Identificador
33129_01_022
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Luerces
Municipio
Pravia
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EN EL FONDO DE LA LADERA sobre la que se asienta el pueblo de Luerces, al borde de la carretera que conduce a Pravia, se sitúa la iglesia de San Miguel, único resto de lo que en origen parece que fue un monasterio. El padre Carvallo en su obra Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, publicada en 1696, en la parte dedicada a Ordoño I, hace referencia, entre otros, al monasterio de San Miguel de Loberces en Doriga, referencia similar a la que hace el padre Yepes en la Crónica General de la Orden de San Benito. De ser ciertas estas suposiciones, en estos momentos imposibles de constatar, el monasterio de Luerces habría sido fundado a mediados del siglo IX. Las primeras alusiones al monasterio no las encontramos hasta el último cuarto del siglo XI, época en la que fue consagrada la iglesia por el obispo Arias Cromaz (1073- 1094). Se suceden en este momento una serie de documentos por los que distintas damas, unidas por lazos familiares, hacen entrega a la Catedral de Oviedo de sus partes en el monasterio de San Miguel de Luerces, dato éste del que se desprende que, como era habitual en los primeros años del medioevo, el origen de la institución siguió la forma jurídica de monasterio familiar con régimen de herederos. El primero de los documentos, fechado en 1079, es una donación en vida por la que Inderquina García, esposa de Martín Bermúdez, dona a la Catedral adhuc secus flumen Narceia... monasterio Sancti Michaelis de Luerce, aclarando que le pertenecía por herencia de su madre Adosinda Roderiquiz y de su abuelo Roderico Díaz, lo que indica que el monasterio ya existía al menos dos generaciones antes de la de la donante. Poco tiempo después, en 1082, Elvira Menéndez, junto con su hija y su abuela, concedimus adhuc territorio Asturias secus flumen Narceie in monasterio Sanctj Michlelis de Luerzes in illa medietate quintam proportionem integram. Siguiendo sus pasos, en 1095 Flamula Ximeniz y en 1096 Xemena Peláez, madre del magnate Suero Vermúdez, hacen lo propio con sus partes, siendo de destacar en la donación de Flamula Ximeniz que entre los confirmantes del documento se cite al abbas Vimarini de Luerces, indicando así la existencia de vida regular en el cenobio. La pequeña iglesia parroquial de Luerces es hoy el único vestigio apreciable de lo que en su día fue el monasterio de San Miguel. Se trata de una construcción de reducidas y armónicas proporciones que, aunque con la nave varias veces intervenida y reconstruida, sigue manteniendo los esquemas propios del románico rural y tardío tan presente en el occidente asturiano. Presenta, así, nave única y cabecera cuadrada cubierta con bóveda de cañón corrido que apoya sobre una línea de impostas encalada en la que puede adivinarse una decoración de dientes de sierra. En toda la superficie de la bóveda y detrás del retablo que ocupa el muro del testero se conservan una serie de pinturas murales, hoy ocultas tras los sucesivos encalados de las paredes. Como es habitual, el tránsito de la nave a la capilla mayor se señala a través de un arco triunfal de medio punto, un tanto irregular en su trazado, que descansa sobre fuertes columnas de fuste corto. Éstas, rematadas por pesados capiteles troncocónicos lisos, se disponen sobre un zócalo compuesto de dos piezas prismáticas, decorada la superior con dientes de sierra, que sirven de apoyo a las basas. Éstas, de tipo ático, reinterpretado por la estética del románico rural, apoyan sobre un plinto liso y se decoran con garras compuestas de una especie de lengüeta que da cabida a una bola, un modelo habitual en el repertorio de este tipo de piezas. El ábside forma al exterior un volumen paralelepípedo de armónicas proporciones, construido en excelente cantería, que se eleva sobre un zócalo recorrido por dientes de sierra, motivo ya visto en el interior, y rematado por una serie de canecillos lisos de tosca factura que recorren las cornisas norte y sur de la capilla. En el testero se abre una estrecha saetera, no visible al interior por estar oculta por el retablo mayor, y en el muro sur se abrió, durante algunas de las reconstrucciones del templo, un vano adintelado para dar luz al interior. Responde esta construcción a las características formales y técnicas del románico tardío que se desarrolló en el occidente asturiano entre los siglos XIII y XIV. Unas fábricas salidas de las manos de los artesanos locales, libres interpretes de los ejemplos del románico internacional, que bebiendo de las fuentes del cercano monasterio de San Salvador de Cornellana extendieron mucho más allá de la cronología propiamente románica los repertorios y las formas del estilo. En el interior de la iglesia, en la hornacina central del retablo del lado del evangelio, se conservan dos interesantes piezas de imaginería vinculadas a la estética románica. La primera de ellas es una representación de la Virgen María como trono del Niño, sabio supremo, que la profesora M. Soledad Álvarez Martínez data a fines del siglo XII o muy primeros años del XIII. Se trata de un modelo iconográfico muy extendido en que Madre e Hijo se presentan, ante el fiel, solemnes y majestuosos, inexpresivos e inmutables, mostrando su divinidad. La Virgen de Luerces, marcada por la frontalidad, hieratismo y rigidez que caracteriza a este tipo de imágenes, se presenta sedente en su trono y apoyando los pies sobre un escabel. Está ataviada con túnica, manto, toca y corona. En la mano derecha porta la manzana, símbolo de la Nueva Eva salvadora del hombre, mientas que con la otra mano sujeta a su hijo, que, sentado sobre la rodilla izquierda de su madre, rompiendo así la rigidez y simetría de la composición y anunciando un cierto atisbo de naturalidad y humanización, viste con túnica, manto y corona. Lleva en la mano izquierda un libro y en la derecha, hoy perdida, es de suponer, según es habitual en este tipo de imágenes, que portaría la bola del mundo. Se trata de un modelo iconográfico que, con muy ligeras variantes, cuenta con abundantes muestras en toda Asturias. El tratamiento formal de la pieza sigue los cánones propios de la imaginería románica más rural. La geometrización, el rigorismo compositivo y la tosquedad son las notas más sobresalientes, aunque no por ello está exenta de cierto efectismo y esmero. La segunda de las piezas, obra de un taller más cualificado, presenta a un San Juan Bautista, de gran belleza en sus rasgos, que sigue los presupuestos formales de la imagen del Salvador venerada en la Catedral de Oviedo. Viste el Bautista con túnica y manto de suaves plegados y lleva en la mano izquierda un clípeo con el Agnus Dei, símbolo de San Juan, quien viendo venir a Cristo dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. La pieza refleja la evolución del estilo tanto en aspectos iconográficos como formales y técnicos, por lo que debemos situarla en una cronología avanzada propia del arte gótico. También es necesario destacar la presencia a los pies del templo de dos piezas de interés. La primera de ellas una especia de pequeña pila con la copa cuadrada, muy tosca, en cuyos lados pueden adivinarse algunos sencillos motivos ornamentales en forma de aspas o esquemáticas flores. No pareciendo formar parte de la misma pieza en origen, la copa se apoya sobre una basa de tratamiento más cuidado y decorada con garras foliadas. Al lado de ésta, una sencilla pila bautismal de copa circular de gran tamaño y fuste corto, denota por su apariencia ser una pieza antigua, aunque de difícil datación dado la generalidad del modelo.