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Ábside

Identificador
37500_01_005
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 36' 6.14'' , -6º 31' 44.95''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Pedro y San Isidoro

Localidad
Ciudad Rodrigo
Municipio
Ciudad Rodrigo
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EN CIUDAD RODRIGO Y SU ENTORNO encontramos el foco más occidental del denominado románico en ladrillo o románico-mudéjar, y la iglesia de San Pedro es uno de los escasos testimonios que se han conservado en la zona. El templo se halla en el interior del recinto amurallado, cerca de la Plaza Mayor y a escasos metros de la antigua casa de los Vázquez (hoy edificio de Correos). Se trata de un edificio de origen románico ampliamente reformado en la primera mitad del siglo XVI por iniciativa, entre otros, de los Vázquez, Chaves y Maldonado que instalaron allí su panteón familiar. De la primitiva construcción, también de tres naves, sólo se respetó el ábside del lado del evangelio (convertido en baptisterio), la portada septentrional y otra cegada en el muro occidental, elementos todos ellos que nos hablan de una fábrica mixta de ladrillo y piedra. El ábside se levanta sobre un zócalo de sillería y se decora con una original sucesión de cinco arcos ciegos de ladrillo muy esbeltos que cobijan otros más pequeños, una disposición que recuerda a la del ábside de Villoria. En el arco central se abre una pequeña aspillera enmarcada por un alfiz rematado por un friso de ladrillos en esquinilla igual al que remata todo el muro. El presbiterio se ornamenta en toda su altura con otros tres arcos de medio punto doblados coronados por un friso de esquinillas y enmarcados por rectángulos. En el del centro se abre una sencilla ventana de medio punto. Junto a este tramo recto se ha edificado en el siglo XX una nueva sacristía imitando la misma decoración. En el interior, el hemiciclo absidal se divide en dos cuerpos separados por una imposta de ladrillos en nacela: el inferior decorado con cinco arcos ciegos de medio punto coronados por el habitual friso de esquinillas y el superior liso, sólo perforado por la ventana. Se cubre con bóveda de cuarto de esfera mientras que el tramo correspondiente al presbiterio lo hace con una bóveda gótica de terceletes que sustituyó a la primitiva de cañón. En el exterior, a través de un pórtico edificado en el lado norte se accede a una antigua portada románica muy parecida a la de la iglesia de San Andrés de la misma localidad. Realizada en piedra arenisca, consta de dos arquivoltas de medio punto adornadas con hexapétalas inscritas en círculos perlados y separadas por molduras de finos billetes. Apea todo ello sobre una línea de imposta moldurada dispuesta directamente sobre las jambas. Flanqueando la portada aparecen dos pilastras con baquetones en sus cantos que sustentan un tejaroz descubierto durante la restauración de 1994. Este último presenta una cornisa adornada con tetrapétalas inscritas en círculos que se apoya sobre seis canecillos bien conservados y de cuidada ejecución. Se disponen de forma simétrica a ambos lados de una metopa central decorada con una cabeza femenina tocada con corona: en los extremos dos canecillos moldurados con finos baquetones, seguidos de otros dos con cabezas masculinas y dos más de rollos. Por encima del tejaroz corre un friso de arcos ciegos en ladrillo y sobre ellos veintinueve canecillos de ladrillo cortados en nacela. Como ya apuntara Gómez-Moreno, es evidente la relación que existe entre este ideario decorativo, tan común en el románico salmantino, y el que se puede ver en muchas portadas abulenses y segovianas. Otra portada, ahora cegada, se abría en origen en el hastial occidental. Se componía de un simple arco de medio punto y un alfiz sobre el que se disponía otro arco ciego, tal vez correspondiente a una antigua ventana. En el interior el hueco de esta puerta fue aprovechado como arcosolio. Por los restos descritos se deduce que la iglesia de San Pedro fue un edificio románico de tres naves rematadas en otros tantos ábsides semicirculares. En su fábrica alternaban el ladrillo, empleado sobre todo para muros y bóvedas, y la piedra, reservada al menos para una de sus portadas y para la decoración escultórica. Sus características constructivas y decorativas apuntan hacia una cronología que puede rondar los últimos años del siglo XII o principios del XIII.