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Vista de la portada desde su emplazamiento actual

Identificador
26024_01_054n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 28' 6.52'' , -2º 54' 44.48''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santa María de la Antigua

Localidad
Bañares de Rioja
Municipio
Bañares
Provincia
La Rioja
Comunidad
La Rioja
País
España
Descripción
JUNTO A LA IGLESIA PARROQUIAL de la Santa Cruz de Bañares, se encuentra la ermita que, como se verá, ha sufrido diversos avatares, como su traslado entre 1975 y 1977 al actual emplazamiento. En la documentación se puede rastrear su origen, aun cuando esta cuestión ha suscitado alguna duda sobre si se trataba de la iglesia del mencionado monasterio de Santa María; opinión seguida por Mª Ángeles de las Heras e Ignacio López de Silanes, o bien que esta ermita fuera la antigua parroquia de la Santa Cruz de Bañares. La iglesia de Santa María se citaba en un documento fechado el 27 de septiembre de 1163, por el que se puso fin a un pleito entre el cabildo de Calahorra y su obispo, don Rodrigo de Cascante, con el monasterio de San Millán por las tercias y cenas de algunas iglesias. Por otra parte, la parroquia de Bañares se incluyó dentro del arciprestazgo de Río Oja en la concordia realizada en mayo de 1257 entre el obispo de Calahorra, don Aznar, y su cabildo, sobre la asignación de parroquias y distribución de rentas y frutos de las mismas. En 1281 el obispo de Calahorra, don Rodrigo II, donaba al cabildo calceatense la cuarta parte de los frutos decimales que le pertenecían en la iglesia de Bañares. En 1371 vuelve a citarse la iglesia parroquial de Santa Cruz de Bañares, porque los clérigos de la misma entregaron al cabildo calceatense trigo y centeno en concepto de diezmos. En opinión de Heraclio Palacios, la iglesia citada en 1257 y 1281 no pudo ser la de dicho monasterio, sino la primitiva iglesia parroquial de Santa Cruz, ya que en los documentos de esos años se constata que la parroquia pagaba su parte canónica al obispo y al deán, mientras que el monasterio gozaba de exención episcopal, como admitió Rodrigo de Cascante en 1163. Por ello, según el citado autor, en la Edad Media existieron en Bañares dos fundaciones diferentes, correspondientes al monasterio de Santa María, y a la primitiva iglesia parroquial de la Santa Cruz. Al monasterio de Santa María, citado desde el siglo XI, correspondería la desaparecida ermita de Santa María de Zaldo, ubicada en un lugar impreciso cercano a la villa, acaso en el término de Zaldo que aún existe. En cuanto a la primitiva iglesia parroquial de Bañares, pasaría a denominarse iglesia de la Antigua o de Nuestra Señora de la Asunción cuando a finales del siglo XV o comienzos del XVI, se construyó la nueva iglesia gótica en un solar próximo, apropiándose de la advocación a la Santa Cruz que había pertenecido a la iglesia románica. Desde el punto de vista arquitectónico, se trata de un edificio reconstruido en 1977 en un emplazamiento cercano al original, que ha perdido su primitiva orientación y que, como veremos, conserva la portada y dos arcos. Es una construcción de sillería, de planta rectangular, cuya nave de un solo tramo es algo más ancha que la cabecera, aunque de su misma altura. La nave se cubre con techumbre de madera a doble vertiente, y la cabecera con bóveda de aristas. El arco triunfal de medio punto descarga sobre pilastras sencillas. La iluminación procede de vanos adintelados, abiertos a la misma altura en los muros este y oeste de la cabecera y de la nave, y de otros más pequeños en las capillas abiertas a cada lado de la cabecera. En el interior los muros laterales de la cabecera tienen abiertos dos arcos de medio punto, rehechos, que permiten el acceso a sendas capillas adosadas. Los arcos están formados por dos arquivoltas de medio punto que apoyan en cimacios lisos y dos columnas rehechas con capiteles vegetales. La arquivolta exterior moldurada está decorada con dientes de sierra, de forma troncopiramidal. En la jamba izquierda de la puerta de la epístola hay decoración de palmetas, y en la del evangelio un caracolillo sobre una hoja, producto de la restauración. La portada principal se abre a los pies, apuntada y abocinada, con resalte respecto a la fachada, y formada por cuatro arquivoltas baquetonadas, y otra exterior que sirve de guarnición. Las arquivoltas recaen a cada lado sobre cuatro columnas acodilladas en las jambas, con capiteles decorados. Éstos tienen decoración vegetal de hojas de acanto muy degeneradas, salvo el segundo capitel de la jamba izquierda, partiendo del interior, que presenta dos cuadrúpedos afrontados. Tanto las basas semicirculares, adornadas con lengüetas, como parte de los fustes están restaurados. Sobre la arquivolta exterior hay guarnición de roleos vegetales entre una línea quebrada en zigzag, y una pequeña máscara en la clave. En el tímpano de la portada está representada la Epifanía. La puerta de ingreso posee un arco lobulado con Crismón en la clave, e intradós decorado con bustos. La Epifanía representada en el tímpano muestra a la Virgen con el Niño, flanqueada a su derecha por los tres Reyes Magos, y a su izquierda por San José y otra figura borrosa, que tal vez represente al profeta Isaías. En el centro, la Virgen entronizada sostiene sobre la pierna izquierda al Niño en actitud de bendecir. La Virgen aparece hierática, en postura frontal y con un tamaño superior al del resto de las figuras, que se adaptan al marco casi triangular del tímpano, limitado por las arquivoltas. Los Reyes Magos efectúan sus ofrendas. El más próximo pone una rodilla en tierra en actitud de sumisión y adoración al Niño, y se quita la corona en señal de respeto hacia la Virgen. El segundo señala la estrella y se vuelve hacia el último, que inclina sus rodillas para adaptarse al estrecho espacio del marco. A la izquierda de María se halla San José sentado, con aspecto de anciano y expresión pensativa, apoyando la mejilla en la mano derecha y la izquierda en el atributo del báculo florecido. Es de igual tamaño al de la figura de María, pero su cabeza queda por debajo porque está sentado en un nivel inferior. El último personaje, acaso Isaías, está situado al lado de San José y también sedente, siendo difícil de identificar. Debido a su mal estado, no se aprecia si lo que tuvo en sus manos fue un libro o una filacteria, alusión a un personaje del Nuevo Testamento o del Antiguo, respectivamente. El Crismón representado en la clave del arco de acceso, está flanqueado en las enjutas, por un toro y un león. Destaca iconográficamente por ser el único Crismón que hay en La Rioja. Es un anagrama trinitario, es decir, que lleva una S entrelazada con la parte inferior del trazo vertical de la letra griega P. Además, de la extremidad de los trazos superiores de la letra X, penden las letras primera y última del alfabeto griego. En el monasterio de Santa María de Fitero (Navarra) hay otro crismón igual a éste, tallado en la puerta que comunica la iglesia con el claustro. Los bustos que aparecen decorando el intradós del arco lobulado, son dos a cada lado; poseen cabellera ondulada y muestran una ligera sonrisa; llevan túnicas drapeadas a base de incisiones paralelas, rectas y curvas, formando un escote redondo y dos en pico, pues el restante ya no conserva su vestimenta. Probablemente en origen fueron ángeles, ya que en uno de ellos se aprecian restos de un ala. La cornisa del tejaroz que cubre la portada está ornamentada, y presenta nueve canecillos decorados, conservándose debajo tres grandes ménsulas en forma de nacela. La ornamentación de la cornisa presenta roleos vegetales y piñas, entrelazados con tallos ondulantes. De los nueve canes, cinco muestran figuración animalística en la que se distingue un águila, un cordero, un león y un toro. Otros tres representan cabezas de animales monstruosos de aspecto felino, y otro, un busto humano. Las tres ménsulas que aparecen sobre el arco de la portada debieron de ser cuatro, que servirían para sostener un tejadillo y proteger la fachada de las inclemencias ambientales. Las dos centrales presentan bustos humanos; uno de ellos está borrado, y la otra ménsula es lisa. En cuanto al estilo escultórico del tímpano, como advirtió Minerva Sáenz Rodríguez, se manifiestan diferencias entre las imágenes de la Virgen y San José que siguen los modelos románicos, mientras que los Magos presagian el naturalismo gótico debido a las posturas que adoptan, indicadoras de lo tardío de este tímpano. Existen detalles anecdóticos y narrativos propios de finales del siglo XII o comienzos del siguiente, como el gesto del primer rey, que se arrodilla quitándose la corona, o la relación que se establece entre los otros. La talla también es de transición, con un relieve muy abultado, casi exento, con el sentido naturalista propio de un artífice del círculo aragonés al que hizo referencia José Gabriel Moya Valgañón. Se trataría de un artista o equipo formado en Aragón a finales del siglo XII, que esculpía rostros plenos, redondeados y con ojos globulares y saltones, y que componía escenas naturalistas. Esta corriente, denominada de los “maestros de los ojos grandes”, remontaría el Ebro pasando por Huesca (San Pedro el Viejo, Santiago en Agüero, San Juan de la Peña); Navarra (portadas de La Magdalena y San Nicolás de Tudela, claustro de la colegiata de Santa María en la misma ciudad), y extendió su influencia a zonas limítrofes y del camino de Santiago. En La Rioja se advierte esa mano en algunas esculturas de Santo Domingo de la Calzada (pilares exentos y capilla mayor de la catedral), en el tímpano de Santa María de la Antigua de Bañares, en San Martín de Albelda, Alto de San Antón, San Juan de Acre en Navarrete, sepulcro de Garcilaso de la Vega en Nájera, tímpano de Nuestra Señora de Tres Fuentes en Valgañón, y Epifanía de Santa María de Aradón en Alcanadre. Parece probable que otro escultor procedente de Castilla colaborara con este taller aragonés, aportando principalmente los característicos ojos abombados y saltones. El tímpano de Bañares es, junto al de Valgañón, el único de la región que se conserva íntegro. La cercanía de esta población a Santo Domingo, foco principal de todo el arte románico riojano, influyó en la calidad de su escultura. Como señaló Minerva Sáenz Rodríguez, a su vez, la portada principal de Santa María de la Antigua de Bañares muestra elementos de influencia en la cercana iglesia de la Magdalena en Baños de Rioja, cuyos ángeles en los capiteles del arco triunfal son muy parecidos a los bustos del intradós del arco de entrada en Bañares. La decoración de algunos elementos arquitectónicos de la portada de Bañares se repite en otros lugares en La Rioja. Según dicha autora, los capiteles que presenta la portada de Bañares, formados por acantos en una sola fila y terminados en forma de muñón, son de transición hacia el protogótico, y se localizan en las iglesias de Ochánduri, Villaseca y Valgañón. Las basas, formadas por lengüetas semicirculares a lo largo del toro inferior o en las esquinas, están en la portada de Santa María de la Antigua (aunque restauradas), y las encontramos en otros lugares, como en San Cristóbal en Canales de la Sierra (en una basa sin fuste en el lado derecho), naves de San Bartolomé en Logroño, tres últimos tramos de las naves de Santa María de Palacio en Logroño, y cabecera y cámara de acceso a la sacristía de Santo Domingo de la Calzada. En este templo lo original se reduce a las dos portadas secundarias de medio punto, románicas, datadas a finales del siglo XII, y a la portada principal apuntada de comienzos del XIII. La portada principal pertenece a la propia ermita de Santa María de la Antigua, o bien, según Heraclio Palacios, a la antigua iglesia parroquial de Santa Cruz. Sin embargo, el origen de las otras dos puertas no está claro; quizás procedan de edificios anteriores de Bañares que no se han conservado, como el monasterio de Santa María de Zaldo. En opinión de Mª Ángeles de las Heras, estas portadas que se abren al testero, en vez de hacerlo al primer tramo de la nave, como ocurre en los templos de Ochánduri, Villaseca, Tirgo, y Cuzcurrita, pueden ser un vestigio de la pastophoria paleocristiana, constituida por dos dependencias, prótesis y diacónicon, situadas a los lados del testero. Sin embargo, José Gabriel Moya Valgañón considera del todo improbable esa hipótesis, aduciendo que posiblemente estos arcos fueran destinados a lucillos para enterramientos. El edificio que ha llegado a nuestros días se rehizo en los siglos XVIII, XIX y XX, aunque aprovechando materiales de fundaciones anteriores. En el siglo XVIII se añadieron nuevos muros de ladrillo, y concretamente en el año 1718, la iglesia parroquial de la Santa Cruz se incendió y dañó a la de la Antigua. El deterioro alcanzó hasta finales del siglo XIX, siendo en 1896 cuando se elaboró un presupuesto para su restauración que fue aprobado en el siguiente año; la obra se adjudicó al maestro albañil y carpintero Antonio San Martín, inaugurándose el 18 de diciembre de 1899. En el siglo XX las reparaciones sucesivas habían convertido la ermita en una nave con paredes de tierra y canto menudo, techo plano encalado, capilla y sacristía, reduciéndose lo original a tres portadas. Por otra parte, la iglesia gótica, actual parroquia de Bañares, se había levantado junto al muro occidental del templo románico, separada tan sólo por una callejuela, y ocultando la hermosa portada románica. Esa circunstancia y su mal estado propiciaron su traslado a otro solar. En 1967, cuando la ermita estaba completamente arruinada, comenzaron los trámites para reconstruirla junto a la carretera, en el solar del cementerio viejo; al oeste de la parroquia gótica. En ese momento se ordenó la zona circundante a las dos iglesias, por mediación de la Dirección General de Bellas Artes. El proyecto lo comenzó el arquitecto Fernando Chueca Goitia y fue terminado por Rafael Mélida Poch. Las obras fueron ejecutadas entre 1975 y 1977 por la empresa madrileña López Maurenza. Lo que quedaba se trasladó piedra a piedra y se reconstruyó en el nuevo emplazamiento, sustituyendo piezas desmoronadas, como dovelas o columnas, por otras nuevas. En los muros de cierre de la nave se emplearon, procedentes de edificios antiguos, sillares de piedra arenisca sin picar, conservando la pátina del tiempo. La planta original y la orientación se alteraron con la intención de hacer evidente la nueva construcción de la ermita.