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Alzado

Identificador
39094_36_092n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 48' 6.96'' , -4º 9' 27.85''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa Lucía y San Andrés

Localidad
San Andrés de Valdelomar
Municipio
Valderredible
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
ES ESTA UNA IGLESIA de sumo interés para asegurar la intervención directa de los maestros de Aguilar de Campoo y de San Andrés de Arroyo, en alguna de las iglesias románicas de Cantabria. Los buenos talleres de estos monasterios, en los años finales del siglo XII, no tuvieron límites fronterizos para sus actuaciones, y lo mismo pudieron trabajar en Liébana (Piasca), como en Valderredible (Valdelomar), Campoo (Retortillo) o Toranzo (Villasevil), y ello porque estos talleres del norte palentino debieron de tener posibilidades para aceptar solicitudes no muy lejanas. La iglesia de San Andrés, de reducido tamaño, de acuerdo con la pequeña población que siempre hubo de acoger, tuvo en esos años finales del XII y comienzos del XIII, una indudable relación; no sabemos, desde luego, cuáles fueron los móviles que la originaron, tal vez que alguno de los canteros aquilarenses fuese nacido en San Andrés y quisiese traer a su pueblo las reconocidas habilidades artísticas de los magister operis que un poderoso y rico comitente, quizás Alfonso VIII, había contratado para la edificación de aquellos monasterios. Amistades, relaciones privadas o públicas, especiales deseos de clérigos, obispos o nobles, que incluso pudieran llegar por inusuales caminos, hicieron que esta aldea pueda hoy ofrecernos piezas escultóricas excelentes que, sin ninguna duda, fueron trabajadas por manos de excepcionales tallistas. La fábrica de San Andrés es toda de sillería y mantiene en casi todo el alzado las características románicas, sin apreciarse influencias. Es claro que posteriormente en esos siglos XVI y XVII de reformas en el valle, sufrió como todas, la colocación de nuevas techumbres en la nave, en este caso de tres tramos, con bóvedas de nervios de seis plementos y una clave. El ábside, todavía sigue la tradicional planta de semicírculo y muros rectos para el presbiterio, por lo que se mantiene la bóveda de horno y la de cañón apuntado, que ya por estos años empieza a ser usado. Al exterior es indudable que es el ábside el que debe de ser admirado. Arquitectónicamente es de extrema sencillez, de tres calles, separadas por dos contrafuertes prismáticos, que alcanzan la cornisa y donde ésta se apoya, a más de sobre diecinueve canecillos (cuatro para cada lado del presbiterio, dos para las calles laterales, siete para la calle central), todos de caveto con cilindro abajo y arriba, y decoración en cada uno de dos anillos ovalados que se cruzan. También la cornisa de la nave, la del norte, mantiene diecisiete canecillos, en este caso solo de caveto y sin rollos. El número dos de este muro se adorna con un falo. En los del muro sur, destaca uno con un pez. Pero lo más atractivo y bello del ábside es la ventana que en su parte central está trabajada con el primor de la excelencia. Lleva chambrana lisa, ningún relieve, salvo que abocela su arista, y arquivolta igualmente abocelada, ambas de medio punto, que apoyan sobre cimacios simplemente con molduras horizontales. Lo más notable son los capiteles: el izquierdo desenvuelve, sobre un collarino nacelado, tres hojas de palma, verticales y ovaladas, en cuyos bordes trabaja con profusión el trépano. Sobre ellas, aunque en parte ocultas por las anteriores, se ven otras dos muy parecidas que llegan hasta el borde alto del capitel, que tiene resaltadas molduras cúbicas muy utilizadas por los maestros de Aguilar. El capitel derecho lleva hasta la perfección el motivo de los “molinillos” vegetales, también agujereados de trépano, que se utilizaron por los maestros de la puerta occidental de San Vicente de Ávila, que adornaron con ellos una preciosa arquivolta. Iguales los vemos en Vallespinoso de Aguilar, Piasca, friso de Carrión de los Condes, etc. Los fustes, monolíticos, cargan sobre basas áticas, pero con toro alto casi desaparecido, y el bajo abombado con lengüeta. En el interior, el arco triunfal es apuntado y doblado, y apoya sobre capiteles dobles, sostenidos por fustes pareados y monolíticos. Sus cimacios son moldurados pero sin decoración, y los capiteles vuelven a repetir, con menor técnica detallista, los citados molinillos de hojas, que en el centro de la cesta salen en ambas direcciones de una especie de capullo cilíndrico y dentado de donde arrancan dos gruesos tallos que al final se abren con ese movimiento giratorio tan espectacular. Las basas de estas dobles columnas son áticas, con bolas que apoyan sobre reducido plinto que, a su vez, lo hace sobre banco bajo, seguido hacia el interior en los muros del presbiterio. Un retablo moderno oculta la ventana interior del ábside. La espadaña, sobre el muro occidental, como casi todas, tiene tres cuerpos. El bajo, en su día, tuvo una gran arcadura con chambrana que acabó cerrándose por buena sillería, dejando en esta una ventanita de medio punto. La gran arcadura, apuntada, y todo el cuerpo bajo de la espadaña, en su izquierda, se vieron en gran parte ocultos por la colocación de un husillo poligonal, de tres lados, que alberga escalera de caracol para llegar a las troneras bajas, que son dos, de arco apuntado sin chambrana. La pila bautismal es románica, troncocónica, sin más decoración que un bocel en la embocadura y otro sobre la basa cilíndrica. Medidas: alto con basa, 84 cm; cuba, 50 cm; diámetro, 105 cm y borde (horizontal) 17 cm.