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Vista exterior de la portada sur

Identificador
31868_01_021
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Carlos Martínez Álava
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santiago de Itsasperri

Localidad
Eguiarreta / Egiarreta
Municipio
Arakil
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
AUNQUE SE HA CONSIDERADO que el lugar de Itsasperri estuvo primitivamente poblado, su abandono debió de producirse todavía en la Edad Media. No se conocen ni documentos ni restos arqueológicos que puedan confirmar un hipotético poblamiento en torno a la iglesia. Sea como fuere, el templo erigido es el más antiguo de la comarca, y como tal ha ocupado desde siempre un papel central en la vida cotidiana de las gentes del valle. De hecho, la vinculación sentimental, administrativa y litúrgica de la iglesia de Santiago de Itsasperri y los vecinos de Val de Araquil es profunda y antigua. Además de San Isidro y numerosas romerías de cada concejo, se celebra allí durante la festividad de Santiago el día del valle. Hasta hace unos treinta años, el ayuntamiento congregaba en la iglesia sus sesiones plenarias; de hecho, la titularidad del templo pertenece a la municipalidad del valle. El inventario elaborado por el Gobierno de Navarra, con motivo de la segregación de Irurzun como municipio independiente, señalaba la ermita de Santiago como Casa Consistorial. En fechas recientes, consistorio y arzobispado han alcanzado un acuerdo que facultaba a la diócesis a organizar el culto y su liturgia con plena libertad. Desde los primeros años ochenta del pasado siglo ha sido protegida como bien cultural, restaurándose y rehabilitándose en profundidad. Se ha intervenido sobre todo en las cubiertas de la nave, la portada sur y la consolidación de algunos lienzos murales exteriores con sus respectivos contrafuertes. La planta del templo se nos presenta hoy regular y homogénea. Completamente desembarazada de añadidos perimetrales, destaca por su cabecera semicircular, profunda y peculiar, y el enorme desarrollo y potencia de los estribos que refuerzan el muro norte. Cada contrafuerte señala la división interna de nave y cabecera. Efectivamente, son tres los tramos rectangulares e iguales que conforman la nave. La ausencia de soportes interiores allí se conjuga con los pilares con semicolumna adosada que soportan el de embocadura del presbiterio. La definición planimétrica del ábside, algo más estrecho, es curiosa e irregular; el cierre semicircular sigue su perímetro mural en continuidad con un anteábside trapezoidal. Da la impresión de ser una versión un tanto desnaturalizada y popular de los presbiterios con ábsides y anteábsides característicos del románico pleno. Como es habitual, la puerta principal se abre a un poderoso paramento adosado al tramo intermedio del muro sur de la nave. Una segunda puerta, de menores dimensiones y aparato decorativo, horada el muro del hastial. Las amplias dimensiones generales del templo lo definen como una construcción rural de cierto empeño. Su longitud total es de 18 m por 6,4 en la nave y 5,7 en la parte más ancha de la cabecera. Una vez dentro, la amplitud del volumen construido es subrayada por el incontestable protagonismo del perímetro mural, prácticamente sin vanos y con hiladas regulares y continuas de sillares oscuros sin facetar. El resultado es rotundo, de una textura ruda y expresionista. Lógicamente los paramentos irían primitivamente lucidos y pintados. La división planimétrica observada entre cabecera y nave se refuerza también en el interior, con una mayor altura y anchura para la segunda. Como es habitual, la parte más articulada desde el punto de vista arquitectónico es el presbiterio. Se cubre mediante cañón ligeramente apuntado y bóveda de horno, muy rebajada, que se refuerza mediante dos semiarcos de sección cuadrada. Estos apean en ménsulas de un sólo lóbulo, fino baquetón y listel. Los semiarcos confluyen sobre la misma bóveda del exordio trapezoidal. En la práctica, su luz es menor que la del horno, por lo que actúa como un fajón continuo de rosca asimétrica. Si nos fijamos con detenimiento en la articulación de las bóvedas del presbiterio, son patentes las irregularidades propias de una concepción arquitectónica ya alejada de los modelos que iniciaron el tipo. Los vanos superan la imposta que corre por el presbiterio a la altura de los cimacios de las ménsulas, por lo que el muro sigue recto más allá del arranque de los dos semiarcos. Éstos deben embutirse en él hasta la altura de sus riñones, punto donde verdaderamente se inicia la semiesfera rebajada. Este insólito sistema de adecuación de vanos, muros y bóvedas recuerda al ábside de la ermita de Eunate; no obstante, su fisonomía general, así como el encuentro de los semiarcos y la bóveda del preámbulo absidal, viene a coincidir con otros ejemplos característicos del último románico rural, como la parroquial de Santa Catalina de Muniáin en Guesálaz, al otro lado de las sierras de Andía y Satrústegui. La bóveda de la nave, algo más elevada que la cabecera, es de cañón apuntado con fajones de sección rectangular. En la actualidad los dos tercios superiores aparecen lucidos, ya que fueron recuperados durante las últimas obras de restauración. De sus cimacios parte una imposta decorada con bolas que recorre los muros laterales. Se refuerza mediante dos fajones de sección rectangular, que apean en cuatro ménsulas iguales, simples pero originales. Va reduciendo su volumen desde el cimacio en dos piezas: la superior, con listel seguido de dos rollos; la inferior, con listel y un solo rollo. El arco triunfal, doblado y levemente apuntado, apea sobre pilares con semicolumnas adosadas; hacia la cabecera el escalonamiento del pilar se enjuga con el estrechamiento del ábside, por lo que la semicolumna se monta sobre su muro de cierre. Los dos capiteles, únicas referencias escultóricas del interior, acogen decoraciones bastantesimplificadas y deterioradas, con dos niveles de hojas hendidas y lisas con bolas. El del lado norte acoge en los ángulos del primer nivel animales monstruosos con sus patas hacia el collarino; en los superiores se adivinan hojitas incipientemente naturalistas. Por el otro lado los animales son sustituidos por volutas. Sobre ellas vemos, muy deteriorado, un vástago vegetal en bulto redondo, que une voluta inferior y pico de la hoja superior. Esta resolución del capitel está claramente inspirada en repertorios característicos de la Valdorba y el segundo tercio del XII, sólo que aquí, con su evidente esquematismo, parece ya lejos de los modelos originales. Las basas, no demasiado elevadas, siguen la tradicional composición de toro, nacela (casi listel) y toro, con bolas en los ángulos del plinto. Como trasmitía nuestra primera sensación al ingresar en el templo, los vanos se reducen a dos ventanas en el ábside y un óculo con tracería en la parte superior del hastial occidental. Los dos vanos del ábside siguen la tradicional seriación simétrica de tres vanos, con uno axial. En Itsasperri no se horadó el septentrional, cuya rosca, no obstante, sí aparece en el exterior. Ambos son de medio punto, con doble abocinamiento simétrico, aristas lisas y guardapolvos superior también liso en continuidad con la imposta. El óculo, según Lacarra, es fruto de la restauración de finales del siglo XX, aunque no indica hasta qué punto puede seguir pautas de restos hasta entonces conservados. Está integrado por una sólida tracería de seis piezas iguales. Componen un hueco con forma de flor de seis pétalos en lanceta con remates flordelisados para las puntas interiores del sillar. Hacia la rosca, cada pieza acoge un hueco circular simétrico. El resultado es una tracería gótica, todavía con un acentuado dominio del sillar sobre el hueco. Su compartimentación en sillares y su fisonomía general recuerdan, por ejemplo, a los óculos de la nave central de la colegiata de Roncesvalles. El exterior, tras la restauración, presenta un aspecto unitario y compacto, con una equilibrada jerarquización de los volúmenes de nave y cabecera. Realza el conjunto su pintoresco emplazamiento, en la leve pendiente de prados y bosques que llega al fondo del valle. Todo el perímetro mural está rematado por un tejaroz liso, soportado por canes igualmente lisos, que se repite también sobre el cilindro absidal. Como proponía claramente el análisis planimétrico, además de las bellas proporciones de ábside y naves, llaman la atención los robustísimos contrafuertes del muro norte. Realmente sus dimensiones son sorprendentes para un edificio del tamaño y estructura del de Santiago: el correspondiente al toral, junto al ábside, supera los 2,5 m de grosor por una profundidad, junto a la columna interior, de 3,2; los otros tres superan el metro y medio de anchura por los 2,5 de profundidad. De elevado cuerpo prismático, rematan con placas ligeramente diagonales y una pilastra breve y poco resaltada que alcanza el tejaroz. Todas sus partes altas aparecen notablemente rehechas. Su diseño general, muy sobredimensionado, parece obedecer a una intervención de consolidación del muro norte del templo. El recrecimiento de los contrafuertes es especialmente visible en los cambios de sillar e hiladas que configuran el más occidental, junto al hastial. Da la impresión de que los primitivos serían notablemente más finos. Quizá una pista sobre su resalte primitivo nos la den los estribos que refuerzan el hastial occidental. Al interior se observa claramente la desviación hacia afuera de las partes altas de los muros de la nave, especialmente el norte que se ha desviado claramente al norte del eje vertical. Esta peculiar deriva de las estructuras, frecuente en los templos románicos, es una consecuencia directa del empuje hacia afuera de la bóveda y los problemas de muros y cimentaciones en retenerlo. Recordemos que en Santiago el muro sur estaba reforzado por el paramento adelantado de la portada. ¿Provocó el desplazamiento del muro norte el desplome de parte de las bóvedas? Así parece atestiguarlo la historia del edificio y la pérdida y reconstrucción de la bóveda. Sigamos circundando el edificio. Tras el muro norte, el hastial acoge dos finos estribos prismáticos, la portadita central y el gran óculo superior. Lo más significativo es el rosetón con sus cuatro coronas concéntricas de abocinamiento liso y achaflanado. La portadita lleva doble arco de mediopunto, el interior liso, y el exterior de grueso baquetón angular, sobre columnas acodilladas. Sus basas son similares a las del interior, con basa con bolas en los plintos; los capiteles se decoran con entrecruzamientos de inspiración vegetal. La fachada sur del templo acoge la monumental puerta principal. Inscribe su abocinamiento en un paramento adelantado con tejaroz sobre canes lisos. Presenta guardalluvias y cuatro arquivoltas de medio punto, con baquetón angular entre nacelas, y cuatro pares de columnas monolíticas, de codillos con aristas baquetonadas. Sólo son originales las dos arquivoltas interiores. El resto de la parte superior de la puerta, incluido el guardalluvias y el paramento con canes y tejaroz, fue reconstruido durante la restauración. La interior, rosca del vano, se moldura con listel angulado entre dos baquetones y nacelas, que encontramos en otras edificaciones tardorrománicas rurales del entorno pamplonés. Han conservado parcialmente, y también deteriorado, un cimacio con una elaborada moldura de roleos y palmetas. Los capiteles están también bastante deteriorados. La articulación de sus copas muestra alternativamente remates “almenados” o lisos. Los dos de la arquivolta interior son dobles, en correspondencia con el arco, y sus fustes igualmente doblados. Por el lado izquierdo, llevan hojas festoneadas con pares de piñas y capullos en los ángulos superiores; por el otro lado se sustituyen las piñas por hojas incipientemente naturalistas, que nacen de los picos curvados. Enlazan con un tipo de capitel de gran éxito en el tardorrománico estellés. Los otros seis capiteles, comenzando de nuevo por la izquierda, llevan entrelazos en forma de rombos, hojas hendidas ralladas con volutas en los ángulos superiores, entrelazos perlados y, ya en el otro lado, entrelazos de tallos triples con máscara superior, hojitas ralladas con volutas y cabezas monstruosas, y entrelazos triples de retícula romboidal. Destacan los dos interiores, compuestos por fondo de cuatro hojas planas de desarrollo angular que rematan en volutas con flores de lis invertidas. Para terminar con este virtual paseo circular a Santiago de Itsasperri, el ábside centra las perspectivas más pintorescas del edificio. Más estrecho y bajo que la nave, acoge sobre el cilindro de cierre las roscas lisas exteriores de los tres vanos simétricos. Las tres nacen de una imposta lisa casi perdida, que se convierte en guardalluvias. Su articulación es muy simple y, de nuevo, un tanto ruda y popular. Sólo los dos más meridionales se horadan, con un vano, descentrado en el sur. Las ventanas se rinden a las propias circunstancias climatológicas de la zona, con abundante humedad e inviernos fríos. Tanto las decoraciones de los capiteles exteriores, como la cubierta de la cabecera, así como las ménsulas trilobuladas y el propio óculo del hastial, parecen confluir ya en los primeros años del siglo XIII. Nos encontramos ante la obra de un maestro que, formado en los modos de construir característicos del ámbito rural, maneja las plantas tradicionales. Para el cierre del ábside elige una bóveda con refuerzos, introducida en Navarra en los primeros años del último tercio del siglo XII. No obstante, muestra poca habilidad en la trabazón de todos los elementos estructurales implicados, en lo que parece la recreación de una referencia arquitectónica no practicada, sino observada. Lo mismo cabe decir de los escasos elementos decorativos conservados. Muestran un repertorio basado en formas de plena vigencia en el segundo tercio del XII, con sus entrelazos, palmetas, hojas festoneadas, máscaras y cabezas... Añade a ellas otros temas vegetales que se generalizan ya en el último tercio, con elementos puntuales más naturalistas, pero tratados de manera rutinaria y ruda. El óculo con tracería ya gótica puede ser tanto una incorporación completamente nueva como haber sido restaurado conforme a vestigios que acusarían un síntoma de lo tardío de la cronología del templo, pues se inscribiría ya en el XIII. Los vanos del ábside son amplios y aprovechan al máximo las posibilidades de bóveda y paramento. El primer tercio del siglo XIII puede ser el marco cronológico en el que se inscriban la mayor parte de elementos citados. Esta va a ser nuestra propuesta cronológica, documentando así la perduración de los repertorios decorativos del siglo XII, el medio punto en los vanos y la bóveda de cañón como cerramiento, durante el siglo XIII en ámbitos rurales relativamente alejados de los centros creadores más dinámicos.