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Vista general del templo prerrománico de Sant Julià de Boada

Identificador
17121_04_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.985391, 3.121933
Idioma
Autor
Consuelo Vila Martí
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Juliá de Sant Juliá de Boada

Localidad
Sant Juliá de Boada
Municipio
Palau-Sator
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Julià de Boada

Descripción

Iglesia de Sant Julià de Boada

 

Sant Julià de Boada es un pequeño pueblo situado a 1’5 km al Este de Palau-sator, presidio por una de las iglesias altomedievales más interesantes y mejor conservadas de la región ampurdanesa. El lugar de Boada, mencionado como Sant Julià o como Sant Feliu, aparece en la documentación desde el siglo ix, aunque de la iglesia no hay noticia hasta el xii. En el vecino pueblo de Sant Feliu de Boada existe otro templo, dedicado a san Felix, pero es ya un edifico gótico.

 

La iglesia de Sant Julià  es un pequeño templo prerrománico de una sola nave, con dos tramos separados por arcos de herradura, testero cuadrado tendente al trapecio, y cimacios del arco triunfal con relieve de dientes de sierra, una particularidad muy poco común en este periodo en la zona. La historiografía plantea, en general, una datación entre los siglos viii y ix, aunque se planteado también como hipótesis que sea una construcción algo más tardía, de finales de siglo x o incluso de comienzos del xi, ejemplificando la larga persistencia de los modos constructivos antiguos en la zona

 

 

Pintura mural

 

Tanto los muros como la bóveda del ábside de Sant Julià estuvieron ricamente ornados con pinturas murales añadidas en época ya románica. Sin embargo, de dichas pinturas ya no queda casi nada. En gran parte los restos fueron arrancados en una restauración que se llevó a cabo en el templo en la década del 1980, y luego lo arrancado se montó sobre tablas de madera, que se conservan en los almacenes del Museu d’Art de Girona.

 

En las pinturas se pueden adivinar apenas las siluetas de algunas figuras, perfiladas en tonos terrosos, que algunos expertos consideran que tampoco son originales sino retoques posteriores hechos con la intención de resaltar las formas románicas, que se iban degradando. Esta idea viene apoyada por el hecho de que cuando Puig i Cadafalch vio la iglesia, en 1919, no advirtió rastro alguno de pintura mural. Cuando se arrancaron, se hizo una copia de los rastros, que se conserva en el Centro de Documentación de la Junta de Museos; la copia mide 60 x 80 cm.

 

Los restos de colores y formas que quedaron in situ se fueron degradando, debido básicamente a la humedad y la salinización, aunque el largo tiempo que la iglesia permaneció semisepultada o utilizada como establo también afectó evidentemente al conjunto. Hoy en día solo se pueden apreciar algunos colores en la bóveda presbiteral, donde parece intuirse la representación de la parte inferior de una Maiestas Domini, dentro de una mandoirla. Es también visible el brazo derecho, levantado en actitud de bendecir. La figura viste túnica azul con un manto que se repliega encima de las rodillas, acabado en una franja de color terroso. A la derecha, en el ángulo quedan los restos del león alado de san Marcos, y en el lado opuesto un nimbo, posiblemente de san Lucas.

 

El fragmento arrancado correspondería a las pinturas que flanqueaban la ya descrita. Se articula en dos registros. En el superior hay un apostolado, dispuesto de forma similar al que hay en el ábside de Sant Pau de Fontclara. En el inferior, se representa un pequeño ciclo de la vida de Cristo, con la Anunciación a los pastores y la Natividad en el lado dl Evangelio, y la Anunciación en el lado de la Epístola. También el intradós del arco triunfal presentaba algunos restos, que, según alguna opinión aventurada, de serían medallones con bustos de ángeles o de profetas. Cabe reiterar que de ninguna forma se puede afirmar categóricamente que tales figuras sean realmente las plasmadas, puesto que por su deterioro se ha justificado tales identificaciones comparando las pinturas con los programas iconográficos habituales.

 

Por lo mismo, las posibles analogías y teorías sobre la autoría de la obra se han basado básicamente en el discurso, puesto que del estilo pictórico, los colores o materiales, poca información se podría obtener. En cualquier caso, varios autores han querido relacionar las pinturas con las de Sant Martí de Fenollar, en el Rosellón, por la disposición del Cristo, mientras que el esquema de representación del apostolado tiene también similitudes con la que, en el mismo Fenollar, ocupan los ancianos del Apocalipsis. Desde luego, la presencia de los apóstoles también debe vincularse a la serie representada en la vecina Sant Pau Fontclara. Por su parte, el ciclo cristológico tiene solo un paralelo catalán, en Sant Andreu de Pedrinyà, aunque el tema es ciertamente común al otro lado de los Pirineos. Igualmente, se han querido encontrar algunas coincidencias formales con el grupo de pinturas francesas de Vicq y Saint-Savin.

 

La cronología de las pinturas es discutida, inevitablemente, debido a las dificultades de su análisis por su mala conservación. Las tesis mejor argumentadas la sitúan entre el  siglo xii y principios del xiii, teniendo sobre todo en cuenta el factor iconográfico. De todos modos, no faltan otras hipótesis que plantean considerarlas más antiguas (incluso del siglo xi, lo que no parece demasiado razonable) o más avanzadas dentro del siglo xiii.

       

Texto y fotos: Consuelo Vila Martí

 

 

Bibliografia

 

Anthony, E. W., 1951, p. 177; Badia i Homs, J., 1977-1981, I, pp. 266-267; Carbonell i Esteller, E., 1974-1975, II, p. 35; Carbonell i Esteller, E., 1984, p.48, 116; Catalunya Romànica, 1984-1998, VIII, pp. 240-244; Cook, W. W. S., 1956, p. 34; Font i Gratacós, L., 1952, p. 65; Gudiol i Cunill, 1927, pp. 405-406; Junyent i Subirà, E., 1960-1961, II, p. 201; Khun, C. L.,1930, p. 55; Masó i Valentí, R., 1919; Puig i Cadafalch, J., 1915-1920, p. 770. Sureda i Pons, J., 1981, p. 354.