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Pila bautismal

Identificador
26036_01_044n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 18' 23.64'' , -1º 58' 1.69''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de los Santos Mártires

Localidad
Calahorra
Municipio
Calahorra
Provincia
La Rioja
Comunidad
La Rioja
País
España
Descripción
LA MODERNA IGLESIA de los Santos Mártires de Calahorra, inaugurada en 1968, posee en su interior una pila bautismal procedente de la iglesia de San Millán Abad en San Millán de Yécora, pueblo situado en el noroeste de La Rioja, en el Somontano Obarene, y perteneciente a la subcomarca de Haro. Allí hubo una iglesia advocada a San Millán Abad, del siglo XVI, cuyo abandono y estado ruinoso provocó el traslado de su pila y la construcción de una nueva parroquia al lado en los años sesenta. No obstante, recientemente la primitiva parroquia se ha recuperado. La villa de San Millán de Yécora se nombra en 1058 cuando la noble Sancha, hermana del rey Sancho, cede su tercera parte, junto con otros monasterios, al obispo Gomesano y a San Millán de la Cogolla, para gozar ella del usufructo y darlos después a San Millán de la Cogolla. También se cita en 1087 con motivo de la donación a San Millán de la Cogolla por García Garcés de lo que poseía allí y en Junquera; en el fuero de Cerezo concedido por Alfonso VII hacia 1152; el 29 de junio de 1186, en una carta de averiguación de heredades de Arce entre el señor y los frailes de Bujedo, hecha por D. Oriol, en la que figura un testigo de Sancto Emiliano de Equola; en una bula de Inocencio III de 1199 en la que figura como perteneciente a San Millán de la Cogolla; en 1214, con motivo del cambio que hizo el decano de San Miguel de Pedroso Pelayo, dando un solar en Ircio, con Rodrigo Cornelis, que dio heredades en San Millán de Yécora. También aparece esta población en la estimación que a mediados del siglo XIII hizo el obispo Aparicio de los préstamos del obispado de Burgos. En la iglesia de Calahorra, la pila se sitúa en la cabecera al lado del evangelio. Es románica tardía del siglo XIII y de grandes dimensiones, pues mide 58 cm de altura x 125 cm de diámetro del brocal. Su forma poligonal es curiosa y única en La Rioja románica, pues no hay ninguna otra pieza en la región que se le parezca. Consta de un pie cuadrangular moderno y una taza de planta octogonal. En los ocho frentes o caras del octógono hay tres ranuras incisas en forma de arquillos ciegos de medio punto estrechos y alargados que parecen saeteras, siendo en total veinticuatro arcos. En los cuatro ángulos alternantes se disponen cuatro columnitas adosadas rematadas en capiteles, de las cuales una ha desaparecido, dejando los otros cuatro ángulos libres. De los tres capiteles que quedan, uno presenta una cabeza humana con peinado a raya en medio y bucles en la zona de las orejas, otro es un motivo vegetal roto, y el otro es liso. En esta pieza se aúnan importantes simbolismos numéricos. En primer lugar, la forma octogonal de la taza evoca las piscinas octogonales utilizadas en los antiguos baptisterios de planta central situados fuera del templo en la época paleocristiana y visigoda. Las tazas octogonales medievales, herederas de éstas, conservan el simbolismo del número ocho: la eternidad, la regeneración o el renacimiento producido por las aguas bautismales, el paso hacia la nueva vida eterna que proporciona el Bautismo, la salvación -ocho personas se salvaron en el arca del diluvio universal-, la resurrección final y anticipada que es este sacramento -Cristo resucitó en el octavo día de la semana judía, que es el siguiente al sábado-, etc. En sus ocho caras se han labrado un total de veinticuatro arquillos ciegos, que pueden evocar la Jerusalén Celeste, lugar al que sólo puede acceder el hombre nuevo que surge de las Aguas de la Vida, es decir, el cristiano bautizado. El hecho de que se representen precisamente veinticuatro arcos nos permite relacionarlos con los doce Apóstoles más los doce Profetas, o con los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis, todos ellos habitantes de esa ciudad sagrada del cielo, representantes de la Iglesia, mensajeros de la salvación. A menudo en las fuentes bautismales se intenta incidir en la importancia del papel de la Iglesia para obtener la salvación prometida por el Bautismo. Las cuatro columnas exteriores contienen el simbolismo del número cuatro: los cuatro ríos del paraíso, las cuatro partes de la tierra, los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, la humanidad de Cristo (porque son cuatro los elementos que constituyen el cuerpo humano). Cuando en la parte superior del fuste hay cuatro capiteles con cabezas humanas o animales, encarnan a los cuatro Evangelistas o al Tetramorfos respectivamente, como pilares que sustentan la fe de la Iglesia. A pesar de que en la pila de San Millán de Yécora sólo se conserva una cabeza humana, nos atrevemos a sugerir también para ella este simbolismo.