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Interior de la Cámara Santa

Identificador
33000_0098
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Catedral de San Salvador. Cámara Santa

Localidad
Oviedo
Municipio
Oviedo
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
LA CRÓNICA ALBELDENSE, la ad Sebastianum y la Rotense, no hacen referencia a su construcción y hay que esperar a la Historia Silense (hacia el año 1115), para encontrar mencionada esta construcción martirial. En ella leemos: Fecit quoque Sante Leocadie basilicam forniceo opere cumulatam, super quam fieret domus ubi celsori loco arca santa a fidelibus adoraretur. “Hizo también una basílica de Santa Eulalia, cubierta con obra de bóveda, sobre la que se hiciese una cámara, donde en lugar más excelso fuese adorada por los fieles el arca santa”. En el siglo XII se hace mención expresa sobre la cripta de Santa Leocadia y la capilla de San Miguel por el Obispo de Oviedo don Pelayo, en su Pelagii Ovetensis Episcopi historia de Arcae Sanctae translatione... (España Sagrada, t. XXXVII, p. 356), en ella se describe la edificación religiosa: Altari meridionali in ultima parte Ecclesiae S.Salvatoris, ubi ascensio fit per gradus, S. Michaelis Archargeli Ecclesiam Rex beatae memoriae posuit, ubi ob securitatem loci... archam gloriosissimam transtulit... Infra basilicam S. Michaelis supra scriptam in honorem S. Virginis Christi Leocadiae stat opere firmo lapidum accurata... Observamos que mientras la Crónica Silense hace referencia solamente a la advocación de la parte inferior dedicada a Santa Leocadia, el Obispo don Pelayo menciona la inclusión de un piso superior o capilla de San Miguel. Una de las primeras referencias a la permanencia de un altar dedicado a Santa Leocadia figura en un documento con fecha 10 de agosto de 908, conservado merced a una copia del siglo XIII y conservado en el Archivo de la Catedral de Oviedo: Dedimus igitar in primis cruces argenteas tres, precesoria, deaurata et gemmata et olovitrata ad altare Sancti Tirsi, terciam idem ad altare Sancte Leocadie deauratam a lapidibus ornatam. Es la advocación de Santa Leocadia, la primera que se refleja en la documentación medieval. La crónica Silense es la que señala expresamente que en ella se adora el Arca Santa. Será más adelante, con el obispo Pelayo, cuando se introduzca la advocación de San Miguel, haciendo entonces mención de la basílica de Santa Leocadia relacionándola con la iglesia de San Miguel. Pero será Ambrosio Morales en su Viage por orden del Rey D. Phelipe II a los Reynos de León, y Galicia, y Principado de Asturias realizado en 1572 y editado en Madrid en 1765, quien describe con extrema meticulosidad la configuración de la Cámara Santa. Por lo valioso de su testimonio, recogemos un amplio párrafo: “La Cámara Santa, que es verdaderamente lo que suena su nombre, está con mucha dignidad y majestad devota, desta manera. En el testero del Crucero de la Iglesia al lado de la Epistola está una escalera de piedra bien labrada, aunque lisa que por veinte y dos escalones lleva á una quadra de boveda, que sirve como de sala , y está cerrada, y tiene un Altar. Allí está una puerta no muy grande con arco y follages dorados, pintadas las puertas, y cerradas con cerrojo fuerte. Por aqui se entra á otra cuadra de boveda, menor que la pasada , por donde con otra puerta de buena cerradura se baja con decender dos escalones á la Camara Santa, que tiene forma de Iglesia, cuyo cuerpo es de veinte y cinco pies en largo, y diez y seis en ancho. Todo esto, como lo pasado, es muy antiguo, y tambien de boveda, aunque mas ricamente labrado, porque los pilares sobre que se sustenta la boveda, son ricos mármoles en que estan entallados los doce Apostoles de dos en dos, en cada columna, seis á cada lado, y la advocacion de esta Iglesia es de S. Miguel, como el Arzobispo D. Rodrigo, y los demas Historiadores dicen el Casto la intituló. El suelo de una argamasa con la dureza de piedra, y tiene con gran concierto puestos en la haz cascos pequeños de piedra de diversos colores, que hacen un jaspe poco menos hermoso, que si fuesen losas de el. En este mismo cuerpo de esta que yo llamo Iglesia, arden siempre tres Lámparas de plata, la de en medio mayor que las de los lados, y están delante la reja de hierro que cierra la Capilla, y es del mismo ancho de la Iglesia, y del mismo suelo con diez y ocho pies en largo, mas baja que la Iglesia un estado, a uso desta tierra, donde las Capillas son mas bajas que el cuerpo de sus Iglesias. Tiene la Capilla dos buenos mármoles en el arco de su entrada, y la boveda está de pintura tan antigua, que se le parece bien, como es del tiempo del Rey Casto”. Importante testimonio lo constituye el del P. Luis Alfonso de Carvallo, quien, en su obra Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, describe con detalle el estado de la Cámara Santa en el siglo XVII: “Al otro lado de la Catedral edificó el Rey Casto (como dize el Obispo de Astorga) otra Iglesia, dedicandola al Arcángel San Miguel, para que como guarda de la universal Iglesia, lo fuese de esta, y para poner debaxo de su custodia el inestimable tesoro de las Reliquias, que después en esta iglesia puso. Hizo el Rey esta Iglesia levantada, y asentada sobre las firmes bóvedas de otra Iglesia de Santa Leocadia, que està debaxo, porque los Reliquiarios andando el tiempo no se tomasen con la humedad, y por esto la fabricó àzia el Sol. Al presente no tiene Altar ninguno, porque toda la Capilla está llena de Arcas, Cofres, Caxas, y Tabernáculos, llenos de Divinos despojos, aunque no con la riqueza que era razón, por la poca devoción de nuestros tiempos, y por no tener Altar, y estar tan llena de Reliquias, le llaman la Camara Santa; pero tiene vna pieça à la entrada, donde se dize Missa. Tiene en cuerpo de la Camara Santa diez y seis pies en ancho, y veinte y cinco en largo, en forma de Iglesia, y es todo de bóveda llana, sustentada sobre seis colunas de marmol de diversos géneros, pero todos muy preciosos; en cada vno de los quales estàn entallados dos Apóstoles. Es el suelo de vn labor que llamavan Mosayco, de piedras diversas, encaxadas en argamasa, con mucha diversidad de colores, con que se muestra muy vistoso, y es muy firme, y duradero. Divide este cuerpo de la Iglesia de con la Capilla mayor vna rexa de hierro; y la boveda, que es muy baxa, està algo oscura, por no tener mas que vna ventana àzia el Oriente. Esta Iglesia tengo por cierto fue el Oratorio, ò Capilla Real del Rey Don Alfonso el Casto”. (Madrid, 1695. Parte II, título XXVII, pp. 180-181). Juan de Dios de la Rada y Delgado en su Viaje realizado a instancias de sus Majestades por Castilla, León, Asturias y Galicia en el verano de 1858 se refiere en los siguientes términos a su visita a la Cámara Santa: “Notable ejemplo en una de sus partes, si no en el adorno de la otra, del estilo latino-bizantino, que hacia el siglo VII se generalizó en España, estilo que, si bien toma las formas generales del primero que le da nombre, alterna sus ornatos con los que copia del segundo, y que fue el que se continuó usando en la monarquía asturiana durante los siglos VIII y IX, se presenta la mal llamada cámara dividida en dos diferentes apartamientos, que pudiéramos denominar el primero la nave de la iglesia, y el segundo la capilla propiamente dicha. Aquel se cierra con bóveda semicircular, sustentada, ó mejor separada en compartimientos por medio de fajas bastante resaltadas, que caen á cada lado sobre dos columnas pareadas de frente, las cuales se apoyan en un pedestal cuadrilongo, y tienen como pegadas á los fustes doce efigies de apóstoles, á manera de cariátides, pero sin que sus pies descansen en las basas ni sus cabezas en los capiteles”. El hecho de no ser recogida por las crónicas del siglo IX, ha suscitado diversas dudas respecto a que fuera una construcción de Alfonso II. A juicio de Schlunk esta circunstancia no impide adscribir la edificación al ciclo alfonsí, pues no es mencionada ya que formaba parte del palacio real, siendo a la vez cámara de tesoros y capilla real. Sin embargo, algunos autores, como Rodríguez Balbín, observan que la cripta de Santa Leocadia y la capilla de San Miguel: “A pesar de ser generalmente admitida, no parece que pueda ser muy segura la atribución a Alfonso el Casto. La aparición de esta noticia es demasiado sorprendente para no levantar sospechas”. A su vez Fernández Conde sostiene que: “Si estas iglesias existieran ya cuando se compusieron las crónicas del ciclo de Alfonso III, no podían ser silenciadas por ellas, al consignar con minuciosidad todas las glorias del Rey Casto. Guiados por las fuentes que poseemos y en contra de la opinión habitual, creemos que el origen de estas dos iglesias no puede situarse antes del reinado de Alfonso III (a. 886-910)”. Juan Uría Ríu manifiesta también sus reservas y propone una fecha más tardía para la Cámara Santa que la consignada tradicionalmente para Alfonso II. Es una edificación de carácter martirial de dos plantas: la “cripta” y la capilla superior dedicada a San Miguel, en la cual se custodian las reliquias traídas por los inmigrantes cristianos procedentes de al-Andalus. Está enclavada al sur de la derruida iglesia de San Salvador construida por Alfonso II, sobre la que se levanta ahora la Catedral gótica, y anexa por su parte occidental a la Torre de San Miguel, obra arquitectónica anterior construida por Alfonso II o por su padre Fruela I. Sufrió graves desperfectos en su estructura arquitectónica durante los sucesos revolucionarios acaecidos en el año 1934 y, entre los años 1938 y 1942, sería reconstruida por el Arquitecto Luis Menéndez Pidal. El edificio se compone de dos naves superpuestas, que configuran dos pisos de unos 12 m de longitud exterior por 6 m de ancho. El piso inferior o “cripta” está dedicado a la mártir toledana Santa Leocadia, patrona de la basílica de los Concilios en la capital de Toledo. No obstante, se desconoce cuando fue puesta bajo la advocación de esta Santa. Después, bajo el reinado de Alfonso III, recibirá los sepulcros de los mártires voluntarios cordobeses Eulogio y Leocricia traídos de Córdoba por el presbítero Dulcidio consejero áulico de Alfonso III; ambos sepulcros se ubicaban en el presbiterio. Este piso inferior está cubierto por una bóveda de ladrillo, en forma de cañón, de unos 2,30 m de altura, la cual arranca de un basamento que recorre perimetralmente el piso. A la “cripta” se accede por dos puertas adinteladas, con arco de descarga aparejado en ladrillo, abiertas en las fachadas norte y sur. Conserva dos saeteras abocinadas en la fachada septentrional y otras dos en la meridional, estas últimas cegadas, al estar el edificio en contacto con el muro norte del Claustro gótico de la Catedral. En la pared oriental se abre una ventana a cuyos laterales se adosan sendas columnas sobre las que apoya un arco de medio punto. Entre estas columnas se encuentra un tabernáculo en forma de edículo con frontón donde se guardaban las reliquias, y que a juicio de Gómez-Moreno es de época mozárabe. A escasa distancia del edículo se sitúa la mesa de altar, de factura moderna. En el solado del piso, pavimentado en opus signinum, y a unos 3,50 m de la pared oriental, se observan las acanaladuras donde encajarían los canceles que, a modo de barrera litúrgica, separarían el presbiterio del spatium fidelium. El piso superior está puesto bajo la advocación de San Miguel. El ábside, cubierto por una bóveda de ladrillo en forma de cañón, arranca de una línea de imposta moldurada. Tiene una altura de casi 3,50 m y en la pared oriental se abre una ventana flanqueada por columnas rematadas por capiteles. La entrada a la capilla se realiza por un arco toral apoyado sobre columnas coronadas por capiteles. La nave central ha sido reformada en el siglo XII, fecha en la que es sustituida su primitiva techumbre de madera. Actualmente está rematada en el cuerpo principal del piso superior, de más de 6 m de altura, por una bóveda de cañón recubierta por arcos fajones con dovelaje ornamentado que apoyan en una imposta esculpida con motivos florales. A sus muros se adosan seis columnas dobles superpuestas a pedestales de tradición clásica y coronados por capiteles historiados. Los fustes de las columnas están tallados con las representaciones de las figuras de los Apóstoles constituyendo una de las obras maestras del Románico español. Obra de un taller que se vincula con el del Maestro de San Vicente de Ávila y el del Maestro Mateo del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela. A la nave de este piso superior se accede por una puerta adintelada que comunica con la Torre de San Miguel, un recinto cuadrado de unos 6 m de lado identificado en el transcurso de las obras de reconstrucción de la Cámara Santa en el año 1942. Según Joaquín Manzanares, la Torre de San Miguel fue construida inicialmente como campanile exento de la Basílica de San Salvador, bien por Fruela I (762-767) bien por Alfonso II a partir del inicio de su reinado en 791. La torre, provista de contrafuertes, tendría otra semejante distante unos diez metros y unidas entre sí por una crujía en cuya planta baja se elevaban seis arcos aparejados en ladrillo y apoyados sobre pilares de sección cuadrada. Este cuerpo central conserva todas las características de un aula regia. El conjunto arquitectónico configuraba el palacio que probablemente habitó Alfonso II. La torre de San Miguel es anterior a la Cámara Santa, teniendo por cimientos grandes bloques de piedra asentados sobre la roca viva. Es sobre estos bloques donde fueron levantados los muros de la Torre. Hoy es posible observarlos perfectamente, ya que el bancal oriental esta descubierto desde el momento en que fue ampliada la cripta por la planta baja de la torre. Por la Capilla de San Ildefonso de la Catedral, se puede apreciar el muro norte de la torre y la apertura de una gran puerta con dintel y jambas formadas por diversos bloques. Esta puerta daba acceso a la estancia baja de la Torre de San Miguel, cuyo techo era de madera y hoy forma una bóveda de piedra construida en el siglo XII al ampliar la Cripta de Santa Leocadia. En este mismo muro norte existía una segunda puerta que daba acceso al piso superior, la cual es también perfectamente visible desde la capilla de San Ildefonso. A ella se subía por unas escaleras montadas en caballete. Hasta fines del siglo XV era realmente la puerta de acceso a la Cámara Santa. La arquitectura de la Cámara Santa original, tenía bóveda de cañón en la Cripta, así como en el Santuario situado en el piso superior. Más la cubrición de la nave de este piso superior era de estructura de madera a dos vertientes. Según Hevia y Buelta, desde el pavimento hasta el techo medía 4,80 m La reforma del siglo XII introdujo el abovedamiento del cuerpo principal en medio cañón, con una altura al eje de la misma, desde el pavimento de 6,20 m. Hevia y Buelta apunta que para efectuar la reforma se procedió a desmontar los muros laterales en 80 cm. Con el fin de proceder a colocar la imposta y hacer el desarrollo de la bóveda. Al exterior, el edificio quedó alterado durante las transformaciones introducidas en el siglo XII. Los cuatro contrafuertes adosados a la pared norte de la Cámara Santa fueron suplementados por arcos apuntados, mientras que la altura del edificio experimentaba un recrecido perfectamente visible en la actualidad por el distinto sillar utilizado en su construcción, en desarmonía con el sillarejo original del siglo IX. La reforma románica se observa asimismo en las cornisas exteriores, ricamente ornamentadas con decoraciones escultóricas. Respecto a los contrafuertes del muro meridional estos desaparecieron con la construcción anexa del muro del claustro en el siglo XIV. Solamente permanecen en su integridad los contrafuertes del muro oriental. La decoración escultórica está integrada en su casi totalidad por piezas reutilizadas. El arco toral de la capilla de San Miguel apoya, en cada extremo, sobre semicolumnas adosadas a una pilastra y capiteles entregos. Estos son de tipo oriental, como parece deducirse de las hojas lobuladas puntiagudas del tambor, enroscadas en torno al tan típico “ojo” de los capiteles bizantinos. Según Schlunk, este tipo de capitel es tradicional de diversas regiones del Mediterráneo ya desde el siglo VI. Además, diferentes características parecen confirmar su procedencia de un taller perteneciente a un artista provinciano, como las pequeñas perlas labradas entre las hojas lobuladas, o el collarino liso y la estilización tan acusada de las hojas. Schlunk relaciona la factura de estos capiteles con otros de la misma época, de hacia la primera mitad del siglo V, procedentes de la Capilla de Nuestra Señora de la Hermida en Quiroga (Galicia). Los capiteles de las ventanas del ábside pudieran proceder también del mismo taller; uno de ellos conserva una sola franja de hojas lobuladas, caulículos y el ábaco decorado con un motivo geométrico. La Cámara Santa es una capilla de doble planta integrada en el conjunto palaciego de Alfonso II con unas funciones de tipo religioso y de representatividad de la monarquía regia. Tendría un uso como oratorio privado así como una función de protección de los tesoros reales y las reliquias. La construcción de este tipo de capillas palatinas con el propósito de albergar y custodiar reliquias estaba muy extendida en la Alta Edad Media. También encontramos precedentes en ciertos monumentos funerarios paleocristianos en los que la capilla baja se utilizaba como sepulcro y la superior era puesta bajo la advocación de un determinado santo. La advocación a San Miguel de la capilla alta nos retrotrae al período carolingio en el que se propugnaba la construcción de capillas puestas bajo la advocación de este Santo pero superpuestas a la tumba de otro santo. A su vez, la tipología de la Cámara Santa encuentra ejemplos precedentes entre los martyria cristianos como los de Pécs (Hungría) y el mausoleo de Marusinac, cerca de Spalato, obra de principios del siglo IV. Según Dyggve y Egger este mausoleo albergaría los restos de Anastasio, mártir. Pero los ejemplos no se agotan aquí: en la costa mediterránea encontramos precedentes arquitectónicos como el monumento de La Alberca, próximo a Murcia, del siglo IV, con su curiosa similitud en el recurso a los contrafuertes; o la cripta de San Antolín en Palencia, del siglo VII, aunque en éste último caso nos encontramos con variantes arquitectónicas que la distancian ligeramente. A juicio de Schlunk, la utilización de este tipo de construcciones como martyria fue lo que motivó a los soberanos “a guardar las reliquias de que eran poseedores en el piso alto de tales edificios. Pero, hoy por hoy, ignoramos cómo se llegó a ello, puesto que carecemos de noticias de los estadios intermedios, desde las construcciones del siglo IV a las del IX. Sigue, pues, sin aclararse de dónde deriva el tipo de la Cámara Santa”. A propósito de esta integración de la capilla palatina en el conjunto palatino, Grabar observa que “la ubicación topográfica entre capilla palatina y la corte real era tan íntima que la palabra capella servía a veces para designar la cancillería o los archivos de palacio”. A este respecto, para Bango Torviso “la Cámara Santa coincide con los restantes oratorios privados europeos en la síntesis de su doble funcionalidad de relicario y uso regio, sin embargo, se diferencia en que mientras adopta una forma nítidamente rectangularizada, los carolingios siguen modelos centralizados del VI, el monumento ovetense tampoco debe ser una creación del siglo IX, sino que recrea un arquetipo de plena época hispanovisigoda. Su estructura en dos naves superpuestas tiene su origen en antiguas construcciones funerario-martiriales (...). Pienso que no sería muy aventurado considerar que el edificio ovetense podría haber tenido un precedente áulico en la capital del reino visigodo, Toledo. Para esta afirmación me baso en el hecho de que la Cámara Santa tiene la advocación de Santa Leocadia, exactamente la misma que un templo en el pretorio toledano; resulta curioso cómo se referencia éste en el texto del preámbulo al sexto concilio de Toledo (638) al señalar el lugar en que se habían reunido los obispos de las Españas y de las Galias: ...in praetorio Toletano in eclesiam sanctae Leocadiae martyris debitis sedibus conlocatis. Parece desprenderse del orden sintáctico de este fragmento que el lugar de reunión es en el palacio o pretorio, y dentro de éste en una iglesia; es decir, como la Cámara Santa, el edificio toledano era una dependencia palatina.” Para Etelvina Fernández el palatium de los reyes asturianos en Oviedo respondía, como el palacio medieval en general, a necesidades múltiples, apuntando, entre ellas, la función de proteger y custodiar los regalias, los tesoros reales, para lo que debía disponer de la capella u oratorio palatino, donde se guardaban y veneraban reliquias y recuerdos sagrados, protectores del dueño del palacio y de su reino. Así mismo, Etelvina Fernández señala a la Cámara Santa dentro de la línea de los oratorios principescos, cuyo origen, según Eusebio de Cesárea, se remontaba a la época de Constantino y al período de difusión de las “Capillas Santas” que se extendió por Europa, y de las cuales la de Aquisgrán, edificada por Carlomagno, fue una de las más señeras”. Recientemente, García de Castro ha defendido la tesis del uso de la Cripta de Santa Leocadia como de panteón episcopal ovetense en torno a la tumba de dos santos: Eulogio y Leocricia. Para él, la parte superior estaría destinada a oratorio privado de los obispos ovetenses. La cronología la sitúa en torno a los años 885-910. Uno de los aspectos constructivos más importantes de la arquitectura de la Cámara Santa es el de haber solucionado un problema central en la arquitectura asturiana: el abovedamiento entre dos espacios superpuestos y su satisfactoria articulación estructural. En este sentido la Cámara Santa, dentro de sus propias peculiaridades que permiten su individualización arquitectónica, prefigura la disposición del edificio civil del Naranco, a falta de obras de Alfonso II desaparecidas, como la iglesia de Santa María y su panteón real o la iglesia de San Salvador, en las que no está suficientemente comprobada la solución constructiva introducida. LA REFORMA ROMÁNICA Al acceder al espacio arquitectónico del oratorio palatino de la Cámara Santa, el peregrino se adentraba en un espacio simbólico con una evocación de la Jerusalén Celeste, tan bien descrita en los textos bíblicos: “Tenía la Jerusalén Celeste un muro grande y alto, y doce puertas, y sobre las doce puertas doce ángeles y doce nombres escritos que son los nombres de las doce tribus de Israel... El muro de la ciudad tenía doce hiladas y sobre ellas los nombres de los doce Apóstoles del Cordero”. La representación de las figuras de los apóstoles en la nave superior de la Cámara Santa, adosadas sus estatuascolumnas a los muros, y ubicados en los extremos y en la parte central de los lienzos norte y sur constituyen el componente artístico más excepcional de la capilla palatina. El apostolado está compuesto por seis grupos escultóricos emparejados a modo de “sacras conversationes”. El conjunto configura seis columnas con las representaciones de los doce apóstoles. Este apostolado se nos presenta así como Collegium Apostolorum, en el espacio anterior al Santuario donde se conservan las reliquias y el Altar o Arca Santa. El conjunto arquitectónico de la Cámara Santa sería construido bajo el patrocinio del Obispo Pelayo, quien rigió la diócesis entre 1101 y 1129. Entre estas fechas se sustituiría la techumbre prerrománica de estructura leñosa, por la bóveda de cañón de acuerdo a sistemas constructivos plenamente románicos. Con posterioridad, se procedería a la colocación del Apostolado en el año 1175. En estas fechas se remodelaría la Capilla de San Miguel, bajo el episcopado del Obispo Don Rodrigo, merced a los privilegios que se otorgarían a la mesa capitular ovetense por parte del rey Don Fernando II. Como es evidente, la organización del programa iconográfico supuso que el maestro de obras tuviese una influencia directa de obras artísticas precedentes y de orientaciones teológicas dictadas por un experto. Respecto a precedentes artísticos, con una influencia notable, los encontramos en la disposición de los relieves del apostolado del Arca Santa, ya estudiados, y en las miniaturas del Liber Testamentorum (siglo XII), concretamente en la lámina miniada de la donación testamentaria de Alfonso II el Casto. El soporte sobre el cual se asientan los fustes con las figuras emparejadas de los Apóstoles, lo conforma un plinto rectangular decorado con acanaladuras y unas columnitas, en sus esquinas, de evidente sabor clásico. Respecto a las basas, éstas se encuentran enriquecidas por relieves de variado contenido iconográfico. Seguidamente se disponen los Apóstoles, los cuales descansan sus pies en motivos de hojas y en variadas representaciones, las cuales cumplen la función de supedaneum. Los capiteles, al igual que los ábacos, representan diversas y variadas escenas con todo un conjunto de figuras y motivos vegetales. La representación de los doce apóstoles emparejados podemos ponerla en relación con los doce altares de la iglesia prerrománica de San Salvador, reconstruida por Alfonso II, de acuerdo con el texto epigráfico recogido en la lápida ubicada en el lienzo de entrada a la capilla del rey Casto, y la cual se encontraría originalmente en los muros de la fortaleza construida por Alfonso III. El texto se expone en los siguientes términos: In nomine Domini Dei et Salvatoris Nostri Jesu-Christi sive Omnium Sanctorum Gloriosae Sanctae Mariae Virginis, Bissenis Apostolis, Ceterisque Sanctis Martiribus ob cujus honorem Templum edificatum est in hunc locum Ovetao a quodam Religioso Adefonso Principe... LA VOLADURA DE LA CÁMARA SANTA En el transcurso de los sucesos revolucionarios acaecidos en Oviedo, en la madrugada del 11 al 12 de octubre de 1934, una fuerte carga de dinamita depositada en el fondo occidental de la Cripta de Santa Leocadia provoca una potente explosión que destruye casi en su totalidad la Cámara Santa, afectando, asimismo, a dos tramos de bóvedas en el claustro gótico de la Catedral y el tránsito de Santa Bárbara. La magnitud del desastre representa una de las destrucciones de mayor envergadura del Patrimonio asturiano y una de las de mayor repercusión artística, histórica y social. De inmediato se incorporan a los primeros trabajos de desescombro y recuperación de las piezas escultóricas y de orfebrería, así como de apuntalamiento y encimbrado de los paramentos inestables, el arquitecto don Alejandro Ferrant, Conservador de los Monumentos en Asturias, ayudado por el eminente investigador y arqueólogo don Manuel Gómez Moreno, quien junto con el escultor don Víctor Hevia Granda, ordenan y clasifican el conjunto de piezas escultóricas y salvan del desastre todo el tesoro de orfebrería: la Cruz de Nicodemus, la gran caja árabe de Alfonso VI, la cajita mozárabe del Obispo Ariano, la Cruz de los Angeles, la Cruz de la Victoria, la caja de las Ágatas y el Arca Santa. Concluida esta fase de consolidación, recuperación e inventario, realizada con gran meticulosidad, y asegurada así su protección provisional, el arquitecto don Alejandro Ferrant procede a la redacción de un proyecto de reconstrucción de la Cámara Santa, efectuando un espléndido levantamiento planimétrico del conjunto catedralicio, así como una memoria prolija en la que expone su visión de la reconstrucción y restauración de la Cámara Santa. Su filosofía descansaba en el criterio de que era necesario respetar el monumento hasta el extremo de que conservara las huellas de sus avatares históricos. En definitiva, restaurar el edificio, pero dejando como permanente huella del destrozo perpetrado las roturas, desperfectos y alteraciones lamentablemente acaecidas, de tal forma que los añadidos que necesariamente se debieran hacer, no afectasen a la integridad histórica del edificio. Estas tesis eran compartidas en su totalidad por Manuel Gómez Moreno, quien en su relato de los daños sufridos por la destrucción de la Cámara Santa escribe taxativamente que “del edificio podrán volver a su sitio propio los elementos constructivos y decoraciones salvadas de la catástrofe; podrán cerrarse con el mismo material viejo las heridas de sus paramentos y bóvedas, sin permitir disimulo de que es cosa repuesta, las distorsiones de la parte vieja subsistente, desplomada y agrietada toda; podrá remediarse algo el estrago de las alhajas, salvo aquellas piezas más extraordinarias, en las que no es lícito poner mano; podrá restaurarse a gusto lo moderno; pero el estigma de barbarie con que la dinamita manchó aquél tesoro de nuestras glorias, eso quedará fijo como baldón para siempre, y quiera la Providencia que no sea principio de una era nueva de desolaciones”. Pero estos criterios de restauración no serían contemplados por el arquitecto don Luis Menéndez Pidal, quien modifica sustancialmente el inicial proyecto aplicando el concepto de reconstrucción en su total integridad, no valorando en su justa medida los criterios de restauración expuestos, tanto en el Proyecto de Alejandro Ferrant, como por el eminente arqueólogo don. Manuel Gómez Moreno. Don Luis Menéndez Pidal, pues, se enfrentó a la reconstrucción de la Cámara Santa el día 29 de septiembre de 1939, llevando a término su trabajo “empleando todos los elementos del derruido monumento, previamente recogidos y clasificados, cuidando de reconstruir cada uno de ellos, buscando entre los restos sus diferentes fragmentos que fueron después unidos, valiéndose de grapas de cobre con el mortero de ligadura adecuado”. La reconstrucción que Luis Menéndez Pidal aplica recurre al uso de materiales pétreos originales combinándoles con otros de factura moderna, rehaciendo en gran medida nuevas estructuras. El escultor Víctor Hevia sería el responsable de la restauración del conjunto escultórico del Apostolado, rehaciendo las diversas partes fracturadas y rotas producto de la destrucción del edificio, recomponiendo así el conjunto escultórico. Evidentemente, no siguen los criterios de restauración defendidos por el arquitecto Alejandro Ferrant y Manuel Gómez Moreno, para quien se debía de reponer “únicamente lo que tiene personalidad dentro de la estructura del edificio, sin hacer ficción de restauración” como “si nada hubiese ocurrido en su día”. En la restauración de la Cámara Santa, Luis Menéndez Pidal consultaría el proyecto de Alejandro Ferrant, si bien realmente lo menciona escuetamente al referirse a la documentación por él empleada en la reconstrucción, “ante los pocos datos y material de consulta que en Oviedo se pudo reunir, gracias al Dr. Helmut Schlunk, residente entonces en Berlín se tuvieron datos y cotas precisas con los planos del monumento levantados por Hanson y varias fotografías espléndidas del interior y del exterior de la Cámara Santa; completando así los datos que se tenían, entre ellos, un ejemplar incompleto del proyecto de Ferrant. Con todo este material, ya era posible acometer las tan deseadas obras de reconstrucción...”. Así, el 17 de septiembre de 1942, el Jefe del Estado colocaría la última pieza en la bóveda de la Cripta de Santa Leocadia, con lo que se daba término a la restauración de la Cámara Santa. LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS DEL SIGLO XIX En el año 1899, se realizan diversas intervenciones, de carácter fundamentalmente arqueológico, por parte de la Comisión Provincial de Monumentos. Labor que llevan a efecto Inocencio Redondo, Arturo Sandoval y Abellán y Fermín Canella. Se procede a levantar el pavimento antiguo de hormigón de la nave de la Cripta, exhumándose tres tumbas. Asimismo, es desmontado el podio del altar, procediendo a retirar de él, la lápida con inscripción, la cual se conserva hoy en el sector occidental de la Cripta. También se encuentra el ara de las reliquias. Se efectúan igualmente vaciados en yeso de dos laudas sepulcrales encontradas en la cripta. En la Cámara Santa, la cual se encontraba totalmente cubierta por un grueso revoco calizo, se procede al descubrimiento del fresco que cubría la totalidad del lienzo occidental, comprobándose, que los mismos, se corresponden con las cabezas esculpidas conformando una crucifixión. La oposición del Canónigo Maestrescuela señor Pajares, provoca la interrupción de los trabajos, procediendo al blanqueo de cal de aquellas partes descubiertas. Durante los años 1919 y 1920 son hechas públicas las Memorias presentadas al Cabildo sobre los trabajos realizados bajo la dirección de los canónigos de la Catedral don José Cuesta y don Antonio Sandoval. Los trabajos consistieron en la investigación de los estucos originales que se encontraron al levantar el revoco moderno que los cubría. Se procedió igualmente a la limpieza de la espesa capa de pintura al aceite que recubría las figuras del Apostolado. Ello permitió descubrir el estuco original del Santuario de la Cámara Santa, encontrándose las inscripciones grabadas por los peregrinos, así como la decoración pictórica, muy deteriorada, de la bóveda del Santuario. También se procedió al descubrimiento de los restos de pintura al fresco del Calvario, situado en el lienzo oeste, dejando vistos los restos de la figura de un Obispo. El escultor Víctor Hevia, en el año 1922 procedió a la limpieza del apostolado, la cual le quitó “hasta tres o cuatro manos de pintura al óleo, pintura en tonos grises que había confundido, en su tiempo, al ilustre historiador de Felipe II, Ambrosio de Morales que habla de jaspes y de mármoles”. Ambrosio de Morales escribiría a este respecto: “su bóveda es muy ricamente labrada y sustentada sobre seis columnas de diverso género de mármoles, todos preciosos y muy lindos: en que están entallados los doce apóstoles de dos en dos. El suelo es de aquel mosaico, que ya diximos, sino que aquí es más hermoso con más variedad de colores, que representan losas de jaspe”.