Identificador
33191_03_027
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 24' 42.45" , -6º 14' 21.5"
Idioma
Autor
Adriana Carriles García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Villamar
Municipio
Salas
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
EL ORIGEN DEL TOPÓNIMO VILLAMAR podría estar en relación con un antropónimo de origen latino; en efecto, numerosas localidades deben su actual denominación a un antiguo nombre de persona, por ejemplo, el propietario de una explotación agrícola, cuyo nombre perdura una vez se ha desarrollado en torno a ésta un núcleo de población, al que pasa a identificar en su totalidad. Teniendo esto en cuenta, es probable que el origen de esta localidad fuese una villa propiedad de un hombre llamado Mario (villa marii), de donde habría derivado el nombre actual. Las primeras y no demasiado abundantes referencias a un templo en Villamar lo citan bajo la advocación de San Félix. Ubicado en el lugar en que hoy se levanta la capilla de Santa Ana, en el barrio de Casazorrina, fue uno de los primeros edificados en el concejo de Salas. Según recoge L. Iglesias, una inscripción en piedra, actualmente desaparecida, dejaba constancia de su consagración por parte del primer obispo de Oviedo. Aunque fruto de las interpolaciones pelagianas, en el Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo existe una temprana referencia documental al templo de San Félix de Villamar, que estaba incluido entre las donaciones efectuadas por el rey Fruela en el año 912 a la catedral de San Salvador de Oviedo. Una nueva referencia, menos concreta, a Villamar aparecía en un documento fechado el 7 de marzo de 1124 en el que el conde Suario y su esposa Enderquina vinculaban el cercano monasterio de San Salvador de Cornellana, fundatum in asturis territorio salas, a la importante abadía francesa de Cluny. El vínculo se acompañaba de la correspondiente donación de bienes de diverso tipo, entre los que se encontraban in terra de Salas [...] alia hereditate de uilla mar et linares. La actual iglesia parroquial, que mantiene la advocación a San Félix, es un edificio fechado en los siglos XVIIIXIX, de nave única cubierta con madera, arco triunfal de medio punto, cabecera cuadrada y pórtico. Sobre la puerta de acceso, adintelada y moldurada, hay una inscripción con el año de 1886. Este nuevo templo sustituyó en 1749 como iglesia parroquial a la primera edificación de la que hemos venido hablando y que hoy se conoce como capilla de Santa Ana. Pascual Madoz ya señalaba la existencia de “una ermita que fue antigua iglesia parroquial donde existían reliquias de mucho mérito”. En la capilla de Santa Ana de Villamar de Abajo actualmente sólo se celebran oficios religiosos en las festividades del Cristo de Santa Ana y del Santísimo Sacramento, ambas en el mes de agosto. Aunque muy alterado su aspecto original, en la actual iglesia parroquial de San Félix de Villamar se conserva una talla románica de la Virgen con el Niño. Se trata de una imagen de pequeño tamaño, apenas 30 cm de altura, que representa a ambos personajes según el modelo más habitual, esto es, la Virgen actuando como trono o sedes sapientae del Niño, quien, portando el Libro y bendiciendo, se sienta en este caso sobre una de las rodillas de su madre y no sobre ambas. La factura popular de esta talla la pone en relación, como veremos más adelante, con las imágenes conservadas en la antigua parroquia de Villamar. La hoy capilla de Santa Ana de Villamar fue edificada sobre un terreno irregular, rocoso y de fuerte desnivel, especialmente apreciable en la zona de los pies del edificio. Este templo sigue en grandes líneas la tipología constructiva habitual entre las edificaciones de carácter religioso en el ámbito rural de Asturias, tanto en lo que respecta a su planimetría como a sus elementos constructivos básicos. Los condicionantes externos, geográficos y económicos principalmente, configuraron una serie básica de características arquitectónicas y escultóricas muy concretas en sus construcciones románicas, de aspecto popular en muchas ocasiones, características que además se mantendrán durante un prolongado período de tiempo, configurando un conjunto muy específico que posteriormente recibiría el sobrenombre de tardorrománico. Se trata de una iglesia de nave única y cabecera sobresaliente en planta, rematada en testero recto. La cornisa aparece recorrida por una serie de sencillos canecillos de volumen prismático y sin decoración de ninguna clase. Un amplio pórtico cuya techumbre se apoya directamente sobre el muro, con bancos corridos, protege la entrada principal, en el costado norte. Existe otro acceso, un sencillo vano adintelado y ligeramente desplazado a la derecha, en lo que se correspondería con la fachada oeste. La principal fuente de iluminación procede actualmente de unos vanos abiertos en el tejado, recientemente arreglado. Por su parte, el ábside cuenta con una pequeña ventana cuadrangular abierta en el lado sur. Las características del románico rural son apreciables también en los materiales constructivos; el paramento de Santa Ana de Villamar, por ejemplo, y como era habitual en este tipo de edificaciones, se levantó con mampostería, reservando los bloques de sillares, en este caso no todo lo bien trabajados que cabría esperar, para reforzar las partes estructuralmente más importantes del edificio, como las esquinas, el arco triunfal, los aleros o los marcos de los vanos. Los muros de la nave están sobreelevados con respecto a los originales, ya que los sillares situados en las esquinas del edificio no llegan, en todos los casos, a alcanzar la altura de la techumbre. A mediados del siglo XX se llevaron a cabo unas importantes obras de restauración y consolidación, ya que el tejado se encontraba muy deteriorado y había graves problemas de humedad y goteras en el interior; durante estas obras se realizaron algunas excavaciones en el pavimento que sacaron a la luz restos humanos de antiguas tumbas. La cubierta, tanto de la nave como del ábside, es a dos aguas, a teja vana en el interior. Lo más destacado del exterior quizá sea el campanario. Se trata de una construcción adosada en el punto de unión de los paramentos norte y oeste, pero con un claro carácter individualizado; es un campanario de volumen cilíndrico, la base más ancha, rematado en una espadaña de un único ojo. Su relativa altura y su situación, en el mayor desnivel del terreno, hacen que sea lo suficientemente destacada como para dominar la visión que se tiene de la iglesia a medida que nos acercamos a ella, al tiempo que rompe la monotonía de la línea horizontal creada por el cuerpo del edificio. El interior de Santa Ana de Villamar es de gran diafanidad. La separación entre el cuerpo de la nave y el espacio consagrado del altar se efectúa a través de un arco triunfal de medio punto y una única arquivolta, completamente desornamentada pero de buen despiece. La rosca del arco descansa sobre las jambas, sin columnas adosadas, y coronadas por capiteles imposta, sencillamente moldurados. Un banco de piedra sirve de soporte para el retablo de madera barroco, con columnas salomónicas y viva policromía, donde la imagen principal es un Cristo crucificado, conocido como Cristo de Santa Ana, que sobrepasa la cronología y el marco estilístico del románico, lo mismo que las restantes imágenes dedicadas a San Pedro en su cátedra y al grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño, deudor en su formulación de la iconografía de la Theotocos. Podríamos hablar, en general, de estas tallas de la iglesia de Santa Ana de Villamar como prototipos de las imágenes de devoción popular, ejecutadas toscamente por artesanos locales o santeros, que conseguían con ellas cubrir, de forma suficientemente digna, las necesidades de las pequeñas iglesias y ermitas rurales. Por regla general, este tipo de imaginería, de aspecto compacto, mantiene, durante un dilatado período de tiempo, el esquema compositivo románico, manifiesto en la rigidez e inexpresividad de las figuras, a pesar de los intentos, mejor o peor conseguidos, de dotar de volumen y movimiento a los plegados de los ropajes. En el caso de Villamar, las tallas han sufrido graves alteraciones debido a desafortunados y sucesivos repintes, efectuados además con productos poco adecuados, por lo que sería aconsejable un proceso de limpieza y restauración.