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Portada lateral de Santa María de la Vega en su actual emplazamiento, en el muro sur de la capilla de Santa Bárbara

Identificador
33000_0033
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Maximino Pando Macías
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

Monasterio de Santa María de la Vega

Localidad
Oviedo
Municipio
Oviedo
País
España
Edificio (Relación)

Capilla de Santa Bárbara. Fábrica de Armas

Localidad
Oviedo
Municipio
Oviedo
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA VEGa estaba situado extramuros de la ciudad de Oviedo, pero cerca de la basílica de San Salvador y de los más antiguos e importantes centros monásticos de la ciudad, San Vicente y San Pelayo. Su origen data de mediados del siglo XII y se relaciona con la iniciativa fundacional de la dama Gontrodo Petri, perteneciente a la pequeña aristocracia asturiana asentada en Tineo, donde Alfonso VII tenía partidarios poderosos. Cuando en 1132 el monarca se desplazó a Asturias, con el fin de sofocar la primera de las rebeliones de Gonzalo Peláez, mantuvo relaciones extramatrimoniales con Gontrodo y fruto de ellas fue el nacimiento de Urraca, quien sería soberana de Navarra en 1144 y, tras la muerte de su marido seis años más tarde, volvería a Asturias, conservando el título de reina y gobernando el territorio bajo la autoridad suprema del monarca leonés. En la fundación del monasterio de Santa María debieron de pesar diversos factores, desde el posible arrepentimiento de la fundadora por las relaciones mantenidas con Alfonso VII, hasta el espíritu piadoso de Gontrodo y el apoyo recibido del emperador, que debió de ser un importante estímulo a tener en cuenta, ya que el monasterio se levantó a petición suya en una propiedad que le pertenecía. En la carta fundacional del cenobio, extendida por Gontrodo Petri en 1153, se menciona que había concluido la fábrica material del mismo, cuya construcción pudo tener lugar a partir de 1147, cuando la dama concedió al monasterio de San Vicente de Oviedo numerosos bienes mediante un documento en el que manifestaba su propósito de fundar un cenobio y su interés por retirarse a la vida religiosa. En el último año mencionado, Gontrodo también pudo comenzar a reclutar a la comunidad de Santa María de la Vega que sometió a la disciplina francesa de Fontevraud, según consta en la carta fundacional. La orden de Fontevraud, que había sido fundada por Roberto de Arbrissel en el año 1101 y se basaba fundamentalmente en la regla de San Benito, contó con escasa difusión en territorio español, a pesar del auge alcanzado en el ámbito francés, ya que salvo Santa María de la Vega de Oviedo, solo regentó la abadía homónima de la Vega del Cea (León) y dos más en Zaragoza. Parece que Alfonso VII debió de influir en la decisión de someter el nuevo cenobio ovetense a dicha orden con el fin de conseguir para la fundación de Gontrodo el florecimiento alcanzado por el mencionado cenobio leonés, incorporado a Fontevraud en 1125 bajo el patrocinio del emperador y visitado incluso por Petronila de Caón, primera abadesa del monasterio francés. La relación de ésta con Alfonso VII por su vinculación al cenobio de la Vega del Cea, así como el rigor ascético, ejemplaridad y fama de la que disfrutaba la nueva orden en España, debieron de influir también en la decisión de Gontrodo. Es preciso además tener presente, como apuntan I. Torrente y M. S. Álvarez, que Gontrodo pudo haber buscado para su fundación una orientación monástica distinta de las existentes en los cenobios asturianos, como la que se proponía desde Fontevraud, y que en los primeros pasos del cenobio contó con el apoyo de religiosas de origen francés, como parece ser el caso de la priora Aleaidi. En efecto, según han expuesto dichas autoras, es interesante constatar la incidencia de las corrientes ultrapirenaicas en el nuevo cenobio, que no se reducen a la adopción de la disciplina de Fontevraud. En efecto, la documentación de Santa María de la Vega de Oviedo suministra datos de interés en relación con la cultura francesa, como una expresión recogida en un documento datado en 1157 que puede ser interpretada como una referencia al imperativo socrático del autoconocimiento, lo que a su vez remite al llamado Humanismo del siglo XII con sus bien conocidos centros de Chartres y París. También hay que resaltar la influencia ejercida por dichas corrientes en el epitafio de la tumba de Gontrodo Petri, que está escrito en latín, en exámetros muy correctos, y que recurre a figuras del lenguaje presentes en la poesía trovadoresca. La dotación fundacional de Santa María incluía doce heredades, situadas en el centro y en el oriente de Asturias, y una parte de las mismas tenía incorporada población servil, lo que significaba que estaban en condiciones óptimas de ser explotadas y producir inmediatos beneficios. En la carta de fundación del cenobio se atiende también a la creación de una cabaña de doscientas cabezas de ganado vacuno destinada al sostenimiento de ciertas dependencias del monasterio, como la hospedería y la enfermería, que ya existían en el cenobio o que se preveía que fueran a existir. En efecto, Gontrodo dedica especial atención al cuidado que se debe a los hermanos enfermos y a la acogida de los forasteros, inspirándose seguramente en la Regla de San Benito. También se asigna cierto número de cabezas de ganado al mantenimiento de los gastos de la iglesia. La fundadora se preocupa asimismo de lo concerniente a la práctica de los actos litúrgicos, pues dota al monasterio con piezas de ajuar eclesiástico, tanto de las utilizadas para la mesa de altar, como de las que atañen al revestimiento del oficiante. Según se desprende de la documentación de Santa María de la Vega, Gontrodo tomó los hábitos junto a otras monjas y renunció a cualquier cargo relevante en el cenobio, cuyo patronato concedió a la abadesa de Fontenevrault. Los primeros años de vida monástica de la fundadora debieron de estar marcados por las relaciones mantenidas con su hija doña Urraca, ex soberana de Navarra. Las dos juntas otorgaron la carta fundacional de Santa María de la Vega, aunque no existe ningún gesto dadivoso por parte de Urraca hacia el monasterio erigido por su madre. Por el contrario, Alfonso VII, que se había mostrado generoso con Gontrodo con anterioridad a la fundación del cenobio, siguió contribuyendo posteriormente al engrandecimiento del patrimonio monástico con dos espléndidas donaciones. La primera de ellas tuvo lugar en el mismo año en que se otorgó la carta fundacional y consistía en diversas villas situadas en Asturias y en la sexta parte del portazgo de Olloniego. En abril del año 1157, el emperador concedió al monasterio la segunda donación, que comprendía la Pola de Inicio (Poladura de la Tercia, León) y todo el derecho real en el lugar de Vega, próximo a aquella Pola. Como se ha dicho, Gontrodo no ejerció ningún cargo importante en Santa María de la Vega, aunque su prestigio determinó una serie de privilegios otorgados al cenobio por el sucesor del emperador, Fernando II. En efecto, este último monarca confirmó junto con su hermana, la reina Urraca, la mencionada donación que Alfonso VII había concedido a Gontrodo y a las religiosas de la Vega de Oviedo en 1154. Además, Fernando II junto con su hijo Alfonso donó a Santa María de la Vega en junio de 1175 la heredad de Scurrel. La fundadora del cenobio murió en el año 1186, siendo enterrada en la misma iglesia conventual con la admiración de sus contemporáneos, si damos crédito al entusiasmo del autor del epitafio de su lauda sepulcral. A los diez años de la muerte de Gontrodo el monasterio de la Vega está regido por una abadesa, cuyo nombre se desconoce, lo que ha sido interpretado como el primer paso hacia la independencia de Fontevraud, que se consumará en la decimotercera centuria. De la antigua fábrica del monasterio han llegado hasta nosotros únicamente dos de las tres portadas, pertenecientes a su iglesia monacal, y el sepulcro de la fundadora, que se conserva, junto a su epitafio, en el Museo Arqueológico de Asturias, en cuyo apartado se ha hecho referencia a ellos. El templo del cenobio fue demolido a finales del siglo XVII con el fin de construir en su lugar un nuevo edificio que albergase el culto, que a su vez se derribó en 1917. Las dos portadas mencionadas se integraron en la denominada capilla de Santa Bárbara, construida por Menéndez Pidal conforme al estilo románico dentro del recinto de la Fábrica de Armas de Oviedo, que ocupa una parte del espacio en el que se asentaba el antiguo complejo monacal y las tierras que lo circundaban. Hasta la segunda década del siglo XX se conservó también la torre campanario del primitivo templo, que se conoce por un dibujo realizado por G. de la Gándara, al igual que la portada desaparecida. Una de las portadas se encuentra en la fachada de la capilla de Santa Bárbara y se compone de tres arquivoltas semicirculares que se protegen por un guardapolvo en nacela y se apoyan en las correspondientes columnas acodilladas. Las dos roscas exteriores son lisas, mientras que la interior, con su perfil de arquillos enfilados de medio punto, constituye uno de los primeros ejemplos del románico asturiano de esta tipología de origen califal, que cuenta con paralelos algo posteriores en el templo próximo a Oviedo de San Martín de Pereda y en el benedictino de San Bartolomé de Nava. Las columnas se coronan con interesantes capiteles, que reproducen modelos bastante difundidos en el entorno ovetense y en los monasterios benedictinos de la región que se relacionan estilísticamente con él. El primero del lado izquierdo se orna mediante hojas de las que penden bolas, como otros que se comentan en los templos de San Esteban de Sograndio (Oviedo), Santa María de Villamayor (Piloña) y San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís). Los restantes presentan tallos entrelazados, entre los que se disponen palmetas, hojas en forma de lazo y otros tipos de follaje. La otra portada conservada del templo monacal primitivo quedó incorporada al costado meridional de la mencionada capilla de Santa Bárbara, y tiene dos arquivoltas semicirculares lisas que se protegían por un guardapolvo que no se conserva en la actualidad. La rosca del interior reposa directamente sobre las jambas, mientras que la del exterior apea en dos columnas coronadas por capiteles sobre los que se disponen impostas de billetes. El capitel de la izquierda deriva del corintio y presenta hojas carnosas de ápices enrollados, que siguen una fórmula también aplicada en la Cámara Santa, en una columnilla hallada en la Corrada del Obispo y conservada en el Museo Arqueológico y, con mayor detallismo y decoración incisiva, en un capitel triple del monasterio ovetense de San Pelayo. Se trata de un modelo relacionado con influencias francesas que se evidencian en la elección de los repertorios vegetales; en ellos predomina el acanto, interpretado con total libertad para dar origen a numerosas variantes alejadas del motivo clásico. Frente al capitel comentado, en el lado derecho, la cesta se decora con dos aves afrontadas y enmarcadas por volutas, repitiendo nuevamente un modelo que se encuentra en la Cámara Santa, en San Juan de Oviedo y en San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís). La portada desaparecida, que se conoce a través de los dibujos de G. de la Gándara, tenía dos roscas carentes de ornamentación y envueltas con guardapolvo moldurado, que apoyaban en columnas acodilladas cuyos capiteles presentaban unos motivos vegetales similares a los ya comentados en la portada occidental. Las gestiones llevadas a cabo por la Comisión de Monumentos contribuyeron a la conservación de la torre campanario del primitivo templo de Santa María de la Vega durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando ya estaba instalada la Fábrica de Armas de Oviedo en el antiguo recinto monacal. Sin embargo, no se conservó hasta la actualidad, ya que fue derribada en torno a 1917, por lo que los comentarios de su estructura y ornamentación sólo se pueden hacer a partir de los testimonios gráficos que aportan el dibujo realizado en el siglo XIX por G. de la Gándara y varias fotografías. A través de ellos se aprecia su relación con la Torre Vieja de la catedral de Oviedo y con la de la iglesia de Saint-Barthélemy de Becheresse (Charente, Francia), aunque la de la Vega era de proporciones más esbeltas. Se dividía en tres plantas que, como era habitual, ampliaban los vanos en sentido ascendente. En el primer piso un arco ciego enmarcaba una pequeña saetera; similar estructura inscribía en el piso intermedio una ventana ajimezada, la más rica en cuanto a ornamentación, ya que las tres columnillas en las que apoyaban los arcos presentaban capiteles esculpidos. Finalmente, el nivel alto se abría a través de dos amplios vanos semicirculares que apoyaban en un pilar central desornamentado. Como se ha dicho, el templo de Santa María de la Vega fue construido entre 1147 y 1153 en un momento en que también se estaban llevando a cabo las ampliaciones de las fábricas de los monasterios ovetenses de San Vicente y San Pelayo. Los vestigios románicos de éstos, como varios capiteles de la Cámara Santa, se relacionan con los elementos comentados de Santa María de la Vega. El cenobio fundado por Gontrodo Petri se relaciona además con Santa María de Villamayor (Piloña) y con San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís), monasterios asturianos pertenecientes a la orden benedictina, y con iglesias dependientes de la Catedral de Oviedo y de los mencionados cenobios de la capital asturiana, como San Esteban de Sograndio. En Santa María de la Vega, como en los demás templos mencionados, se aplicaron soluciones francesas fáciles de explicar si se tiene en cuenta que la ciudad de Oviedo era entonces un importante centro de peregrinación y que contaba con un nutrido grupo de pobladores francos, además de verse favorecidas en el caso concreto del cenobio comentado por el hecho de depender éste directamente de una orden monástica francesa.