Sant Pere de la Vansa
LA VANSA I FÓRNOLS
Ubicado en el valle del río de La Vansa, el municipio se halla a poco más de 30 km al Sur de La Seu d’Urgell. Lo rodwan la sierra del Cadí al Norte y los últimos contrafuertes del Port del Comte al Sur, y el acceso se realiza a través de la carretera C-462, que une La Seu d’Urgell con Sant Llorenç de Morunys. El término es recorrido por el río La Vansa, que recorre el valle homónimo de Este a Oeste. El actual municipio es fruto de la unión de las entidades de La Vansa y Fórnols del Cadí en 1973. La población se reparte entre Sorribes de La Vansa –cabeza del municipio–, Fórnols, Adraén, Cornellana y Ossera, además de los lugares de La Barceloneta, Colldarnat, Montargull, Sant Pere, Sisquer, Padrinàs y el despoblado de Banyeres.
Lavancia, mencionado en el acta de consagración de la catedral de La Seu d’Urgell, fue territorio del señorío de Pinós desde mediados del siglo xii. Este linaje también dominaba Fórnols y Cornellana, aunque este último lugar les fue enfeudado por el cabildo de Urgell. Adraén, por su parte, perteneció al vizcondado de Castellbò hasta el siglo xvi; y Ossera pasó de los Pinós a los Caboet y luego a los señores de Josa durante el siglo xiii, para acabar a manos del cabildo de la Seu d’Urgell el 1371.
La mayor parte de la toponimia presenta raíces latinas: fŭrnulos (Fórnols), sub rīpa (Sorribes), Corneliāna (Cornellana), ossarĭa (Ossera) o balnĕarĭas (Banyeres), aunque existen topónimos de origen celta, como sesca (Sisquer) u otros de etimología poco clara y quizá preromana, como Adraén (Adrasenne en el siglo ix, Addragigno en el acta de consagración de la Seu d’Urgell y Adragen en el siglo xii) o La Vansa (que puede derivar tanto del latín lavare como del euskera laban).
Iglesia de Sant Pere de La Vansa
A unos 2 km al Sureste de Sorribes de La Vansa, al pie de la carretera que conduce a Padrinàs y Ossera, se encuentra el núcleo de Sant Pere, custodiado por la iglesia dedicada a san Pedro que se yergue en un prado al Noroeste de la población. El acceso hasta el templo no reviste dificultad, aunque es preferible realizarlo –al menos los últimos 300 m– a pie. Para ello, pocos metros antes de entrar en la población es preciso tomar una pista sin pavimentar que arranca hacia el Norte y abandonarla después de recorrer unos 100 m, cuando conecta con un camino –el antiguo camino a Sorribes de La Vansa– que conduce hasta la puerta del templo.
En la documentación medieval que se ha conservado, las referencias al territorio y al valle de La Vansa son frecuentes, y se remontan hasta mediados del siglo ix. Lavancia, Lavanciense, Lavanca, Lavanza, Lavantia… son variantes de un mismo topónimo que se emplean repetidamente como referencia geográfica en textos de carácter comercial y legal. En lo que se refiere al templo, la primera mención documentada se remonta a 1031, cuando se recurrió a la fórmula in valde Lavanciencio in apendicio […] de sancto Petro para proporcionar mayor concreción a la localización de unos viñedos objeto de una permuta. Las menciones documentales a esta iglesia se concentran, especialmente, en el último cuarto del siglo xi, acompañadas de citaciones esporádicas a lo largo del siglo xii. En la mayoría de las ocasiones, son de carácter indirecto –se sirven del templo como referente geográfico– y solamente proporcionan la certeza tanto de su existencia como de su importancia entre la población. Entre éstas, cabe destacar las localizadas en el inventario de bienes de Guillem B. de Prullans, donde se revela la existencia de un núcleo de población vinculado al templo (in valle Lavancie […] in villa que vocant Sanctum Petrum), y en un documento de restitución de tierras al cabildo por parte de Dominicum de Sancto Petro de Lavanca. Pese a la entidad modesta de estas referencias, la importancia del lugar resulta evidente. En lo que se refiere a documentación eclesiástica, Sant Pere de La Vansa no es relacionada en el acta de consagración falsa de La Seu d’Urgell – probablemente redactada a mediados del siglo x con al pretensión de ser del siglo ix, pues se fechó en 819–, sino que la primera mención es del siglo xii, cuando la ecclesia de Sancto Petro de Lavancza aparecía en el cabreo de las prestaciones de varias iglesias del obispado de Urgell al arcediano Prats. Ya en el siglo xiii, formaba parte del deanato del valle de Lord.
Se trata de un edificio de tradición románica sensiblemente modificado en época moderna. Precedido en su flanco occidental por un cementerio al que se accede por la puerta abierta en el muro oeste, presenta una nave de planta ligeramente trapezoidal y una cabecera formada por un ábside semicircular ligeramente más estrecho que aquélla, a la cual se entrega sin servirse de elementos que articulen exteriormente la transición entre ambas estructuras. Sin embargo, el ábside –uno de los elementos con más refacciones del conjunto– presenta la misma altura exterior que la nave, de tal modo que la cumbrera del edificio no experimenta ninguna variación a lo largo de la cubierta y aporta una uniformidad horizontal al conjunto, tan sólo discutida por la espadaña de tres ojos en dos alturas que remata la fachada occidental, y que supera notablemente la altura del resto de la construcción.
El conjunto presenta una fábrica basta, en la que se utiliza un aparejo compuesto, preferentemente, por mampostería, con algún tramo de sillarejo, y abundantes restos de enlucido. La cubierta, de doble vertiente e íntegramente realizada con teja árabe, adquiere un curioso perfil apuntado en forma de quilla en la zona del ábside. Pese a no disponer de datos concretos sobre las intervenciones sobre el edificio, la lectura de los paramentos –especialmente en el flanco septentrional– permite identificar un mínimo de cuatro fases constructivas. De Oeste a Este, se suceden el recrecimiento de la fachada occidental para alojar la espadaña, la totalidad de la nave, el espacio presbiterial y el ábside. Sobre esta última estructura, Joan-Albert Adell y M. Lluïsa Cases consideran que sustituyó al ábside original del templo, si bien, se respetó su trazado original. Por su parte, en el muro meridional se observan ciertos vestigios de una estructura adosada, a la altura del inicio del presbiterio, aunque su precario estado de conservación no permite trazar hipótesis sobre su forma o función.
En lo que se refiere a vanos, se accede al interior a través de una puerta abierta en el centro de la fachada occidental, la cual está formada por un arco de medio punto de de grandes dovelas de caliza bien talladas y pulidas, y cuidadosamente dispuestas. Sobre ellas, se abre la que se ha identificado como la única ventana original del conjunto, de doble derrame y arco de medio punto. Finalmente, un tercer vano de doble derrame, muy irregular, encuentra bajo un arco rebajado en el eje del ábside, a la altura de la imposta de la bóveda.
Ya en el interior, la nave, de gran anchura, se cubre con un solo tramo de bóveda de cañón cubierto con varias –aunque recientes– capas de enlucido y pintura, y un arrimadero de piedra vista que recorre su perímetro. El tercio oeste de la nave es ocupado por un coro en alto, apoyado sobre un tramo de bóveda de cañón rebajada. El presbiterio, de gran profundidad, es separado de la nave mediante un cancel y un escalón, y está flanqueado por una pareja de altares laterales, instalados en hornacinas que perforan el muro perimetral, cubiertas con pequeños tramos de bóveda de cañón con decoración moldurada en yeso. El ábside, de piedra vista y menor altura que la nave, está cubierto con bóveda de cuarto de esfera muy rebajada. La transición entre el espacio absidal y el de la nave se resuelve toscamente.
Pese a que este sencillo edificio fue sensiblemente modificado en época incierta –especialmente en la zona de la cabecera–, hunde sus raíces en las formas propias del románico, probablemente en un período a caballo de los siglos xii y xiii. Las sucesivas reformas, que no han afectado radicalmente a la volumetría del conjunto, evidencian que el templo mantuvo su actividad a lo largo de los siglos, y se erigió como un referente no solamente religioso, sino también paisajístico y geográfico, gracias a su ubicación privilegiada.
Texto y fotos: Esther Solé Martí
Bibliografía
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