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Vista general de la iglesia

Identificador
39094_49_004n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 48' 13.24'' , -4º 2' 59.52''
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Juan Bautista

Localidad
Villanueva de la Nía
Municipio
Valderredible
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
LA IGLESIA ROMÁNICA EXISTENTE en este pueblo de Valderredible, bajo la advocación de San Juan Bautista, y que es citada tanto por Yepes en la Crónica General de la Orden de San Benito (Madrid 1613-1621, Edic. Pérez de Urbel. Madrid, 1959-1960) y J. del Álamo en la Colección Diplomática de San Salvador de Oña (1950), y más recientemente por el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, del Instituto Enrique Florez (1973), como monasterio benedictino situado fuera de Valdivieso, cerca de Sedano, y que nosotros hemos recogido, en documentos del siglo XVI-XVII, con situación próxima a Olleros de Paredes Rubias, con el viejo nombre de Villanueva de Alfanía, una veces, y de Alanía otras, nos vemos obligados a llevar la contraria a la opinión de los autores citados, para colocarlo en el actual pueblo de Villanueva de la Nía: primero, porque una “nía” es un sitio donde se amontonan las mieses cortadas para formar gavillas, como almiar, o si es evolución de alhania esta palabra, derivada del árabe al-haniyya, con significación de lugar abovedado o con arcos, ha de colocarse a nuestro entender no en Sedano, sino en Valderredible. De ese monasterio de San Juan de Alanía o Alfanía, ignoramos sus principios. La primera escritura en la que se le nombra es del cuatro de abril de 1048, en donde consta que el rey García Sánchez III, el de Nájera, y su esposa Estefanía se lo entregan a Oña y a su abad Iñigo. Más tarde, en 1207, en una pesquisa sobre las propiedades de este último monasterio, de nuevo aparece su nombre, y ni Yepes ni Álamo nos vuelven a dar más noticias de él. Dado que la actual parroquia lleva la misma advocación de San Juan Bautista y que mantiene aún gran parte de una iglesia románica, que puede ser fechada en las primeras decenas del siglo XII, no parece aventurado pensar que estamos viendo los restos de este misterioso monasterio de San Benito de muy vieja cronología, y hasta ahora de equivocada localización. Desde luego, su pertenencia al abad de Oña, en relación con los vasallos del pueblo de Villanueva, se mantiene todavía en el siglo XIV, pues el Becerro de las Behetrías, ya vimos que consideraba al lugar como abadengo, aunque la martiniega se repartía entre el rey, dos partes, y el abad de Oña, una. De la iglesia románica sólo ha perdurado, prácticamente, el ábside semicircular y el presbiterio con su arco triunfal. Despareció totalmente la única nave románica que tuvo, al ser derribados sus muros para agrandarla con tres naves, y en el siglo XVI-XVII, la que ahora existe, realizando una iglesia de planta rectangular, tres naves y dos tramos, a base de la colocación de dos grandes columnas cilíndricas, y dos responsiones de medias columnas entregas, para los muros interiores de las dos naves laterales, convirtiendo la iglesia en una verdadera iglesia de salón con cubiertas ojivales de terceletes, y combados, ya de cronología avanzada. La Fundación de Santa María la Real, Centro de Estudios del Románico, ha llevado a cabo una concienzuda restauración, dado el estado deplorable que estas bóvedas tenían, en peligro inminente de derrumbe. Al exterior, salvo ábside y presbiterio, como dijimos, todo es moderno, aunque los muros de la nueva construcción se hicieron en sillería, perfectamente concertada, pero las cornisas de la nave románica desaparecieron y, con casi seguridad, el mismo fin llevarían los canecillos que sin duda existieron. También es muy probable que, en el hastial occidental, tuviese la fábrica románica una espadaña, que también fue sustituida por la actual, que, en gran medida, al menos, transformó la antigua, pues es en el cuerpo bajo de la espadaña, que ahora vemos, se abrió una puerta de arco de medio punto y pilastras renacentistas, muy en concordancia con el resto de lo innovado. El ábside y el presbiterio, presentan una conservación que nos parece envidiable, aún cuando se ve alguna discordancia en los muros exteriores del presbiterio, pues la cornisa del muro sur, en su unión con la del ábside, resalta un contrafuerte del que carece el presbiterio norte. Esto, y la apertura, en el presbiterio sur, de una ventana rectangular con abocinamiento exterior para una larga aspillera vertical, que tampoco la tiene el del norte, creemos que son las únicas modificaciones que han podido perturbar la belleza y la simetría de una cabecera románica impecable. El ábside es alto, aproximadamente como el de Cervatos, de perfecto semicírculo, que se une directamente al presbiterio sin ningún contrafuerte o columna que le divida en calles. Creo que el presbiterio del norte fue el modelo, que en el del sur, quizá por presiones del arco triunfal, tuvo que ser reforzado por el contrafuerte, al que en líneas anteriores nos hemos referido, y que tuvo como consecuencia el colocar sobre él dos canecillos, el cuarto y el quinto, que primitivamente, estarían, como los otros, apoyados en el alto bisel de la cornisa de presbiterio. Los cinco canecillos de este presbiterio sur son, de izquierda a derecha: 1.- Roto. Sólo se ven cuatro muñones, dos arriba y dos abajo, como si hubiesen sido los restos de un animal de cuatro patas o de una figura que nunca podríamos recomponer; 2.- Figura masculina, sentada, que se abre la boca con su mano izquierda y con la derecha debió tocarse un falo que aparece partido; 3.- De difícil reconocimiento, tal vez una mujer desnuda con sus piernas alzadas que sujeta con las manos. Su estado de desgaste, como casi todo el resto de los capiteles, no permite suposiciones seguras; 4.- También difícil de afirmar su representación, parece un animal que muerde un rollo horizontal?; 5.- Hombre sentado, de frente, que carga con un bidón sobre la espalda y que sujeta con sus manos. Como sabemos es figuración muy utilizada en los canecillos románicos. La cornisa, que se repetiría en todo su recorrido de ábside y presbiterio sur, lleva un resaltado y grueso baquetón, marcado con una fuerte incisión, que rompe la arista del borde. El ábside, en su casi limpieza exterior, queda dividido en dos cuerpos por una imposta situada algo más cerca del suelo que de la cornisa, que va toda ella decorada de taqueado muy prieto, en tres filas, sobre el que se coloca la ventana, también románica, que se sitúa en el mismo centro del muro absidal. Esta ventana lleva, en su centro, una alta y ancha aspillera, cerrada en arco de medio punto sin ninguna muestra exterior de abocinado. Está enmarcada, a cada lado, por ambas columnas de fuste liso, coronados por capiteles vegetales muy semejantes. El izquierdo, se decora con una especie de gran flor heptapétala, ovalada y vertical, que ocupa el esquinal del capitel y aparece protegida en lo alto por el paraguas de una hoja lisa de acanto que debió de tener una cabecita de animal, ahora casi toda destrozada. La hoja va colocada en el vértice de dos ramas arborescentes cuyo tronco o raíz parece sujetarse al centro del collarino, como si le agarrase con tres dedos. Cada rama, formada por ocho volutillas en el lateral izquierdo, y por doce, en el derecho, ocupa todo el espacio que le corresponde en el capitel, formando un juego de volutas que acaban en pequeñas manzanas esféricas o bolas. Independientemente de estas ramillas, pero saliendo del grupo, dos volutas más grandes suben hasta tocar el cimacio, que está formado por dos pisos de nacela sin ninguna decoración. El capitel derecho, aunque del mismo tipo decorativo que el izquierdo, no tiene este juego arborescente de volutas. Del collarino sale una base de acantos lisos y vueltos, a modo de pitones gruesos, en número de seis, siendo el central más ancho, pero cuya cabeza aparece fracturada, sin que podamos asegurar si acababa en gran bola o pitón mayor. Sobre esta especie de soporte surgen, en vertical, hojas lanceoladas y cóncavas, que ya vimos, por ejemplo, en los capiteles del pórtico de San Isidoro de León, pero aquí protegidas cada una, por dos volutillas con marcado terminal de bola o manzana, semejantes, a las del capitel izquierdo, y situadas en vertical, una a cada lado de las hojas. También, repitiendo el orden de la simetría del capitel opuesto, salen del grupo dos volutas más grandes, para formar el ángulo del capitel. El cimacio es idéntico de nacela doble. Sobre estos dos capiteles, carga un arco de medio punto formado por siete dovelas, lisas y sin ninguna decoración o moldura, sobre el que dobla otro mayor de las mismas características del anterior, pero sin marcarse arquivoltas ni chambrana. Las basas de las columnas de esta ventana –de simplicidad notable, pero que recuerda mucho a las ventanas de Cervatos– son de escocia poco marcada y de toro bastante aplanado sobre plinto de poca altura. El semicírculo del ábside lleva cornisa casi intacta, con borde de baquetón, siendo sostenida por catorce canecillos que no parecen haber sido removidos. El primero, desde la izquierda, representa una liebre colocada caminando a cuatro patas sobre la nacela del capitel, con la cabeza de largas orejas hacia abajo y entre las dos patas delanteras. El segundo figura un águila muy tosca, con las alas explayadas y las patas sobre la parte baja del canecillo. Esta representación del águila es muy común en estos canteros del círculo de Cervatos. El número tres, casi entero, representa a un cabrito de punzantes y largos cuernos, tendido boca arriba sobre la nacela, con las patas delanteras hacia arriba y largas barbas que le llegan hasta el ombligo; entre las patas traseras, plegadas, se apercibe su sexo masculino. El cuarto, parece un hombre con patas de cerdo, desnudo y de frente, que se agarra con los brazos y manos a un rodillo que está en lo alto del canecillo, en actitud de iniciar un salto de trapecio. La cabeza, que ha sido totalmente seccionada, no nos permite decir si fue de animal, mono u hombre. El canecillo cinco, representa a una mujer desnuda, con toca plisada en la cabeza, y con los pechos bien señalados, en el momento de dar a luz una criatura, cuya cabeza se ve aparecer fuera ya del cuerpo de la madre que, con sus manos en alto, se agarra a otra especie de rodillo, como para querer representar los esfuerzos que el acto requiere. El número seis, está muy roto en su parte inferior y no nos permite ver lo que este hombre, que parece sentado y desnudo, está haciendo. Se ve perfectamente que el antebrazo derecho lo acerca a la mejilla de este lado. Pudiera haber tenido la pierna izquierda colocada sobre la rodilla derecha, pero nada es seguro, ni siquiera si fue una figura itifálica. El canecillo siete, es una bella pieza de un hombre sentado que mantiene entre sus piernas un sarcófago o arpa, en vertical y vacío, al que sostiene con ambas manos, mientras apoya su cabeza, totalmente ladeada, mirando al cielo, y con unos ojos de párpados abiertos, tan característicos en el estilo de las manos que labraron los de Cervatos. No es nueva esta representación del hombre que mantiene un sarcófago, pues ya le hemos visto en otro canecillo de Santillana del Mar, que hoy se muestra en el claustro de la colegiata, procedente de los que estuvieron en la cornisa del muro meridional de la iglesia, y que se quitaron para colocar las arquerías del siglo XVI-XVII, que hoy se ven sobre la puerta principal de la iglesia de Santa Juliana. El canecillo número ocho, presenta ahora sólo la superficie de la nacela o caveto, pero se aperciben unas marcas que permiten suponer que existió una talla hoy desaparecida. El número nueve, es un cabrito con cuernos doblados y hacia abajo, y con las patas delanteras levantadas como para embestir. El diez, es otro canecillo de muy difícil interpretación, se trata de dos figuras, una más grande, la pegada al caveto, con cabeza de mujer (se apercibe la toca en la barbilla), y sentada, puede estar desnuda, que sostiene con sus brazos y entre sus rodillas una figura de hombre que lleva en su mano izquierda una especie de escuadra en forma de L, y con su mano derecha parece colocarla en actitud de bendición. Imposible saber que puede sugerirnos esta pareja con tal disposición inexplicable. El número once, no es más claro que el anterior, pudiera tratarse de una escena circense de dos trapecistas, pero es muy difícil asegurar la disposición de las figuras. El canecillo doce está muy erosionado en toda su parte alta. Lo que deja transparentar es que pudiera tratarse de una pequeña figura que, doblando la espalda apoya sus antebrazos sobre las rodillas y baja la cabeza. Entre sus piernas hay colocada una cabecita humana ¿Escena de parto? El canecillo número trece, es una gran bola con caperuza; el catorce, o último canecillo del semicírculo absidal, es un pequeño cerdo que husmea con su hocico. Los canecillos del presbiterio norte, son cinco. El primero, es una especie de cuerno doblado que sale del caveto, desde arriba, y no llega a juntarse al caveto en su parte baja. El segundo, es simplemente en caveto, sin otra talla. El tercero, muy roto, pudiera ser una mujer dando a luz o trapecistas. El número cuatro, un personaje echado de bruces a todo lo largo sobre el caveto, que lleva cabellos peinados con raya y parece vestir un traje de piel sujeto con cinturón de disco dorsal, que Pedro Luis Huerta Huerta dice que era “un cinturón de fuerza que era utilizado por campesinos (vendimiadores y segadores), porteadores y por personajes especialmente vigorosos, como los acróbatas, los atlantes o forzudos y luchadores, de ahí que, de forma genérica, se haya identificado a las figuras que lo llevan” (HUERTA HUERTA, P. L., Enciclopedia del Románico de Castilla y León, Fundación Santa María la Real, t. I, Burgos, Aguilar de Campoo 2002, p. 519). Figuras con este tipo de cinturón se ven en las iglesias burgalesas de Boada de Villadiego, Tablada de Villadiego, Crespos, San Miguel de Cornezuelo y Vallejo de Mena, y en Cantabria en la de Cervatos y en esta de Villanueva de la Nía. También en Francia hay ejemplos de la representación de hombres utilizando este cinturón. El último canecillo del presbiterio norte, lleva una máscara de animal con cuernos de cabra que parece estar clavada a un vástago vertical y cilíndrico grabado con línea de sogueado. Estos dos últimos canecillos están muy erosionados. El interior de la iglesia, como hemos dicho anteriormente, queda reducido, en lo románico, a su cabecera: el semicírculo del ábside se cubre con bóveda de horno que apoya sobre imposta de ajedrezado, en tanto que el presbiterio lo hace con cañón de medio punto que, igualmente, reposa sobre la misma imposta de billetes de tres filas. En el centro del muro semicircular, se abre una sola ventana de simple arco doblado, sin arquivoltas decoradas, es decir, en organización idéntica a la que tenía el hueco al exterior, aunque ahora se abocina el alfeizar, y los capiteles se adornan de la siguiente manera: el izquierdo, tiene cimacio de tallo serpentiforme, que sale de la boca de una cabeza angular y va encerrando, en su recorrido, palmetas de número diverso de hojas de limbo cóncavo, en disposición totalmente igual, a modo de ataurique, que repetidamente veíamos en el tímpano de Cervatos, y en los cimacios de sus capiteles, señal inequívoca de la mano de un mismo taller. La cesta lleva volutas, hojas y pitones. El capitel derecho, es de cimacio biselado y liso, y su cesta es de alto interés iconográfico, pues representa la figura de un hombre sentado, vestido con túnica, en cuclillas, mostrando sus piernas desnudas y cogiéndose las canillas con ambas manos. Se cubre la cabeza, de destacado tamaño, con un peinado rizoso. Los huecos de la cesta se llenan con dos bolas con caperuza. El simbolismo de esta figura se nos escapa. Los fustes de estas columnas son lisos y monolíticos, y sus basas llevan toro alto muy reducido, a modo de collarino, escocia normal y toro bajo, tipo neumático, con bolas que pisan un bajo plinto. Interiormente, esta ventana apoya sobre otra imposta, también de ajedrezado, que se corresponde con la exterior del ábside, y que recorre el semicírculo absidal y el presbiterio. El arco triunfal, es de medio punto, doblado, que carga sobre dos capiteles iconográficos y éstos sobre medias columnas entregas compuestas de tambores. Los cimacios de ambos capiteles se adornan con el mismo motivo de tallo serpentiforme, que va encerrando, en su recorrido, hojas palmiformes del tipo similar a las ya conocidas y vistas en Cervatos, pero siempre algo distintas. La cesta del capitel izquierdo lleva lo siguiente: lateral izquierdo, cabecita cortada en lo alto y cuerpo de león, que junta su cabeza en el esquinal, con otra de otro león que mira a la izquierda, y tiene su cuerpo ocupando media cesta, y sus ancas pegadas a otro león que mira a la derecha. Éste junta igualmente su testa al cuarto león, que ocupa el lateral derecho de la cesta, con otra cabecita cortada. A todo lo largo de los lomos de los dos leones centrales, y sobre ellos, secuencia de dos pisos de puntas verticales de hojas lanceo-ladas y cóncavas, y cabecita que parece humana. Todas las patas de los leones apoyan en el collarino. Este capitel tiene paralelos de estilo y técnica con otros de Cervatos, Bustasur, Bolmir, Bárcena de Pie de Concha, Pujayo y San Juan de Raicedo, y sin duda deben de pertenecer a un taller que trabaja, en la primera mitad del siglo XII, en el norte de Palencia y sur de Cantabria. El capitel derecho lleva, en el centro de la cara frontal de la cesta, una figura revestida, de frente, que apoya sus manos sobre el pecho, abiertas y mostrando sus palmas, en postura de orante. A su derecha, otro personaje con su mano derecha sobre el vientre y la izquierda sosteniendo un cuerno de cazador que lleva aplicado a la boca, y a su derecha, una mujer entocada que levanta con sus manos las piernas mostrando el sexo, en postura ya vista en capitel de Cervatos y en otros sitios. Sobre estas figuras, y entre ellas y el cimacio, dos grandes ramos de palmera, en horizontal, vistos también en capiteles de Cervatos y Bolmir. La espadaña que conserva la iglesia, ha sido muy reformada. Es de tres cuerpos, pero nada existe en ella verdaderamente románico. Está en el hastial occidental, tiene tres troneras, dos grandes ventanales en el segundo cuerpo, y un rosetón en el primero, sobre la puerta de entrada, de arco de medio punto rebajado, sobre jambas de placas acompañadas de otras más altas a los lados, del mismo carácter; obra, muy posiblemente del siglo XVI-XVII. Finalmente existe, en un sillar del ábside (exterior) un fino grafito que quizá pueda indicar una fecha, pero que creo que deberá analizarse con tiempo in situ, por ver si puede llegar a leerse algo. La pila bautismal se encuentra a la izquierda de la entrada a la iglesia, es semiesférica, con cuba cuajada de escamas verticales. Lleva en la embocadura un poco abultado bocel y reposa sobre tambor cilíndrico. Sus medidas: 109 cm de diámetro y 105 de altura.