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Arcos formeros del lado de la epístola

Identificador
37318_01_013
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 59' 2.58'' , -5º 9' 12.75''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Pedro

Localidad
Paradinas de San Juan
Municipio
Paradinas de San Juan
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL EDIFICIO ACTUAL SE PRESENTA como un cúmulo de reformas y añadidos que desvirtúan en cierto modo el aspecto de su primitiva fábrica románica. Manuel Gómez-Moreno y M.ª Riánsares Prieto Paniagua intentaron con más o menos acierto hacer una lectura de estas fases, cuestión nada fácil debido a las transformaciones sucesivas y a la mezcla de estilos. Más completos son los estudios de Antonio Casaseca Casaseca y Olga Pérez Monzón que realizan un análisis más documentado del proceso constructivo, sobre todo de las obras más modernas. La iglesia de San Pedro es un edificio en el que se mezclan la piedra y el ladrillo; una fábrica mixta que pone de manifiesto los titubeos en que se movía la arquitectura románica en aquellas zonas en las que escaseaba la piedra. En estos casos, la utilización conjunta de ambos materiales se contempla como una cuestión económica encaminada al abaratamiento de la construcción. Además hay que tener en cuenta que esta fórmula no repercutía sobre el acabado final del paramento que, en cualquier caso, siempre quedaría enlucido, dejando sólo a la vista las columnas y los capiteles de piedra. Del exterior sólo merece la pena destacar el ábside central y la portada meridional, ya que el resto fue reformado en épocas posteriores y restaurado más recientemente. El ábside presenta un contrafuerte en el centro que separa una parte semicircular de otra poligonal articulada en tres paños lisos que en origen se decoraban con arcos de ladrillo. Desconocemos el momento exacto en que se macizaron estos arcos pues a Gómez-Moreno le pareció reconocer siete paños con tres niveles de arquerías enmarcadas por rectángulos, si bien el tono dubitativo con el que se expresa en este caso el insigne maestro deja abierta la interrogante. El acceso al interior se realiza por la portada románica que se abre en el restaurado lienzo meridional. Consta de un arco de medio punto y una arquivolta de bocel entre medias cañas que se decoran con botones florales tetralobulados y perlas. Apoya esta última sobre una pareja de columnillas acodilladas con cimacios decorados con florones de perfiles puntiagudos inscritos en círculos y capiteles muy desgastados en los que a duras penas se intuye la presencia de formas animales y posiblemente una sirena de doble cola. En el interior, la estructura del templo no es muy distinta a la que se puede encontrar en otros edificios de la zona -tres naves separadas por formeros, con ábside semicircular la central y testero plano en las laterales- si bien tal distribución obedece a estilos y épocas diferentes. Esta disparidad constructiva se aprecia claramente en la iglesia de Paradinas donde soportes, arcos y materiales son muy diversos. Se distinguen en primer lugar dos naves coetáneas que serían la central y la de la epístola, separadas por arcos de medio punto doblados que apoyan en semicolumnas adosadas a pilares rectangulares en los que se combina la arenisca con el ladrillo. Presentan cimacios lisos y capiteles decorados con sirenas de doble cola, dragones y hojas muy toscas rematadas en volutas y bolas. En el apoyo más cercano a la capilla mayor hay incrustado un cimacio con un tallo ondulante del que nacen flores de lis. Sobre estos arcos formeros se abren dos ventanas de ladrillo que evidencian el desnivel que existía originalmente entre ambas naves. La nave principal remata en un ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto de esfera precedido de tramo recto con medio cañón, todo muy restaurado. Se abre a la nave a través de un arco triunfal de medio punto ligeramente ultrapasado soportado por dos columnas pétreas con sus correspondientes capiteles figurados; el de la derecha con parejas de leones afrontados sobre un fondo de hojas muy carnosas y el de la izquierda con la Epifanía, en la que aparecen los tres reyes a caballo señalando a la estrella. Los cimacios por su parte llevan tallos ondulantes muy estilizados que albergan hojas puntiagudas. La talla de estos capiteles parece corresponder a una mano diferente a la que realizó los de los formeros, si bien deben datarse en ambos casos en la segunda mitad del siglo XII. En los muros del presbiterio se abren dos puertas más modernas que comunican con la capilla del baptisterio que se ubica en el cuerpo bajo de la torre, y la de los Altamiranos que fue construida a principios del siglo XVI en el testero de la nave del evangelio. La nave septentrional corresponde a una campaña constructiva posterior en la que sólo se utilizó el ladrillo. De aspecto más homogéneo, se abre a la nave central por medio de arcos apuntados de triple rosca que apean sobre cuatro pilares escalonados en planta y separados por bandas verticales que llegan hasta el techo. En el muro del mismo lado hay un gran arco de medio punto cegado que Gómez-Moreno identificó como una portada y Casaseca como el acceso a una antigua capilla del siglo X V I o al cementerio. Respecto a la estructura original del edificio románico, Casaseca considera que la planta primitiva constaba de dos naves, la principal con ábside semicircular y la de la epístola con testero plano, derribándose después el muro norte para añadir la del evangelio. Se hace difícil entender un plan así, máxime cuando no encontramos otros paralelos en el románico salmantino. El ejemplo de la iglesia de Galleguillos citado por el mismo autor no nos parece acertado por cuanto en origen contó con tres naves, tal como señalamos en el estudio que le dedicamos en este mismo volumen. Por lo tanto, parece más lógico pensar en un proyecto inicial de tres naves rematadas en otros tantos ábsides semicirculares del que sólo quedó el central. Pese a las intensas reformas sufridas por el edificio, todavía en la capilla de la epístola se percibe cierta curvatura de su muro sur, signo que parece indicativo de su primitivo trazado. Esta primera fase constructiva data de la segunda mitad del siglo XII según pone de manifiesto el estilo y talla de los capiteles del interior y de la portada. Con el paso del tiempo (probablemente en la segunda mitad del siglo XIII) y por causas que desconocemos, la nave del evangelio fue sustituida por la actual. La iglesia de San Pedro sufrió después otra serie de transformaciones que afectaron a distintos sectores de su fábrica. En la primera mitad del siglo XVI se desmoronó la torre lo que afectó seriamente a la estabilidad de la capilla mayor y de la nave de la epístola que por entonces fueron reformadas, tal como recoge Olga Pérez Monzón. Por esos mismos años se construyó la capilla de los Altamiranos en el lado del evangelio, junto a la capilla mayor. En el siglo XVII se llevó a cabo otra gran reforma que se centró sobre todo en la nave de la epístola y en el pórtico. La techumbre de madera de las tres naves se hizo nueva y se elevó la altura de la nave meridional inutilizando las antiguas ventanas que iluminaban la nave principal.