EL TEMPLO DE SANTA MARÍA es un buen ejemplo del románico rural Cangués. Es de pequeñas y armónicas proporciones, sigue el esquema de nave única rematada en un ábside semicircular, y sus muros están construidos con lajas de piedra pizarrosa. El presbiterio se compone de un amplio tramo recto cubierto con bóveda de cañón apuntado que desemboca en un hemiciclo cerrado por bóveda de horno. Precediendo el ingreso a esta zona, la más importante del templo, se sitúa un arco triunfal, de arco apuntado. La obra guarda interesantes piezas de imaginería, de las que cabe destacar, por su origen medieval, un santo obispo y un San Pedro. El primero, tardío y posterior sin duda al románico, presenta un estado de conservación muy deficiente y ha perdido toda su policromía. Está vestido con alba, estola y casulla, bendice con su mano derecha y porta un báculo con la izquierda. La talla de San Pedro está en mejor estado y presenta mayor relación con las tallas del románico popular de la zona. Se trata de una pieza en madera de unos 50 cm de altura que presenta su parte posterior sin trabajar. El santo bendice con su mano derecha mientras que con su izquierda sujeta un juego de llaves; viste una túnica talar sobre la que se cruza un manto sujeto al antebrazo izquierdo. Los pliegues son rectos y simétricos, pero se aprecia cierta voluntad naturalista al resolver estos mediante una amplia variedad de pliegues zigzagueantes. Su rostro, expresionista pero incomunicativo, presenta a un hombre barbado que podría ser el retrato de cualquier campesino de la época, con un gesto manso y bonachón. Su cabeza está coronada mediante un corte de pelo de tipo monacal resuelto con grandes mechones. Como tantas otras imágenes de esta comarca suroccidental, esta figura de San Pedro aúna elementos arcaizantes propios de la estética románica con otros que se aproximan al lenguaje gótico.