Identificador
39091_06_036n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 22' 24.26'' , -4º 19' 43.15''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
El Tejo
Municipio
Valdáliga
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Claves
Descripción
COMO CONSECUENCIA DE LA IMPLANTACIÓN en Castilla de la orden premonstratense en las últimas décadas del siglo XII, aparecen en el reino, protegidos por la realeza (Alfonso VIII) las abadías de Bujedo, Aguilar de Campoo y Villamedianilla, importantes monasterios que fueron, en algunos casos, focos de otros núcleos premonstratenses. Tal fue el caso de la fundación que en tiempos de Alfonso VIII hicieron algunos monjes procedentes de la abadía de Santa María de Villamedianilla, que se había situado en Castrogeriz, en el lugar de Revilla Vallejera, que, con su abad Domingo, eligen un lugar apartado, en nuestra comarca cántabra del valle de Allega (Valdáliga), situado en los montes próximos a las costas playeras del actual Oyambre, bien cerca de Comillas, para instalarse en terrenos que les fueron cedidos por Alfonso VIII para que se desenvolviera su desarrollo. Un diploma de este rey, conservado en el Archivo Histórico Nacional (1179), concedía a estos monjes instalados en el Tejo (Sanctae Mariae de Taxo monasterio), todas las heredades que el rey posee alrededor del monasterio, formando una especie de coto que abarcaba el espacio entre los lugares de Cara y Novalarten (hoy los poblados de Cara y Larteme), añadiendo, además, la iglesia de San Martín de Sotrónica (cum ómnibus pertientiis suis et cum uno molendino quem habet in Rivofocin (Reocín) et cum tota hereditatae quam habeo in Quintanas). Les da también la iglesia en Asturiis quae dicitur Sanctus Martinus de Lobad (posiblemente Lobado, en Buelna). La independencia de Santa María del Tejo, duró poco, pues en el mismo siglo XIII pasó a la dependencia como priorato del monasterio de donde habían partido sus fundadores, es decir, de la abadía de Santa María de Villamedianilla, y además debió de afectarle mucho el fuero que Alfonso VIII, en 1210, dió a San Vicente de la Barquera, pues en el se daba a los pobladores de la villa de San Vicente, a más de confirmar sus viejos privilegios, todo lo que en Cara tenía Santa María del Tejo, con lo que priva a este monasterio de gran parte de lo que la había cedido él mismo en el diploma de 1179. Es decir, que, vistos los documentos, los premonstratenses de El Tejo, sólo gozaron plenamente, de lo que el rey les concedió en 1179, unos treinta años, pues en el 1210 lo que les había dado en Cara (tal vez también en Larteme) se lo quitó, para dárselo al concejo de San Vicente, y al señalar la extensión del fuero a San Vicente desde el Deva, al occidente, donde podían pescar, y Cara al oriente, como punto señalado más extremo, podemos, creo, pensar que si bien hacia el sur no profundiza el concejo, en la costa prácticamente dos leguas al Oeste y al Este, debía de controlar, pues más tarde, en documentos de los Reyes Católicos, los vemos defender a los barquereños como derechos inmemoriales. Más tarde con el predominio de los señoríos, El Tejo tuvo que luchar con las pretensiones de los naturales de la tierra, que fueron primero los Caviedes y luego de sus herederos: Ceballos, Ayala, Guevara
que aprovechando la pérdida de fuerza del monasterio de Castrojeriz, terminó en el patronato de los Guevara, condes de Escalante. Así sabemos que en 1436, don Beltrán de Guevara consigue el permiso de los monjes de Villamedianilla para disfrutar de los bienes del priorato del Tejo. Pero a mediados del siglo XVI, su abadía madre, encontrándose en situación difícil económicamente, pide socorro a Juan de Guevara que amplía la renta anual que la entregaba, si bien modificando las condiciones, para lo que han de pedir permiso al abad de Santa María la Real de Aguilar de Campoo de quien entonces dependían. Se le reconoció a Juan de Guevara su antiguo derecho de presentación y patronazgo, entregando a los monjes del Tejo dos mil maravedís de renta anual y trescientos ducados para cumplir las más apremiantes necesidades: hacer e reparar capillas, e iglesia e ornamentos. El Juan de Guevara, conde de Escalante, pasaría a disponer de todo lo que había pertenecido al priorato y poner clérigo para que rija la iglesia, diga misa y administre los sacramentos. Mientras viva fray Diego de Lamadrid, prior, este sería el rector, pero después que él muriese sería el Señor don Juan de Guevara quien elija el clérigo que la sirva. Pero los Guevara, condes de Escalante, llegó un momento en que dejaron de pagar lo estipulado, y esto sirvió para que los de Villamedianilla reclamaran los atrasos que los Guevara prometen pagar. El final lo expone así Pedraja y González del Tánago: con el siglo XIX y un documento de 1851 termina esta historia. Se trata de la redención del Censo perpetuo ante la administración correspondiente. Así, con una fría formalidad burocrática, acabó aquella abadía
. De la iglesia, que se levantó como consecuencia de la donación que el rey Alfonso VIII hizo en 1179 a los premonstratenses, sólo ha persistido de aquella época parte del muro meridional donde aún podemos ver una serie de canecillos de la cornisa: de proa de nave, de caveto con rollo horizontal, y una ventana de aspecto románico avanzado, con chambrana de medio punto de ajedrezado de billetes de cuatro filas, que apoya sobre cimacios de la misma decoración.