Identificador
              19184_01_023n
          Tipo
          
      Formato
              
          Fecha
              Cobertura
              40º 30' 25.80'' , - 2º 34' 19.82''
          Idioma
              
          Autor
          Ana Belén Fernández Martínez
              Colaboradores
          Sin información
              Edificio Procedencia (Fuente)
              País
              España
          Edificio (Relación)
              Localidad
              Millana
          Municipio
              Millana
          Provincia
          Guadalajara
              Comunidad
              Castilla-La Mancha
          País
              España
          Claves
          Descripción
              EL TEMPLO, que actúa como parroquia, está situado en  el extremo norte del pueblo, en su parte más alta.  Desde sus caras este, sur y oeste se disponen las primeras  casas de la población, que van descendiendo hasta el  cauce del río. El templo se dispone sobre un zócalo que  salva el gran desnivel en que se encuentra la cabecera, que  está construida en combinación de sillarejo, mampostería y  sillares de buena labra reforzando las esquinas. Está dispuesto  en una sola planta, con transepto que se abre en  pequeños brazos y crucero que se distingue en altura respecto  a los brazos, la nave central y la cabecera de testero  recto. Toda la iglesia está cubierta a dos aguas con cornisa  y teja curva. A los pies se ubica la torre construida en sillares  con tres cuerpos retranqueados y remate en balaustrada. Las marcas de cantería son muy abundantes, se  encuentran en los sillares de las caras norte, oeste, sur y en  la base de la cabecera. Son marcas complicadas en sus trazos,  lo que nos da una cronología tardía del siglo XIII y una  unidad constructiva. Al interior la nave se divide en cuatro  tramos con pilastras adosadas a los muros que sustentan los  arcos fajones y formeros de las bóvedas. El crucero se  cubre con bóveda sobre pechinas que descansan en pilares.  El ábside, al que da paso un arco triunfal de medio  punto, también se cubre con bóveda sobre pechinas. El  templo parroquial de Millana podríamos datarlo en sus primeras  trazas a lo largo del siglo XIII por sus testimonios en  las portadas y sus marcas de cantería. El resto de la iglesia  es obra del siglo XVI en adelante.  En el muro del mediodía se abre la portada principal  del templo, correspondiendo con el segundo tramo del  interior. El acceso se enmarca en un cuerpo saledizo de  sillares bien escuadrados para facilitar el abocinamiento de  sus arquivoltas. Las portadas eran el acceso desde el  mundo real a la ensoñación del mundo divino, y el derrame  de las arquivoltas era visto como una serie de estados  de reflexión que el fiel debía pasar antes de entrar al oficio  divino. El paso, por tanto, se hace cada vez más estrecho  aludiendo a la poca banalidad que debía traer consigo este  gesto de entrada al mundo de Dios. Además de esta función  frontera, en ellas se transmitían los mensajes moralizantes  a los fieles, ya que era paso obligado para todos. La portada de Santo Domingo de Millana es un claro  ejemplo moralizador. Se compone de seis arquivoltas de  medio punto de las cuales la más exterior y la más interior  son lisas, apoyadas sobre pilastras. Las cuatro interiores  están aboceladas y descansan sobre ábacos moldurados  con bocel y filete formando una línea de imposta que  recorre todo el cuerpo saledizo. Las columnas adosadas  sobre las que voltean las arquivoltas son de fuste cilíndrico  sin decoración, al contrario que las jambas entre las que  se enmarca, que están molduradas. Las basas y el plinto en  las que apoyarían están totalmente destruidos. En las cestas de los capiteles de la portada se talla un  importante repertorio iconográfico. En ellas hay un claro  mensaje moralizador y catequizante acerca de la lucha  entre las fuerzas del bien y del mal, que son vencidas por la  redención. Los cuatro capiteles occidentales representan  temas del bestiario medieval. Primero una pareja de basiliscos  enfrentados, mitad gallo y serpiente, que según nos  describen los bestiarios y los Padres de la Iglesia son el  resultado de la incubación por serpientes de huevos de  gallina. Plinio el Viejo, en el siglo I, lo describe como una  pequeña víbora de cualidades venenosas tan potentes que  su simple aliento marchita las plantas, resquebraja las rocas  y mata cualquier hombre o animal sólo con su mirada. Esta  apariencia del basilisco se mantiene hasta la publicación del  Bestiario, de Pierre de Beauvois y otros autores medievales  que recogen gráficamente lo que la imaginación popular  fue añadiendo a su figura. Se disponen en este capitel con  sus alas explayadas, garras, cresta y cola de serpiente enredada  entre sus cuartos traseros. La talla es ruda y los detalles  apenas pequeñas incisiones. El siguiente capitel enfrenta  a dos centauros, con cabeza y tronco humanos  combinado con cuerpo y patas de caballo. Simbolizan el  pecado, la brutalidad de las pasiones y la tentación carnal. Se les representa portando un arco que disparan generalmente  contra las sirenas aladas. En el capitel millanense  están con los brazos levantados en acción de tensar el arco  contra sus enemigos y aparece parte de la cabellera sobre  sus hombros. Incluso en uno de ellos se ven restos del carcaj para envainar las flechas. A su lado, en el tercer capitel,  están figurados dos grifos con cuerpo de león, cabeza de  cuello alargado, pico y garras de ave. En sus cuartos traseros  se alzan unas alas que son idénticas a las de los basiliscos  del primer capitel. Además están recubiertos de plumaje  semejándose a un águila. Lo consideran enemigo mortal  del caballo y capaz de despedazar a un hombre en pequeños  trozos y llevarlo a su nido para alimentar a su cría. La  simbología de los grifos la tomamos según el Bestiario de  Beauveais, de 1206, como emblemática del mal, ya que es la  combinación de la rapacidad del águila con la ferocidad del  león. Se les consideraba enemigos de equinos, basiliscos y  serpientes. En los capiteles occidentales de la portada sur  estas luchas están más que representadas, ya que todas los  animales del bestiario aquí tallados están enfrentados unos  contra otros. Es la significación del caos, de la falta de dignidad  entre los seres infernales que, aún siendo todos de  naturaleza demoníaca, no son capaces de entenderse.  Para terminar, en el ángulo occidental de la portada se  muestran dos sirenas pájaro. La representación de estos  seres fantásticos ha evolucionado desde la antigüedad. Las  fuentes literarias del mundo griego las representan como  genios marinos, seres híbridos de cabeza femenina y cuerpo  de ave. Fueron el símbolo de las sugestivas tentaciones  que acechaban al hombre en el mar y también la representación  de los peligros de éste. Finalmente acabaron por  representarse en la Edad Media como mujeres con extremidades  pisciformes. Estas mujeres-pez tienen dos formas de  representación, las de cola bífida, como la representada en  el pórtico de la iglesia soriana del Rivero en San Esteban de  Gormaz y las de extremidad marina única. La de Millana  pertenece al segundo tipo, con la cola que se enreda entre  los cuartos traseros. Además están emplumadas y explayan  sus alas abarcando toda la cesta del capitel. Sus facciones de  mujer llevan un tocado a modo de gorro y el pelo está trazado  con pequeñas incisiones hasta los hombros.  Los capiteles representados en el lateral derecho son  todos, excepto uno, representaciones de la redención del  pecado y la maldad a través de la vida de Cristo. En el más  occidental vemos un ángel, que, pese al deterioro que  sufre, parece clavar las rodillas en el suelo y extender el  brazo. Algunos autores como Inés Ruiz han visto en esta  escena la imagen de la Anunciación a María pero es destacable  la falta de la figura de la Virgen que completaría la  escena bíblica. El hecho de que en la cara opuesta del capitel  se represente claramente la escena de la Visitación de  María a su prima Isabel, y teniendo en cuenta que estas dos  escenas era muy común verlas juntas, nos llevaría a creer  que existió una imagen femenina hoy desaparecida. La  morfología de este capitel nos remite a otra portada alcarreña:  Beleña de Sorbe. Entre las dos podemos observar  matices que las relacionan. Un ejemplo es este ángel anunciador,  cuyas alas están cinceladas de la misma manera que  las del ángel de la Resurrección escenificada en uno de los  capiteles de Beleña. La escena plasmada en la otra cara del capitel alude al  momento del final del viaje a Hebrón que María hace en  secreto para comunicar a su prima Isabel la noticia de su  embarazo (Lucas 1:39-56). El capitel representa a Isabel,  también encinta del que sería San Juan Bautista, abrazando  a María y tocándole el vientre en señal de afirmación del  embarazo. Ambas visten túnicas similares y se situán en el  mismo plano, detalle que nos revela la pertenencia de  ambas al mismo mundo. El siguiente capitel es de complicada significación y  los investigadores no han llegado a un acuerdo formal  sobre ella. Francisco Layna ve en él la escena de las tres  Marías ante el sepulcro de Cristo. Antonio Herrera simplemente  alude a un ángel y un anciano. Tomás Nieto  Taberné la identifica con el nacimiento de Cristo y la figura de un ángel. Inés Ruiz alude claramente al momento del  Sueño de San José y el nacimiento de Jesús. Si tenemos en cuenta el detalle de la estrella, hoy muy  desgastada, tallada entre las dos escenas, ésta podría ser la  iconografía más acertada. La estrella vincula los dos  momentos, a ella hace alusión el Pseudomateo XIII, 7, en el  que se lee había una enorme estrella que expandía sus rayos  sobre la puerta desde la mañana hasta la tarde. Por ello en  el capitel vemos a San José atormentado y a un ángel que  desvanece sus dudas. Más arriba parece representarse el  Nacimiento de Jesús, con la Virgen reclinada, aludiendo al  dolor del parto, y a otra figura que pudiera ser una de las  parteras, Zelomí o Salomé. Sin embargo, la interpretación  de la escena podría ser diferente teniendo en cuenta los  Evangelios Apócrifos. En este caso la oquedad que se da en  la cara este del capitel vendría a ser una figuración de la  cueva, el Niño estaría tumbado sobre el pesebre y las dos  cabezas que se intuyen serían el buey y el asno.  A continuación, en el siguiente capitel, volvemos al  tema del bestiario con dos leones afrontados que alzan sus  cuartos traseros y aún conservan parte de su melena o guedejas  sobre el lomo. Para finalizar la sucesión de capiteles  de la portada meridional analizaremos el último capitel. En  el centro se coloca un hombre de aspecto anciano, con  túnica, barba, alto tocado en la cabeza y expresión de  dolor en el rostro. Flanqueándolo se disponen dos diablos,  ambos con cuerpo formado por faldellín, torsos desnudos  y altos tocados enrevesados. La diferencia entre ellos está  en el rostro, uno aparece con cabeza de bovino y cuernos.  Es la lucha entre el bien y el mal, los demonios luchan contra  la fe humana, tentándonos en su beneficio y haciendo  que el reino divino sea puesto en duda por sus fieles. Esta disputa de la figura humana barbada es muy  común en el mundo románico; en el ámbito de la provincia  de Guadalajara la vemos representada en las portadas meridionales  de los templos de Santiago Apóstol de Labros y en  Beleña de Sorbe. Fuera del ámbito de la provincia es clara  la vinculación con Silos y el capitel que da entrada a la  puerta de las Vírgenes en el que se representa este tema,  aunque con una talla mucho más depurada y preciosista.  El cuerpo saliente en el que se enmarca el acceso se  sustenta con una relación de canecillos entre metopas de  variada decoración. Todos ellos están bajo una línea, a  modo de cornisa, ornamentada con taqueado jaqués. Los  canecillos, muy erosionados, dejan entrever figuras humanas,  como una representación del tonelero. En ella vemos  a un hombre con un pesado tonel de vino a sus espaldas,  queriendo mofarse de la afición a esta bebida estimulante.  Igualmente vemos una cabeza que parece ser una bestia  bovina y una figura humana que debido a su mal estado es  imposible descifrar. Las metopas se encuentra decoradas  con palmetas y rosetas, aunque en una de ellas aparece  representada un ave.  Toda la portada tiene claras reminiscencias del monasterio  burgalés, tanto en los temas elegidos como en la plasmación  formal. De labra más tosca, con cánones muchos  menos estilizados o pliegues menos profundizados, tienen  en común las fuentes iconográficas y parte de la secuencia  representativa. Más evidente es la vinculación de Millana  con el templo de Beleña de Sorbe: mismos pliegues en las  túnicas, cánones prácticamente idénticos y temas similares  hacen que sea posible incluirlas a ambas en un mismo taller  o en cuadrillas muy afines. Es importante destacar las portadas  de Santa María del Rey, en Atienza, y la de Santiago,  en San Salvador de Cifuentes que muestran semejante  morfología representativa. Podemos datar la portada  durante la segunda mitad del siglo XIII teniendo en cuenta  la ya mencionada portada de Santiago de la iglesia del Salvador  de Cifuentes con la que comparte fundadora y señora:  doña Mayor Guillén. En el muro norte de la iglesia, justo enfrente de la portada  meridional, se encuentra otra, hoy tapiada, que merece  la pena mencionar. Al exterior se presenta con un arco  de medio punto ornamentado con bolas y enmarcado por  un alfiz, probablemente de tradición mudéjar. Al interior  vemos el arco adovelado que apoya en sencillas y delgadas  columnillas. Este acceso se cerró en el siglo XVI y por sus  formas pertenecería a los últimos años del gótico.  La pila bautismal fue un elemento fundamental en el  ajuar litúrgico del templo románico. En las pilas se celebraba  el primer rito, el de iniciación, que marcaba la entrada  en la comunidad de un nuevo miembro. Los rituales del  bautismo daban a la pila la importancia del lugar donde el  neófito era muerto y sepultado, para más tarde, al recibir  el agua, resucitar en la fe de Cristo. El bautismo era el baño  purificatorio que eliminaba el pecado original que nos  concibe para poder entrar puros en la iglesia. En el templo  de Santo Domingo la pila bautismal se encuentra en el  brazo norte del transepto, aunque durante muchos años  estuvo relegada a la sacristía. Debió de haber estado  mucho antes a los pies, bajo el sotocoro y encerrada detrás  de una balaustrada de madera, a modo de pequeño baptisterio.  Tallada en un solo bloque de piedra, mide en altura  1 m y 1,12 de diámetro. En forma de copa, se apoya en una  basa cuadrada independiente. Está decorada con finos y  alargados gallones de medio punto. Este tipo de gallones  nos lleva a una cronología más tardía que las pilas bautismales  de localidades vecinas como Salmerón o Cifuentes,  enmarcándola a finales del siglo XIII.
           
        
    