NO CONTAMOS CON NINGÚN DOCUMENTO altomedieval que haga referencia concreta a esta iglesia, aunque en el Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo se incluye una mención, posiblemente falsa, cuando se citan diversas donaciones efectuadas por el rey Ordoño II a la iglesia de Oviedo, entre las que aparecen algunos bienes localizados en Leram. La primera referencia segura a San Antolín de La Llera aparece en la Nómina realizada por encargo del obispo ovetense Gutierre de Toledo en torno a los años 1385-1386. El actual templo de San Antolín de La Llera es un edificio levantado en 1792 que conserva algunas ménsulas de la iglesia románica original. En el interior, mantiene un arco triunfal ligeramente apuntado y liso, que apoya sobre finas líneas de imposta, de cronología tardorrománica. La cabecera, de testero recto, se cubre con bóveda de cañón, que arranca de una línea de imposta similar a la del arco triunfal. La portada del lateral sur es de una arquivolta, también desornamentada pero con un buen despiece de sus dovelas, protegida por un fino guardapolvo. Como en el caso del arco triunfal, el arco apoya en líneas de imposta. Cabe destacar una pieza, empotrada en la parte inferior de la jamba derecha, con decoración de sogueado, y que parece haberse reaprovechado de otra parte del templo. Miguel Vigil se sirvió de esta pieza para indicar “una antigüedad anterior al siglo XI”. Pero las piezas más interesantes son una serie de ménsulas integradas en el límite superior del muro, que están protegidas por el actual pórtico, aunque éste no impide que las piezas presenten graves problemas de humedad y deterioro. En mejor estado de conservación se encuentran otras tres ménsulas de características similares conservadas en el interior de la sacristía. En 1855 Quadrado describía estas piezas como “algunos canecillos de su parroquia de San Antolín, cuyos dibujos y relieves formados de cordoncitos recuerdan los de Liño y Naranco”. Son varias ménsulas finamente talladas con rosetas inscritas en círculos, en sus frentes, y líneas de sogueados, en sus laterales curvos; ambos, motivos tradicionales en la región, son muy frecuentes durante la etapa de la monarquía asturiana, lo que llevó a Vigil a relacionar estas piezas con una posible construcción prerrománica en la zona. No conservamos ningún testimonio documental que nos permita apoyar esta afirmación, y, en cualquier caso, este tipo de decoración se hallaba lo suficientemente extendido como para que se diera su pervivencia hasta la época románica, especialmente en zonas rurales y con poco contacto con las corrientes introductorias de novedades estilísticas.