Identificador
39046_04_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 8' 7.96'' , -4º 2' 25.51''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
San Martín de Quevedo
Municipio
Molledo
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Claves
Descripción
SIN VARIACIÓN ALGUNA salvo el hecho de una limpieza o cuidado en su exterior e interior la iglesia de San Martín de Quevedo permanece, arquitectónicamente, en el mismo estado que tenía cuando la describimos y publicamos, nada menos que hace ya veintisiete años (GARCÍA GUINEA, 1979a, I, pp. 340-345), por lo que nos permitimos utilizar el mismo texto que en aquel momento redactamos, incorporando una visión más actual de los canecillos que entonces estaban cubiertos por la yedra. Esta iglesia, situada en el pueblo de su nombre, forma parte del grupo de iglesias de la cuenca del Besaya y, como la mayor parte de ellas, es monumento reducido, humilde y popular, de una sola nave, presbiterio y ábside semicircular. Estas dos últimas partes del edificio se conservan casi intactas en su fábrica románica, habiéndose modificado, sin embargo, parte de los muros de la nave con reformas y añadidos. Poco o nada sabemos de su historia, pues nada dicen los cartularios sobre ella. El pueblo de Quevedo fue centro de la casa de Quevedo que consta en el Apeo de 1404 tenía señorío sobre parte de los pueblos limítrofes, como Santa Olalla. En siglos anteriores parece normal suponer cayese o bajo la jurisdicción monasterial de Cervatos, que sabemos tenía posesiones en Silió, cuya iglesia le pertenecía, o bajo la del monasterio de Santillana, sin que podamos asegurar nada dada la diversidad de atribuciones y pertenencias en la Edad Media, y los cambios que estas sufren. Bien podría también haber sido iglesia particular de la propia casa de Quevedo, con derecho de patronato, pero no existe constancia de ello en siglos tan distanciados. La iglesia tiene, en ciertos aspectos, como algunos canecillos, un parentesco con el estilo de Cervatos, sin que pensemos otra cosa que una indirecta influencia de los maestros de la Colegiata campurriana sobre los que labran los relieves de Quevedo, más toscos éstos y menos determinadamente creadores de un estilo como aquéllos. 1. EXTERIOR La iglesia, tal como ahora se nos ofrece, es de una sola nave, con presbiterio y capilla absidal. La modificación de los muros de la nave se debe a la colocación de capillas al sur, y sin duda a la reforma, por posible ruina, de su muro norte, que ha perdido también sus antiguos canecillos románicos. sillería perfectamente terminada. Culminan con una cornisa simplemente prismática, sin decoración alguna, sostenida por canecillos. En el muro sur del presbiterio sólo se conservan dos, uno con dos cabezas humanas, y el otro con una cabeza de animal de fauces abiertas. Los del semicírculo del ábside son, de izquierda a derecha: 1. Ave con las alas abiertas y pico vuelto hacia la izquierda; 2. Animales gemelos que parecen morder algo; 3. Cabeza de animal con la boca abierta, muy desgastado; 4. Cabeza de animal mordiendo a otra, muy destrozado; 5. Animales gemelos; 6. Cabeza y cuello de animal, desgastado; 7. Cabeza de bóvido; 8. De palmas y volutas. Los canecillos del muro del presbiterio norte, son: 1. De cavetos superpuestos con cabeza de animal; 2. Conglomerado de difícil comprensión; 3, 4 y 5. Con extrañas formas que no permiten decirnos que han querido representar. El ábside no tiene ventana románica y tampoco los muros del presbiterio. También hay que destacar la ausencia de contrafuertes. 2. INTERIOR Bien conservados el ábside y presbiterio, así como el arco triunfal. El resto de los muros de la nave son en parte románicos, pero han sido destrozados por las reconstrucciones posteriores. El ábside se cubre con bóveda de cascarón en arco de medio punto. Este tipo de bóveda de cañón tiene el presbiterio. El arco triunfal, también de medio punto, es doblado y apoya sobre fuertes cimacios con decoración en ambos lados de palmas, inscritas en semicírculos, que se doblan en volutas. El capitel izquierdo, intacto, está formado por cabezas masculinas, tanto en el centro como en los laterales, con luengas barbas, de las que parten volutas que forman los esquinales del capitel. Debajo de esta primera y alta zona del capitel existe otra de bolas con caperuzas muy levantadas. El capitel derecho lleva dos parejas de aves afrontadas que sostienen entre los picos: el primer grupo, dos peces; el segundo, uno grande. Las basas de las columnas de este arco triunfal son distintas: la del evangelio lleva collarino alto, una alta escocia y toro inferior con bolas y lengüetas. La de la epístola, tiene también collarino y carece de lengüetas y escocias, formando una especie de hexaedro en uno de cuyos lados planos, el frontal, hay realizada una cruz en forma de martillo. Ambas basas apoyan en un banco corrido que, posiblemente, ocupó también el presbiterio, pero que ahora no se apercibe por estar cubierto el piso primitivo por un entarimado de madera. La ventana interior del ábside lleva también dos capiteles decorados. Conserva en el baptisterio pila románica decorada con arcos de medio punto que apoyan en cimacios simples. En las enjutas de estos arcos hay emblemas como árbol, pájaro, martillo, hoja, etc. Añadida a la iglesia, junto al ábside y rompiendo el presbiterio sur, se alzó la capilla de los Bustamante que conserva un pequeño retablo de madera policromada fechado en 1750. Hay algo, sin embargo, que con mucho gusto y sorpresa, nos obliga hoy a ampliar los párrafos con los que, muy escuetamente, definimos la iglesia. En 1999, se publicó en la revista Edades (Santander, vol. 6, pp. 83-92) un artículo del ya destacado epigrafista medieval, Alberto Peña Fernández, en el que estudiaba una inscripción que aparecía empotrada en un muro que separa el presbiterio de una capilla colateral situada en el lado sur de la iglesia de San Martín de Quevedo, y que, desde luego, a mi se me pasó desapercibida. El hallazgo es sumamente interesante y, al conocimiento detallado del mismo, remito al lector interesado en la citada publicación. Se trata de un bloque de arenisca, en forma de sillar, que, según la lectura de su inscripción, según Peña Fernández, sería así: (F) ECIT IN ON / (O) RE S (a) C(c) E MARIE / TXXV (I) EX FRE (denan) / DO D (E) O GRA (tias). Es decir: Se hizo en honor de Santa María por Fernando en la Era 1026, gracias a Dios. El sillar con la inscripción aparece empotrado en un muro que separa el presbiterio de una capilla colateral situada en el lado sur.