Identificador
16228_01_008n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 30' 18.55'' , -2º 26' 40.85''
Idioma
Autor
Virginia Cañas Córdoba
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Valdeolivas
Municipio
Valdeolivas
Provincia
Cuenca
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Claves
Descripción
CONSIDERADA COMO UNA de las más interesantes e importantes iglesias medievales de la provincia, la iglesia de la Asunción se comienza a construir en el siglo XIII, con criterios del románico y con una más que notable influencia de los monjes cistercienses que, en el año 1141, se habían establecido en la vecina localidad de Córcoles para fundar el monasterio de Monsalud. Presidiendo todo el conjunto urbano se levanta este templo, con una sola nave, presbiterio recto y ábside semicircular, torre campanario a los pies de la nave y portada de ingreso en el muro sur, está construido a base de sillar. Pasados algunos años, ya en época gótica, se añade a la nave central dos naves de este estilo, una a cada lado, de las cuales tan sólo se conserva en la actualidad la del lado sur. Continúan las reformas, y ya en pleno siglo XVI la iglesia sufre nuevas modificaciones e intervenciones. Es en este momento cuando se construye una nueva portada en la nave norte y se abren los arcos que comunican las naves central y meridional y las dos capillas de esta última nave, que todavía hoy se pueden apreciar. Pero la iglesia de la Asunción no deja de sufrir nuevas remodelaciones, y en pleno siglo XX, concretamente entre 1964 y 1968, es objeto de una de las más importantes. Es concretamente en 1964 cuando el arquitecto diocesano toma la decisión de demoler la nave norte del templo “por inconsistencia y poca firmeza de cimientos y empujes descompuestos de armadura de cubierta”. Esta decisión implica además el traslado de la portada al muro de poniente, y la construcción de un nuevo muro que cierre la iglesia en su parte más septentrional. Además durante estos años se reedifica prácticamente al completo la nave original; en concreto se reconstruye la bóveda que la cubre y se retranquea la longitud del último tramo, dejando la entrada de la torre completamente al exterior, con riesgo evidente de peligro de derrumbamiento. Esto trajo como consecuencia el desmonte de la torre campanario y el almacenamiento de todos los materiales para su reconstrucción en años posteriores. Ya en el año 1973 se procede a una nueva restauración en el interior del templo que tiene como objetivo principal la recuperación de la pintura mural del ábside. Con todo ello, después de todas estas serie de remodelaciones, el aspecto general que presenta esta iglesia es el siguiente: con dos naves, la central en su mayor parte reconstruida y cubierta por una bóveda réplica de la original, con un marcado acento medieval y románico: de cañón, ligeramente apuntada, dividida en tres tramos, y reforzada por tres arcos fajones que se apoyan en columnas adosadas al muro. Conservado, casi en su totalidad, todo el muro sur, no sucede lo mismo con el muro occi- dental, construido nuevamente restando tres metros de longitud a la nave y dejando aparte la torre, que queda aislada y en peligro. En él destacan a lo largo de todo su trazado una serie de ventanales, y, junto al altar mayor, en el lado del evangelio, se abre un arco ligeramente apuntado que da acceso a una capilla lateral de planta cuadrada y cubierta con bóveda nervada, con nervios que arrancan de ménsulas con decoración vegetal y escudos. Queda rematada esta nave principal en presbiterio recto y ábside semicircular. En el interior destaca, además, el arco triunfal y el arco fajón que dan paso al ábside, los cuales, apuntados y doblados, apoyan en haces de tres columnas. A su vez, el ábside, único elemento original de la iglesia, se encuentra dividido en tres cuerpos mediante cornisas. En la inferior destacan dos ventanas aspilleras abocinadas, decoradas con punta de diamante; la superior da paso a la bóveda de cuarto de esfera decorada con unas magníficas pinturas fechadas en el siglo XIV y de estilo transitivo entre el románico y el gótico. Es destacable, en esta parte de la iglesia, el armario o alacena semejante al de las iglesias de Arcas y Fuentes, situado a poca altura del suelo, en el zócalo del lado derecho. La portada del templo se abre a los pies de la nave principal, en el muro de poniente de la nave. Sobre un cuerpo ligeramente saliente, se estructura en tres partes, separadas por cornisas. En el cuerpo inferior, flanqueado por dos torres, se abre la puerta de acceso al templo que se resuelve con un arco de medio punto con gruesas escocias y cordones a modos de arquivoltas. La escocia central presenta una roseta en cada dovela. Los cordones, por su parte, se prolongan hasta las jambas a modo de columnas, para verse rematados, a su vez, por capiteles decorados con bolas. Separa este primer tramo del segundo una cornisa con pequeñas puntas de diamante. En este segundo estrato se abre una hornacina en forma de cruz que alberga en su interior una cruz de piedra. A su vez, este segundo cuerpo se separa del tercero por otra cornisa con gruesas puntas de diamante. En él destaca un gran óculo, y en la parte más alta abre una pequeña ventana. Volviendo al interior, encontramos otra nave más antigua, de época gótica, la nave lateral del mediodía. Única en la diócesis de Cuenca, ofrece una más que marcada relación con la catedral de Cuenca por el empleo de la bóveda sexpartirta. Ahora bien, nada tienen que ver los soportes utilizados en ambos templos. Dividida en tres tramos, en la iglesia de la Asunción se construyen fuertes pilares en torno a los cuales se desarrollan columnas cilíndricas adosadas. Sus capiteles están decorados con motivos vegetales donde predominan hojas lanceoladas, bien de forma aislada o en conjuntos de tres con peciolo en común. En algunos casos se sustituyen por pequeños círculos de diferentes tamaños, con cruces en el interior. En lugar de volutas, se observan prominencias ovaladas con forma de rostro humano, signo de la influencia cisterciense del vecino Monasterio de Monsalud. En el muro más septentrional de esta nave se abren dos arcos de medio punto que dan acceso a la nave central. En el muro meridional, en cambio, se abren dos capillas laterales del siglo XVI de planta cuadrada y cubiertas con bóvedas sobre pechinas: la que corresponde al primer tramo guarda en su interior un enterramiento con escudo nobiliario, y la del segundo tramo acoge en su interior la pila bautismal del templo. Por último, se contempla un pequeño arco de medio punto, dovelado y moldurado en las aristas, que apoya en cornisa y ésta directamente en el muro con aristas molduradas como el arco, que da acceso a un pequeño atrio. En el muro que comparte con la nave central se abren dos arcos de medio punto en el primer y segundo tramos, y ya en el tercero se conservan los restos de la antigua portada románica, compuesta por cuatro arquivoltas apuntadas y de arista viva que apoyan en columnas Digna de mención es la torre levantada a los pies del templo, en el extremo sur-occidental, única en estilo y época en esta zona. Fechada en 1211 por la inscripción encontrada en uno de los sillares del interior de la torre (aunque algún investigador, como el caso de Monedero Bermejo, cree leer 1258), ha sufrido intervenciones y remodelaciones en numerosas ocasiones, que han llevado, incluso, y por riesgo de ruina, a desmontar por completo la torre para su posterior restauración. Con planta cuadrada, destacan en ella su altura y su semejanza con otras torres románicas del norte de la Península. Estructuralmente quedaba dividida en cinco cuerpos separados por cornisa. El primero de ellos, liso, queda a la misma altura que la nave de la iglesia, y en el resto se abren dos huecos de arcos ligeramente apuntados en cada cara o lado, donde colocar las campanas. Los arcos apuntados de los dos pisos intermedios tienen chambranas decoradas con puntas de diamante, y en su intradós destacan columnas rematadas con capiteles, sobre los que apoya el yugo de las campanas. Actualmente el aspecto de la torre presenta tan sólo cuatro cuerpos, ya que quedó desmochada en la última restauración. En el exterior destaca la elegancia del ábside semicircular. Único en la provincia y en la Diócesis de Cuenca por su monumentalidad, ha sufrido a lo largo de toda su historia alguna que otra modificación: no hace muchos años tenía adosada en su parte más septentrional una pequeña dependencia utilizada como camarín. Construido en sillería regular, está dividido en cuatro paños por tres haces de columnas adosadas que arrancan de una base poligonal y acaban fundiéndose con la cornisa por medio de un pequeño capitel sin decoración. En estos paños se abren dos ventanas aspilleradas abocinadas, enmarcadas por un arco sobre columnas con capiteles muy pequeños con decoración vegetal. La iglesia de la Asunción de Valdeolivas conserva en su interior las únicas pinturas murales medievales de la provincia de Cuenca. Datadas genéricamente en el siglo XIV, se fechan concretamente entre los años 1290 y 1325. Se trata, por lo tanto, de una decoración tardía pero que responde a una tipología compositiva vinculada al románico. Esta zona conservada formaría parte de todo un conjunto pictórico que decoraría la iglesia original, y del cual nada queda en la actualidad. Estas pinturas estuvieron durante largos años detrás de un retablo barroco del siglo XVIII, hasta la destrucción de éste en 1936. Desde entonces quedaron a la vista de fieles y visitantes. Integradas con la arquitectura, las pinturas se encuentran en la cuenca absidial de la iglesia, el espacio idóneo para la representación de la Maiestas Domini. Aquí es donde mayor atención se concentra, ya que su forma cóncava se asemeja a la bóveda celeste, y, por lo tanto, al espacio divino; además, es el punto donde convergen todas las miradas de los fieles. Por eso encontramos en el centro del ábside la figura del Pantocrátor, en posición sedente, dentro de una elaborada mandorla almendrada, con clara influencia bizantina, aunque se diferencia de lo estrictamente bizantino porque, en este caso, se representa el cuerpo entero. En actitud de bendecir con la mano derecha y sosteniendo con la izquierda un libro abierto –el libro de la Ley–, se representa a Cristo majestuosamente entronizado, barbado, sentado sobre un arco y con una bola a sus pies. Ocupa el lugar de honor porque es el Cristo que juzga a los hombres, que da fe de la grandeza divina y del fin de los tiempos. Siguiendo los cánones de la época, se individualiza su imagen a través de su tamaño, su jerarquía y su vestimenta. Se utilizan colores muy intensos y contrastados entre sí, y se representa a Cristo con dimensiones muy acusadas que muestran a la figura con una fuerte carga simbólica de lo absoluto, de lo divino. Los ojos, y sobre todo las piernas, brazos y manos adquieren unas dimensiones desproporcionadas, que incluso se remarcan, como es el caso de la mano derecha. En el marco almendrado u oval se distinguen dos tipos de decoración claramente diferenciadas: en la primera, destaca un tallo cilíndrico que rodea la figura del Pantocrátor, decorado con escamas que simbolizan el ámbito de lo celeste, y que, unidas a los meandros entrecruzados, simbolizan la eternidad y son un atributo de poder; por otra parte, en el borde más exterior se representa la bóveda celeste, sobre la que se observan dos querubines, uno a cada lado. Acompaña a este Pantocrátor, el Tetramorfos: los cuatro seres “que sin descanso dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono”. En esta ocasión los cuatro evangelistas aparecen representados según la visión de Ezequiel, avanzando en las cuatro direcciones, pero volviendo sus rostros hacia la figura de Cristo. Se hallan situados dos a dos: en la parte superior, en el borde exterior de la mandorla, en línea con la cabeza del Pantocrátor, encontramos, a la izquierda, a San Mateo y a la derecha, aparece el águila que representa a San Juan; ya a los pies, y por fuera de la mandorla, aparece el león que representa a San Marcos, a la izquierda, y el buey que representa a San Lucas, a la derecha. Flanquean la mandorla las figuras de los apóstoles. El Colegio Apostólico aparece representado en esta ocasión en dos grupos, a ambos lados del Pantocrátor. Siguiendo el modo de pintura tardorrománica se representan con varios niveles de profundidad, concretamente en tres niveles y en sentido piramidal. Aparecen en actitud orante y mirando al Pantocrátor. Remata todo este conjunto, un fondo con decoración geométrica, y, ya en lo alto de la bóveda, aparece repre- sentado el Espíritu Santo, en forma de paloma y dentro de un círculo del que parten siete haces de rayos. Situada en una capilla de la nave lateral, encontramos la pila bautismal de esta iglesia. Labrada en piedra caliza, presenta una tipología bastante sencilla que responde al esquema básico desarrollado en la provincia de Cuenca y de su vecina Guadalajara durante el siglo XIII. Con forma de copa, está compuesta por vaso y pedestal. El vaso, de grandes dimensiones, con un diámetro de 135 cm y una altura de 96, presenta una decoración que responde a un modelo muy extendido en la zona de la Alcarria: está decorado con gruesos gajos que se recogen en la base, y en la parte superior se cortan horizontalmente por una cenefa lisa. El pedestal es de planta circular, resuelto a modo de basa con bocel, escocia y amplio y grueso toro. Ha sido vinculada por Nieto Taberné al grupo de Arcas y La Melgosa. Además, la iglesia de la Asunción conserva en su interior un notable ejemplo de pila de agua bendita. De tradición románica y labrada en jaspe rojo, presenta una decoración a base de gallones y unos labios moldurados.