Identificador
09559_07_013
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 50' 33.28'' , - 3º 34' 21.13''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Puente-Arenas
Municipio
Merindad de Valdivielso
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
SAN PEDRO DE TEJADA SURGIÓ, según la carta fundacional recogida en un manuscrito del siglo XVII dado a conocer por los cronistas benedicitinos fray Antonio de Yepes y Argáiz, hacia la era 811, “... en los tiempos del rey D. Ordoño de León, y en Castilla dice la escritura que reinaba el conde don Rodrigo...”, en torno a las reliquias de San Pedro y San Pablo. Según la carta anteriormente citada, la comunidad de Tejada -compuesta por 33 eclesiásticos, entre subdiáconos, diáconos y presbíteros- estaba entonces dirigida por un abad de nombre Rodanio o Podamo. Datos en principio cuestionables pues el año al que hace referencia el cronista benedictino (era 811, año 773) no se corresponde con los reinados de Ordoño I (850) ni Ordoño II (914-924). Y continúa afirmando que para la fundación, en el año 1011, del monasterio benedictino de San Salvador de Oña, su fundador trajo religiosas “... (a lo que se cree) de los monasterios de Tejada y Cilla Perlada (Cillaperlata), allí vecinos y más antiguos que Oña...”, afirmación para la que tampoco existe una base documental cierta. La iglesia de San Pedro de Tejada se incorporará a Oña como priorato desde la fundación del importante monasterio benedictino y será bajo sus auspicios, cuando en torno al primer tercio del siglo XII -medio siglo después (1070) de que el monarca Sancho II concediese al abad Ovidio de Oña la facultad de construir iglesias en sus heredades-, se levante el edificio que ha llegado hasta nuestros días. Este hecho marcará la historia de Tejada que, a partir de ese momento, se convertirá en el receptor del diezmo (pan y cebada), tal y como nos recuerdan el documento que recoge la fundación del monasterio de Oña por el conde Sancho y su mujer doña Urraca (Sancti Petri de Teggada cum integritate) -posesión confirmada por el papa Alejandro III en 1163 (Teggatam cum suis pertinenciis)- y una donación de un clérigo efectuada algunos años antes, en 1131. Esta vinculación a Oña supuso que entre los años 1206 y 1673, varios de los abades de Oña fueran antes priores de Tejada. Será a finales del siglo XII, en 1180, cuando emerja la figura de Rodrigo. Bajo su mandato, el priorato de Sancti Petri de Teiada o Sancti Petri de Tegiada aumentó considerablemente su patrimonio gracias a una política de compras que, durante casi treinta años, le llevó a adquirir diversas propiedades en el Valle de Valdivielso (Quintana, Santa Olalla, Oteruelos, iglesia de Santa María de Pesadas, Castejón, Prado, Dobro, Valcavado, Población, Arroyo, Valhermosa, Hoz, Toba, San Salvador de Incinillas, Bercedo, Santa María de la Puente, Santa María de Condado, etc.). El sucesor, o uno de sus sucesores, se llamará Esteban, y le veremos aparecer como prior el año 1241, mientras que en 1279 dicha jerarquía la desempeñará Garcí González y, en 1284, Martín González. Tejada desaparece de la diplomática -procedente, sobre todo, de los archivos de Oña y del Histórico Nacional- hasta 1203, año en el que unos particulares intercambian con San Salvador de Oña y Sancti Petri de Tellada y su prior Rodrigo, una serie de posesiones. Construida en pleno Valle de Valdivielso, al nordeste de Puente-Arenas, la iglesia de San Pedro de Tejada (Monumento Histórico-Artístico restaurado los años 1950 y 1952 y declarado Bien de Interés Cultural) es, por su calidad tanto arquitectónica como escultórica, uno de los edificios románicos más significativos no ya de la comarca de Valdivielso -extendiendo su influencia por el cercano Valle de Manzanedo- sino de la provincia de Burgos, dejándose sentir sus influencias en Escóbados de Abajo, Tabliega, Gredilla de Sedano, etc. Estas influencias son las que han motivado que los amantes de las “escuelas” hablen de una de Tejada que dejó su impronta en todo el románico del Valle de Valdivielso. El edificio, en la actualidad de titularidad privada, se encuentra enclavado en un paraje solitario de gran belleza, bajo los crestones rocosos que rematan el Monte Pilas, una de las máximas alturas de la Sierra de la Tesla, apenas a medio kilómetro de Puente-Arenas. Desde aquí, una pista de cemento nos conducirá hasta la iglesia, que es lo único que se conserva del antiguo monasterio ya que las dependencias que aun se mantienen junto al templo datan de épocas mucho más recientes. Ante la ausencia de actividades arqueológicas en su entorno, sólo la pequeña puerta abierta en el muro norte de la nave ahora inutilizada, de medio punto sobre jambas e imposta ajedrezada, tal vez el acceso a la iglesia para los miembros de la comunidad, permitiría ubicar dichas dependencias en esta zona. El edificio se construye con una cuidada sillería y consta de una sola nave y cabecera compuesta por un tramo recto presbiterial y capilla semicircular. La nave aparece dividida interiormente en tres tramos, dos de ellos cubiertos por una bóveda de cañón reforzada mediante un arco fajón, mientras que el tercero, de sección cuadrada, se cubre con una esbelta cúpula semiesférica sobre trompas -con su circunferencia acentuada por una triple moldura de billetes- que sirve de apoyo a una torre de sección cuadrangular erigida en piedra toba, que al exterior presenta sus achaflanadas esquinas recorridas por columnas adosadas. Una ubicación de la torre propia del románico norteño y burgalés. En cuanto a los soportes, tanto las trompas sobre las que descansa la cúpula como los arcos fajones de la nave son recibidos por columnas que, adosadas a soportes prismáticos y coronadas por capiteles historiados, se alzan sobre altos plintos. Los muros norte y sur de los dos primeros tramos de la nave presentan una gran simetría en cuanto a su articulación, tanto vertical -pues en ambos casos se realiza mediante contrafuertes que alcanzan la cornisa, decorada con bolas- como horizontal, mediante dos impostas de billetes, la superior a modo de guardapolvo y la inferior sirviendo de base a los cuatro vanos que se abren en los paños. Estos vanos -dos abiertos en los laterales del ábside (tramo recto) y otras dos en cada pared lateral de la nave- son de medio punto formado por grueso baquetón y dos columnillas con capiteles decorados. Son de medio punto y carecen de columnillas, haciendo de jambas el mismo muro con las aristas sustituidas por un bocel, como en Quintanarruz, Villacomparada de Rueda y Tabliega. La torre, erigida sobre un falso crucero, se dota de dos cuerpos separados entre sí por una sencilla moldura de baquetón: el inferior con arquería ciega de medio punto, con dos arcos en cada lienzo como en El Almiñé y Tabliega, y el superior con dos bellos arcos geminados en cada lado, también de medio punto, separados unos de otros por esbeltas semicolumnas rematadas por capiteles con bella decoración vegetal y de entrelazos. Su estructura en dos cuerpos, copiada en la cercana iglesia de El Almiñé, y la prolongación de las columnas por ambos cuerpos hasta alcanzar la cornisa -recorrida por puntas de diamante-, dota a la torre de una esbeltez y elegancia singular si la comparamos con otras torres románicas burgalesas de igual ubicación, como por ejemplo la de Monasterio de Rodilla. El muro occidental de la nave aparece rematado por un hastial de piñón agudo en el que destaca la presencia de una ventana trilobulada, de traza mucho más sobria y menos desarrollada que otras formas polilobuladas que se conservan en la provincia como en las portadas de Gredilla de Sedano y Bozoo, y más en la línea de las ventanas absidales de Cillaperlata, Encío, Navas de Bureba y Los Barrios de Bureba. Mientras, hacia oriente, un tramo recto de escasa longitud precede al ábside, este último sobreelevado con respecto a la nave, de planta semicircular y cubierto por una bóveda de cuarto de esfera; al exterior los muros de este espacio absidal aparecen divididos verticalmente en cinco paños (tres pertenecientes al tambor y dos al tramo recto) mediante contrafuertes mixtos, de sección prismática hasta dos tercios de su altura total y rematados en su tercio superior por columnas que, con sus respectivos capiteles de estilizados acantos, alcanzan la cornisa decorada con sogueado, una solución arquitectónico-decorativa que también encontramos en otros edificios románicos burgaleses, como Tabliega, Quintanarruz o Villacomparada de Rueda. Construido con una sillería perfectamente despiezada, el ábside articula horizontalmente su exterior en dos cuerpos de desigual altura mediante una gruesa moldura de triple taco que, a modo de imposta, recorre todo su perímetro excepto los contrafuertes, como en las iglesias también burgalesas de Castil de Lences y Abajas. Esta moldura también enmarca el guardapolvo de los cinco vanos, dos abiertos en el tramo presbiterial y tres en el tambor semicircular, estos últimos ciegos. Una articulación muraria en dos cuerpos o registros que se repite en su interior gracias a la ancha y cuidada imposta decorada con billetes que lo recorre, ocupando el registro inferior incluido el tramo recto. El piso bajo va recorrido por una arquería de siete arcos de medio punto con rosca abocelada sobre columnas con grandes capiteles vegetales de volutas, característica esta última -la de la arquería baja en el interior del espacio absidal- que ya aparece en Loarre y que comparte con los cercanos edificios de Crespos, San Miguel de Cornezuelo o Manzanedo, o con otros cántabros como Silió, o la colegiata de Castañeda. Al interior los cinco vanos que se observan en el exterior del espacio absidal se reducen a uno solo, de estrecha luz. El conjunto se completa con una torre circular o husillo, situada en la fachada sur, por la que podemos acceder a la torre situada a modo de cimborrio sobre el tercer tramo de la nave, modelo que luego se seguirá en las próximas de El Almiñé y Valdenoceda. Una de las características que ha hecho famosa a San Pedro de Tejada es su abundante escultura, sencilla en su talla biselada, quizá algo inexpresiva, pero con una extraordinaria riqueza iconográfica. La escultura se distribuye en los 86 canecillos que recorren todo el perímetro de la iglesia y torre; los capiteles del interior y exterior en la torre, portada, vanos y columnas que llegan hasta la cornisa, y en los relieves de la portada. Toda esta abundante decoración realizada por un mismo taller que combina temas religiosos (colegio apostólico, unción de un enfermo, Maiestas Domini flanqueada por los símbolos de los evangelistas, Pecado Original, Sansón, Adoración, Última Cena, Liberación de Pedro), un amplio elenco de figuras eclesiásticas (monjes, abades, obispos, etc.), de carácter profano y lúdico (juglares, músicos, acróbatas, etc.), representaciones animalísticas (leones, águilas, ciervos, perros, simios, etc.), pasando por las figuras masculinas y femeninas en actitudes exhibicionistas y procaces, convierten a la iglesia de Puente-Arenas en uno de los conjuntos más sobresalientes del románico hispano. En la sobria y elegante portada que se abre en un antecuerpo del hastial occidental de la nave, rematado por un tejaroz sustentado por ocho canecillos, todo tiende, como en San Quirce, a la verticalidad. Abocinada y carente de tímpano, sus arquivoltas aparecen decoradas con muy distintos motivos de simples baquetones, sogueado, cañas con bolas y rosetas. Éstas apoyan sobre dos pares de esbeltas columnas acodilladas con capiteles decorados con elementos vegetales de rizos, acantos, hojas carnosas y volutas, y cimacios corridos con triple fila de billetes. Sustentando el tejaroz encontramos ocho canecillos, donde en los centrales se representa a los cuatro Evangelistas en su versión tetramórfica y cuatro ángeles alados con libros en los cuatro de los extremos. Los canecillos centrales -San Lucas y San Marcos-, flanquean un relieve en el que se ve, envuelto por una esquemática mandorla, a Cristo con los brazos extendidos, formando por tanto un curioso Pantocrátor rodeado del Tetramorfos. Y ubicado a modo de friso, también bajo el tejaroz, encontramos en las enjutas de la portada un Apostolado distribuido en dos bajorrelieves, cada uno con tres parejas de apóstoles. Bajo estos relieves, también a uno y otro lado, encontramos a la derecha un altorrelieve en el que un hombre aparece bajo las patas de un león, el “León de Judá”, Cristo vencedor de la muerte, que aparece en numerosas iglesias de Cataluña, Aragón y Navarra o mencionado, en Burgos, en la portada de Moradillo de Sedano. El relieve de la izquierda es una curiosa representación de la Última Cena que nos habla de la gran capacidad de síntesis del tallista, pues en él sólo se encuentran representadas las figuras de Cristo, y rodeándole, dos de sus discípulos, Juan, que se recuesta sobre él, y Judas. Apenas visibles, decoran la moldura que a modo de cornisa remata el hastial occidental unos pequeños relieves. En el piñón aparece tallado un cuadrúpedo, posiblemente un león, y enmarcándolo a uno y otro lado un bello roleo de tallo y hojas serpenteantes, motivos florales que surgen estilizadamente de grandes tallos que recuerdan a los existentes en uno de los más significativos edificios altomedievales burgaleses: Santa María de Quintanilla de las Viñas. Como ya señalara Pérez Carmona, esta portada tanto por su iconografía -Apostolado, león antropófago, etc.- como por su distribución ornamental se inspiró en la portada norte de la iglesia burgalesa de San Quirce, llegando sus influencias hasta la navarra de Artáiz. Como ya hemos señalado, uno de los elementos más singulares de esta iglesia es su amplio repertorio de canecillos. Siguiendo una orientación de sur a norte, en la nave encontramos los siguientes temas: