La ruta propuesta abarca un conjunto excepcional de diez eremitorios rupestres situados el Norte de la provincia de Palencia y parte de la Comarca de Valderredible, lindando a su vez con el sureste de la provincia de Burgos. Pese a que su extensión abarca tres provincias diferentes, la distancia de la ruta propuesta apenas sobrepasa los 100 kilómetros.
Todos ellos constituyen pequeños templos o iglesias que, aprovechando los recursos naturales, fueron excavados en la propia roca sirviendo así de abrigo y refugio. El origen de estas construcciones, utilizadas como lugar de culto y de retiro, se remontan a los albores del cristianismo en los que los anacoretas se retiraban a cuevas para profesar su religión. Estos inicios serían tan solo el germen del periodo eremítico que se dio en torno al siglo IX envuelto en el periodo de la Reconquista y en el que las cuevas pasaron a convertirse en iglesias parroquiales o incluso pequeños monasterios. Estos trataban de acoger a una comunidad de monjes con el objetivo común de asentar a los mozárabes emigrados de al-Ándalus, descendientes de la población hispano-visigoda, a los cuales se les atribuye su realización.
El territorio que nos ocupa, dadas las características geofísicas del terreno, no solo alberga un gran conjunto de eremitorios rupestres, sino que se encuadra en uno de los geoparques más extensos de la UNESCO, en el que es imprescindible disfrutar de paisajes como Las Tuerces o el Cañón de la Horadada, entre otros. Asimismo, alberga la mayor concentración de arte románico de toda Europa, contando con más de 250 iglesias, que apuesta por convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Por todo ello, la Montaña Palentina, con más de 1800 km² de extensión, es un lugar único en el que poder perderse a través de sus paisajes milenarios, degustar su gastronomía y empaparse de sus costumbres, de su patrimonio, y de su arte.
El punto de partida de nuestra ruta es la localidad de Cervera de Pisuerga, a la que se accede a través de la carretera CL-626. Situado entre esta y el pequeño pueblo de Vado, cercano a la confluencia del río Rivera con el Pisuerga, se encuentra el pequeño eremitorio de San Vicente o Cueva de los Moros, al que se puede acceder andando por un camino de tierra denominado coloquialmente como “la Valleja”.
Sobre la llanura, resalta la erección de este pequeño templo excavado en la peña de roca arenisca y que se articula a través de una nave en forma de “L” con varios vanos de acceso, abierto a cualquier visitante que se acerque a contemplar su belleza y extrañeza. Mientras que en su interior consta de un pequeño presbiterio encabezado por un ábside y al lado norte se adosa una pequeña sacristía; en el exterior se dispone una necrópolis en la que pueden observarse una decena de tumbas excavadas en la roca.
Aunque el origen de este templo data de época altomedieval con una función de pequeña ermita, posteriormente paso a convertirse en iglesia monástica, siendo relegada a un segundo plano cuando se construyó en el siglo XII una iglesia románica que permanecería hasta el siglo XIX.
En la pequeña localidad de Olleros de Pisuerga, cercana a Aguilar de Campoo, y a la que se accede por la P-620, se puede disfrutar tanto de las vistas del Cañón de la Horadada, como de los restos del castro prerromano de Monta Cildá, o incluso, de su gastronomía gracias a la fiesta de la “Gran Paella Ollerense” declarada Interés Turístico Regional en 1994. Sin embargo, el humilde pueblo destaca porque en él se localiza el mejor ejemplo rupestre conservado en la península, que ha sido denominado como la “Catedral de las rupestres”. Se trata de un templo escavado en roca arenisca que constituye una de las joyas más apreciadas del románico de la montaña palentina dada su singularidad, por lo que ha sido premiada en numerosas ocasiones.
Aunque sus orígenes no se conocen con precisión, se estima que tras la llegada de monjes mozárabes en el siglo IX, estos comenzarían a excavar la roca aprovechando así los recursos disponibles para construir una ermita. Sin embargo, esta sufriría distintas ampliaciones hasta el siglo XVIII, conformando el aspecto de la Iglesia actual.
El interior se organiza a través de dos naves separadas por tres columnas (una es original), cubiertas por dos falsas bóvedas de cañón apuntado reforzadas por arcos fajones, siguiendo las propuestas del románico y anticipando el gótico, aunque con una función puramente ornamental. Cada nave tiene su respectivo ábside: en uno se sitúa el altar con un ara romana y un Cristo Crucificado del XVII, y en el otro, un retablo plateresco del siglo XVI con las imágenes de los santos Justo y Pastor, a los que está dedicada la iglesia. Asimismo, a los pies se sitúa un coro de madera desde el que se visualiza todo el interior.
Consta, además, de dos capillas en la nave del evangelio: a los pies se ubica una que contiene la pila bautismal, mientras que en la en la cabecera se ubica la otra descubierta en 1931. Esta se abre mediante un arco de medio punto y en ella se pueden apreciar enterramientos bajo arcosolio, a modo de capilla funeraria de notables figuras, o bien se puede interpretar como el inicio de una tercera nave que no se desarrolló.
En el lado de la epístola, se abren numerosos vanos que permiten la entrada de luz natural al templo, así como una gran apertura de entrada cuya posición viene dada por el solsticio de verano, cuyos rayos de sol penetran a través de esta y se proyectan en el ábside, creando una armonía que solo es posible gracias al perfecto estudio de su orientación. Asimismo, en la zona de la cabecera se abre un espacio de planta rectangular dónde se ubica actualmente la sacristía que, por sus rasgos más toscos y primitivos, pudo ser el espacio inicial de la ermita.
En cuanto a la decoración de la ermita se limita a imitar estructuralmente el estilo románico que estaba en boga cuando se produjo su ampliación, así como de dotar a las columnas de capiteles y basas, imitando el orden toscano. Asimismo, aparte del mobiliario ya mencionado, destacan los restos pictóricos situados detrás del retablo de época gótica y moderna, y dos pinturas que datan de los siglos XVII y XVIII: una cruz delimitada por entrelazos vegetales sobre el vano de la sacristía y un mural en el que se representan las nubes y los astros, entre otros signos asociados a la pasión de Cristo. No obstante, son las propias vetas y los tonos degradados de la piedra arenisca, los que deleitan al espectador con su calidez, envolviéndolo en un ambiente que la hace única.
Al exterior, resalta la entrada elevada en altura bajo un gran pórtico o nártex edificado en 1753 y a la que se accede a través de una gran escalinata. Asimismo, se abren en la roca varios vanos que permiten la entrada de luz natural al templo delimitados por arcos de medio punto grabados en la propia roca, al igual que otras formas, como son "las cruces patadas". Sobre la gran fachada se alzada una pequeña espadaña de un solo vano construida en el siglo XVIII.
Junto a la ermita se ubica una necrópolis rupestre con varias tumbas antropomorfas excavadas en la propia roca y otras bajo arcosolio. Dicho conjunto cuenta también con dos lauras o cuevas, que posiblemente fueron usadas por los monjes antes de comenzar a excavar la ermita. Sobre la laura sur, que fue el primitivo baptisterio de la ermita, se ubica una gran torre-campanario exenta construida en sillería en el siglo XVII, pero cuyos orígenes remontan a una torre de vigilancia mucho anterior, pudiendo estar en relación con el cercano Monte Cildá.
Para saber más AQUÍ
Siguiendo la carretera P-620 se llega a Villacibio, dónde a unos 900 metros del centro urbano y a través de una pista de tierra se llega al eremitorio rupestre de San Pelayo. Escondida en el término conocido como la Revilla, se divisa un amplio paisaje en el que se alza sobre un cerro la iglesia del pueblo, que data de mediados del XVI y cuya advocación es San Miguel Arcángel. Asimismo, en el pueblo vecino de la Rebolleda, se ubicaba otro eremitorio semejante, denominado Las Covaritas, que fue dinamitado en el siglo XX.
Su origen, como consecuencia de la repoblación, es probable que se remonte en torno a los siglos VIII-X, sin embargo, en los documentos es nombrado por primera vez a mediados del siglo XII. Este escrito fue firmado por doña Urraca, y en él se cedía a Xbal (Cristóbal), el prior del monasterio de San Salvador de Oña en Burgos, el cenobio de Santa María de Mave y otras posesiones que dependían de este, como fue el caso del pequeño eremitorio dada su cercanía.
Se trata de un templo escavado en la roca arenisca que consta de una nave con una orientación Este-Oeste. En su interior se marca una separación entre el presbiterio y la nave a través de un pequeño muro en el que posiblemente apoyara el iconostasio de madera, de acuerdo con el rito mozárabe. De igual forma, el ábside se separa del presbiterio mediante dos arcos; uno de medio punto y otro de herradura, separados por un pilar prismático central, y en cuyo interior se abren unas pequeñas hornacinas dónde se depositaban las reliquias u otros objetos destinados a la liturgia. A diferencia de otros eremitorios de la zona la necrópolis no se sitúa a su alrededor, sino que el conjunto de tumbas excavadas se ubica en el monte de enfrente a unos 800 metros.
Tras haber dejado atrás Villacibio, continuamos por la P-620 hasta llegar a Puentetoma dónde habrá que tomar la N-627 en dirección Aguilar de Campoo. Antes de llegar a la villa medieval, habrá que desviarse en la PP-6301 para coger enseguida la PP-6224 y llegar así a Villarén de Valdivia. Acceder a su eremitorio no es difícil, pues se ubica al abrigo de la montaña en lo alto del pueblo y a los pies del Monte Bernorio, dónde se han hallado importantes restos arqueológicos.
Se trata de una iglesia compuesta por dos naves separadas por un soporte central, que apenas se conserva, y rematadas por dos ábsides de planta cuadrangular. Ambas están cubiertas mediante bóvedas de cañón y abiertas al exterior a través de un vano en el lado sur del testero y en la esquina suroeste mediante una gran entrada. Asimismo, resaltan las tumbas que pueden observarse tanto al interior del templo como en el lado sur del exterior, que sería el cementerio. A los pies de esta, se ubica una pequeña sacristía que está unida con la nave debido a un derrumbe, pero que originalmente era independiente y que consta de una inscripción, que quizás sea lo más interesante.
Como hecho inusual, en ella se indica la fecha de consagración. Sin embargo, su difícil interpretación ha llevado a los estudiosos a elaborar diferentes hipótesis, considerando la teoría más acertada aquella que la data del año 1067 d.C, pese a que la cueva pudo ser utilizada desde tiempos remotos, además de confirmar su dedicación a San Martín.
Continuando la ruta por la PP-6301, a la altura de Cezura salimos a la CA-273 para disponernos a entrar en la denominada Comarca de Valderredible, perteneciente a la comunidad autónoma de Cantabria y dónde se ubica el pueblo de Santa María de Valverde. La iglesia rupestre se sitúa a las afueras, en plena sintonía con la naturaleza y rodeada por espacios verdes. En el paraje tan solo se erige la gran espadaña del siglo XIII y la cubierta de madera que protege a la cueva de las filtraciones, así como el Centro de Interpretación del Rupestre a escasos metros de esta, y que permite conocer más a fondo el fenómeno eremítico de la zona.
Compartiendo fama con la ermita rupestre de Olleros de Pisuerga por sus dimensiones, está ya aparece citada del año 978 como Santa María de Sotarraña, perteneciente al Infantado de Covarrubias; así como en el siglo XII, perteneciente al Monasterio de Santa maría la Real de Aguilar de Campoo.
Su disposición y aspecto actual es el resultado de diversas ampliaciones e intervenciones a lo largo del tiempo. La iglesia primitiva se orientaba en sentido transversal con el ábside en el lugar del actual baptisterio remarcado por un arco de herradura que presenta marcas del ensamblaje del iconostasio. Asimismo, la capilla lateral servía como sacristía o celda, mientras que la pila bautismal, original del siglo IX, y con la típica decoración visigoda con cruces patadas inscritas en círculos, se ubicaba en otra estancia.
En torno al siglo X, se produjo la gran ampliación, dotando a la iglesia de una nave central y una triple cabecera dónde se ubico el ábside. En este espacio, más profundo que el resto, en cuya bóveda se percibe ligeramente la forma de venera o la cúpula gallonada típica mozárabe. Como resultado, se unieron así los dos templos, con una visión unitaria de dos naves separadas por pilares cuadrangulares.
Posteriormente, a finales del románico en torno al siglo XIII, se construyó una nueva entrada de sillería con un arco apuntado, que indica las nuevas percepciones del gótico, así como la espadaña, a la que se añadieron en el siglo XVII las bolas escurialenses. De igual forma, en época barroca se ornamentaron las capillas con los actuales retablos y el sepulcro del caballero Antonio Gómez Navamuel, quien ejercía por esos años el patronato de la Iglesia.
En cuanto a la necrópolis, que se sitúa en la parte alta de la iglesia en torno a la espadaña, presenta una cronología similar a la iglesia, con tumbas muy diversas partiendo de época altomedieval. Asimismo, en su interior consta hasta de cuatro inscripciones litográficas, de las cuales, una se sospecha que puede ser visigoda. Su interés histórico-artístico es tal, que en 1985 fue declarada Bien de Interés Cultural.
Para saber más AQUÍ
Continuando por la carretera CA-272 que atraviesa de este a oeste el Valle, antes de llegar a Polientes, nos encontramos con la localidad de Campo de Ebro. Este pueblo, como indica su nombre, posee de un emplazamiento privilegiado junto al río Ebro, además de un interesante patrimonio histórico-artístico. Cuenta así, con interesantes ejemplos de arquitectura tradicional, un molino harinero en buen estado de conservación y una iglesia de estilo Barroco dedicada a San Millán que se levanta en el lugar de la prexistente iglesia románica, con una cronología similar a San Martín de Elines, de la que tan solo ha pervivido su pila bautismal.
Tras la iglesia parroquial se sitúa, además, la pequeña ermita rupestre enclavada en la roca. Sus orígenes están asociados el fenómeno de repoblación que tuvo lugar por estas tierras en torno a los siglos XVIII-X y que, pese a su sencillez, fue declarada Bien de Interés Cultural en 1985.
Esta pequeña capilla consta tan solo de una nave de planta rectangular en su interior, que está rematada por un ábside sobreelevado, y enmarcado por un arco triunfal de herradura. Ausente de cualquier tipo de ornamentación, el interior aparece recorrido por un banco labrado en la roca arenisca y con la cubierta ligeramente arqueada. Asimismo, en el centro de la nave se pueden apreciar los arranques de una pila prismática que fue demolida para ampliar, probablemente, el templo. Desde el exterior, se puede ver el vano de acceso y otro que permite la entrada de luz realizados en un muro de mampostería, y a diferencia de otros ejemplos de la zona, a su alrededor no se dispone una necrópolis.
En cuanto al origen del pequeño ermitorio se remonta a la época de la primera evangelización de los cántabros por parte de los monjes procedentes del cenobio de San Millán en la Rioja, explicando así la advocación de la iglesia parroquial. De igual forma, en su interior albergó la escuela del pueblo durante años, así como la casa concejo o incluso, fue habitada en otras épocas, además de desempeñar la función de refugio durante la guerra civil. Pese a todos los avatares, presenta un buen estado de conservación frente a otros ermitorios de la zona y guarda cierta semejanza con el del Barrio de Cadalso que veremos a continuación.
Continuando nuestra ruta por la CA-272 hasta pasar Ruerrero, habrá que tomar la CA-275 en dirección Escalda (Burgos) para llegar a Barrio de Cadalso. En esta localidad se ubica la Iglesia Rupestre de la Virgen del Carmen al borde de la misma carretera y en torno a la afluencia del río Ebro, siguiendo así la misma disposición que el resto de eremitorios de la Comarca de Valderredible. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 1983.
El marco cronológico del templo se ha estimado que varía entre los siglos VII y X debido a la variedad de opiniones sobre su origen, ya que pudo establecerse tras la cristianización de la comarca o tras la repoblación por parte de los monarcas astur-leoneses, así como por los monjes visigodos que huyeron de al-Ándalus siguiendo la ruta del Ebro.
Consta de una sola nave al interior de planta rectangular cubierta por una bóveda de cañón irregular, con la tosca ornamentación de un arco de medio punto que da paso al ábside, al que se acede a través de un pequeño escalón. En él se simula una bóveda de horno que se alza sobre la mesa de altar y consta de un pequeño nicho en la base.
Al exterior se puede apreciar el vano de entrada formado por un arco de medio punto en la fachada meridional, así como la presencia de otros tres que presentan distintas formas: circular, rectangular y de medio punto, que permiten la entrada de luz al interior. La fachada tiene, además, marcas en la roca que indican una posible construcción aneja de madera semejante a un tejadillo o porche, hoy desaparecido. Asimismo, tanto en sus inmediaciones como sobre ella, se pueden observar las tumbas excavadas en la roca de época altomedieval.
Dejando atrás Cadalso, habrá que desviarse en la carretera BU- V6116 para llegar a la localidad de Presillas, ubicada en territorio burgalés y perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla y León. Al socayo de un peñón que alcanza los 900 metros en la ribera del Ebro, la ermita de San Miguel se encuentra dominando el valle, rodeada por todas sus partes por un frondoso bosque.
Con una orientación Este-Oeste, el interior se organiza a través de una planta basilical formada por tres naves con sus respectivos ábsides. Pese a la corta distancia que estas poseen, se elevan una gran altura, dividiendo la ermita en dos plantas, que tuvieron una función monacal.
En la planta inferior destacan los tres ábsides, los cuales posen un altar escavado en la propia roca independiente, así como de un nicho que albergaría alguna imagen o serviría para colocar los elementos de la liturgia. Los situados en la nave del evangelio y en la central tienen una planta cuadrangular, mientras que el ubicado en la nave de la epístola posee una planta circular. Las naves se separan mediante arcos de medio punto peraltados que se apoyan en pilares exentos y contrafuertes, también tallados en la propia roca arenisca, como los arcos fajones.
A la planta superior se accedía mediante una escalera junto al ábside también tallada en la piedra, y actualmente se accede desde el exterior a través de una escalera. En ella se sitúa la tribuna, en la cual se han encontrado restos de cerámicas de los siglos VIII-X y desde la cual se puede contemplar tanto el interior de la ermita como las vistas del paisaje que la envuelve.
Independiente de la ermita, pero ubicado en la misma roca se sitúa la denominada, Cueva de la Vieja, que sirvió como lugar de baptisterio debido a las dos pilas excavadas en el suelo y un pequeño banco. De igual forma, en las inmediaciones se encuentran otras cuevas o pequeñas celdas artificiales dónde los eremitas buscaban refugio y que hacen del conjunto una obra única de época de la repoblación.
Para llegar al pueblo de Arroyuelos habrá que retroceder por la BU-V6116 y desviarse en la carretera de Arroyuelos, antes de llegar a la bifurcación con San Martín de Elines. La ubicación de esta pequeña localidad viene dada en gran medida por la gran montaña de roca arenisca, que determino también, en gran parte, la ubicación de la ermita.
Su cronología, más acotada que en otros eremitorios vecinos, se puede establecer en torno al siglo X debido a las características que presenta en relación con la arquitectura mozárabe, como es el uso del arco de herradura en planta y alzado, así como la posible existencia de un contra-ábside, entre otros.
Inspirada en la ermita próxima de San Miguel en Presillas y declarada Bien de Interés Cultural en 2004 por su forma caprichosa, esta consta de una sola nave que está formada por dos plantas, enfatizando así la verticalidad y revelando que tuvo algún tipo de actividad monástica.
La inferior concluye en un gran ábside orientado al este, con forma de arco de herradura en planta y alzado, cubierto mediante una gran bóveda de horno. Mientras, al lado opuesto se insinúa un contra-ábside también con forma de arco de herradura. En el cuerpo, que es producto de dos ampliaciones, se proyectan dos arcos de medio punto sostenidos por un gran pilar prismático central en el que confluyen los nervios papiriformes de la cubierta, lo que ha hecho que se haya relacionado con la iglesia soriana de San Baudelio de Berlanga. Asimismo, se intuye la unión de este con un muro opuesto, sobre los cuales debieron situarse los cortinajes a modo de iconostasios siguiendo el rito mozárabe.
Por otro lado, la planta superior se alza a modo de tribuna sobre la planta principal con la que se comunica por medio de dos arcadas y se abre al exterior mediante un vano ubicado sobre la puerta inferior, hoy cegado con un muro de mampostería. Esta planta pudo prolongarse a lo largo de la nave, dada la existencia de los mechinales y entalladuras que presenta la roca, que invitan a pensar en un segundo piso de madera. A esta se accede a través de una escalinata situada en la parte de los pies escavada en la pared meridional.
La necrópolis en este caso, se ubica junto a la entrada meridional templo y se ha datado de la misma época que el templo, en el siglo X. Actualmente, algunas de ellas son usadas como abrevadero para animales, dada su forma excavada en la roca. Igualmente, por las oquedades de la roca, en ella pudieron insertarse vigas de madera formando un pórtico de entrada.
Saliendo al cruce de San Martín de Elines, dejamos atrás la BU- V6116 para tomar la carretera CA-275 y dirigirnos al último destino de la ruta planteada, en dirección a Orbaneja del Castillo. Se trata de la denominada Ermita rupestre del Tobazo situada en el pueblo de Villaescusa del Ebro. Aunque quizás no sea uno de conjuntos rupestres más importantes y sorprendentes entre todos los ya visitados, merece la pena acercarse hasta él y disfrutar del paisaje en el que se enclava.
En pleno Cañón del río Ebro, en un paraje repleto de cascadas y naturaleza apartado del núcleo de población, denominado como El Tobazo, se disponen un gran número de cuevas naturales, que, aprovechando su formación calcárea fueron labradas por la mano del hombre, sirviendo para enclavar un pequeño eremitorio y unas celdas, donde se desarrollaría la vida eremítica. Asimismo, tanto el interior como el exterior sirvió para albergar sepulturas que fueron excavadas en la roca debido a las características que presentaba del terreno.
El conjunto está formado por tres cuevas de libre acceso a las que se puede llegar haciendo senderismo a través de la ruta propuesta. Las tres, están comunicadas por pasillos naturales, sin embargo, es la central la que adquiere una mayor relevancia y a la que se accede a través de un vano con forma de arco de medio punto. Esta es la ermita, que delimitada por otras dos cuevas, que sirvieron de celdas a los monjes, tiene una planta cuadrada que remata en un ábside precedido por un gran arco triunfal, con cruces grabadas en la roca de fondo. Mientras, en la pared izquierda presenta una pequeña hornacina, reduciéndose su ornamentación y sus elementos a estos dos aspectos.
SANDRA MARTÍN LÓPEZ
Centro de Estudios del Románico. Fundación Santa María la Real.