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Capitel derecho de la portada oeste

Identificador
33438_01_036
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Logrezana
Municipio
Carreño
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
LA PRIMERA REFERENCIA documental conservada referente al templo de Santa María de Logrezana se encuentra en el Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo. Según estos documentos, entre las donaciones efectuadas por el rey Ordoño I en el año 857 a la iglesia mayor de San Salvador de Oviedo se incluía la mención a una edificación religiosa in ualle Logrenzana monasterium Sancte Marie. Sin embargo, la validez de dicho testamento ha sido cuestionada por el profesor Fernández Conde, quien la considera una más de las interpolaciones pelagianas, llegando a dudar incluso del término monasterium. Para ello se apoya en la relativamente frecuente costumbre altomedieval de fundar monasterios “nominales”. Este término se aplicaría a aquellas iglesias que adoptaban la denominación de monasterio para acrecentar las ganancias de sus protectores, pero sin llegar a albergar comunidad monástica. Esta costumbre, unida a la escasez de otros testimonios que refuercen la tesis del carácter monasterial de Logrezana, ofrece serias dudas sobre su veracidad. Curiosamente, Bellmunt y Canella hacen referencia a que Logrezana sería uno de los “cuatro monasterios dúplices” existentes en el concejo de Carreño en época de la monarquía asturiana, junto al de San Martín del Monte, San Juan de Aboño y San Salvador de Perlora, de los que no se han conservado restos. Podría argumentarse que la falsificación del testamento regio reflejaba una situación real contemporánea al obispo Pelayo, pero lo cierto es que no puede corroborarse por ningún testimonio documental o material. Únicamente un topónimo, el referido a la “fuente del monasterio”, en las proximidades a la actual iglesia de Logrezana, podría referir un pasado de carácter conventual. Pero en cualquier caso, y con los datos de los que actualmente disponemos, si Santa María de Logrezana albergó en algún momento de su historia una comunidad monástica, ésta no se mantuvo durante mucho tiempo. De hecho, a partir del siglo XIV, los escasos documentos que citan a Santa María de Logrezana se refieren a ella como iglesia o feligresía, nunca como monasterio. En ellos se constatan algunas variantes en la cita del topónimo. Así, en un documento de venta fechado en el año 1346 se cita a “Santa María de Lagragana” y, en otra venta de 1361, se vuelve a nombrar bajo el término de “Santa María de Logresana”. El aumento progresivo de la población asentada en la villa de origen romano antes mencionada habría hecho aconsejable, en algún momento de la Alta Edad Media, la construcción de una iglesia para atender a las necesidades religiosas de los habitantes de Logrezana, según la práctica habitual de los siglos XI y XII. De la iglesia románica de Santa María tan sólo se conservan la portada occidental y una ventana, actualmente en el muro sur de la nave, pero que en origen se correspondería con la ventana del ábside. La actual iglesia es un templo de nave única y testero recto, resultado, en su mayor parte, de una reforma del siglo XVI. En su vertiente oeste se ha añadido en los últimos años un pórtico de grandes dimensiones, esculpido de forma profusa por el propio párroco, siguiendo un particular eclecticismo. Este pórtico oculta la portada románica que, por otra parte, presenta problemas de conservación; no hay más que advertir la obra de albañilería que hubo de efectuarse sobre parte del arco, ante la carencia de dovelas. Se trata de una portada articulada en dos arquivoltas semicirculares, protegidas por guardapolvo ajedrezado. Sólo la arquivolta exterior apea sobre columnas, mientras que la interior descansa directamente sobre el paramento de las jambas. La decoración es bastante sencilla, con un repertorio ornamental muy extendido en los concejos costeros del centro de Asturias: se trata fundamentalmente del ya mencionado ajedrezado, zigzags, molduras aboceladas y capiteles de motivos vegetales. Así pues, la arquivolta exterior aparece decorada en su frente con una ancha banda de zigzags y un bocel en la arista; su intradós se moldura con un bocel de perfil cóncavo al que sigue una sucesión de dientes de sierra dispuestos longitudinalmente. Arquivolta y guardapolvo descansan sobre sendas impostas ajedrezadas. Las columnas, de fuste liso monolítico, se calzan en basas sencillas, sin decorar. Los capiteles que las coronan se tallaron con motivos vegetales, consistentes en pequeñas hojas lanceoladas, de marcados nervios, que actúan de ejes de simetría de unos gruesos tallos rematados en volutas espirales. Esta imagen, si bien no es del tipo que acostumbramos a ver en esta zona, sí que podemos encontrarla en otras iglesias asturianas, como la de San Martín de Vega de Poja (Siero) o San Andrés de Bedriñana y Santa Eulalia de Selorio, ambas en Villaviciosa. Por su parte, la rosca interior del arco no ofrece separación con respecto a su soporte. Esta sensación de homogeneidad se refuerza por la banda ajedrezada que recorre por completo los bordes exteriores de la puerta y el arco, dándole al conjunto unidad visual. Una idea similar la volveremos a encontrar en la portada de San Miguel de Serín. El caso de dicha iglesia gijonesa es diferente en tanto que sus dimensiones son mayores y su repertorio iconográfico más complejo, pero lo que cabe destacar ahora es la coincidencia de recursos a la hora de dotar de homogeneidad a la portada del templo. Especial interés ofrece la ventana que se conserva en el paramento exterior. Como ya se ha mencionado, su localización original sería en el muro del ábside, pero las sucesivas reformas experimentadas por el edificio hicieron que esta situación se desvirtuara. La ventana está conformada por un arco de medio punto, protegido por guardapolvo, y apoyado sobre columnas. El frente de la rosca ofrece una decoración similar a la de la arquivolta exterior de la portada, es decir, una banda de zigzags y una moldura abocelada en la arista. La diferencia estriba en la factura misma: la ejecución de la ventana es más cuidada, la talla más fina y delicada. Se puede observar en la banda de zigzags, de aspecto mucho más elegante, pues se trata, en realidad, de una doble moldura, la superior, más estrecha, en bajorrelieve. El guardapolvo y la imposta izquierda se decoran con una doble hilera de semicírculos imbricados. El intradós de la arquivolta repite este mismo motivo, pero con los círculos en posición enfrentada. La imposta derecha presenta una decoración diferente, formada por imágenes vegetales muy estilizadas, entre las que se pueden reconocer pequeñas hojas trilobuladas nervadas, palmetas y lazos perlados. Las columnas son finas, de fuste liso. Los capiteles son, sin duda, las piezas más destacadas del conjunto, por su temática ornamental. El capitel de la izquierda muestra cuatro figuras serpentiformes, unidas por sus extremidades. Sus cuerpos presentan un aspecto bastante plano y han sido decorados con pequeñas hileras de círculos en sus bordes, que las dotan de un acentuado aspecto ornamental. Un anillo ejerce de separación entre los cuerpos y las cabezas. Sus ojos son ovalados, las orejas son de aspecto puntiagudo, las bocas dentadas. La referencia más cercana para esta imagen de Logrezana es un capitel de la arquería interna del ábside de San Juan de Viñón, en Villaviciosa, concejo con el que ya hemos visto alguna relación al hablar de la portada occidental. Pues bien, en Viñón aparecen otras dos parejas de serpientes, unidas de forma similar, aunque su talla es más tosca y en su fondo se tallaron unas hojas lanceoladas nervadas, inexistentes en Logrezana, donde la escena aparece sin ninguna referencia espacial. También en capiteles de Santa María de Narzana o San Andrés de Valdebárcena aparecen imágenes de reptiles, aunque en estos dos últimos casos se acompañan de alas. El origen de esta iconografía parece estar en los países nórdicos. No debe resultarnos extraña la presencia de un repertorio procedente de un ámbito tan lejano, pues tampoco sería el único caso: baste recordar la temática de “cabezas rostradas” del románico de Villaviciosa, que, sin embargo, es un motivo ornamental desconocido en el resto de la península ibérica; incluso el propio motivo de las bandas en zigzag son, para Etelvina Fernández, de procedencia nórdica. Por otra parte, la imagen de la serpiente es uno de los temas de mayor simbología del repertorio románico, en una doble vertiente. Por un lado, y debido a su veneno, la serpiente se asocia con las representaciones del mal. Si va acompañada de una figura femenina, simboliza el pecado de la carne (Eva y la serpiente). Por otro lado, por su condición de animal que muda la piel, también es símbolo, desde la Antigüedad, de renacimiento; el cristianismo adoptará esta idea para representar, en ciertos contextos, la Resurrección. Esta última parece ser la interpretación más adecuada para el capitel de Santa María de Logrezana: por su carácter decorativo, por la ausencia de referencias contextuales en el capitel y por el mismo hecho de estar unidas por sus extremos, estas serpientes parecen representar el carácter cíclico de la vida humana. El capitel derecho de la ventana presenta decoración vegetal, muy estilizada pero complementada con abundantes detalles. Se trata de tres grandes hojas rematadas, las dos laterales, en volutas espirales, y la central en un apomado, todo ello rodeado de perlas dispuestas de forma sinuosa sobre las propias hojas. Probablemente el actual edificio se levante sobre la planta original, y podría pensarse, por la disposición de la ventana que se conserva, que la cabecera románica también fuese de testero recto. En cualquier caso, los elementos conservados parecen suficientes para fechar la iglesia de Santa María de Logrezana en un momento avanzado del siglo XII.
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