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Vista general de la iglesia

Identificador
39094_16_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 50' 32.84''´, -4º 4' 49.70''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Navamuel de Sobremonte
Municipio
Valderredible
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
SANTA MARÍA LA MAYOR DE NAVAMUEL ha sufrido en su fábrica variaciones muy semejantes a las que han tenido la mayor parte de las iglesias del valle. Su fase románica está claramente manifiesta en la cabecera de lo que fue su iglesia románica de los muy finales años del siglo XII o principios del XIII. Su ábside semicircular y su presbiterio, que es lo que prácticamente se conserva de aquella época, no dejan lugar a dudas. Ahora aparecen como cabecera izquierda de la iglesia que hoy vemos, al serles añadida otra nave, a su derecha, en el siglo XVI, posiblemente, de casi la misma anchura que tuvo la románica, pero con cabecera cuadrada con bóveda gótica de once plementos y cinco claves. El muro meridional de la románica sufrió de tal manera que casi desapareció totalmente, salvándose tan solo la puerta de este lado que pasó a colocarse incluyéndola en el muro de la nave añadida. Se complicó aún más la planta al sumarse a la nave del XVI, un pórtico más bajo y una sacristía, y en el hastial occidental, donde probablemente existió la espadaña, una gran torre prismática toda de sillería de tres cuerpos. Limitándonos nosotros a describir y destacar la parte románica y lo que de ella nos ha llegado, comenzamos por detenernos en la puerta románica que se incorporó al muro del XVI. Conserva aún parte de su cornisa románica moldurada con canecillos en general de caveto y alguno con rostro humano. Los elementos sustentantes de las arcaduras son sólo una columna a cada lado y una pilastra. El capitel de las dos es muy simple, con acantos muy estilizados y altos, que se vuelven un poco al acabar. Los fustes son monolíticos y las basas enormemente rurales. Ruralismo que caracterizará a toda la fábrica románica conservada, tanto en el exterior como en lo interno, y que, salvo conexiones circunstanciales con los focos de alta maestría de Aguilar y San Andrés de Arroyo, lo veremos también inherente a una población campesina de escasos recursos tanto económicos como culturales. El ábside románico está casi todo él visible, aunque el presbiterio sur no puede contemplarse exteriormente por el añadido, en él, de la cabecera de la segunda nave gótica. Tenía el ábside tres calles, separadas por dos contrafuertes prismáticos, que suben hasta la altura de la chambrana de la ventana que existe en la calle central. En este punto, sobre el contrafuerte va a apoyar una columna, cuyo fuste subirá hasta la cornisa, sirviendo su capitel de elemento sustentante de ella, en unión de los canecillos. Como sabemos, es este un procedimiento constructivo muy utilizado en el románico, que da al muro absidal una mayor diversidad aumentando el juego de luces y sombras. El conjunto de contrafuerte y columna del sureste, parece conservarse en su integridad; así le vimos en nuestro primer estudio en 1979. Sin embargo, el conjunto del noreste, había perdido entonces, no sabemos desde cuando, su fuste, que en estos años ha sido repuesto, tal como comprobamos en la foto. La cornisa del ábside, según podemos afirmar, por simetría, contaba con cinco canecillos en cada muro presbiterial, tres en cada calle lateral y cuatro en la central, es decir, veinte canecillos en total, más los dos capiteles de las columnas. Ahora tan sólo podemos ver trece canecillos. De izquierda a derecha, comenzando por el único visible en la calle lateral sureste, son los siguientes: de caveto con dos rollos arriba y abajo; capitel de la primera columna, muy deteriorado, que permite al menos determinar su decoración (en las esquinas de la parte frontal de la cesta, sendas águilas con las alas abiertas y de frente; en los laterales, como relleno, pequeñas volutas). Los canecillos, cuatro, correspondientes a la calle central, son todos iguales, de caveto y dos rollos, uno en cada extremo del caveto. Viene a continuación el capitel de la segunda columna, algo menos erosionado. El lateral izquierdo, cinco volutas en posición arborescente; en las esquinas, acantos uno sobre otro con bola de caperuza, entre ellas, formando el centro de la cesta, árbol también de volutas. El lateral derecho se llena también de cinco o seis pequeñas volutas. Los tres canecillos restantes de la calle noreste del ábside, son de dos rollos, y así repiten los cinco del presbiterio norte, salvo el último que es tan sólo de limpio caveto. Las basas de las columnas son áticas con lengüeta. La ventana central del ábside tiene chambrana de escocia y bocel, y un arquivolta de baquetón entre escocias delgadas, perladas. El arco que bordea la ventana se forma también con tres dovelas abocinadas, de medio punto, como el resto de las arcaduras. El interior de la iglesia de Navamuel, en su parte románica, nos va a presentar uno de los más difíciles problemas de interpretación que hayamos tenido en el estudio de los capiteles románicos de Cantabria. A pesar de la pobre y a veces infantil expresividad en los ejecutores, siempre había un detalle, por mal esculpido que estuviese, que nos conducía a averiguar qué era lo que aquel cantero poco diestro quería decirnos. Sean, por ejemplo, los capiteles de Sobrepenilla, y entre ellos el del peso de las almas por San Miguel y el demonio. Era difícil imaginar que el personaje que sostiene la balanza pudiera ser San Miguel, pues estaba representado por una figura de vulgarísima presencia y carecía hasta de un intento de colocarle alas, pero él y todas las figuras del capitel estaban técnicamente bien definidas, de modo que el conjunto, pese a sus imperfecciones, faltas de conocimiento y chapucera elaboración, no cabía duda que quería contarnos el episodio de la psicostasia. Pero en estos capiteles del arco triunfal de Navamuel, aparte de su rústico cincel y a más de su desgaste, existe una verdadera confusión de rasgos y figuras, tal conglomerado de cabezas, de miembros y de posturas inexplicables que es imposible descifrar y conocer ni siquiera lo que vemos. Esto sucede en el capitel izquierdo. En el lateral izquierdo de la cesta sólo parecen adivinarse cinco cabezas sin posibilidad de unirlas a otros tantos cuerpos. En la parte central de la cesta, puede entreverse un jinete sobre su caballo que pisotea a una mujer acostada. Y en su lateral derecho sólo se aperciben bultos, cuellos o cabezas que parecen inclinarse hacia la izquierda donde puede verse una pequeña figura –muy confusa por los propios blancos que quedan de un antiguo baño de cal que para más inri se dio a estos capiteles–, que tal vez pudiera recibirles. Sólo la fantasía desbocada podría, creo, encontrar un orden de explicación, dado que lo más difícil se ha iniciado antes, al faltar al conglomerado una mínima claridad que nos diese pie para delimitar el contorno de alguna de las figuras. Nosotros, la verdad, no tenemos tal dosis de imaginación, y mucho agradeceríamos que alguno pueda llegar a aclararnos lo que el autor quiso historiar en este capitel de Navamuel. El capitel derecho, comparado con sus compañeros, resulta de extremada claridad. Aunque de corte prismático, como el anterior; se adorna en sus tres caras con una gran rama que se abre hacia los lados en hojas tripétalas. Los cimacios de ambos capiteles son de rombos u ovoides tangentes en el izquierdo, y de ramo serpentiforme que incluye hojas tri y cuatripétalas en sus meandros. Los fustes son grandes, de tambores entregos, y las basas de dos toros estrechos, escocia alta y recta y plinto con bolas que carga sobre banco que mata esquinas con bocel. El semicírculo del ábside lleva bóveda de horno, y de cañón el del presbiterio que apoya sobre imposta de nido de abeja. La pila bautismal es semiesférica, con gallones verticales, resaltados y paralelos, que se unen, en el fondo exterior, con otros más reducidos y planos. No tiene embocadura resaltada y caga sobre pie cilíndrico de dos molduras.