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Vista occidental de Santa Magdalena de Maià de Montcal

Identificador
17098_06_005
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.220000, 2.770000
Idioma
Autor
Carles Sánchez Márquez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Magdalena de Maià de Montcal

Localidad
Maià de Montcal
Municipio
Maià de Montcal
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Santa Magdalena de Maià de Montcal

Descripción

Iglesia de Santa Magdalena de Maià (o Santa Maria de Jonqueres)

 

La iglesia de Santa Magdalena de Maià, también conocida como Santa Maria de Jonqueres, se asienta en un pequeño altozano de 329 m de altitud situado en el sector oriental del término municipal de Maià de Montcal, en el margen derecho de la riera de Segueró. Por la carretera de Besalú a Figueres llegaremos hasta Maià, villa que debemos atravesar en dirección norte hasta encontrar una pista que se dirige a Segueró. De allí se sigue el camino durante un par de km hasta encontrar otra pista, que pasa por una zona boscosa y que conduce hasta el promontorio donde se asienta la iglesia.

 

La primera mención a Jonqueres se remonta al año 978, cuando el conde Miró de Besalú donó al monasterio de Sant Pere de Besalú un alodio que confrontaba con el fisco que dicunt Juncarias. Figura asimismo en un documento del 1027, en el que se cita el fisco condal de Joncarias. No en vano, en contraste con estas incipientes noticias del lugar, debemos esperar al siglo xiii para topar con las primeras noticias documentales de la iglesia. Así, el templo es mencionado por primera vez en el año 1229, cuando Bernat de Bellvespre dispuso en su testamento 10 sueldos para la iglesia de Sancte Marie de Jonchariis. Desde mediados del siglo xiii, se constata la existencia del priorato secular de Santa Maria de Jonqueres, que dependía del monasterio de Santa Maria de Vallbona, en el obispado de Elna, fundado por los monjes cistercienses de Fontfreda en el año 1242. Por desgracia, carecemos de datos precisos sobre su origen, aunque es probable que ya existiera con anterioridad a su anexión al monasterio rosellonés. Es mencionado en las Rationes decimarum de la diócesis de Girona de los años 1279 y 1280 como prioratu de Ionqueris y años más tarde, en el 1301 se nos informa que Besalú de Casademont presentó una apelación al Papa en relación a Santa Maria de Jonqueres. En efecto, es citado nuevamente en el 1377, cuando Ramón Vilanova hacia ciertas prestaciones al priorato, que en el 1404 era regido por el cardenal Verniarensis en concepto de comendatario.

 

En el 1988 se iniciaron las obras de restauración del edificio, centradas en la renovación del tejado, la supresión de la construcción defensiva que se había erigido encima del ábside y la restauración de la espadaña, de la que tan sólo quedan los pilares.

 

Si observamos la tipología planimétrica actual del templo, veremos que en líneas generales responde a un esquema típico dentro la arquitectura románica de la Garrotxa, con nave única rematada por ábside semicircular precedida de presbiterio, ingreso situado en los pies e interior caracterizado por una marcada austeridad y sencillez decorativa. No en vano, el análisis pormenorizado nos permite afirmar la excepcionalidad de alguno de sus elementos, que rompen con el tipismo característico de los edificios de la zona. En el interior llama la atención la considerable altura de la nave, una esbelta edificación cuya tipología nos remite a edificios de envergadura como Santa Maria de Iguácel (Huesca), también de planta rectangular y altura considerable. Por otro lado, el exterior del ábside de Santa Magdalena de Maià presentaba un nivel superior con sillares irregulares y de pequeñas dimensiones, muestra del sobrealzamiento del ábside en un momento posterior a la construcción inicial. Este segundo cuerpo, delimitado antiguamente por una cornisa, fue eliminado durante las restauraciones llevadas a cabo en el edificio.

 

El ingreso a la iglesia se efectúa desde el lado occidental, mediante una sencilla puerta adovelada que presenta un arco de medio punto formado por sillares alargados y muy deteriorados. No en vano, en el muro norte todavía se conserva una segunda puerta de ingreso formada por un sencillo arco de medio punto, actualmente reconvertida en ventana. Según R. Sala y N. Puigdevall, dicho portal comunicaba el templo con las dependencias del cenobio adyacente. En la pared, sobre la puerta, se conservan tres piedras sobresalientes que J. Murlà relacionó con la posible existencia de una galilea.

 

Sobre la portada principal, se conserva una ventana de doble derrame formada por tres arcos en gradación. Los externos, descansan sobre dos impostas laterales, cuya estructura es sostenida por una columna con base y capitel. La decoración de las impostas consiste en un sencillo motivo decorativo, con flores de seis y doce pétalos, un recurso utilizado con cierta frecuencia en la plástica medieval. En cuanto a las arquivoltas, la interior porta elementos ornamentales, a modo de bolas, del tipo visto en la imposta del interior de Sant Miquel de Bassegoda o en las portadas de Sant Andreu de Llorona y Sant Cristòfol de Beget. En cambio, la exterior presenta una decoración ornamental, con un bocel interrumpido por anillas rectangulares. La pobre decoración escultórica se limita a los dos capiteles que sustentan la cornisa. Así, el capitel del lado derecho se decora con tres cabezas de figuras monstruosas, deterioradas por la erosión de la piedra, mientras que el del lado izquierdo repite la misma distribución, si bien presenta una tosca decoración en el centro, con el motivo floral de seis hojas que veíamos en la imposta. En el mismo muro occidental se levanta una espadaña de doble abertura cuyo coronamiento no ha sido conservado.

 

En el exterior, la decoración escultórica se centra también en la cornisa que corona el ábside y el perímetro del muro sur. Ésta presenta sencillos elementos figurados y geométricos, a base de cabecillas humanas, motivos florales y bolas decorativas como las descritas en la vano del muro occidental.

 

En cuanto a la articulación exterior de los muros, en el flanco sur se aprecia una notable diferencia en el aparejo, quizás atribuible a la existencia de dos fases constructivas en el edificio. Así, en la parte inferior de los muros de la nave, hasta la altura de la puerta, se observa una hilada de sillares poco trabajados, irregulares y de grandes dimensiones. No ocurre lo mismo en el nivel superior de los muros, siendo la piedra sillar de menor tamaño y mejor factura, escuadrada y dispuesta  ordenadamente en hiladas uniformes.

 

Tal y como apuntábamos al inicio, la iglesia actual es un edificio de nave única rematada en ábside semicircular, perforado por una ventana rectangular de doble derrame que ilumina el interior del templo. La nave se cubre con medio cañón, mientras que el semicilindro absidal con bóveda de cuarto de esfera. Por delante, corto presbiterio cubierto por medio cañón. Cabe señalar que un recurso semejante se aprecia en la mencionada iglesia oscense de Iguácel, si bien allí el ábside presenta una doble imposta que enmarca el espacio destinado a las arquerías.

 

En Santa Magdalena de Maià, el ábside está situado en un plano más elevado respecto a la nave, desnivel que es salvado por medio de dos escalones que recorren la anchura del edificio. La uniformidad del muro tan sólo se ve alterada por el escalonamiento que indica el inicio de la bóveda, y por las dos ventanas de doble derrame que se abren en el muro sur del templo. En este sentido, la notable diferencia en el aparejo del muro exterior del templo evidencia que el conjunto tal y como lo vemos no fue concebido en un sola fase constructiva.

 

A pesar de la ausencia de noticias documentales relativas a construcción del templo, el análisis estructural y tipológico del mismo nos remite a una cronología que debe oscilar entre los últimos decenios del siglo xi y la primera mitad de la centuria siguiente.

 

Texto y fotos: Carles Sánchez Márquez – Planos: Xevi Llagoster

 

 

Bibliografía

 

Catalunya Romànica, 1984-1998, IV, pp.247-249; Carreras i Péra, J., 1988, pp. 1-6; Corominas Planellas, J. M. y Marqués Casanovas, J., 1967-1978, IV, pp.162-164; Murlà i  Giralt, J., 1983, p. 208; Sala i Canadell, R. y Puigdevall i Diumé, N., 1977, p. 54; Zaragoza Pasqual, E., 1997a, p. 126