LA IGLESIA DE SAN VICENTE se ha mantenido bien conservada, sin apenas añadidos o reformas relevantes, y sigue las pautas características del arte rural del medievo cangués. Consta de nave única, que estuvo cubierta en origen con bóveda de cañón corrido, aunque la actual es una armadura de madera. El presbiterio, precedido por arco triunfal ligeramente apuntado, se cubre mediante bóveda de cañón de las mismas trazas que la del arco triunfal, que permanece oculta en la actualidad por un techo liso de madera. Remata este espacio un ábside semicircular sencillo, con la correspondiente bóveda de horno. El material constructivo es el característico de toda la zona suroccidental asturiana, una mampostería de lajas de piedra pizarrosa. La portada occidental ha sido sustituida en el siglo XVI, como ocurre en otros ejemplos del románico cangués, por otra semicircular enmarcada por un alfíz. En el lado sur también se conserva tapiada una puerta de arco de medio punto formado por dovelas de amplio despiece, de una cronología similar a la portada principal. En la parte alta del muro meridional se abren dos vanos originales en forma de saetera con derrame interno. En su interior conserva pocas piezas de imaginería. Aunque se escapa del marco cronológico y estilístico del románico, es preciso reseñar la existencia de una imagen gótica del Crucificado, de pequeño tamaño y talla popular. Para terminar, es de rigor ensalzar el impresionante y teatral retablo realizado en el año 1772 por Francisco Pruneda, arquitecto municipal de Oviedo, junto con su hermano Ignacio José Pruneda, siguiendo la estética (por imposición de contrato) de Gaspar de la Meana.