de las condiciones del monasterio, este hecho no hizo sino deteriorar aún más su situación, ya que en la práctica quedó reducido a la condición de centro de administración de diversos bienes del gran centro monserratino. Así pues, puede afirmarse que Sant Sebastià dels Gorgs no se recuperó nunca de la crisis sufrida en el siglo xiv. A consecuencia de ello, es lícito pensar que los edificios monásticos llegaran ya muy dañados, o quizás incluso destruidos, a la exclaustración del siglo xix. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) fue subastado y vendido a Jaume Hugas y Josep Faiges quienes, tras el paréntesis del retorno al poder de Fernando VII, lo recuperaron tras la desamortización de Mendizábal de 1835, excepción hecha de la iglesia, que se convirtió en 1851 en parroquia independiente.
A consecuencia de esa precaria y prolongada situación económica y de la venta y abandono producidos en el siglo xix, los edificios de Sant Sebastià dels Gorgs llegaron a la segunda mitad del siglo xx bastante afectados, y son en la actualidad en gran medida fruto de las obras de restauración efectuadas bajo el patrocinio de la Diputación de Barcelona en la primera mitad de la década del 1970. Hoy en día se conserva la iglesia, parte del claustro que se le adosa por el lado sur y la torre campanario, habiendo desaparecido por el contrario la totalidad de los edificios monásticos que acogían las diferentes dependencias necesarias para la vida comunitaria.
La iglesia fue reconstruida casi por completo a finales del siglo xiv, lo que no deja de ser curioso a tenor de los malos tiempos que atravesaba entonces el monasterio. Lo más posible es que el estado de deterioro del templo anterior fuera tal que se hiciera imprescindible su reconstrucción. Por escapar casi por completo a los límites cronológicos del románico, su análisis será somero. Está formada por una sola nave y por una cabecera cuadrada con grandes contrafuertes angulares, cubierta esta última por una bóveda de crucería sencilla. La nave está dividida en dos tramos por un arco apuntado de perfil cuadrado que apoya en pilastras adosadas a los muros y refuerza la moderna bóveda de cañón (que no data de época románica). Otro arco apuntado, en este caso de perfil moldurado y que descansa en columnas coronadas por sencillos capiteles, separa la nave de la cabecera. Por otro lado, en el lado septentrional se abre una capilla rectangular cubierta por una bóveda de cañón apuntado de eje perpendicular al de la nave. Sin la ayuda de excavaciones arqueológicas no es posible discriminar si el muro norte del templo gótico reaprovechó parcialmente o no el de la primitiva iglesia románica.
Mucho más claro resulta, por el contrario, que el muro meridional de la iglesia sí reutilizó el anterior románico. Dicho muro está construido a base de un sillarejo de piezas solamente desbastadas dispuestas en hiladas horizontales y, sin duda, debe de corresponder a la primera iglesia de Sant Sebastià dels Gorgs, construida en la época de su fundación y que podemos dar por concluida, por lo tanto, en los años inmediatamente anteriores al ecuador del siglo xi. En él se abría una puerta de arco de medio punto, en la actualidad obliterada, que comunicaba la iglesia con la panda septentrional del claustro; así como al menos dos ventanas también de medio punto y derrame sencillo, bien conservadas. Su paramento norte, en del interior del templo, está jalonado por seis arcos formeros ciegos y de medio punto, construidos con dovelas perfectamente trabajadas que contrastan con el más tosco aparejo del muro en el que apoyan. Sin duda, dichos formeros fueron añadidos al muro meridional en una segunda fase constructiva (quizás en el entorno del año 1100 o a comienzos del siglo xii) con intención de reforzarlo; ello puede llevar a pensar que el edificio original de la primera mitad del siglo xi estuviera cubierto con madera y que, cuando se juzgó necesario realizar una nueva cubrición pétrea, se decidiera fortalecer los muros laterales que iban a aguantarla.
Por otro lado, el mencionado muro meridional se extiende considerablemente más al Oeste que la iglesia propiamente dicha, de manera que no enrasa con la fachada occidental, sino que la supera claramente. En su extremo de Poniente se ha conservado el arranque de otro muro que surgía hacia el Norte y formaba un ángulo de 90 grados con él; debe sin duda de tratarse del arranque de la fachada occidental original, anterior a la actual. Ello significa que, en origen, el templo románico de Sant Sebastià dels Gorgs debía de ser considerablemente más largo de lo que lo es hoy, extremo confirmado al ver que la actual fachada occidental interrumpe el desarrollo de los arcos formeros del muro sur del templo. Lo más probable es que el edificio gótico de finales del siglo xiv que lo sustituyó conservara la misma longitud. Por su parte, la fachada actual debe de ser obra de comienzos del siglo xvii, puesto que en ella figura grabada en una inscripción la fecha de 1606. El motivo de su reconstrucción y de la reducción de la longitud de la iglesia hay que buscarlo en el desmoronamiento por aquella época de la parte occidental del templo gótico.
Volviendo a la fachada actual, hay que indicar que es casi por completo lisa y sólo presenta un pequeño óculo en su extremo superior, además de la portada principal de la iglesia, de época románica, reutilizada y cobijada bajo una estructura sobresaliente contemporánea de la fachada de remate triangular. F. Español ha señalado que también en origen la portada románica podría haber estado inserta en un pequeño cuerpo antepuesto a la fachada primitiva, en este caso de forma rectangular y rematada por una cornisa sostenida por canecillos. Aunque resulta una hipótesis plausible por lo común de este tipo de disposición (como se observa en las portadas de la catedral de Lleida, Agramunt, Covet, etc.), parece imposible de demostrar debido a la total desaparición de la antigua fachada. De hecho, ni siquiera se puede afirmar rotundamente que la portada estuviera emplazada en un principio en la primitiva fachada occidental de la iglesia.
Resulta palmario que, en los traslados sufridos por la portada, ésta debió de perder parte de sus elementos constitutivos. Probablemente presentaba en un principio en las jambas dos columnas coronadas por capiteles, que han querido identificarse con dos capiteles románicos reaprovechados en una puerta de época moderna en la cercana masía de Can Cerdà en Ferran, si bien el estilo de aquéllos concuerda mal con el de la portada que nos ocupa. Desaparecidos estos elementos, la escultura se concentra en el tímpano, las impostas y las mochetas. Estas últimas presentan, en el lado izquierdo, un águila que se abalanza sobre un león, mordiendo con su pico el lomo del felino; y, en el lado derecho, un atlante que apoya sus brazos sobre sus rodillas flexionadas y cuya cara ha perdido sus rasgos debido a la erosión. El tímpano, por su parte, aparece enmarcado por un gran bocel y por una cenefa decorativa surcada por hojas que nacen de largos tallos entrelazados. Un motivo ornamental muy similar, pero de entrelazos algo simplificados, se extiende igualmente por las impostas laterales. F. Español considera que el lejano origen de esta decoración vegetal debe buscarse en algunos capiteles de la basílica de Saint-Sernin de Toulouse.
En cuanto al principal motivo iconográfico de la portada, que ocupa la mayor parte del tímpano, muestra un Cristo sedente vestido con una larga túnica de numerosos pliegues y franjas ornamentales en los bordes, que bendice con la diestra y sostiene el libro sobre su rodilla con la mano izquierda. La figura sagrada está inscrita en una mandorla, que presenta una inusual forma y es sostenida con ambas manos por dos ángeles de alas desplegadas situados en los extremos del espacio del tímpano. La Maiestas Domini dentro de una mandorla flanqueada por ángeles es un tema relativamente habitual en la iconografía cristiana, también en el románico catalán, tanto en pintura mural como en pintura sobre tabla. Tampoco es infrecuente en escultura monumental, donde pueden señalarse los ejemplos de los dinteles de Sant Andreu de Sureda y Sant Genís les Fonts, además de los tímpanos de las portadas de Covet, Pelagalls o Muntañana (este último ejemplo en Aragón). En estos últimos casos las analogías con Sant Sebastià dels Gorgs se potencian en razón del análogo emplazamiento.
Adosada al flanco meridional de la cabecera de la iglesia (con la que comunica) se yergue la maciza torre campanario, de planta cuadrada. Su parte inferior se cubre con una bóveda de medio cañón y aloja dos arcosolios funerarios. Su muro este no es el original, y fue seguramente transformado en el mismo proceso de reformas del siglo xiv que se dejó sentir en la iglesia. Su cara septentrional, por otro lado, es difícilmente visible debido a su yuxtaposición a la cabecera del templo, por lo que los dos frentes que pueden apreciarse mejor son el oeste y el sur. La mitad superior del primero está dividida en dos por una lesena que separa también dos ventanas geminadas. En su extremo más alto se abren otras dos ventanas de factura moderna. La cara meridional, por su parte, presentaba en origen el mismo esquema de dos ventanas geminadas separadas por una lesena, pero la del lado derecho fue obliterada en un momento indeterminado. Por el contrario, ha conservado cuatro grandes arcos ciegos que decoran su mitad inferior y que, con toda probabilidad, existieron también en un principio en el frente oeste de la torre, antes de desaparecer debido a una reforma sufrida por esta parte del campanario. Las tres ventanas geminadas originales que se han conservado muestran cortas columnas coronadas por capiteles rematados por cimacios lisos en forma de zapata. Los capiteles, de la segunda mitad del siglo xi, han sido calificados por F. Español como versiones simplificadas de los capiteles califales andalusíes, que son a su vez un eco del modelo corintio romano. Presentan dos filas de hojas de acanto muy geometrizadas y algunas de sus caras muestran unos florones centrales. Las tres piezas guardan una clara relación con el capitel septentrional de la galería occidental del claustro.
El Claustro
Al margen de la iglesia y el campanario, el interés del monasterio de Sant Sebastià dels Gorgs se centra en su claustro. Como ya se ha comentado, éste se adosa al flanco meridional del templo y, como espacio multifuncional que era, debió de servir como lugar cementerial, procesional y de desarrollo de actividades tanto manuales como espirituales. A su alrededor se dispusieron las dependencias monásticas pero, desgraciadamente, no se ha conservado ningún resto de las mismas. De todos modos, éstas debieron de concentrarse en las pandas sur y oeste, ya que parece claro que nunca las hubo en el lado oriental. En la actualidad el recinto claustral se conserva en estado fragmentario, dado que construcciones de época moderna invadieron su espacio eliminando por completo su ala meridional y destruyendo parcialmente la oriental y la occidental.
De manera que la única panda claustral que se conserva entera es la septentrional, la adyacente a la iglesia. Ésta está formada por machones en los ángulos y otro central cuadrado, más dos columnas, situadas cada una de ellas entre el machón central y uno de los angulares. Se forman así cuatro arcadas de medio punto, y toda la estructura se apoya en un podio, elemento que está ausente en las otras dos pandas claustrales que han sobrevivido parcialmente. Ambas están delimitadas por su extremo septentrional por los citados machones angulares noroeste y noreste, mientras que su límite meridional ha desaparecido por las reformas sufridas por el conjunto. La occidental ha conservado tres arquerías, que apoyan en un machón intermedio rectangular y en dos columnas. La oriental, por su parte, presenta también tres arcadas, de las cuales las dos emplazadas más al Norte apoyan en el machón angular, en una columna y en otro machón central, mientras que la última hacia el Sur reposa en el mencionado pilar central y directamente en el muro de unos edificios de factura moderna que fueron añadidos en el lado meridional del claustro, invadiendo su perímetro. Esta galería oriental presenta la particularidad, además, de que tanto su machón central el angular tienen columnas adosadas.
De lo expuesto hasta el momento puede deducirse que la estructura original del claustro habría estado originalmente formada por cuatro galerías con arquerías sostenidas por machones angulares y centrales, más columnas dispuestas entre ellos. En cuanto a la cubrición del espacio, lo más probable es que se realizara mediante un envigado de madera. El recinto claustral no era simétrico, ya que existen indicios en la galería occidental de una extensión mayor que la que presenta la septentrional. El proceso de construcción del espacio claustral de Sant Sebastià dels Gorgs, lejos de ser algo unitario, presenta una considerable complejidad y una gran dilatación cronológica. Parece fuera de toda duda que la primera panda en ser construida fue la septentrional, es decir, la adyacente al templo. Esto no tiene de particular, ya que se trata de algo absolutamente generalizado. Lo que sí resulta más atípico es el hecho de que nunca se dispusieran dependencias monásticas en la panda oriental, que es la que acoge en la mayoría de los cenobios románicos la sala capitular y otra serie de estancias. Si en Sant Sebastià el capítulo nunca estuvo al Este, cabe suponerlo bien en el lado occidental o bien en el meridional. En cualquier caso, nada de él ni del resto de dependencias comunitarias ha sobrevivido hasta el presente.
La panda norte o del mandatum debió de edificarse en el siglo xi, poco después de finalizarse la primitiva iglesia, en cuyo muro sur apoyaba y que podemos dar por concluida hacia mediados de esa undécima centuria. J. A. Adell ha señalado la posibilidad de que la mencionada galería septentrional no fuera en realidad concebida como parte de un conjunto claustral, sino como un pórtico adosado al templo. Se trata de las mismas dudas que han planteado las estructuras adosadas a los muros laterales de las iglesias del priorato de Santa María de Serrabona y del monasterio real leonés de San Isidoro. No obstante, esta hipótesis cuenta con varios factores en contra. Por un lado, al contrario de lo que sucede en los reinos peninsulares occidentales y, de forma particular, en Castilla, los pórticos laterales no fueron un elemento de gran difusión en Cataluña, donde la nómina de ejemplos es corta. Además, los ejemplos catalanes de este tipo de estructuras que han sobrevivido presentan arquerías con capiteles esculpidos (como podemos ver en Sant Sebastià dels Gorgs) en un solo ejemplo: el ya citado de Serrabona, sobre cuya verdadera funcionalidad como pórtico planean numerosas dudas. Por último, y más importante, la galería occidental del claustro de Sant Sebastià debió de ser construida poco después de levantarse la septentrional; con lo que, si no medió un gran lapso de tiempo entre ambas, la posibilidad de que lo que se planeara construir allí no fuera un claustro, sino un simple pórtico, pierde mucha credibilidad.
Y es que la panda oeste debió de edificarse hacia finales del siglo xi. Su construcción no pudo ser inmediata a la de la septentrional, ya que la ausencia de podio y sus proporciones, ligeramente más reducidas, invitan a pensar en un pequeño cambio de proyecto o en artífices diferentes. De todos modos, el hecho de que el claustro de Sant Sebastià fuera en parte construido con materiales reaprovechados, como se verá más adelante, obliga a relativizar esos cambios de proporción. Lo que, por el contrario, sí parece fuera de toda duda, en función tanto de la escultura como de los cambios en el sistema de soportes (que ahora adosan columnas a los machones), es que la panda oriental fue la última en construirse, y que fue de hecho levantada aproximadamente un siglo después que las otras dos galerías supervivientes. En cuanto a la meridional, al haber desaparecido por completo, nada puede ser aseverado sobre ella.
En cuanto a los capiteles que poblaban este claustro, se han conservado ocho de ellos, distribuidos de la siguiente manera: dos en el ala norte; otros dos en la occidental; y cuatro más en la oriental. El que corona la columna occidental de la panda norte presenta una cesta de forma troncopiramidal invertida, surcada de una decoración de entrelazos derivados en palmetas invertidas tallada a bisel, que resulta muy común durante todo el periodo románico. La historiografía ha relacionada de antiguo esta pieza con capiteles presentes en numerosos lugares del Macizo Central francés, como Conques, Le Puy-en-Velay o Aurillac, así como con algunos de los capiteles de la iglesia abacial de Sant Pere de Rodes. Todo ello nos proporciona una cronología en torno a mediados del siglo xi o pocos años después, en sintonía por lo tanto con la construcción de esta panda. Este capitel va coronado por un cimacio en forma de zapata, ornado con relieves labrados a bisel que conforman una cenefa de tallos ondulantes de los que surgen hojas. Otro cimacio muy similar a éste, con la misma forma y una talla de bisel similar, se dispone encima del segundo capitel de esta galería norte, si bien en este caso lo que aparece representado son palmetas.
Este segundo capitel se conserva en un deplorable estado, pero aún son visibles los rostros humanos que se disponen en sus esquinas; resulta indudable que no puede corresponder al siglo xi, y su factura apunta más bien a inicios del siglo xiii como su momento de realización. En vista de ello, ciertas apreciaciones se antojan necesarias. El claustro de Sant Sebastià dels Gorgs ha debido de ser objeto de numerosas refecciones y restauraciones con el paso de los siglos, la última de las cuales, poco afortunada, tuvo lugar entre 1971 y 1973. Sin duda, en el curso de alguna de estas intervenciones ciertas piezas del conjunto fueron trasladadas de su emplazamiento original, y eso es lo que debió ocurrir con este segundo capitel del ala norte. Por otro lado, resulta totalmente extraordinaria la forma de zapata de los dos cimacios que, como el primer capitel, deben ser fechados poco después del ecuador del siglo xi, ya que no existen en Cataluña ejemplos de paralelos. Sí que existen capiteles en forma de zapata en las ventanas geminadas de numerosos campanarios del siglo xi (catedral de Girona, Sant Ponç de Corbera, Sant Miquel de Cuixà, etc.), así como en algún claustro románico (Santa María de Manlleu), pero no cimacios en combinación con capiteles. En cuanto a la decoración vegetal de esos cimacios, se encuentran muestras similares en otros cimacios de Sant Pere de Rodes, en los estucos de Sant Serni de Tavèrnoles o en los dinteles de Sant Andreu de Sureda y Sant Genís les Fonts.
La panda occidental del claustro de Sant Sebastià es la mejor muestra de la reutilización de materiales que se dio en él. Esto se nota, por ejemplo, en la mala adecuación de los capiteles a las columnas. En la mencionada panda fue reutilizado un capitel marmóreo que F. Español ha calificado de visigótico o hispanorromano, probable obra por lo tanto de los siglos v o vi, que presenta numerosas analogías con el capitel de mármol que conserva el Museu Monogràfic de Olèrdola, así como con un capitel encontrado en la sacristía de Sant Cugat del Vallès y conservado actualmente en la sede barcelonesa del Museu d'Arqueologia de Catalunya (núm. inv. 30785), y con el capitel que decora la jamba derecha de la portada de Sant Pau del Camp. En cuanto al segundo de sus capiteles -el emplazado en la columna septentrional-, presenta en su parte inferior una serie de hojas de acanto muy estilizadas y geométricas y una especie de florones cuadrados, mientras que en su extremo superior pueden verse los muñones de unos caulículos. Se trata de una pieza que guarda relación con los tres capiteles del campanario y con un cuarto, tan erosionado que ha perdido casi todo su relieve, de localización original desconocida. Su cronología, como en el caso de las piezas de la torre campanario, puede encuadrarse en la segunda mitad del siglo xi, en un momento no lejano de aquél en el que se labraron el capitel y los dos cimacios de la panda norte, sirviendo para corroborar que entre las construcción de las dos pandas probablemente no transcurrió demasiado tiempo.
Por lo que respecto a los cuatro capiteles de la panda este, uno tiene por emplazamiento la columna adosada al lado meridional del machón de la esquina noreste, otro la única columna superviviente, y los dos restantes las sendas columnas adosadas al machón central. La cesta del primero de ellos, labrada sólo por tres caras ya que se adosa al machón, tiene un doble relieve en zigzag y un florón cuadrado en el dado de su cara frontal. La del segundo, labrada por los cuatro frentes, muestra en cada cara dos grifos afrontados que comparten una sola cabeza bajo las esquinas de la pieza, siguiendo una composición del todo habitual que ha querido relacionarse, no obstante, con un ejemplo muy concreto: el capitel de lado derecho de la masía de Can Cerdà de Ferran; relación poco convincente a la luz de las divergencias estilísticas entre ambas obras. El tercero de los capiteles de esta panda está nuevamente labrado por sólo tres de sus caras, y acoge a dos figuras humanas de rostros barbados que son atacados y devorados por dos figuras monstruosas que se abalanzan sobre ellos por detrás. Otra bestia monstruosa está tallada entre las anteriores. Nuevamente, se trata de un tema de amplia difusión en la plástica románica. Finalmente, el último de los capiteles de esta galería concentra su decoración geométrica de puntas de diamante en su zona superior, siguiendo una composición que tiene paralelismos en alguno de los capiteles del claustro barcelonés de Sant Pau del Camp.
Estos cuatro capiteles van coronados por sendos cimacios, todos lisos excepto el del segundo de ellos, de superficie decorada por un ajedrezado. Además, al contrario de lo que sucede en las otras dos galerías, todos ellos tienen collarino y fueron ideados para ser instalados sobre las columnas que coronan; o lo que es lo mismo, en esta panda oriental no se dio la misma reutilización de materiales que en las otras dos. Puede ser relacionado con ellos un quinto capitel, conservado en la actualidad en la iglesia, tallado por todas sus caras y que presenta unos nervios vegetales en la parte intermedia de su cesta y volutas en sus esquinas; al estar labrado por las cuatro caras, podría quizás haber coronado la desaparecida columna intermedia de la mitad meridional de esta panda este. F. Español ha relacionado estas piezas, así como la portada, con la corriente de escultura catalana de la segunda mitad del siglo xii que bebe directamente de las fuentes de modelos llegados de Toulouse, sin la intermediación de las formas rosellonesas, en la misma línea de la portada de Covet o los claustros de la catedral de La Seu d'Urgell y los monasterios de Sant Serni de Tavèrnoles y Sant Pau del Camp.
El interés del claustro de Sant Sebastià dels Gorgs radica, más que en la calidad de su escultura, que está muy lejos de ser extraordinaria, en el interés de su proceso constructivo. En el estado actual de nuestros conocimientos, parece ser que en la Península Ibérica del siglo x no existían todavía los claustros tal como hoy los entendemos. Lo que había eran pabellones aislados construidos en el perímetro cercado de los atrios que acogían las dependencias monásticas. En ocasiones, esos pabellones y la iglesia monástica acabaron conformando una especie de patios no totalmente cerrados que posteriormente, ya en el siglo xi, acabarían transformándose en recintos claustrales entendidos como cuatro galerías porticadas. Ese proceso se dio en Cataluña en los monasterios de Sant Llorenç prop Bagà, Sant Pere de Rodes y, posiblemente también, en Sant Benet de Bages. En Sant Llorenç de Sous pasó algo similar pero en una fecha muy posterior, ya que su claustro no se materializó hasta entrado ya el siglo xiii. El primer proyecto catalán de un claustro concebido como tal desde inicio parece ser el de Sant Cugat del Vallès, que cabe datar en torno al año 1000 y que presentaba en un principio pabellones exentos que fueron rápidamente unidos entre sí. De todos modos, las galerías de ese claustro de Sant Cugat del Vallès de inicios del siglo xi no contaban con arquerías sostenidas por columnas coronadas por capiteles. De hecho, la mayor parte de los claustros del siglo xi conservados lo que presentan, por el contrario, son grandes arcadas que surgen prácticamente del nivel de pavimento y apoyan en pilares de sección prismática, como podemos ver, por ejemplo, en Sant Pere de Rodes, Sant Martí del Canigó y Sant Pere de la Portella.
No obstante, algunos ejemplos de la segunda mitad de ese siglo xi sí contaron con arquerías de medio punto sostenidas por columnas, es decir, con el sistema claustral que se hará habitual e imperará en la centuria siguiente. Lo encontramos, por ejemplo, en el recientemente reconstruido claustro de Sant Pere de Casserres y también, como hemos visto, en Sant Sebastià dels Gorgs. Estos contados ejemplos tienen un interés excepcional en tanto en cuanto demuestran la progresiva asunción de este modelo para las galerías claustrales con anterioridad a los inicios del siglo xii. De todos modos, como ya se ha comentado, el conjunto claustral de Sant Sebastià dels Gorgs no llegó a materializarse por completo en la segunda mitad del siglo xi, dado que la panda este no fue añadida hasta finales del xii. Por lo tanto, en la undécima centuria sólo se construyeron dos o tres pandas del mismo, ya que la desaparición de la meridional hace imposible saber en qué momento fue construida. Algo similar ocurrió en otros monasterios que no llegaron a cerrar sus claustros hasta mucho después de haberse comenzado, como Sant Quirze de Colera o Santa Maria de Ripoll, entre otros.
Texto y fotos: PAV
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