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Fallece el historiador de arte Joaquín Yarza, maestro de maestros

 

Falleció ayer por la tarde Joaquín Yarza. Desde nuestra página y la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico mostramos nuestras condolencias a familiares y amigos y lamentamos tan profunda perdida. Bajo estas líneas publicamos un obituario escrito por el que fuera discipulo suyo y patrono de honor de nuestra fundación José Luis Hernando Garrido.

 

Por José Luis Hernando Garrido.

Un mensaje enviado por Gerardo Boto que recibí a la altura de Valparaíso, solar del viejo reino leonés a mitad de camino entre Salamanca y Zamora, donde se instaló una importante casa cisterciense –ya arruinada- y nació el rey Fernando III, me alertaba del fallecimiento de nuestro querido profesor Joaquín Yarza Luaces. Seguro que hubiera disfrutado contemplando los volúmenes con más de 5.000 antiguas estampas –además del Civitates Orbis Terrarum- y que desde Valparaíso fueron a parar a la Trinidad de Zamora en 1835, y desde allí al Gabinete de Dibujos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

 

 

Joaquín Yarza en Pineda de la Sierra (Burgos). Marzo 2001

 


Empezaba a oscurecer y hacía un frío intenso, acentuado con ráfagas de viento que soplaban desde el Noroeste. En su magisterio barcelonés Joaquín rompía el hielo y esperaba que los alumnos, más asustados que conejos, le abordaran por los pasillos o se atrevieran a llamar a la puerta del despacho, buen calibre para apreciar el grado de compromiso. Otra posibilidad era acudir a los cursos estivales celebrados por el Departamento de Cultura de la Diputación de Palencia, aprovechando los recorridos entre las salas de los museos y los atrios de las iglesias. Así recuerdo haber reconocido los imponentes templos de Santoyo y Támara, la cartuja de Miraflores o la catedral de Burgos, donde recibí una merecida filípica al haber osado instalar mis posaderas sobre las 2.956 arrobas de la cama en jaspe encarnado de los sepulcros de los Condestables. Pacientemente se interesaba por nuestras menudencias, auscultaba nuestras sístoles e indultaba nuestras diástoles. Nunca dio portazo a nadie, era el propio interlocutor quien, a la vista del paño; es decir, la enciclopédica grandeza del profesor Yarza, se espabilaba en hilar sugerencias y propuestas que no cayeran en saco roto. Uno no era capaz de intuir que en su apostolado, adoptaba prevención y alertaba obstáculos, todos íbamos a llevarnos la vida por delante. Joaquín consiguió reunir una biblioteca tan apabullante como apasionada, algo que abrumaba a todos sus discípulos, sorprendiendo en su capacidad para asimilar las emergentes tecnologías.

Ante emparejamientos de despavoridas imágenes modulaba un ¿tú crees?, pregunta nada inquisitiva que desarmaba e instruía. Vuelta a empezar, a ver si se podía desbloquear la rueda de la fortuna. En el cuerpo a cuerpo dialéctico no había por dónde atajar, aconsejando el golpe de frente; estrategia inefablemente peligrosa que requería valentía si no se disponía de atajo. Con los años uno se da cuenta que tajo tan noble flaquea ante ardides bien urdidos, perseverados y acomodaticios. Hay que vacunarse con buenas dosis de fe y paciencia, creyendo en el proceso de selección intelectual, el efecto terapéutico del trabajo y una olímpica capacidad lectora, cualidades que Joaquín –con mucha discreción- reunió a raudales sin ápice de voluntad acumuladora.

Sería prolijo mentar sus investigaciones y publicaciones, alumno de José Mª Azcárate y Diego Angulo Iñíguez en la Universidad Complutense de Madrid, compartió pupitres con otros historiadores del arte como Pedro Navascués Palacio o Víctor Nieto Alcaide. En la Universidad madrileña impartió docencia sobre renacimiento italiano, antes de afrontar de lleno el medievalismo en las universidades de Barcelona y Autónoma de Barcelona, donde se atrevió con asignaturas tan inauditas como Arte del Extremo Oriente –nada menos-, asumir la vicepresidencia del Comité Español de Historia del Arte, fundar la revista Locus Amoenus y colaborar con entusiasmo y presteza con la UIMP y otras universidades hispanas y europeas (Niza, Rennes. Modena o Lucca), la Fundación Camón Aznar, el Museu Nacional d’Art de Catalunya o el Museo del Prado.

Intuyo que en su segunda vida no se quedará de brazos cruzados y Joaquín se convertirá –por méritos propios- en vocal perpetuo de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes Culturales del Patrimonio Histórico Universal, que es como ser miembro nato del negociado de asuntos vocacionales, curioso impenitente y profesor emérito en saber mirar bajo la piel, fotografiando miniaturas con fruición, redactando textos maravillosos y escuchando embelesado composiciones de Niccolò Jommelli, Claudio Monteverdi o Georg Friedrich Händel.

D.E.P.

 

 

 

José Luis Hernando Garrido, es doctor en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Barcelona (1993) y colaborador habitual en los cursos y publicaciones de la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, donde ha desarrollado parte de su actividad investigadora y fundación de la que es patrono de honor. Ha formado parte del equipo redactor de la Enciclopedia del Románico en Castilla y León y es autor de cerca de un centenar de publicaciones centradas en el arte medieval y la antropología cultural. Entre sus últimas obras hay que destacar las guías Todo el Románico de Valladolid (2014) y Todo el Románico de Segovia(2015).

Ha sido profesor de Museología y Patrimonio en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid (1998-2006) y conservador del Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora) (2006-2012). Actualmente es profesor-tutor de Historia del Arte en el Centro Asociado de la UNED de Zamora y miembro del equipo de investigación TEMPLA-Taller de Estudios Medievales. Programas. Liturgia. Arquitectura.