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Capitel de la ventana absídal

Identificador
31177_01_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 44' 53.03'' , -1º 58' 51.04''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santa Catalina

Localidad
Azcona
Municipio
Yerri
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
NINGUNA NOTICIA DOCUMENTAL justifica el esmero que se puso en la edificación y especialmente en la ornamentación de esta pequeña joya del románico rural. Al parecer fue en origen la parroquia de un despoblado denominado Ciriza, del que queda el topónimo Casas de Ciriza; allí existió una iglesia dedicada a Santa María. Lamentablemente, carecemos de documentación de época románica. Como hemos adelantado, entre Azcona y Ciriza había una cantera que al menos parcialmente llegó a manos de Irache en 1285. Martínez de Aguirre plantea que el magnífico estado de conservación de las esculturas de la ermita lleva a pensar si no pudo proporcionar esta cantera piedra especial de talla para las obras de Irache, lo que justificaría que escultores de muy notable calidad, responsables de las obras del cenobio y que por tanto habrían trabajado en dicha cantera, participaran en la ejecución de un templo por lo demás humilde. Estructuralmente se trata de una iglesia de una sola nave, restaurada en los años noventa de siglo pasado, con ábside semicircular al exterior y al interior. El mencionado ábside se divide en tres paños mediante dos esbeltas columnas con capiteles figurados que apoyan en basas con toro y escocia, y éstas, a su vez, sobre un minúsculo zócalo. La zona de la cabecera se distingue de la nave mediante dos potentes contrafuertes, y en los muros laterales apreciamos buen sillar en el de la epístola, en tanto que en el del evangelio y en el hastial se utiliza el sillarejo, tal vez fruto de reformas posteriores. Presenta muy buena sillería en casi todo el conjunto, llegando a unos 27 cm de altura cada hilada en la parte inferior del ábside (conforme gana altura va disminuyendo el tamaño de la cantería). En la zona exterior del ábside, apreciamos apenas cuatro hiladas regulares desde el zócalo hasta los dos sillares menores que marcan el arranque de la ventana axial. El alzado exterior de la ermita culmina en una serie de canecillos de extraordinaria decoración en el ábside, y lisos -a excepción de uno en el muro de la epístola- en el resto de la edificación. Por último, sobre los canecillos hallamos la típica cubierta a base de lajas de piedra. La ventana del ábside presenta arco de medio punto ornamentado con una chambrana a base de preciosos roleos. El arco apoya sobre dos columnas. La de la izquierda posee un capitel decorado mediante una pareja de grifos, cuyos cuerpos convergen hacia el centro, aunque las cabezas se vuelvan hacia el dorso; elementos florales ocupan el centro y las esquinas. El capitel de la derecha incorpora arpías, con cuerpos divergentes y cabezas vueltas convergiendo hacia el centro, acompañadas de tallos que a partir de un tronco que brota en el eje rodean sus cuerpos. Aunque resulta evidente en ambos casos la influencia de Irache, el segundo tiene un desarrollo muy similar a uno de los capiteles situados en el interior del ábside central de San Miguel de Estella, concretamente el número 16 de los publicados por Martínez de Aguirre, lo que evidencia una autoría común. Los cimacios ofrecen otro diseño de roleos, igualmente diestros, bien con bolitas, bien con fleurs d’arum. Los capiteles de las columnas que flanquean el ábside presentan diferentes motivos. El de la izquierda, por delante de un fondo de acantos, nos enseña un precioso combate entre caballeros, con una dama que se sitúa en el centro. Uno acomete con la lanza mientras el otro maneja una espada. La figura central junta las manos como si rogara para que ambos combatientes no lidiaran por ella, en tanto que a un lado se sitúa otra dama contemplando la escena y al otro un personaje masculino que parece ser el escudero del caballero inmediato. Uranga puso en conexión este último capitel con uno de San Zenón de Verona, por su temática quizá representativa de una canción de gesta, con motivo de lo cual recordaba el de Roldán y Ferragut de la portada del palacio real de Estella. Ruiz Maldonado, en su estudio sobre la imagen del caballero en el románico, lo relacionó con representaciones castellanas de la paz y la tregua de Dios. Su composición, aunque notablemente más compleja, recuerda a un capitel exterior de la ventana central del ábside principal de San Miguel de Estella. El capitel de la derecha de Azcona muestra dos leones de aspecto fiero, enfrentados y dándose las garras. Uranga también relacionó la iconografía del capitel del combate de caballeros con Irache, pero es en los canecillos donde se aprecia una inequívoca vinculación iconográfica y formal con dicho monasterio, como analizó Aragonés. Y lo propio sucede con algún capitel de San Miguel de Estella, con lo que resulta indudable que miembros del mismo taller intervinieron en las tres iglesias. Casi todos los canecillos tienen su correspondiente modelo en el mencionado cenobio. Comenzando desde el muro de la epístola, apreciamos un fiero león en actitud amenazante, un perro rascándose la oreja, el torso de un macho cabrío, el torso de un bóvido, un macho cabrío tocando un arpa acompañado de otro animal músico flanqueando ambos una hoja de palma, un león rugiente que se lleva las zarpas a la boca, un dragoncillo alado con cuernos, una cabeza de toro, un gato con un ratón en la boca, un dromedario y un hombre en actitud indecorosa identificado con la lujuria o la sodomía (ARAGONÉS). El resto de canecillos, como el juglar, de aspecto morisco, tocado con gorro de locos, la Virgen con el Niño y la figura femenina exhibicionista, no aparecen, sin embargo, en Irache. Un último canecillo del ábside, también con su antecedente en Irache, es muy interesante ya que muestra un personaje masculino calvo y barbado que lleva su mano derecha a la mejilla, señalando con el índice justo debajo del ojo, mientras sostiene con la izquierda una bola con inscripción en la que se ha leído SANSO GARCIA, El primer nombre ya fue atribuido por Biurrun al maestro constructor del conjunto. Sobre esta figura Ruiz Maldonado y Boto han propuesto otra hipótesis: que pueda representar a Sansón, cegado y condenado a mover un molino, que aquí adquiere forma esférica en vez de discoidea (“la rueda alude al molino y su gesto a la falta de visión”), aunque, como expone Fernández-Ladreda, no se vislumbra cuál sería la razón de incluirlo entre un repertorio tan variado de animales. Aragonés extendió la comunidad de taller a otras obras previamente vinculadas con San Miguel de Estella, como las portadas de San Pedro de Lezáun y Santa María de Eguiarte, pudiendo tratarse del mismo artífice. Se trata de un buen maestro que parece estar relacionado con las esculturas de la parroquia de San Miguel de Estella y con otras del monasterio de Irache. Todo ello ha llevado a datar la obra en el último tercio del siglo XII, siempre en función de la datación asignada a la parroquia estellesa. Además debemos mencionar que las esculturas de San Miguel de Estella y del monasterio de Irache parecen derivar de modelos silenses, por lo que las muestras de románico rural navarro que estamos citando -Lezáun, Eguiarte y Azcona- tendrían una influencia secundaria del monasterio de Silos, influencia que les llegaría a través de las citadas obras de Estella e Irache. Sea como fuere, todas las esculturas acusan una gran influencia formal de Irache, tanto en sus facciones como en la estrechez de las cinturas y en el tratamiento de las alas en el caso de los animales. Por el momento nadie ha propuesto que la temática de los canes de Azcona obedezca a un programa coherente verificable. Por último, encima de la portada y en el muro de la epístola, nos encontramos con otro canecillo esculpido, cuyo estilo nada tiene que ver con los anteriores. Se trata de una sencilla cabeza humana redondeada que saca la lengua en gesto burlón. Justo encima, encontramos además un viejo reloj de sol que sería posterior a la fábrica original. Cabe concluir diciendo que, como afirman algunos autores, en el desarrollo escultórico de la ermita habrían intervenido dos o más autores -alguno de menor entidad- encabezados por el maestro del taller de Estella-Irache. La portada se sitúa, como hemos citado, en el penúltimo tramo del muro de la epístola. A primera vista, sorprende su sobriedad casi monacal comparándola con el resto de la edificación, que algunos autores han pretendido explicar acudiendo a influencias cistercienses. Consta de dos arcos apuntados lisos, culminados por una chambrana de sencilla molduración. Los arcos reposan en pies derechos con la intermediación de una moldura también sencilla, a manera de cimacio, que termina en suave curva poco frecuente en Navarra. Desde luego no es el tipo de puerta que cabría esperar en relación con la decoración absidal; parece más tardía. Para terminar con los exteriores, debemos citar una cruz grabada en la parte baja del ábside, bastante grande y regular, muy distinta de las frecuentes en exteriores de época románica. Al interior apreciamos tres tramos más la cabecera semicircular. Debemos advertir, de entrada, que en el último tramo se levanta un más que mediocre coro alto posterior, que apoya su escalera sobre el muro del evangelio, siendo ésta una explicación a la aparición del sillarejo en las mismas partes al exterior. La cabecera presenta un notable arco triunfal en el acceso al anteábside, sobre pilastras con semicolumnas adosadas que sustentan el fajón doblado ligeramente apuntado. La bóveda es de medio cañón para todos los tramos, y de cuarto de esfera o de horno para el ábside. Los fajones de la nave, también ligeramente apuntados, descansan sobre sencillas ménsulas pareadas. Los capiteles del arco triunfal nuevamente presentan buena decoración escultórica. En el lado de la epístola, encontramos la lucha entre un centauro armado con un arco y un caballero acompañados por una dama, envueltos en una maraña de tallos y pudiendo representar, según Aragonés, el rapto de Deyanira. Luchas semejantes en las que participan híbridos figuran en capiteles interiores de San Miguel de Estella. El capitel opuesto presenta lo que el Catálogo Monumental de Navarra ha identificado como Cristo entre leones alados, y Aragonés como la ascensión de Alejandro, símbolo de la soberbia. El personaje central viste abundantes ropajes que caen sobre su hombro al modo clásico, mientras con ambas manos sujeta por las barbas dos leones alados de cuyas bocas parecen brotar tallos. Sea como fuere, el primero también tiene su modelo en Irache, en tanto que el segundo podríamos englobarlo con esa serie de canecillos citada en que el maestro pareció alejarse de la iconografía del monasterio. No queremos concluir sin destacar algunos aspectos menores, como la existencia de la primitiva mesa de altar románica, de 170 x 70 cm, así como decir que la hornacina y la talla barroca de Santa Catalina que se hallaban en la ermita y son citadas por algunos autores, se encuentran actualmente en la parroquia de Azcona. Destacan también unas pinturas aparecidas en el lado del evangelio de la cabecera, que representan un precioso barco tardomedieval, en el que pueden apreciarse plasmados con bastante precisión los aparejos propios de la navegación.