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Vista general

Identificador
26018_ 01_006n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 13' 45.30'' , -2º 5' 48.93''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Castillo

Localidad
Arnedo
Municipio
Arnedo
Provincia
La Rioja
Comunidad
La Rioja
País
España
Descripción
EL CASTILLO DE ARNEDO, que domina la ciudad en su zona nororiental, se configuró a través de varios momentos históricos. Los primeros restos fehacientes de construcción datan de época musulmana, de los siglos IX o X. Tras la invasión del 714, fecha en que los árabes llegan a La Rioja, éstos toman la ciudad y construyen un castillo, que a partir de este momento desempeñó un importante papel en las luchas de conquista y reconquista. Es en este período que abarca los siglos VIII al XI cuando la garganta del Cidacos cobra una importancia estratégica por ser la puerta a Valdearnedo o Valle de Arnedo, zona que controlaba la supuesta calzada romana que, siguiendo el río, unía Numancia con Calahorra, o dicho de otro modo, las tierras del Duero con las del Ebro. Por tanto, hasta el siglo XI nuestra comarca debió de ser la avanzadilla de la frontera frente al Islam, que seguiría el curso medio y alto del Cidacos. Tras la pérdida de Calahorra, a los musulmanes les debió de resultar difícil mantenerse en este valle. Los castillos que lo jalonan son muy numerosos porque formaban parte del mismo bastión o línea defensiva desde el nacimiento del río en tierras de Soria, hasta su desembocadura en el Ebro, muy cerca de Navarra y Aragón. Este sistema defensivo, existente desde época altomedieval, estaba formado en el valle bajo por el desaparecido castillo de Calahorra, en el medio por los castillos y torres fuertes o atalayas de Autol, Quel, Arnedo, Herce y Préjano, y en el alto por los de Arnedillo, Enciso y Yanguas. El castillo de Arnedo es indudablemente de origen musulmán porque, aparte de atestiguarlo su tipología y técnica constructiva, como veremos más adelante, lo citan algunas crónicas árabes como una de las defensas más fuertes de la zona frente a los cristianos. En el siglo IX perteneció a la familia muladí de los Banu Qasi, concretamente a Muza Ben Muza o Muza II, tercer rey de España. El dominio de esta familia sobre el valle del Ebro terminó a partir del 923, año en que se reconquistó Nájera, Viguera y posiblemente Arnedo, mediante la alianza del rey de Asturias Ordoño II y el de Pamplona Sancho Garcés I. En 924 moría el último miembro de los Banu Qasi. No obstante, las fuentes reflejan que en el siglo X el castillo todavía se encontraba en manos tanto de cristianos como de musulmanes. En el año 920 o 921, el Amir derrotó al rey Sancho Garcés I de Navarra que estaba en el castillo de Arnit. En 932 Muhamunad ibn Hasir lo entrega a Abderramán III. En la crónica del moro Rasis, escrita en 936, se dice que “En torno a Tudela hay muchas villas y muchos castillos muy fuertes, de los cuales es el uno Arrayt (Arnedo). Y cuando España de moros era, era Arrayt su escudo contra los cristianos”. Según la escritura Donatio in Noceta, conservada en el Archivo de Simancas, en 958 figura como tenente pamplonés Velasco Licurt, que es el primer señor de Arnedo conocido. Para esta fecha con toda seguridad ya había sido reconquistado. A lo largo de los siglos XI y XII su tenencia aparece vinculada a los Fortúñez o Fortuniones, entonces señores de Cameros. En 1176 los reyes Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI de Navarra firman las paces y aluden a dos castillos de Arnedo, uno cristiano y otro judío: Castellum christianorum et castellum iudeorum; en 1185, el prior de Calahorra Juan vende a Lope de Arnedo una pieza que fue del conde don Lope, situada sub castello de Areneto. En el siglo XIV el señorío y el castillo pasan a los Fernández de Velasco, pues en 1378 el francés Bertrán Duguesclín, que había sido nombrado señor de Arnedo por el rey Enrique II de Trastámara, despojando del señorío a Alfonso López de Haro, lo vende a Pedro Fernández de Velasco. Esta familia lo mantuvo hasta el XV, época en la que se construyó una casa-palacio en zona llana y extramuros de la villa. El 14 de abril de 1458, el condestable de Castilla Pedro Fernández de Velasco, primer conde de Haro y nieto del anterior, fundó para su tercer hijo Sancho, un mayorazgo sobre la villa de Arnedo y su fortaleza, obligando al pueblo al pago de diversos tributos para mantenerla, como poner en ella guardas y velas. Para liberarse de esta obligación, el 18 de mayo de 1512 los señores llegaron a un acuerdo con el pueblo mediante el pago de doscientos mil maravedís. Aunque consta documentalmente que hacia 1575 era alcaide de la fortaleza Rui Díaz de Fuenmayor, a partir del XVI fue abandonándose y desmoronándose paulatinamente, sufriendo una última reconstrucción en la I Guerra Carlista (1837), en la que fue utilizada como cuartel por los arnedanos. Como en su origen fue ocupada tanto por musulmanes como por cristianos según las diversas circunstancias históricas, presenta la tipología de las primitivas fortalezas que se edificaron desde el siglo IX en las zonas de frontera. Es un castillo de los llamados montanos, roqueros, roqueños o topográficos, con fuerte influencia musulmana, de los hisn o alcazabas concretamente, de difícil acceso por su función exclusivamente defensiva y militar, ubicado en un elevado macizo rocoso, con planta irregular adaptada a la topografía, pequeñas construcciones a modo de torres atalayas en los puntos más elevados, y murallas que aprovechan también los resaltes rocosos del terreno. Actualmente el desmoronamiento de la roca, que es arenisca rojiza, impide ver cómo era la planta, aunque se adivina que fue de forma más o menos de triángulo equilátero. Es mucho más inaccesible por su lado meridional que por el septentrional, ya que sus defensas exteriores naturales están configuradas por un escarpe al Este y Sur, y por un talud en el resto de los lados. Posee dos partes fundamentales: una barrera exterior y un recinto interior. De la barrera exterior quedan restos al Oeste y en un nivel inferior, con muros de mampostería y refuerzos de sillería, adaptándose sus cimientos a la roca natural. El acceso a esta barrera externa por occidente pudo ser un arco rebajado en mampostería que apoya a ambos lados en la roca, y que apenas se adivina ya. El pueblo se extiende a los pies de esta ladera. El recinto interior también se adapta al terreno, constituyendo una planta irregular de forma triangular con vértices al Noroeste y Sureste rematados en espolones redondeados. El lado norte, por ser el más accesible, estaba reforzado por una torre poligonal al Noroeste con tres aspilleras y por dos cubos redondos, uno al Norte y otro más pequeño al Este. La puerta, de la que no hay ningún vestigio, probablemente se hallaría en la pared oeste o en Vista general desde el Noreste el suroeste y sería acodillada, creando un pasillo acodado mediante un muro de mampostería a la izquierda y la propia roca natural a la derecha. A través de él se llega a un primer patio donde quedan restos de un aljibe rectangular. Hacia el centro del flanco norte y adosada a su muro se situaba la torre del homenaje, cuadrangular, de la que se conservan parte de los muros oeste y sur, con una hilada de mechinales en el del norte, que atestiguan que tenía varios pisos. Mediante un boquete abierto en el muro occidental se accede al patio superior o amplia explanada en la que hay restos de un adarve en el muro del flanco sureste, no existiendo más elementos defensivos. En las estructuras murarias hay fábricas muy heterogéneas: mampostería de sillar, sillarejo, ladrillo e incluso cemento, las cuales revelan intervenciones desde épocas muy antiguas hasta el siglo XX. El castillo de Arnedo refleja muy bien el tránsito entre paramentos hechos con encofrado de mampostería, y otros hechos en sillarejo de mayor calidad, convenientemente desbastado y escuadrado, a finales del siglo X. La zona de mayor antigüedad, datada en esta época, es el muro norte. En el siglo XII, tras la reconquista, debió de experimentar una reconstrucción en la que se ejecutaron en sillería la torre poligonal, la torre del homenaje cuadrangular y los dos torreones redondos, los cuales todavía son completamente macizos y sólo accesibles por una terraza a la que se llega desde el camino de ronda. La consecución de la torre plenamente circular se alcanza en La Rioja en este castillo, pero de una manera arcaica, pues se hace todavía maciza. En esta torre son perfectamente visibles los hilos del encofrado que parten del mismo suelo, y los gatos de dicho encofrado, que fueron colocados sobre agujas de madera de tamaño muy pequeño. La última reconstrucción que experimentó en 1837, durante la I Guerra Carlista, afectó bastante a su fisonomía exterior. Se establecieron dos niveles de patios empedrados en la cima del cerro, se levantó en el oriental una casacuartel, se limpió el aljibe del patio occidental, se reparó la torre poligonal del noroeste, se realizó el lienzo del este y sur, se colocaron aspilleras y garitas en el muro oeste y se reconstruyó la galería que ascendía al cerro por el Oeste, utilizando para todo ello piedras del río Cidacos. Los vestigios de esta reforma se observan en las zonas con fábrica de mampostería escasamente trabada: barrera exterior al Oeste, torre al Noroeste y sus aspilleras, muros oeste y sur de la torre del homenaje y reparaciones en el resto de los lienzos. A partir de 1870 se desmoronó el muro sur; después el Ayuntamiento ordenó desmontar la casa-cuartel para aprovechar sus materiales y a partir de entonces comenzó a desmoronarse y a arruinarse progresivamente. En 1980 el Ministerio de Cultura encargó un proyecto de restauración al arquitecto Javier Frechilla Camorras, que no se llevó a cabo. Actualmente es de propiedad municipal, y a la espera de una intervención integral respaldada por el Gobierno Autonómico, el Ayuntamiento está llevando a cabo pequeñas actuaciones de adecuación de su entorno más próximo (iluminación, construcción de un mirador de madera, etc.), ya que por su elevado emplazamiento, constituye un excepcional mirador de la ciudad y de sus alrededores. Ahora bien, su posición de bisagra entre el casco antiguo, la ciudad moderna y los polígonos industriales del extrarradio, es un factor que no ha ayudado a su conservación, la cual es bastante deficiente, tanto en las estructuras constructivas como en la propia roca, que es una arenisca muy vulnerable a la erosión. La situación del muro noreste, que es el más atractivo visualmente, es grave porque aunque la fábrica está bien, la estabilidad de la roca sobre la que se asienta, peligra. Tanto la torre circular norte, como la torre poligonal del vértice noroeste tienen sus cimientos y sus paredes muy deterioradas y en cualquier momento se puede producir un colapso en la fábrica con la consiguiente ruina. En algunas zonas se han formado cavidades y en otras la roca ha desaparecido dejando a los muros sin apoyo, literalmente colgados en el aire. Los arquitectos y arqueólogos que han realizado una primera aproximación al monumento de cara a su futuro plan director, aconsejan intervenir urgentemente mediante un apuntalamiento y estabilización de las ruinas, un estudio histórico-arqueológico en profundidad y un estudio constructivo, tanto de la fábrica como del erosionado macizo rocoso.