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Vista general de la iglesia

Identificador
39092_05_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 51' 23.73'' , -4º 12' 41.98''
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Cuena
Municipio
Valdeolea
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
ESTE PUEBLO DE CUENA, que parece querer salirse del mapa de Valdeolea, procura afirmar –con su iglesia– que sigue siendo hermano de su vecino, Las Henestrosas, y aunque no pueda llegar a competir en belleza románica con él, no desea pasar inadvertido en este sentido, y siempre humildemente, sin aspirar a las maestrías de aquel, nos ofrece un pequeño eco románico logrado por el trabajo de unos canteros sin más aspiraciones que no quedarse atrás en el cuidado y ornato de su iglesia. La presencia exterior del templo, acomodado a una pequeña altura dominadora del caserío, no deja de tener prestancia, porque después que se acabó la fábrica románica, otras generaciones quisieron ampliarla con otra nave al mediodía, ya de gótica tendencia (siglos XV-XVI), con capilla cuadrada y bóveda estrellada con diagonales, terceletes, ligaduras y combados, que arrancan de cuatro ménsulas angulares, cilíndricas y con decoración de círculos tangentes que inscriben flores cuatripétalas, de tradición románica, y un arco triunfal de tres fustes con capiteles de tres cestas, con piñas, cabezas humanas, y grandes flores octopétalas. La cabecera de la vieja nave románica de Cuena es rectangular y de buena altura, como acostumbra ser en las iglesias de Valderredible, que demuestra la implantación de una especie de moda que quizás, por la propia personalidad y aislamiento de las aldeas del valle, obliga a una casi monótona sucesión de alzados similares, y que nos lleva a preguntarnos el porqué en los finales del siglo XIII se produce este intento general de renovación de las iglesias de estos valles meridionales. Se cubre el ábside con bóveda de cañón apuntado, toda de sillería, que apoya sobre imposta de nacela sin más decoración. De esta misma moldura son los cimacios de los dos capiteles. La ejecución escultórica de ambos es extremadamente rústica, con esa tosquedad defectuosa y nada académica de quien solo trabaja por instinto, tal como no deja de ser frecuente en el románico del valle. Los concejos, de muy reducido número de vecinos, y por tanto de escasas posibilidades económicas, tienen que servirse de canteros de la localidad que muchas veces no poseen la habilidad ni la misma mano de los maestros. El capitel izquierdo lleva cuatro leones, esculpidos con gran torpeza, y enfrentados de dos en dos. La cara lateral izquierda, coloca sobre el lomo del primer león tres arquillos sobre esferillas. En el centro de la cesta, dos de los leones se oponen de ancas y sobre ellos parece volar un pájaro (¿?). El capitel derecho casi lleva el mismo tema, tratado, eso sí, con mayor incorrección, de tal manera que llega a ser difícil reconocer las actitudes de los animales protagonistas. El tallista de Cuena recuerda mucho al que ejecutó los capiteles de Sobrepenilla, y está en esta línea plebeya de interpretación que tiene desde luego el encanto de lo espontáneo y de lo ingenuo. Estos capiteles apoyan sobre fustes entregos de diez tambores, no llegándose a ver las basas. La espadaña de la iglesia, al oeste, es románica, si bien posteriormente se le adosó una torre prismática que modificó las troneras altas. Las más bajas, las verdaderamente románicas, son dos, con chambrana biselada y arcos apuntados. También es románica la pila, de forma cuadrada troncopiramidal. Muy desgastada, en su superficie frontal parece vislumbrase la existencia antiguamente de largos arquillos apenas perceptibles. Mide de diámetro 88 centímetros. El borde, variable, oscila alrededor de los 13 centímetros. La cuba, de altura, 80 centímetros; basa: 19 centímetros. Altura total: 99 centímetros. La puerta de Santa María de Cuena, está sin duda trasladada del muro meridional de la iglesia románica del XIII, y hoy se abre bajo el pórtico colocado al exterior. Toda la arcadura –que se compone de chambrana biselada y de dos arquivoltas de dos boceles entre escocias, todo sin decoración, y de arco de entrada– es apuntada, y carga sobre cimacios de nacela, y estos sobre dos capiteles a cada lado que muy groseramente imitan los de crochet de San Andrés de Arroyo. Los fustes son monolíticos y finos, y apoyan sobre basas toscas y poco cuidadas.