Villa de Besalú
BESALÚ
La pintoresca y monumental villa de Besalú se asienta en un pequeño llano en la confluencia de río Fluvià y las rieras de Capellades y Ganganell, en el centro geográfico de la comarca administrativa de la Garrotxa. Dista 21 de kms de Olot y 31 de la capital provincial, Girona, que se recorren a través de la C-66. El término municipal limita al Norte y al Este con Beuda, y al Sur y al Oeste con Sant Ferriol.
La ciudad posee un rico patrimonio cultural y urbanístico que se fue desarrollando en torno a la colina donde se asentaba el castillo de Besalú, el castrum bisuldunense, documentado en el siglo x. Declarada conjunto histórico-artístico nacional en el año 1966 por su valor arquitectónico, la villa reúne importantes edificaciones en su tejido urbano: el puente medieval, la iglesia del monasterio de Sant Pere y el hospital de Sant Julià, la antigua canónica de Santa Maria, los baños judíos, la casa Llaudes y la sala gótica de la Curia Real son algunos de los elementos más significativos.
Villa de Besalú
El origen y la evolución histórica de la ciudad están condicionados por su ubicación estratégica en el valle de río Fluvià, en un emplazamiento que desde antiguo constituía un lugar de paso obligado en la vía de comunicación que enlazaba Empúries con Olot. Aunque la villa condal de Besalú vivió su período de máxima esplendor en los siglos medievales, la singularidad geográfica del lugar favoreció la presencia de asentamientos estables desde época ibérica, que tuvieron continuidad tras el proceso de romanización acaecido en la Península. En este sentido, las intervenciones arqueológicas en el sector de la Devesa efectuadas entre 1996 y 1997 pusieron al descubierto un campo de silos y restos cerámicos que autorizan pensar en la existencia de un poblado en los siglos iii y i aC. Del mismo modo, entre los siglos i y iv Bisuldunum se convierte en un hábitat romanizado, atestiguado por el hallazgo de elementos cerámicos relevantes, monedas y fragmentos de vidrio, así como los vestigios de dos hábitats en la villa romana de Can Ring, descubiertos en los sondeos dirigidos por J. Corominas Planellas entre 1959 y 1960.
Habrá que esperar hasta el siglo viii para que Besalú entre inequívocamente en la historia. Tras la conquista musulmana, la ciudad de Girona fue entregada a Carlomagno, hacia el año 785. Con ella, el pagus o territorio de Besalú pasó a depender de la dinastía franca, ocupando de esta manera un papel protagonista en la constitución de la Marca Hispánica. El primer conde de Girona documentado, y por lo tanto de Besalú, fue Rostany, que participó de forma activa en la conquista de Barcelona. En la época de reorganización interna que siguió al gobierno de Rostany, Odiló fue su sucesor hacia el 812. No en vano, el territorio no adquirió plena autonomía hasta que se produjo la reordenación territorial llevada a cabo por Guifré el Pilós a finales del siglo ix y se convirtió en un condado independiente. A la muerte del conde Guifré (897), que había ostentado el poder condal de las casas de Barcelona, Vic, Girona, Cerdanya, Urgell y Besalú, cada uno de los condados tomó su propia dirección. De este modo, ya a partir del 894 Besalú se erige como condado con dinastía propia, cuando Guifré entrega el gobierno a su hermano Radulf (894-913). Éste fue sucedido por Miró I, conde de Cerdanya y Besalú (913-927). Después del año 927, su mujer, Ava, administró los condados hasta la mayoría de edad de su hijo Guifré II, conde de Besalú entre los años 927-957.
A principios del siglo xi, durante el gobierno de Bernat I Tallaferro, el condado de Besalú poseía un territorio amplio y homogéneo que se extendía desde los valles de Camprodon hasta los territorios de Banyoles y Figueres. Tal y como indica Francesc Monsalvatge, Bernat I mantuvo muy buenas relaciones con la casa condal de Barcelona y participó en diversas consagraciones eclesiásticas, haciendo importantes donaciones a instituciones como Ripoll y Cuixà. También debemos atribuir al conde Tallaferro la creación del efímero obispado de Besalú (1017-1020). Tras su muerte, acaecida en el año 1020, sus posesiones fueron repartidas entre su mujer Toda, sobre la que recayó el condado del Vallespir, y sus hijos. Según el testamento conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, el primogénito, Guillem I (1020-1052), heredó los condados de Besalú (ipsum comitatum quem dicun Bisuldunense), Fenollet, Osona, Berga y el Perapertusés. Los gobiernos sucesivos marcan el inicio de la decadencia del condado: Guillem II de Besalú (1052-1066), Bernat II (1066-1097) y Bernat III de Besalú (1085-1111), siendo éste el último conde privativo del condado. Bernat contrajo matrimonio con Ximena, hija del conde Barcelona Ramon Berenguer III y su esposa María, hija del Cid. Recibió como dote el condado de Osona, haciendo donación a cambio de los condados de Besalú, Ripoll, Vallespir, Fenolleda y Perapertusa, en el caso de que muriese sin tener un hijo varón. En el año 1111, tras morir Bernat III sin descendencia, los condados de la casa de Besalú pasaron al conde de Barcelona, Ramon Berenguer, en virtud de la donación citada. En consecuencia, el condado de Besalú pasó a formar parte de las tierras del casal de Barcelona.
Durante el reinado de Ramón Berenguer IV (1131-1162) y Alfonso el Casto (1162-1196) la villa de Besalú va conformando su estructura urbana resguardada por una extensa muralla. Es en el siglo xii cuando se alzan los actuales edificios religiosos de la villa: el monasterio de Sant Pere y el hospital de peregrinos de Sant Julià, la iglesia de Sant Vicenç y la canónica de Santa Maria. Desaparecida la antigua división administrativa condal, en el año 1226 fue creada la veguería de Besalú, que perdurará con pocas modificaciones hasta su supresión en el año 1716 con el Decreto de Nueva Planta de Felipe V.
Antes de abordar el análisis del desarrollo urbano de la villa, es obligado hacer alusión al protagonismo de la comunidad judía documentada en Besalú durante el siglo xiii. Si bien algunos autores consideran que los judíos se establecieron en el lugar tempranamente, en el siglo ix, debemos esperar hasta el 1229 para encontrar la primera mención documental a dicha comunidad. Se trata de un documento en el cual el rey Jaime I comunicaba a los funcionarios reales y a los judíos de Girona y Besalú la prohibición de expedir contratos de préstamo con un interés del 20 por ciento, bajo pena de una multa que podía ser superior a la suma contractual. El 29 de septiembre de 1261 el mismo Jaime I confirmaba a los judíos de Besalú todos los privilegios que sus predecesores habían otorgado a los judíos de Girona y, tres años más tarde, aprobaba el privilegio para construir una sinagoga o schola judeorum. Ciertamente, las últimas excavaciones realizadas entre noviembre del 2002 y enero del 2003 pusieron al descubierto los restos de la fachada de la sinagoga, el patio y una de las salas: la sala de la oración. Este hallazgo se suma al descubrimiento de los baños rituales –mikwé–, cuyos vestigios fueron conocidos tras las intervenciones arqueológicas en la Plaça dels Jueus acaecidas a partir del año 1964. Como bien indica M. Grau, por los contratos de compra-venda y alquileres de la casa se advierte que hasta 1415 los judíos vivieron con los ciudadanos cristianos, en distintos emplazamientos del lugar: portal de Belloch, Capellada, plaza Mayor, calle del Pont, calle del Forn y de Rocafort. Las persecuciones de 1391 marcan el inicio de la lenta decadencia de la comunidad judía de Besalú. Finalmente, la bula de Benedicto XIII (1415) prohibía la convivencia con el colectivo cristiano, confinando a la comunidad hebrea al reducto de la judería: ab deligent exhortació amonestam en Jesu Christ los prínceps catholics e altres fels senyors temporals que en lurs ciutats, viles e lochs en los quals habiten juheus lus assignen cert loch e part fora la qual a aquells no di lícit star ni habitar per manera que no stiguen ni habiten mesclats ab los cristians. El cumplimiento de la bula papal supuso la ruina económica y espiritual de las aljamas, y el ocaso de la comunidad hebrea en la villa de Besalú.
Llegado a este punto, es preciso esbozar la historia urbana de la villa Besalú, aunque sea de forma breve por el condicionamiento del marco. La trama urbana de la ciudad medieval fue profundamente transformada en siglos posteriores, por lo que tan solo podemos observar la morfología original en algunos sectores de la población. No en vano, la historiografía está de acuerdo en situar el génesis de la ciudad medieval en la colina de Santa Maria, donde en la alta Edad Media se desarrolló el castillo de Besalú, el castrum bisuldunense documentado ya en el testamento del conde Sunifred del año 966. La noticia de un juicio celebrado en el castillo de Besalú en el 983 no hace más que confirmar la existencia de edificio condal en el siglo x. Este sector, junto con la subida de Santa Maria y los tramos más elevados de la calle del comte Tallaferro y de la Devesa, conformaban el castrum, el catllar o la Força. Sin duda, la posición elevada del promontorio convertía el castillo en un emplazamiento privilegiado para el control de la vías procedentes de Girona y Figueres. Alrededor de la fortaleza, se debió generar una agrupación urbana delimitada por un perímetro de muralla, de la que conservamos pocos testimonios físicos. Según los trabajos de J. Sagrera sobre el periodo que nos ocupa, el primer recinto de la Besalú condal reseguía el perímetro mural del castillo y se extendía hasta la muralla de la Força, en la calle Rocafort, con las dos puertas documentadas: la vescomtal, desaparecida, y la situada en la calle del comte Tallaferro. Ésta presenta todavía una gran arcada adovelada con pequeños sillares dispuestos en hiladas uniformes y regulares. Prosigue el muro hasta el portal de la Força, en la calle Tallaferro, aunque su cara exterior está tapada por los edificios construidos en el espacio libre que quedaba entre la calle Tallaferro y la calle de Rocafort.
Durante el gobierno de Miró II, conde a partir del año 965, se fundó el monasterio de Sant Pere y la comunidad de canónicos de Sant Genís y Sant Miquel, hecho que debió motivar un cierto crecimiento de la población. En las vertientes de la colina se asentaba el sector urbano, conocido como el vicus, el suburbio o el burgo Bisulduni. Ciertamente, en el año 998 se cita un burgo de Bisulduno situado más allá de las murallas iniciales, y que según el documento estaba formado por pequeñas casas o bordiculas. De la vitalidad del burgo da idea el número de parroquias que lo servían y que se convirtieron en hitos de su caserío. El centro de uno de los burgos más importantes estaba atendido por la parroquia de Sant Vicenç, enclavada en la vertiente meridional de la colina.
Así, parece claro que la ciudad se organizó en torno a sus numerosas iglesias, que convivieron en dos áreas topográficas diferentes. Las situadas fuera del castrum eran Santa Maria y Sant Joan, Sant Martí de Capellada, la capilla de Santa Fe, el monasterio benedictino de Sant Pere y la parroquia de Sant Vicenç de Besalú. Por otro lado, los textos medievales sitúan la canónica aquisgranense de Sant Genís y Sant Miquel, fundada en el 977, así como la capilla condal de Santa Maria, inexorablemente dentro del recinto del castrum. Tal eclosión de iglesias da fe de la situación de bonanza que vivía la villa a finales del siglo x y principios de la centuria siguiente, que se vio traducida en la creación del efímero obispado de Besalú con sede en la canónica de Sant Salvador, Sant Genís y Sant Miquel: supradictis locis sedem atque episcopatum elegimus in nomine et honore Domini nostri ac salvatoris Iesu Christi suaque genitricis Mariae sanctique Michaelis archangeli seu et Genesii martyris Christi infra muros bisulduni.
En el siglo xi el castillo, del que tan sólo conservamos la torre de las Hores, fue reformado gracias a una donación del abad Tassi del monasterio de Sant Pere de Besalú, datada en el año 1029: Accepi autem propter hoc a Tassione ipsius loci abbate CCC. Et eo amplius modios calcis propter edificationem palacio mei. En la escritura de incorporación de Santa Maria de Besalú a San Rufo de Avinyón, del año 1084, ya se habla del castro novo.
Entre tanto iba creciendo la ciudad medieval, sometida a la peculiar orografía que marca la confluencia de la riera de Capellades y el río Fluvià. Uno de los burgos más relevantes era el de Sant Vicenç, situado alrededor de la iglesia parroquial, entre los muros del castillo y el torrente de Ganganell. Al norte de Sant Vicenç se alzaba el citado castillo condal y la iglesia de Santa Maria de Besalú. Al Oeste se asentaba el vecindario de Vila-robau, que comunicaba con el torrente de Ganganell y el muro de la villa. En el extremo suroeste se abría el portal de Portaguera o de Ganganell. Ya fuera de las murallas, se situaba en un pequeño cerro la torre de Torell. El último vecindario importante era el de Capellada, construido entre una torre albarrana llamada Llardera, situada fuera de muralla y la iglesia de Sant Martí de Capellada.
En el tejido urbano se creó una trama de calles transversales con un ordenamiento más o menos geométrico. Varios indicios nos llevan a pensar en la existencia de dos calles en dirección Este-Oeste dentro del antiguo recinto del castillo. Una de ellas, ya desaparecida, quedaba dentro de la actual finca de can Marcial. La segunda, conservada, corresponde con la actual Pujada de Santa Maria. Por otro lado, fuera del recinto del castrum la red viaria se articulaba a través de dos calles principales. A través de la calle del Puente se alcanzaba la plaza de la villa; en ella nacía otra callejuela que se dirigía al Noroeste hacia Bell·lloc y Torell. A ambos lados de la calle se alineaban las viviendas de los pobladores con los negocios en la planta baja.
El crecimiento poblacional precisará nuevos solares donde construir viviendas, de modo que el espacio habitado traspasará el burgo de Sant Vicenç y se prolongará hasta el sector sur del torrente de Ganganell, donde se extendía el “Prat” con el monasterio de Sant Pere. Durante el siglo xii, el monasterio recibió importantes donaciones y se convirtió en uno de los centros de crecimiento de la villa. Se consolidó el hospital de Sant Julià y se renovó la iglesia, que se convirtió en el epicentro de un barrio situado extramuros. En 1171, el rey Alfonso el Casto autorizaba al abad de Sant Pere a edificar casas sobre una parte del cementerio que limitaba con el Ganganell y la viña de Sant Pere. Del mismo modo, a finales del siglo xii se llevó a cabo un proceso de reurbanización convirtiendo el “Prat” en una plaza. El proceso debió ser bastante rápido porqué la casa Llaudes, en el noroeste del sector, conserva todavía el patio medieval con dos galerías en la planta noble obradas con arcos de medio punto que apean en columnas y capiteles. La datación no debe ser inferior al 1200.
Sea como fuere, el crecimiento del burgo conllevó la construcción de un segundo recinto amurallado a finales del siglo xii. Arrancaba en el muro de la Força, en la calle Rocafort, se dirigía hacia el Sur para encontrarse con el puente, reseguía el Fluvià y continuaba hacia el Oeste por la actual calle de Ganganell, cerca del antiguo hospital de Sant Julià. Después reseguía la riba izquierda del Ganganell por las actuales calles de Portalet y Ganganell; en este último había un portal llamado de Portaguera o puerta Aquaria. En efecto, ésta es mencionada por vez primera en un documento del 1209, según el cual el rey Pere I otorgó al abad de Sant Pere de Besalú licencia para construir quator mansiones un capite illius condamine vestre que est in Bisullun supra portam aquarum extra murum. La muralla proseguía en paralelo hacia la calle Vilarrobau y ascendía en dirección Norte hasta el Torell. Volvía a bajar hasta cerca de can Safont y allí conectaba con los muros defensivos primitivos. Este segundo recinto descrito incluía la iglesia de Sant Vicenç y todo el espacio comprendido entre la calle de Pont Vell y el Fluvià. En él se construyeron edificios civiles de suma belleza que todavía hoy pueden contemplarse en el centro urbano. Es obligado mencionar los edificios de la calle del comte Tallaferro, cuya morfología constituye un ejemplo paradigmático de la arquitectura civil catalana del siglo xiii.
Mención aparte merece el estudio del puente que se alza sobre el río Fluvià, documentado en el 1075. En ese año, el conde Bernat efectuó un una serie de donaciones a la canónica de Sant Miquel y Sant Genís. En la descripción de los alodios se mencionan los límites de la villa y se alude al puente: Praeterea sicut continentur a via que discedit a capite pontis perguit usque ad Sojar et usque ad Forchas. En su disposición actual, es el resultado de diversas intervenciones que alteraron notablemente su morfología original. Según el diploma de Jaime II publicado por J. M. Solá Morales, del que se hacen eco J. M. Coromines y J. Marqués, tras las inundaciones del año 1315 el puente fue destruido. En efecto, el 4 de junio del 1315 el rey Jaime II concedía a la villa de Besalú la ordenación donde mandaba a los ciudadanos foráneos de Besalú a contribuir en el pago de las obras del puente. Las obras fueron encargadas a Pere Baró, maestro de puentes de Perpiñán. Posteriormente, nuevas inundaciones y riadas obligaron a efectuar nuevas reformas en los años 1395, 1421, 1617, 1669 y 1790. Durante la Guerra Civil, el puente fue volado perdiendo prácticamente todos sus arcos. En 1965 el arquitecto F. Pons Sorolla llevó a cabo su reconstrucción, en la que destaca la inclusión de una torre central inexistente antes de la restauración. En la actualidad, presenta siete arcadas y dos tramos que conforman un ángulo oblicuo entre sí. Tiene unos 105 m de largo y unos 30 m de altura con la torre de defensa.
Entre los años 1361 y 1363, el rey Pedro el Ceremonioso ordenaba la construcción de un nuevo cinturón de murallas y la reordenación de las murallas viejas. Según la restitución cartográfica de las murallas de Besalú realizada por J. Sagrera, el nuevo recinto abrazaba todo el conjunto del monasterio de Sant Pere y cerraba la ciudad per actual passeig de Pare Pijiula. Desde el Portalet, pasaba cerca del hospital de Sant Julià y al llegar a las huertas de Sant Pere giraba hacia poniente donde se abría un portal. Hoy en día es el portal dels Horts que da acceso a la calle de la Baixada de la Font. Este es el tramo mejor conservado aunque el aspecto actual es en parte fruto de reformas posteriores. La muralla proseguía en dirección Oeste hasta el camino de Olot donde había otro portal. Desde este lugar se enfilaba hacia el Norte resiguiendo el passeig Pare Pujiula hasta conectar con el portal de Portaguera en la calle Ganganell. En este nuevo sector urbano se conservan edificios notables como la Casa Llaudes o el Palacio de la Curia.
Durante el siglo xix, Besalú experimentó una serie de transformaciones que alteraron notablemente su tejido urbano. Tal y como indica Francesc Mir, las guerras carlinas obligaron a reconstruir las fortificaciones, y las murallas fueron absorbidas por nuevos edificios. La declaración como conjunto histórico-artístico en la década de los sesenta dio un impulso al lugar. Se rehabilitaron los monumentos de la villa, hecho que contribuyó a recuperar su carácter de ciudad medieval.
Texto y fotos: Carles Sánchez Márquez
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