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Vista general de Sant Iscle d'Empordà

Identificador
17191_01_003
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.032241, 3.056988
Idioma
Autor
Ana Victoria Paul Martínez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Iglesia de Sant Iscle de Sant Iscle d'Empordà

Localidad
Sant Iscle
Municipio
Serra de Darro
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Iscle d'Empordà

Descripción

Iglesia de Sant Iscle d’Empordà

 

La parroquia de Sant Iscle se emplaza en la cúspide del montículo donde se dispone la pequeña población homónima, en el extremo opuesto de donde se alza la torre del antiguo castillo.

 

Mencionada, a finales del siglo xi, con el nombre de Sant Iscle de Valoc, en 1123, el obispo de Girona Berenguer Dalmau de Peratallada consagró la ecclesiam in honore Sancti Aciscli construida in comitatu Inpuritanensi in loco qui vocatur Sanctus Acisclus. En 1228, Ferrer de Sant Iscle reconoce la posesión, cedida por el obispo Guillem de Girona, de la mitad del diezmo del templo. Ya en el siglo xiii, Berenguera de Sant Iscle, esposa de Ramon de Serra, afirma en su testamento que desea ser enterrada en la iglesia de Sancto Acisclo Imporitano, e instituye un beneficio a presentación de su sacristán. En una visita pastoral del año 1420 se destacan, entre los ornamentos y objetos litúrgicos, una custodia, una caja de cobre con esmaltes y dos lámparas.

 

El templo parroquial de Sant Iscle (advocación que comparte con santa Julita) es un edificio constituido por dos naves, una de ellas erigida durante el siglo xii y la otra incorporada, en su sector norte, en el siglo xvii. El exterior de la nave románica presenta un aparato de sillería regular. En el muro sur se abre un portal marmóreo de tipología neoclásica (obra promovida por el rector Sebastià Sagrera en 1632), así como dos ventanas abocinadas. El ábside semicircular despliega una decoración exterior de arcuaciones lombardas –sólo visibles por dos de sus tres lados, ya que por el lado norte se calan en el muro de la nave moderna–  y un vano cenital, similar en apariencia a las ventanas del lienzo sur. Sobre la cubierta del edificio románico se alzó un sobrecuerpo ajustado al perfil circular del ábside, jalonado de aspilleras. Esta importante obra de fortificación prácticamente dobló la altura original. Substituyendo el campanario anterior, encima del muro sur se levantó, en época contemporánea, una espadaña.

 

En su interior, Sant Iscle se encuentra parcialmente cubierto por una capa de mortero, exceptuando algunas partes de sus muros y sus arcos. Bajo el moderno coro de madera, en el muro occidental pervive, tapiada, la antigua puerta de acceso y, sobre ésta otra ventana de doble derrame. Sosteniendo la bóveda de cañón apuntada, un arco fajón de la misma forma descansa en pilastras adosadas. El arco triunfal, de análogas características que el anterior, yace sobre columnas de cimacios prismáticos, bajo los que se presentan dos grandes capiteles figurados que culminan dos grandes fustes de mármol con base, posiblemente reaprovechados de un templo clásico. Tras éste, el ábside con bóveda de horno aparece rebajado con respecto al resto de la nave. Gran parte del lienzo septentrional está abierto por un gran arco rebajado que comunica con la nave anexada en 1632 (la fecha aparece en su clave). Esta intervención –que, aparte de la ampliación y la portalada, también atañe a la elaboración de una refinada pila benditera– debió coincidir con la construcción del cuerpo superior del edificio.

 

Aunque consta que Sant Iscle fue consagrada durante la primera mitad del siglo xii, por el apuntamiento de la bóveda de cañón, el edificio actual debe clasificarse en la tipología románica tardía, probablemente ya dentro del siglo xiii.

 

 

Capiteles del arco triunfal

 

Los dos capiteles del arco triunfal, adosados al muro, se conservan en buen estado y ofrecen sendos ejemplos de una escultura románica de notable calidad. Son claramente distintos entre ellos, y parecen reutilizados.

 

El capitel de la Epístola presenta cuatro figuras monstruosas de carácter zoomorfo, repartidas en sus tres lados y cuyos cuerpos comparten dos cabezas situadas en los ángulos, de modo que de cada cabeza surgen dos cuerpos siameses. Completa el conjunto una figura antropomorfa, situada en el extremo de la pieza, junto al muro. Calzada y vestida con una túnica corta, la figura combate con los animales agresores, aferrándose, con la mano derecha, a la pata superior de uno de ellos. Las bestias se muestran en una actitud agresiva marcada por la sensación de movimiento y expresividad de sus cuerpos. En su gran boca abierta destacan los dientes que muerden sus propias colas enlazadas, levantándose y torsionándose sobre su espalda, donde apunta una crinera. Entre sus cuatro patas, que marcan sus pezuñas inferiores sobre el collarino del capitel, aparece un motivo fitomórfico, dejando poco espacio al fondo en blanco. Esta nítida y voluminosa composición, donde hombre y monstruos comparten escenario tal y como marca la doctrina religiosa (sermo rusticus, sermo doctus), podría identificarse con una psicomáquia.

 

El capitel del lado del Evangelio es mucho más sencillo, ya que su simétrica decoración se limita, básicamente, a la disposición de figuras geométricas y fitomórficas, aunque también aparece una testa antropomorfa y dos animales. Modificando ligeramente el dado central de la cara frontal del capitel, aparece la fisonomía de un individuo de ancha faz antropomorfa, bajo el que se despliegan cuatro tallos que finalizan en pseudovolutas, presentando, las dos inferiores, dos pequeñas cabezas de animal mostrando la lengua. La esquemática decoración vegetal, se resume en la representación de la derivación medieval de unas hojas de acanto, con el extremo superior curvado, que arrancan de las aristas del astrágalo del capitel. Una de ellas acoge una piña y la otra está decorada con un relieve ornamental. Sobre estas (entre las pseodovolutas y las pseudohojas de acanto) están dispuestas, por un lado, una concha, y por el otro un orbe.

 

Las grandes dimensiones de ambos capiteles y su relación, claramente irregular, con los fustes inferiores, permiten casi asegurar que las piezas pertenecieron a otro contexto, y fueron reaprovechadas durante la construcción de la iglesia. En cualquier caso, son obres de notable calidad, cuyas composiciones y recursos iconográficos se relacionan bien con la tradición escultórica local, y que cabría a fechar probablemente en las décadas centrales del siglo xii.

 

Texto y fotos: Ana victoria paul martínez

Bibliografía

 

Castells Catalans, Els, 1967-1979, II, pp. 761-766; Catalunya Romànica, 1984-1998, VIII, pp. 312-317; Marquès i Planagumà, J. M., 1996a, pp. 35-67; Puig i Aleu, I, 2006, pp, 377-378; Roura i Güibas, G, 1996..