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Vista del interior de la nave lateral del lado del evangelio

Identificador
47862_01_058
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 43' 32.98'' , -5º 12' 3.24''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada

Localidad
Urueña
Municipio
Urueña
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
ESTE CONSTRUCCIÓN CONSTITUYE uno de los edificios más interesantes del románico castellano y leonés. Se trata de una iglesia de planta basilical de unos 16 m de longitud por 14,5 m de anchura, con transepto no acusado, tres naves de dos tramos y sus correspondientes ábsides semicirculares. Las cubriciones se realizan mediante bóvedas de horno –hemiciclo– y cañón –tramo recto– en los ábsides, cañón transversal al eje de la iglesia en los brazos del transepto, cúpula semiesférica sobre trompas en el tramo del crucero y cañón longitudinal reforzado con fajones en las naves. Los pilares son cruciformes, tan sólo decorados por impostas de perfil recto en el arranque de los arcos. En los muros se ubican pilastras dotadas también de imposta. La iluminación la posibilitan ventanas en aspillera abiertas en la nave central. Las naves, de dos tramos, se cubren con bóvedas de cañón reforzadas por perpiaños. Los correspondientes a la nave central apoyan también sobre imposta. Los fajones de las naves laterales en ménsulas lisas. Los arcos apoyan en pilares cruciformes que, en ausencia de capiteles, rematan en imposta sencilla de perfil recto. Las ventanas son de arco doblado. En la cabecera, las bóvedas de horno de los ábsides y los estrechos tramos rectos apoyan en los muros sin transición en imposta. En cuanto a los materiales de construcción, la base es sillarejo. Los muros carecen de contrafuertes lo que explica su grosor. En el exterior articulan los paramentos bandas y arquillos ciegos. Ya dijimos que originariamente su advocación era la de San Pedro, pero en 1677, Antonio de Isla y Mena, obispo de Osma (1672-1681) y natural de Urueña, mandó trasladar la imagen de Nuestra Señora de la Anunciada, patrona de la villa, a la ermita de San Pedro “para que estando más cercana a ella la devoción se acreciente y los vecinos puedan con menos trabajo proseguir en visita a dicha imagen y su templo”. Francisco de Espesedo, maestro de cantería, reparó y reedificó la ermita, y gracias a la escritura de contrato conocemos en detalle lo realizado. Se construyó una espadaña en el hastial y una sacristía en el brazo meridional del transepto; asimismo se dispuso revocarla tanto en el interior como en el exterior. La cúpula presentaba un desplome hacia la nave estando afectadas las dos trompas occidentales y el arco toral correspondiente. La mayor parte de la bóveda y el muro de la nave septentrional estaban hundidos, de tal manera que se proyectó su reconstrucción. Además se sustituyeron las cornisas primitivas realizándose nuevas con perfil en gola. El uso de piedra similar a la utilizada en la construcción del templo hizo que algunas de las reformas quedaran totalmente enmascaradas. En la primera mitad del siglo XVIII se procedió a construir el camarín de planta cuadrada que aún se conserva. Se reformó también la portada occidental. En época incierta y aprovechando el ángulo producido por la sacristía, se añadió una construcción de ladrillo hasta la línea del hastial, y un pórtico occidental constituido por arcos sustentados en pilares de sección cuadrada. Ambos elementos fueron eliminados en la última restauración durante la cual además se levantó el enfoscado interior y un coro en alto a los pies. Es ya en fechas avanzadas del pasado siglo cuando la historiografía del arte se hace eco de la existencia de este edificio y de su importancia en el contexto del románico castellano y leonés. Concretamente de 1940 data el primer estudio sistemático, debido a Ibañes y Represa. Ambos autores especularon con la posibilidad de que la ermita fuera el núcleo de un antiguo monasterio mozárabe. La disposición del aparejo en la zona inferior del muro septentrional a soga y tizón, les llevó a plantear que, en la reconstrucción del templo en época románica, se aprovechara alguna parte de una fábrica anterior. Por otro lado, la similitud que encontraban con la ermita palentina de Perazancas de Ojeda –desde la óptica ornamental– y San Martín de Frómista –a nivel planimétrico– les hacía pensar en una fuente común que consideraban pirenaica y más concretamente catalana primitiva, siendo un caso aislado e inexplicable en una región con un románico de evolución ajena a esas regiones. Para estos autores las fechas de construcción podrían ser establecidas, en concordancia con los dos edificios aludidos –1066 y 1076– hacia el último cuarto del siglo XI o comienzos del XII. Algunos años más tarde, concretamente en 1948, la iglesia era incorporada por vez primera a una obra panorámica sobre el románico hispano por José Gudiol y Juan Antonio Gaya, si bien se limitaban a reseñar que se trataba de un edificio sin fecundidad en la región y próximo a 1100. Hay que esperar hasta 1966 para encontrar un segundo estudio sistemático. Fue entonces cuando Felipe Heras planteó las líneas interpretativas que aún se mantienen. Rechazando los planteamientos de Ibañes y Represa en lo que respecta a la vinculación de Urueña con Perazancas y Frómista –sólo serían coincidencias puntuales–, interpretó el templo vallisoletano como resultado de la influencia directa del románico catalán de la segunda mitad del siglo XI. Abordando la tesis de sus antecesores, consideró que, si bien algunos arc o s formeros tenían perfil de herradura, debido al encalado que cubría entonces la plementería, era difícil determinar si era algo pretendido o casual, resultado del desplome de los arcos. Desconfiaba de la argumentación en lo concerniente a los arcos de herradura en los formeros de los pies del templo. Los diversos elementos constructivos y decorativos le hacían pensar “en una cuadrilla de canteros catalanes o al menos en posesión de sus fórmulas constructivas”. Partía para ello de que el cierre del crucero mediante cimborrio es una solución que no se comienza a constatar con frecuencia en lo románico catalán hasta la segunda mitad del siglo XI. Señalaba como precedentes de Urueña los templos monásticos de Sant Llorenç del Munt, Sant Ponç de Corbera y Sant Jaume de Frontanyà –todos ellos en la provincia de Barcelona– pertenecientes a la segunda mitad de siglo, por lo que la iglesia vallisoletana respondería a los primeros años del siglo XII. Para justificar la presencia de una construcción de caracteres afines al primer románico en Castilla aludió a las relaciones establecidas por el conde Pedro Ansúrez con el conde de Urgel, Armengol V (1092-1102), con quien casó a su hija María. Concluye apuntando la falta de repercusión del edificio en la región castellano-leonesa. Desde entonces la iglesia de Urueña ha sido incluida de manera sistemática en la mayor parte de los estudios generales sobre el románico peninsular subrayando su carácter excepcional y asumiendo la aproximación cronológica establecida por Heras. Así, Joaquín Yarza se refería a ella como un “verdadero trasplante en fecha desconocida de lo lombardo catalán a tierras castellanas pero próxima a fines del siglo XI posiblemente”. Más recientemente, Isidro Bango ha interpretado los arcos formeros de la nave, concluidos en herradura, como un abandono del léxico románico; obreros foráneos dejarían la obra que sería rematada con recursos arquitectónicos prerrománicos por mano de obra local. Podemos concluir señalando que la antigua iglesia de San Pedro de Urueña, que quizá formara parte de un asentamiento monástico, supone la presencia en tierras castellanas de una formulación arquitectónica del primer románico catalán de fines del siglo XI. Su especial atractivo se basa precisamente en que se encuentra en un marco geográfico capitalizado por un románico pleno que, en buena medida, se fundamenta en los intercambios con el Mediodía francés.
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