Identificador
33868_01_059
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Arcellana
Municipio
Salas
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE ARCELLANA se localiza en el borde de la ladera, dejando a sus pies gran parte del caserío y tierras de cultivo del pueblo. Conocida en los libros parroquiales y en el nomenclátor oficial como San Vicente de Salas; el párroco local Luis Iglesias Rodríguez, aunque sin mencionar las fuentes, recoge en su obra sobre la Historia del concejo que este templo se situaba antiguamente en las afueras de la villa de Salas, cerca del lugar conocido como Pando, desde donde hacia el siglo XIV fue trasladado a Arcellana y allí reconstruido. Cuando en 1024 la infanta Cristina, hija de Vermudo II, funda el monasterio de San Salvador de Cornellana, se cita entre los bienes otorgados a la nueva institución la iglesia de San Vicente, identificada con el actual templo de Arcellana. Como era común en la época, el monasterio fue creado bajo el régimen de iglesia propia, por lo que tras la muerte de la fundadora fue dividido en varias porciones entre sus herederos. A principios del siglo XII el conde Suero Bermúdez y su esposa Enderquina, como ya hemos visto anteriormente, empeñados en reunificar los bienes fundacionales de Cornellana, inician una serie de trámites y diligencias con las que consiguen refundar el monasterio y reintegrarle sus propiedades. Entre las acciones emprendidas por Suero y Enderquina para conseguir sus propósitos, encontramos dos documentos en los que entre los bienes “recuperados” aparece la iglesia de San Vicente. El primero de ellos, al que ya hemos aludido para la historia de la villa de Arcellana, es la reclamación que el conde hace a los monjes de San Juan de Corias exigiéndoles las propiedades donadas al monasterio en 1094 por Cristina Alfonsiz, que formaban parte de la ración que ésta tenía de Cornellana. En este documento, entre las raciones que se reivindican, se cita una In Salas ecclesiam et villam Sancti Vincencii que est super Salas. La segunda alusión al templo que nos ocupa aparece en un documento del archivo de Corias, fechado en 1120, por el que los condes permutan con su prima Sancha Velaz una serie de derechos entre los que se menciona una ración de Sanctum Vicencium in Salas, cum omni hereditate et familia eius. Nuevas referencias a la iglesia se encuentran solo dos años después, en 1122, cuando ya, como parte del patrimonio del monasterio, aparece en el documento de donación, otorgado por los Suero y Enderquina, por el que se vincula Cornellana con la orden francesa de Cluny. A partir de este momento la iglesia de San Vicente se integra definitivamente en la órbita de Cornellana, pasando a formar parte del vasto territorio de su coto jurisdiccional, otorgado por Alfonso VII en 1126, en el que permanecerá hasta la disolución de éste en 1827. Fruto de las continuas reformas y reconstrucciones, la fábrica actual del templo de Arcellana, responde a una estética de gusto popular muy extendida en el ámbito rural en que nos movemos, que sin romper con la tradición medieval surge en torno al siglo XVI y se mantiene hasta bien entrado el XX, dificultando así una datación precisa. De su pasado románico conserva todavía parte de la cabecera, el arco triunfal y una destacada portada meridional deudora del románico tardío y arcaizante que bebe de los modelos difundidos desde el foco ovetense y que debieron de llegar a Arcellana a través de su dependencia con el monasterio de Cornellana. La estructura general del templo, a la que se le adosan una pequeña capilla, sacristía y pórtico en el lateral sur y una torre encima de la cabecera, sigue el modelo de nave única y cabecera cuadrada con profundo desarrollo, tan difundido en el románico rural del occidente asturiano. El arco triunfal, de gran luz y un tanto irregular en su trazado, presenta un arco apuntado con las roscas dobladas y decorado en la clave por una mascara con rostro humano. Descansa sobre pilastras con las aristas dulcificadas por una gruesa moldura de sogueado, que elevadas sobre un plinto cortado a bisel con imperceptible decoración de dientes de sierra, rematan en capiteles imposta de listel liso, perfil a bisel con taqueado y frutos en las aristas. Completando la decoración, una línea de imposta con taqueado que recorre el interior de la cabecera y sirve de arranque a la bóveda de cañón corrido y ligeramente apuntado que la cubre. En el exterior, la portada meridional es el único elemento conservado de época románica. Destacada en arimez y rematada por un tejaroz, se compone de un arco de medio punto con tres arquivoltas molduradas, la central con un fino sogueado, que reposan sobre impostas ricamente talladas con apomados en las aristas y ondulantes cintas perladas que enmarcan frutos, siguiendo un motivo ornamental muy difundido en el románico asturiano, del que podemos encontrar ejemplos en una portada del cercano monasterio de Cornellana, desde donde no es extraño suponer que el modelo se difundiera por la zona. El tejaroz que remata la portada aparece recorrido por una cornisa decorada con soga y taqueado de la que penden seis canecillos con motivos antropomorfos. Estas figuras, con los cuerpos contorsionados para adaptarse al espacio cóncavo de la pieza, presentan un acabado tosco y descuidado, con las superficies totalmente lisas, sin ningún tipo de tratamiento. Los rostros alargados, con grandes ojos almendrados, nariz prominente y la boca marcada por una leve incisión, mientras que el cabello, a modo de casquete, y la barba como prolongación del rostro sin tratamiento alguno, responden a formas de un estilo rural y sencillo salido de las manos de artesanos locales. Iconográficamente responden a modelos muy conocidos y difundidos en todo el ámbito geográfico del románico, donde los canecillos, por su situación en el exterior del templo, fueron el lugar más adecuado para la representación de las escenas mundanas. Comenzando de izquierda a derecha aparecen representados: una mujer que acoge una cabeza en su vientre, un hombre barbado, una mujer que sin ningún pudor muestra su sexo, otro hombre barbado, un hombre con bastón, que pudiera representar un peregrino, y por último una figura masculina con actitud burlona. Son los restos del templo de San Vicente claro exponente del románico tardío de la región. Debió de ser bien entrado el siglo XIII cuando el primitivo templo que aparece citado en la documentación de 1024 fue sustituido por una construcción acorde con las “nuevas” modas difundidas por el foco ovetense y también conocidas en el cercano monasterio de Cornellana, a cuyo coto pertenecía Arcellana. El profundo desarrollo de la cabecera, la gran luz del arco triunfal y el apuntamiento de éste son indicios de esta periodización tardía; aspecto que se afianza ante el estudio de la portada, donde tanto los motivos ornamentales como los elementos formales y técnicos son síntomas claros de este arcaísmo.