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Puerta de entrada al cementerio

Identificador
39013_03_017n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 7' 54.75'' , -4º 34' 31.72''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Cementerio

Localidad
Cabezón de Liébana
Municipio
Cabezón de Liébana
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
DE LA VIEJA IGLESIA ROMÁNICA de Cabezón de Liébana, sólo queda su esqueleto que, en su ruina, fue utilizado como cementerio del lugar. Así se nos aparece ahora, en un rincón del pueblo. Su única nave ha quedado abierta al cielo para dejar paso al sol y a la luz, que caen piadosos sobre las tumbas, como si quisiesen así ofrecernos un signo de vida sobre la muerte. Pocas necrópolis quedarán que puedan mostrar un marco pétreo tan antiguo y artístico como el que tiene la de este pueblo. A ella se accede atravesando una puerta románica de principios del siglo XIII, que fue la que en el hastial occidental daba paso a la iglesia cuando esta estaba ejerciendo su labor espiritual y acogía entre sus muros la fe y la esperanza de una comunidad creyente y buena. El monumento era espacioso, de ancha nave con cabecera rectangular profunda, siguiendo la planificación y el alzado de muchas de las iglesias lebaniegas que en esos años del medievo parecían seguir un modelo que se hizo común a toda la comarca. Sus muros, de humilde mampostería lejos de ostentaciones, muestran la señal inequívoca de la modestia de una sociedad que vive en los límites de lo puramente necesario, pero que inclina sus posibles pequeños excesos hacia sentimientos inmateriales. Sólo la puerta, que era la entrada a la casa de Dios, aparece resaltada con adornos y detalles artísticos y se acude para ella a la piedra sillar. Los humildes menestrales canteros pusieron sus mejores deseos en hermosearla, siguiendo las normas y principios de la época. La hicieron ya de arco apuntado, sustituyendo el de medio punto que iba quedando anticuado, aunque lo hacían con cierta prevención, no exagerando la novedad que venía a romper la costumbre que aprendieron de sus antepasados de cerrar el alto de un vano con un semicírculo perfectamente trazado. La chambrana –arcadura la más exterior– la enriquecieron con un taqueado de tres hileras, decoración que se mantuvo característica de todo el estilo románico. Cubría esta a una arquivolta de bocel entre dos listeles, y el arco final de entrada, realizado con seis dovelas prismáticas, sin ningún resalte ornamental, venía a cerrar el acceso. Todas estas arcaduras apoyaban en dos largos cimacios, moldurados con dos fuertes incisiones paralelas, que se acodillaban para recibir las presiones de los elementos curvos y transmitirlos a las jambas y a los dos capiteles, uno a cada lado; el izquierdo con una cesta cubierta de un fino entrecruzado muy similar al nido de abeja. En lo alto de la cesta, y bajo el cimacio, pero tallada en la misma cesta, se esculpe una moldura con listel que hace de cimacio exclusivo del capitel. El derecho lleva también esta moldura, y su cesta, casi cuadrada, se decora, en sus dos caras visibles, con una cuatripétala inscrita en círculo. Los fustes de estas columnas son de dos tambores. Sus basas no llegan a verse. Los collarinos de los capiteles forman también parte de la cesta. La espadaña que casi con seguridad la tuvo, desapareció posiblemente cuando la iglesia perdió su finalidad inicial, pero pudo estar tanto sobre el hastial occidental como en el oriental. Entrando en el actual cementerio, se presenta frente al visitante, el gran arco apuntado de la capilla absidal. Ha sido tapiado con mampostería, dejando en bajo y centro una pequeña puerta de madera, cerrada, que impide ver el interior de la cabecera, donde sin duda se guardaron las cosas necesarias para el servicio del cementerio. Sus muros, son todos de mampostería, salvo esquinales, vanos y cornisas, que utilizan la sillería. El arco triunfal de la capilla llega a verse, resaltado sobre el muro de cierre, que ha sido enjalbegado de blanca cal. Lo que se ve, nos permite suponer que fue doblado, apuntado, cargando sobre cimacios de pilastras. Sus enjutas, que igualmente han sido estucadas de yeso, han permitido ver, al desprenderse trozos de encalado, y en el lateral izquierdo, restos de pintura roja de muy difícil aclaración sobre lo que se quiso representar. Parece que en todo el fondo se trató de imitar un paramento de sillería, y que en la enjuta izquierda se llegó a pintar un panel, con borde de rombos blancos sobre fondo rojo que, en lo poco que queda al descubierto, parecen insinuarse dos aves afrontadas, si bien, dada la escasez de superficie, es arriesgado asegurarlo. Como tampoco precisar su cronología, pues no sabemos si alguna vez se ha operado sobre la zona intentando suprimir la capa de cal que lo oculta. De la cabecera de la antigua iglesia, resisten sus muros de mampostería, aunque todos embadurnados de blanco, hasta las cornisas y canecillos que conserva, casi todos de caveto, menos uno que añade un rollo y otro una cabecita. Una ventana, larga y ajimezada, muy de traza ya gótica, con arcos apuntados y un óculo centrado sobre ellos, ofrece ya un anticipo de lo que va a venir.
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