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Pila bautismal

Identificador
26005_01_008n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 21' 29.74'' , -2º 28' 22.24''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Martín de Tours

Localidad
Albelda de Iregua
Municipio
Albelda de Iregua
Provincia
La Rioja
Comunidad
La Rioja
País
España
Descripción
DESDE EL ORIGEN DEL MONASTERIO de San Martín, posiblemente con un carácter previo eremítico y rupestre, se irían construyendo bajo la llamada Peña Salagona las distintas edificaciones que tuvieron vigencia durante la Alta Edad Media. Los siglos X y XI debieron de constituir un período de gran esplendor, pero de esa época no quedan vestigios arquitectónicos. A partir del siglo XII, se construiría una iglesia románica, de la que hay noticia a través de un documento del obispo Jacobo de Huesca, redactado en 1281. Por este documento, sabemos que la iglesia del monasterio de San Martín, dependiente de la diócesis calagurritana, aún no estaba acabada, y que el obispo pedía ayuda para su fábrica y decoro a cambio de indulgencias. En el año 1287 el cabildo de Albelda hizo concordia con Diego Ordóñez para sepultar en el claustro de San Martín. Probablemente, el claustro se situaba en el espacio que los albeldenses todavía conocen como “la Claustra”, desde donde se accede a una capilla parcialmente rupestre, llamada “la Panera”. Este recinto, que se encuentra frente a la actual iglesia, pudo ser una capilla del monasterio de San Martín, modificada, quizá, en el siglo XVIII. El tramo excavado en la roca está cubierto con cañón, y la cabecera con una cúpula baída, de época barroca. Al destruirse la iglesia monástica el 11 de enero de 1684, por el desprendimiento de la Peña, se levantó otra iglesia construida por Juan Raón, entre 1684 y 1688. Pero una vez más, las fisuras del terreno volvieron a amenazar el edificio, y se resolvió su demolición para levantar la actual iglesia de San Martín, construida por el arquitecto Gerardo Cuadra entre 1978 y 1979. En las labores de derribo de la iglesia barroca para construir la actual, aparecieron, utilizados como material de relleno, dos vestigios escultóricos que, como se verá, pueden datarse en el siglo XII: un altorrelieve de San Pedro y un capitel con dos grifos enredados entre tallos. El nacimiento del monasterio de San Martín de Albelda aparece vinculado al monarca Sancho Garcés I, quien impuso su dominio en la Rioja Alta y Media, a partir de la conquista casi simultánea de las fortalezas de Nájera y Viguera. Esas victorias, según la historiografía tradicional, se produjeron en el año 923, y fomentaron a partir del siglo X en La Rioja un proceso de restauración monástica, tutelada a través de la expansión del reino de Nájera-Pamplona por el valle del Ebro. El hecho de que la Sede Episcopal calagurritana permaneciera todavía durante un siglo bajo dominio árabe, facilitó el protagonismo de los monasterios riojanos como núcleos rectores de la espiritualidad de la zona, y como focos de repoblación y colonización. El documento fundacional del monasterio de San Martín de Albelda creado por Sancho Garcés I y su esposa la reina Toda, y datado el 5 de enero del año 924, introduce dudas sobre su autenticidad, siendo considerado actualmente como una falsificación llevada a cabo en el siglo XII. En él se pone de manifiesto la donación de tierras que los monarcas hacen al abad Pedro para fundar el monasterio, que llegaría a albergar más de 200 monjes, y que tuvo una gran influencia cultural a través de su scriptorium. San Martín estuvo adscrito a la Orden Benedictina, tal como se hace constar en el Privilegio Fundacional, pero no se puede asegurar que fuera así desde el principio, ya que para la mayoría de los autores, la parte que refleja la adscripción a la Regla de San Benito sería una interpolación posterior. Sancho Garcés I y su mujer doña Toda donaron grandes extensiones de las mejores tierras de cultivo del valle del Iregua, en su mayor parte de regadío, que complementadas con baldíos, pastizales, y montes, garantizaron al monasterio su riqueza económica. En el siglo XI se continúa la expansión y el apogeo monástico con donaciones y permutas, como la entrega del castillo de Clavijo al monasterio por parte de Sancho el Mayor en el año 1033. Desde esa fecha, la comunidad estuvo bajo la jurisdicción del obispo de Nájera, don Sancho, y en los siglos siguientes XIII, XIV y XV siguió bajo la sede episcopal calagurritana que había sido restaurada en el año 1045. El monasterio pasaría a ser Colegiata regida por los Canónigos Regulares de San Agustín, aunque no se sabe el momento exacto en que se produjo el cambio, hasta que en virtud de una Bula del Papa Eugenio IV en el año 1435, la trasladó a la iglesia de Santa María de la Redonda de Logroño, dejando en Albelda algunos canónigos en representación de la antigua Colegiata. De la época de esplendor monástico, en su etapa prerrománica, ha quedado una muestra de su scriptorium en el Tratado de San Ildefonso de Toledo, de Virginitate beatae Mariae (París, Bibliotheque Nationale, lat. 2855), que copió el presbítero Gomesano en el año 951, y que el obispo Godescalco de Puy se llevó a Francia, tras haberlo encargado durante su estancia en el monasterio, cuando peregrinaba a Santiago. Unos años más tarde, se realiza la obra cumbre de este escritorio, el Códice Albeldense, (El Escorial, d.1.2.), y llamado también Códice Vigilano por el nombre de su principal copista, Vigila, quien aparece autorretratado en calidad de miniaturista. Según afirma Soledad de Silva y Verástegui, se trata de la más antigua imagen del “retrato del artista trabajando en su oficio” llegada hasta nosotros en el arte español. Este manuscrito realizado también por sus ayudantes Sarracino y García, fue terminado en el año 976. En los años finales del siglo X se ha datado un fragmento de Biblia copiado también en Albelda, que se conserva en el Instituto de Estudios Riojanos y que representa al Apóstol Pablo como autor de la Biblia que encabeza. De época visigoda se conserva un fragmento de pilastra acanalada, y del período románico del monasterio, como ya mencionamos, un altorrelieve fragmentado de San Pedro y un capitel con grifos afrontados hallados en los trabajos de derribo de la antigua iglesia; también se han conservado unos fragmentos muy deteriorados de época tardía. Estos vestigios se guardaron durante un tiempo en “la Panera”, cámara excavada en la roca próxima a la iglesia. Actualmente, la imagen de San Pedro se adosa a una pared al exterior de la moderna iglesia de San Martín, y el capitel fue reaprovechado junto a otro, como pie de la pila bautismal de la ermita de Santa Fe de Palazuelos, cercana a Albelda, y en cuyo apartado se tratan sus características. La imagen de San Pedro se representa bajo una arquería en cuyo trasdós hay una inscripción que lo identifica: PETRVS APOSTOLVS. El arco apoya en dos columnas sobre capiteles reproduciendo en su parte superior un edificio o una ciudad a la manera románica. Generalmente en esta época las ciudades se representan mediante sencillas arquitecturas que suelen tomar forma de torres perforadas por puertas o arcos. Quizá en este caso se intente aludir a la Jerusalén celeste, figurada en la Edad Media por medio de estas arquitecturas que imitan fortificaciones, murallas o castillos. La figura aún conserva algún resto de policromía. En la mano derecha sujeta un mutilado báculo o bastón rematado en voluta, atributo de los prelados, obispos y abades, y a partir del siglo XII también de los papas. En la mano izquierda lleva las llaves, muy deterioradas especialmente en la zona superior. El tipo físico es el habitual para este apóstol, con cabellos rizados, barba tupida, corta, redondeada, y túnica de abundantes pliegues como indumentaria. Lo más probable es que este altorrelieve formara parte de un Apostolado ubicado en algún pórtico del edificio románico. A pesar de estar fragmentado, se observa una buena calidad artística, incluyéndose en el estilo del románico pleno en la primera mitad del siglo XII. Otros dos fragmentos muy deteriorados, que se encuentran almacenados en “la Panera”, son de época tardía, y presentan motivo de palmetas envueltas en tallos y ornamentación de cardinas. En la iglesia de San Martín de Albelda se conserva también una pila bautismal que procede de una aldea deshabitada de la provincia de Soria, cercana al Villar del Río. En los años setenta del siglo XX, esta zona soriana, limítrofe con La Rioja, todavía pertenecía a la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, y debido al abandono en que se encontraba la iglesia y la aldea, se decidió el traslado de la pila a la nueva iglesia de Albelda, donde se ubica en el presbiterio, en el lado del evangelio. Sus dimensiones son de 88 cm de altura total x 84 cm de diámetro de brocal, y 36 cm de altura del pie x 52 cm de altura de la taza. Es de tipología en copa, y consta de un pie cilíndrico moldurado mediante tres gruesos toros, y una taza semiesférica, decorada con relieves. Está recorrida por siete arcos de medio punto rebajados, en cada uno de los cuales se representan los siguientes motivos: una flor de ocho pétalos, un árbol o palma de siete ramas, dos personajes besándose con las manos entrelazadas, una cruz griega patada, un pelícano, un asno ensillado paciendo, y un personaje con una rodilla en tierra y la cara vuelta, que porta una especie de hachuela en la mano, ante un tallo vegetal terminado en tres hojas o frutos. Estos relieves están muy erosionados, y la pila en general se encuentra en un estado bastante regular de conservación, presentando, entre el pie y la copa, una unión con capa de cemento de unos 2 cm de anchura. En opinión de Minerva Sáenz Rodríguez, se trata de una pila bautismal del siglo XII, que a pesar de su tosca factura, aporta una temática interesante y escasa en nuestra región. Al igual que en pilas bautismales como la de Villavelayo o la de San Vicente de la Sonsierra, se aúnan los diferentes reinos de la naturaleza en la representación del mundo animal y vegetal, que junto con las arquerías, quizá hagan referencia a la creación y al paraíso a través del Bautismo.