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Canecillos del ábside

Identificador
47180_01_023
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 44' 4.16'' , -4º 19' 26.16''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de la Santísima Trinidad

Localidad
Villafuerte de Esgueva
Municipio
Villafuerte de Esgueva
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL, bajo la actual advocación de la Santísima Trinidad, se muestra como una intrincada y confusa aglomeración de estilos, entre los que se conservan algunos vestigios románicos. Puede decirse que el primitiva construcción tuvo unas proporciones modestas, propias de un edificio erigido por una comunidad rural: una sola nave con techumbre de madera y cabecera con tramo presbiterial recto de mayor anchura que el hemiciclo. En un segundo momento, durante los siglos XIV-XVI, se procedió a sustituir las cubiertas originales de la nave ampliándose además mediante la inclusión de una segunda nave al norte, lo que supuso la destrucción del muro septentrional de la nave primitiva. Un proceso común en gran parte de los templos rurales castellanos. A ello se sumó que a partir del siglo XVI se erigieron nuevas dependencias que acabaron de enmascarar la primitiva disposición planimétrica del templo. Una inscripción que se encuentra en el muro exterior de la sacristía consigna la fecha de 1787. En la actualidad presenta dos naves, una robusta torre-campanario abierta a los pies de la de la epístola, sacristía, un estrecho pórtico y diversas dependencias anexas. Signo inequívoco de las continuas obras es la pluralidad de los materiales empleados en su construcción: sillería, mampostería, ladrillo, etc. Los principales restos románicos se limitan a una cabecera con prolongado tramo recto presbiterial rematado por un tambor absidal semicircular y una portada abierta en el muro sur. El testero descansa sobre un alto basamento o podio de sillarejo del mismo modo que la parroquial de Canillas. El inarticulado lienzo mural del ábside fue revestido recientemente con cemento, lo que impide contemplar su aparejo, pero no el único vano de medio punto que se abre en el centro de su paramento ni tampoco la línea de canecillos conservada bajo la cornisa. Posee una arquivolta que, compuesta por un baquetón y un bocel, esta enmarcada por una chambrana decorada con cuadrifolias. Apoya en dos pequeñas y esbeltas columnas acodilladas de fustes monolíticos y basas áticas de toro inferior grueso y aplastado. En el interior, la cabecera se cubre con cañón apuntado sobre una moldura en talud en el tramo del presbiterio, y con bóveda de cascarón, igualmente apuntada, en el hemiciclo absidal. Comunica con la nave mediante arco triunfal –aquí apuntado y doblado– que descansa en columnas voladas a causa de la mutilación de su parte inferior. Todavía se conservaban completas en 1940, cuando José María del Moral dio a conocer una serie de restos románicos inéditos de la provincia. Presentaban basas áticas un bajo bocel achatado, listel, escota y bocel fino. Una sencilla imposta de chaflán recorre toda la cabecera a la altura del arranque de las cubiertas. Su nave correspondiente, la del sur, se cubría hasta no hace demasiado tiempo con una armadura o alfarje mudéjar de par y nudillo con una lacería policromada de los siglos XV-XVI. hoy es visible tan solo en el coro alto que aparece a los pies, puesto que el resto se conserva en Valladolid. Esta cubierta de madera hizo innecesaria la presencia de contrafuertes al exterior. Frente a la sencillez arquitectónica del edificio hemos de resaltar cierta calidad en la talla de la decoración esculpida que ha sobrevivido hasta nuestros días, muy especialmente la de los capiteles del arco triunfal. El capitel septentrional presenta cabezas de animales mordiendo tallos que recorren la superficie de la cesta; el meridional, bastante deteriorado en su cara frontal, inserta en la occidental un cuadrúpedo amamantando crías y en la oriental –según Heras– lucha de animales. Sus cimacios, también tallados a bisel –el septentrional es nuevo–, se decoran con elementos geométricos (retícula de rombos), presente también en otros edificios vallisoletanos (Trigueros del Valle y San Juan Bautista de Berceruelo). Por su parte, la ventana de medio punto que aparece en el ábside presenta dos capiteles en un lamentable estado de conservación, si bien todavía se insinúa parte de su decoración: el de la izquierda con motivos fitomorfos (palmetas) rematados en bolas, mientras que en el de la derecha tan solo es reconocible su coronamiento a base de volutas, puesto que el resto de la decoración de la cesta se ha perdido. Asimismo hay que señalar la hilera de canecillos, todos de perfil de nacela y con gran variedad temática y riqueza de formas, alguna de ellas enormemente naturalistas: geométricas (cabezas de clavo, lóbulos), vegetales (palmetas estriadas, piñas) y humanas (bustos barbados). La portada, una de las más bellas de la provincia, aparece precedida por un espacio porticado de época moderna y enrasada en el muro sur. Se compone de cuatro arquivoltas, con un molduraje muy similar al de la ventana absidal, con chambrana decorada con el mismo motivo que aquella. Apean sobre cuatro columnas acodilladas, dos a cada lado, con capiteles que alternan una estilizada decoración vegetal a base de palmetas estriadas (izquierda) y la representación de cuadrúpedos (derecha). Por su parte en los cimacios del arco de ingreso encontramos figuras antropomorfas con cola de reptil y rosetas inscritas en círculos. Respecto a la talla empleada en toda la decoración, se alterna el bisel y en algunos casos, como ocurre con los cimacios de los capiteles de la portada y del arco triunfal, de gran profundidad. Finalmente hay que referirse a la cronología. Para Del Moral, la cabecera y la portada de la parroquial de Villafuerte, pertenecían a un primer periodo que situaba en la primera mitad del siglo XII, la cubierta –visible tan sólo en el ábside– sería fruto de una remodelación ya en el siglo XIII. Sin embargo, en fechas más recientes, Felipe Heras ha situado el conjunto en la segunda mitad del siglo XII.