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Lateral derecho del arco triunfal

Identificador
33400_01_138
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Adriana Carriles García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santo Tomás de Sabugo

Localidad
Avilés
Municipio
Avilés
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL TOPÓNIMO DEL BARRIO AVILESINO DE SABUGO proviene de la asturianización de la palabra castellana saúco, aunque sus raíces originales han de buscarse en el latín sabucum. En la introducción a Avilés ya se ha comentado que el puerto de Avilés dividía la ciudad en dos, separando sus principales actividades económicas: pescadores y marineros en el barrio de Sabugo, y artesanos y comerciantes en el interior del recinto amurallado. El barrio de Sabugo estaba conectado con la Villa a través de un puente. Dicho puente ya aparece mencionado en un documento del año 1232, documento en que se habla de su función de vía de comunicación: ponte per quem sit transitus de Sabugo ad Abelles et de Abelles ad Sabugum. Como sería lógico pensar, la frecuencia con que este puente era transitado por pescadores, mercaderes, carreteros y otros usuarios, daría lugar a su frecuente deterioro, lo que provocaría reiteradas reparaciones, tal como demuestran varios documentos que hacen referencia a la necesidad de arreglos o labores de mantenimiento. En el siglo XIII la configuración urbana de Avilés ya aparecía bastante definida; las murallas estarían construidas a finales del siglo, limitando el núcleo urbano. Los habitantes de la villa, en su mayoría comerciantes y artesanos como ya se ha reseñado, contaban desde principios de la centuria con una iglesia parroquial, San Nicolás de Bari (actualmente, San Francisco), de la que ya hemos hablado. En este contexto, la iglesia románica de Santo Tomás de Sabugo fue edificada para atender las necesidades religiosas del barrio de pescadores de Avilés, en un momento en que este barrio había alcanzado ya un desarrollo notable. La decisión de poner la iglesia bajo la protección de un santo foráneo, en este caso el inglés Santo Tomás de Canterbury, no debe resultarnos extraña si tenemos en cuenta las estrechas relaciones comerciales que mantenían el puerto avilesino con otros puertos del norte de Europa. El mártir inglés fue canonizado en 1173 y su devoción se extendió muy pronto, y con relativa facilidad, por la Península Ibérica gracias a dichas relaciones comerciales, de las que también serían prueba los numerosos paneles de alabastro esculpidos con escenas bíblicas, procedentes de la isla británica y muy difundidos por el norte de España. La primera mención documental conservada referente a la iglesia de Sabugo está fechada en el año 1254: se trataba de una escritura de avenencia entre el maestre escuela de la catedral de Oviedo y los feligreses de Sabugo. Trelles Villademoros hace mención a una posible donación, con fecha de 1237, por parte del rey Alfonso IX y su mujer, doña Berenguela, de Sabugo a la catedral de Oviedo, aun- Iglesia de Santo Tomás de Sabugo Vista general que es el único autor que se hace eco de esta noticia: “El rey D. Alfonso IX con su mujer Dª Berengaria, donan a la Iglesia de Oviedo y a su Obispo D. Juan, las iglesias de la población de Sabugo en Avilés”. Selgas, en su estudio sobre el Fuero de Avilés, recoge la tradición según la cual la iglesia de Sabugo habría sido fundada por Doña Sancha, hermana del rey Alfonso el Emperador. Algunos, incluso, han querido identificar uno de los rostros esculpidos en un capitel de la portada occidental como el retrato de esta mujer, acompañada de varios personajes eclesiásticos, por más que esto no sea posible, como se verá más adelante. Teniendo en cuenta la fecha del primer documento que hace referencia a la iglesia de Sabugo, y sus propias características estilísticas, podemos situar su edificación en la primera mitad del siglo XIII, en un momento que podríamos considerar como de transición al gótico, al menos en lo que respecta a la cronología y a ciertos elementos decorativos. De la etapa protogótica conservamos varios ejemplos en Avilés, incluyendo la iglesia de Sabugo, la portada septentrional del antiguo convento de San Francisco (actual San Nicolás de Bari) y un arco, bastante deteriorado pese a su reconstrucción, del templo de San Pedro de Navarro en Valliniello. Todos estos ejemplos pueden fecharse en esa fase de ensayos que comprende desde la primera mitad del siglo XIII hasta los inicios del siglo XIV. La iglesia “vieja” de Santo Tomás de Sabugo, como es popularmente conocido este templo, es la única iglesia avilesina de esta etapa que ha llegado hasta la actualidad conservada casi en su totalidad. Aunque en épocas posteriores se llevaron a cabo ciertas reformas, éstas se centraron en las cubiertas, tanto de la nave como del ábside, así como en las capillas que se adosaron abiertas al muro septentrional; el resto de la estructura corresponde a la edificación románica. Se trata, en grandes líneas, de una iglesia de nave única con cabecera semicircular precedida de tramo recto. Cuenta con dos portadas, la principal orientada al Oeste y la lateral, abierta en el muro meridional. Santo Tomás de Sabugo se construyó en un momento ya avanzado del románico, cuando empezaban a llegar las nuevas formas y los nuevos presupuestos estéticos, con lo que esta iglesia podrá servirnos para comprender el proceso de implantación de las novedades estilísticas procedentes del gótico europeo. Como era práctica habitual en el Medievo, la construcción de los edificios religiosos se comenzaba por la cabecera, para disponer, a la mayor brevedad posible, de un espacio donde poder al menos consagrar el altar. Por tanto, el ábside es la parte más antigua de Santo Tomás de Sabugo, tesis confirmada por el propio análisis estilístico. Se trata, como hemos mencionado anteriormente, de un ábside semicircular precedido de tramo recto, con lo que se emparenta con la corriente internacional del románico pleno. En su interior se dispusieron, en fechas muy posteriores, dos sepulcros, actualmente situados a los lados de la nave. Aunque las cubiertas actuales no son las originales, es probable que, siguiendo esa misma corriente, se cubrieran con bóveda de cuarto de esfera en el espacio semicircular, y de medio cañón en el tramo recto. Las cubiertas actuales se deben a una reforma moderna, en algún momento del siglo XVII, en la que se elevó la altura del templo para poder cubrirse con la bóveda actual, cegando, además, las saeteras del ábside. Fue en fechas próximas cuando se levantaron, adosadas al paramento norte, tres nuevas capillas (dedicadas a Santiago y a la Virgen de las Mareas respectivamente, y una tercera conocida como de Llano Ponte). Al exterior, el ábside se complementa con dos columnas entregas, que otorgan solidez al paramento de sillarejo, al tiempo que articulan la pared del tramo semicircular, recurso que también está presente en otras iglesias de la zona costera, como, por ejemplo, San Jorge de Manzaneda (en el municipio de Gozón). Los capiteles de estas columnas se decoran con temática vegetal. En los muros laterales de la nave se han conservado algunos de los canecillos, indicando ahora dónde se situaría el límite original de la cubierta en época románica. En el interior se conserva el arco triunfal que, por sus características estructurales y decorativas, puede clasificarse como elemento e transición. Se trata de un arco de gran altura, de perfil apuntado, articulado en dos arquivoltas protegidas por guardapolvo. La primera arquivolta, la más exterior, se decora en el frente con un motivo ampliamente difundido en el románico costero asturiano, la banda de zigzag. La segunda arquivolta aparece desornamentada. Por su parte, la fina moldura del guardapolvo, lisa, se acompaña de una sucesión de grandes apomados en el lado interior. Toda esta estructura apea sobre las impostas que, sencillamente molduradas, coronan los capiteles de temática vegetal. La portada occidental presenta un aspecto más cuidado y de carácter más avanzado, tal como se aprecia, en primer lugar, por su abocinamiento y su articulación. En este punto, hemos de poner en relación las iglesias de Santo Tomás de Sabugo y la primitiva iglesia de San Francisco (actual templo de San Nicolás de Bari). La comunidad de los franciscanos se estableció en Avilés entre los años 1267 y 1274. Según es costumbre en esta orden mendicante, ocuparon un lugar extramuros de la ciudad pero lo más cercano posible al núcleo urbano, quizá sobre una fundación monástica anterior. En cualquier caso, lo que hemos de destacar ahora es que la portada norte, única estructura conservada del primitivo templo franciscano, guarda relación con la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo. Por sus trazas, por el apuntamiento de sus arquivoltas y por el abocinamiento tan desarrollado, ambas pueden considerarse estructuras de una cronología muy avanzada, aunque la de San Francisco (hoy San Nicolás de Bari) es más evolucionada, observación lógica si tenemos en cuenta el marco temporal, puesto que la iglesia franciscana se edificó con posterioridad a la de Sabugo. También se puede apreciar esta evolución estilística en el tratamiento escultórico de sus distintos elementos. Por ejemplo, en la antigua iglesia franciscana (hoy San Nicolás de Bari), los capiteles fueron ya esculpidos constituyendo un friso corrido de aspecto unitario; además, y como consecuencia de la sensibilidad naturalista propia de la orden franciscana, la temática antropomorfa es desplazada de los capiteles (que, a diferencia de Sabugo, sólo presentan decoración vegetal), quedando las imágenes historiadas relegadas a los canecillos del tejaroz. Al igual que la portada del lateral sur, la portada principal de la iglesia de Sabugo es un cuerpo saliente rematado por tejaroz con canecillos. El tejaroz presenta todos sus elementos profusamente decorados: apomados en el frente de la cornisa y cruces inscritas en círculos en su intradós, metopas con flores de lis alternando con rosetas inscritas en círculos; las metopas con flores de lis y motivos geométricos, y los canecillos, tallados con temas antropomorfos y rollos. Es una portada conformada por cuatro arquivoltas de perfil apuntado, molduradas todas ellas a base de boceles y medias cañas; el guardapolvo que las protege se recorre por una banda de flores tetrapétalas en posición invertida y de fuerte geometrización, ejecutadas en una talla de destacado altorrelieve. Tetrapétalas que se repiten en las impostas, acompañadas por máscaras humanas en los vértices, como también ocurrirá en la portada lateral. Entre los capiteles de la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo domina la decoración de temática antropomorfa y zoomorfa. En la jamba izquierda, y en orden de izquierda a derecha, los capiteles presentan un felino, cuyo cuerpo excede de los límites del capitel, hojas, aves y un nuevo motivo vegetal de aspecto carnoso. En la jamba derecha, y reseñándolos en el mismo orden, se tallaron unos motivos muy similares, incluso en su disposición. Así, encontramos nuevamente un felino, un vegetal, dos aves comiendo de un fruto, y, como novedad, cinco rostros o máscaras humanas, dispuestas en perfecta sucesión y de factura tosca. Se trata simplemente de rostros humanos entre los que resulta imposible distinguir algún atributo, siquiera el género de los personajes, que permitan identificar la escena. En los codillos entre columnas, a la altura de los capiteles, en ambas jambas se han incluido varios rostros humanos, también inidentificables, y que actúan a modo de esbozo de friso continuo, aunque se aprecia claramente que los capiteles siguen presentándose como volúmenes independientes. De este repertorio iconográfico, las imágenes más destacadas, por su significación, son las de temática animal. La presencia de felinos, normalmente presentados en parejas en diferentes actitudes, es una de las iconografías más difundidas y complejas del repertorio medieval, debido a sus múltiples lecturas; la primera de ellas es la que se relaciona con el miedo que provocan estos animales, por lo que su ataque podría simbolizar, sencillamente, la muerte, tal como es frecuente encontrar en sarcófagos paleocristianos; otras posibilidades son la lucha entre el vicio o la virtud, los propios castigos infringidos a los pecadores o, siguiendo con los temas relacionados con el mundo infernal, la lucha del Bien contra el Mal; aunque también es preciso señalar que el león puede tener una lectura positiva, como símbolo apotropaico. El tema de las aves afrontadas también es un motivo muy habitual en el románico asturiano, especialmente en las zonas costeras. Esta iconografía, nacida en el período paleocristiano, poseía un claro significado eucarístico, pues, acompañadas de una crátera o del árbol de la vida (o del fruto de éste), las aves simbolizan las almas de los hombres justos bebiendo del vino consagrado. Si estas aves eran representadas como pavos reales, el simbolismo eucarístico era doble, pues el pavo real era una perfecta metáfora de la idea de muerte y resurrección, combinada con la idea de la vida eterna (el vaso eucarístico); pero no parece que se trate del caso que se estudia. En el paramento del lado sur de la nave se abre la portada lateral del templo. Se trata de una portada abierta en un cuerpo destacado y rematado por un tejaroz con canecillos. Estos canecillos, situados bajo una cornisa recorrida por pequeños óvalos imbricados tallados en fino relieve, presentan temas variados que incluyen representaciones humanas, zoomórficas, vegetales y geométricas. La portada propiamente hablando, está conformada por tres arquivoltas de medio punto, decoradas de forma muy sumaria, a base de molduras cóncavas recorridas por dientes de sierra y boceles de potente desarrollo; la arquivolta exterior, además, va recorrida por una fina hilera de perlas. Toda esta estructura se protege por un guardapolvo decorado con el tan extendido motivo del taqueado o ajedrezado. En cuanto a los soportes, sólo las arquivoltas exteriores apoyan sobre columnas coronadas por capiteles, mientras que la rosca interior apea directamente sobre las jambas de la portada, jambas que se animan con esas mismas molduras cóncavas-convexas que aparecen en la propia arquivolta, ofreciendo así una solución de continuidad visual que también podemos rastrear en otros ejemplos cercanos del románico costero asturiano, como San Miguel de Serín (en el concejo de Gijón) o Santa María de Logrezana (en Carreño), aunque en estas iglesias se logre con recursos decorativos diferentes a los de Sabugo, o la también avilesina iglesia de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos). Las impostas se decoran con una sucesión de flores tetrapétalas en posición invertida, muy similares a las que aparecían en el guardapolvo de la portada principal de esta misma iglesia; en los vértices de unión entre las impostas se sitúan varias máscaras. Los dos pares de columnas son de fuste liso, monolítico y de proporciones cortas, y apoyan sobre basas de gran volumen que conservan restos, muy erosionados, de mascarones esculpidos en su frente. En cuanto a los capiteles, las dos piezas de la jamba izquierda se decoran con idéntica temática vegetal, de largas hojas lanceoladas entre las que se sitúan varias bolas o, quizá, frutos de volumen esférico; como dato destacable, en el codillo entre ambas columnas, y a la altura de sus capiteles, a modo de friso continuo, se esculpió un rostro humano, de aspecto similar a los que aparecen en las impostas de esta misma portada. Los capiteles de la jamba derecha destacan por presentar decoración figurativa; el capitel exterior muestra un motivo bastante difundido en el románico, como es la imagen de dos felinos afrontados y compartiendo una única cabeza, aunque en el caso de Sabugo, y a diferencia del esquema habitual para esta representación, los animales están dispuestos en posición vertical, es decir, levantados sobre sus cuartos traseros, en lugar de apoyar las patas sobre el collarino del capitel. El capitel interior de la jamba derecha representa un rostro humano, barbado y con los párpados cerrados, entre dos finas representaciones vegetales, quizá helechos muy estilizados. Por todo lo anteriormente expuesto, podemos concluir que la iglesia de Santo Tomás de Sabugo es resultado de una cuidada combinación de las soluciones del románico pleno y de los nuevos elementos protogóticos, así como de la unión de fórmulas propias de la corriente culta internacional con elementos de la tradición local. Esta doble fusión no resulta extraña si tenemos en cuenta la importancia de Avilés como puerto comercial en la Europa medieval. La iglesia de Sabugo mantendrá su estructura original hasta el siglo XVIII, época en la que comenzaron a realizarse una serie de reformas que, de todas formas, no alteraron el templo en lo que se refiere a su construcción. Fue en ese siglo cuando se añadió un pórtico frontal, protegiendo la fachada principal, pórtico que serviría, hasta su derribo a principios del siglo XX, como lugar de reunión del Gremio de Mareantes. También es en esa centuria cuando se modificaron las cubiertas originales, abovedándose la nave, que en origen contaría con armadura de madera, y se tapiaron las ventanas románicas de la nave cuando las cofradías de Mareantes y Terrestres patrocinaron la construcción de las capillas segunda y tercera del lado del evangelio, cuyas trazas, firmadas en 1732, son del maestro Joseph Moñiz. El continuo crecimiento del barrio de Sabugo hizo que, a mediados del siglo XIX la iglesia románica fuese insuficiente para atender a la población. Mientras, en 1850 el párroco de entonces, Juan de Ovies, logró el permiso necesario para utilizar como iglesia parroquial de Sabugo la iglesia del vecino ex-convento de La Merced. Desafortunadamente, poco después, y probablemente a causa de la nueva desamortización de Madoz de 1855, se hubo de abandonar ese edificio y regresar a la iglesia románica de Sabugo. A finales del siglo XIX se hizo patente la necesidad de construir una nueva iglesia, de mayores proporciones, en el barrio. Así, en verano de 1895 se comenzaron las obras del nuevo templo de Sabugo, bajo la dirección del arquitecto diocesano Luis Bellido González (1869-1955). La nueva iglesia de Sabugo, que mantenía la advocación a Santo Tomás, se iba a levantar sobre los terrenos del ya derruido ex-convento de La Merced, al final de la nueva calle abierta entre el barrio de Sabugo y la Villa. La ya conocida como iglesia vieja de Sabugo es hoy en día utilizada de forma esporádica para actos religiosos muy concretos; el entorno urbano en el que se engloba, la plaza del Carbayo, en el barrio medieval de Sabugo, ha sido incluido recientemente en una resolución de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo, según la cual se aprobaba el carácter de entorno histórico protegido.