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Arcosoleos en el interior del presbiterio

Identificador
40200_01_218
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 24' 8.10'' , -4º 19' 1.21''
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Esteban

Localidad
Cuéllar
Municipio
Cuéllar
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SE UBICA LA IGLESIA de San Esteban en la actual parte alta de la villa, cercana al arco de San Martín, puerta correspondiente al primitivo recinto murado de Cuéllar. Este primer recinto parece que se adelantaba hasta el templo -en la primavera de 2005 se hallaban en curso excavaciones arqueológicas en su atrio con objeto de delimitar el trazado de los muros-, con lo que de confirmarse constituiría su punto más avanzado hacia el este. Como en otros conjuntos defensivos, en Cuéllar también las iglesias servían de remate a las murallas, así San Esteban y Santiago lo hacían en la ciudadela y San Pedro en el recinto exterior, todas ellas en el flanco oriental, el más desprotegido al encontrarse hacia este lado la pendiente más suave de la ladera en que se asienta el grueso de la localidad. Fue declarada Bien de Interés Cultural por decreto de 3 de junio de 1931. A día de hoy su historia documental arranca en 1247, fecha en la que ya había de estar construida. El 28 de mayo de ese año, el Papa Inocencio IV ordenaba al arcediano y el sacristán de la catedral de Burgo de Osma que fallasen en el pleito existente entre los clérigos de San Esteban de Cuéllar y el guardián del convento de San Francisco sobre el enterramiento del soldado Muño Gómez. En ese año se trataba del templo más importante de la localidad como demuestran los documentos recaudatorios encargados por el cardenal Gil de Torres, en los que se cita a Sant Estevan contribuyendo con cincuenta y cuatro maravedís, seguida por San Martín con algo más de cuarenta y dos. Prueba de esta importancia sería el que, según Velasco Bayón, fuese el lugar de reunión del concejo durante la Edad Media alternándose con el portal de San Francisco, hasta que en 1520 se construyó un edificio nuevo para ayuntamiento. En 1272 aparece mencionada junto a la iglesia de Santo Tomé en el pleito que mantenían los clérigos de varias parroquias cuellaranas con el arcipreste de la iglesia de San Pedro sobre cierta cantidad de dinero, en el que tuvo que mediar el arcediano de Lara (Burgos) a petición del Papa Gregorio X. Ya en el siglo XIV contamos con noticias del templo desde 1302. En la relación de clérigos de 1365 aparece servida por cuatro beneficiados, para en el siglo siguiente, en 1427, contar con siete. San Esteban fue una iglesia favorecida por la aristocracia local, donde los caballeros hijosdalgo de la villa poseían su archivo, que todavía puede verse en el muro del evangelio simulando una ventana enrejada que se encuentra vacía actualmente. La mejor muestra artística que la alta jerarquía cuellarana legó a San Esteban la componen sin duda las parejas de sepulcros que se disponen a ambos lados del tramo presbiterial. Realizados en el siglo XV y la primera década del XVI, todos ellos repiten el mismo esquema compositivo en el que se disponen los sepulcros en el interior de hornacinas apuntadas de las que penden arcos polilobulados, todo inserto en alfices y decorado con yeserías de raigambre islámica. Los más antiguos se sitúan en el lado del evangelio, en ellos sobre los sepulcros se disponen las rígidas figuras yacentes de un hombre y una mujer en alabastro. El frontal de las cajas lo ocupan cinco arcos apuntados en cuyo interior campean los escudos del marido en su caso, y estos y los de la mujer alternados en el de la esposa. En el interior de las hornacinas, por las que también corre una hilera de arcos agudos de extradós festoneado, aun se observan restos de policromía, más patentes en el caso de la mujer. Corre por el interior de los alfices una inscripción en latín, incompleta debido al deterioro de las yeserías. En la zona inferior se disponen leones tumbados. Según Ceballos-Escalera pertenecen a don Alfonso García de León y su esposa doña Urraca García de Tapia. Los situados en el lado de la epístola están fechados en la primera década del siglo XVI según anuncia una inscripción. Pertenecen al regidor de la villa Martín López de Córdova Hinestrosa, descendiente de los sepultados enfrente, y a su esposa. En líneas generales siguen el diseño de los anteriores, sustituyendo los arcos polilobulados por otros angrelados, los motivos decorativos y sustituyendo las figuras yacentes por tapas blasonadas al igual que los frontales. El sepulcro más cercano al ábside fue mutilado en su parte superior en el siglo XVII con motivo de la apertura de una ventana de iluminación para el altar que actualmente se encuentra cegada. San Esteban ha llegado a nuestros días sin culto, al que sólo se abre algunos días en Navidad debido a la devoción existente en la localidad por el “Niño de la Bola” que solía presidir su retablo mayor y en la fiesta del patrón del templo. Se encuentra canónicamente orientada y consta de accesos al norte, sur y poniente, siendo únicamente practicable el meridional. Está construida en fábrica mixta de mampostería de la blanquecina piedra de Campaspero en la nave y cuerpo de la torre, y ladrillo en el ábside, portada y vanos del campanario. Su particular trazado de planta basilical muestra un cuerpo de tres naves, donde según Ruiz Hernando la central multiplica casi por cuatro la anchura de las laterales, y cinco tramos siendo los dos extremos de menor longitud. A este cuerpo se adosa una ancha cabecera que excede los límites de la nave principal compuesta por los consabidos tramo recto presbiterial y curvo absidal. A esto se suma la torre en el lado septentrional y un hoy casi desaparecido pórtico al sur del que restan las últimas piezas de uno de sus arcos, de unos tres metros de luz, cerca de la fachada occidental, invitando a pensar en un portal de ladrillo de gusto cuellarano al modo de los de Santiago, San Miguel, Santa María de la Cuesta o San Juan de Aldea Real. Este tipo de disposición en planta del cuerpo de naves no es extraña en Cuéllar. Todo hace pensar que también la tuvieron Santiago (vid. RUIZ HERNANDO, J. A., 1988, p. 77) y probablemente Santa Marina (vid. QUADRADO, J. M., 1884 (1979), pp. 705-706) y aún las mantiene en sus tres tramos más occidentales San Pedro, aunque desconozcamos el tipo de remate en los testeros. En las proximidades se repite el modelo en Montejo de Arévalo y en la propia capital segoviana, aun con diferencias, en los templos de San Esteban y San Juan de los Caballeros; y en las provincias de Valladolid y Ávila se acercan al modelo las de San Miguel de Olmedo, Santa María de Mojados, Bobadilla del Campo y San Miguel de Arévalo. El alzado original pensamos que difería en gran medida del que hoy se nos presenta. Desde la zona del coro se accede al bajocubierta sobre la nave sur, allí se observa la marcada diferencia de alturas existente entre el muro original de la nave central y las rebajadas bóvedas laterales. Dada la diferencia de alturas entre naves se aprovechó para abrir en el muro sobresaliente de la central cuatro esbeltos vanos de medio punto distanciados entre 4,50 m y 4,90 m respectivamente con la función de iluminar el interior del templo. Por debajo de ellos se encuentra una línea de mechinales en la que debió apoyar la parte alta de la cubierta de la nave lateral. En suma, un alzado en el que era patente la diferencia de alturas entre las naves laterales y la central, a modo de basílica, aprovechándose el escalonamiento para rasgar el muro incluyendo un cuerpo de luces en la parte alta y donde las naves laterales, dada su estrechez, deben funcionar como elementos sustentantes de la nave mayor. La nave central se cerraba con una ligera cubierta de madera y las laterales con bóvedas rebajadas de crucería hasta la remodelación barroca del siglo XVIII en que se mudó por completo el aspecto del edificio. En este momento se sustituyó la cubierta de madera de la nave central por una bóveda de medio cañón con lunetos, con lo que la proporción en altura varió sensiblemente al ser la actual más baja. Igualmente se enyesaron las arquerías, probablemente de medio punto y dobladas sobre pilares cruciformes. Con ello los restos románicos al interior de la iglesia han quedado reducidos a la mínima expresión. Al tramo más oriental de la nave del evangelio se accede mediante un esbelto arco de medio punto que arranca de impostas en nacela. Se trata de un espacio rectangular cubierto por una bóveda de medio cañón de eje transversal al de las naves que dada su situación parece formar un crucero que no se manifiesta en planta como ya advirtiera Ruiz Hernando. En la nave sur fue modificado el espacio, si bien se ha de anotar que la bóveda es diferente a las del resto de la nave. En la arquitectura cuellarana encuentra parangón en la iglesia de San Martín, aunque aquel ha perdido su cubierta original. Actualmente ocupa el frente del hemiciclo un retablo rococó construido en 1774 por Manuel García Sánchez. Por una puerta abierta en el sotabanco se accede a la trasera del retablo, desde donde aun es visible la articulación primitiva del ábside compuesta por dos frisos de esquinillas bajo cornisas de nacela. Entre ellas se sitúa un vano en el eje de la cabecera. Al igual que en San Martín y San Andrés los ladrillos están pintados en rojo y se remarcan los tendeles con líneas negras. También se conservan algunos restos de la decoración de la nave central en el bajocubierta. Sobre el nivel de las bóvedas barrocas, en la cumbrera de los muros, corre un recercado de ladrillos a sardinel por todo el perímetro, en el que se insertan cadenas de ladrillo a intervalos de 1 m y 1,80 m, formando retículas que articularían el muro de modo muy similar a como lo hacen los alfices de los formeros en la iglesia de San Martín. En el sotocoro y semioculta entre materiales sin uso se encuentra la pila bautismal. Se trata de una pieza de vaso semiesférico de 112 cm de diámetro decorada al exterior con los recurrentes gallones entre los que discurre un motivo sogueado y un bocel en la zona de la embocadura. Se asienta sobre tenante cilíndrico liso de 35 cm de altura. Su decoración exterior nos remite al modelo de la conservada en San Andrés, aunque en San Esteban no se tallaron los relieves de las enjutas. Al exterior la presencia de los muros de caja es de lo más sobria, ocultando bajo el revoco su fábrica. La anima en el costado meridional la portada compuesta mediante cinco arquivoltas, la interior de doble grosor que el resto, que arrancan de una imposta de nacela. Todo ello enmarcado por un alfiz al que se superpone un frontón posterior. En el esquinal suroeste se advierten distintas fábricas pertenecientes a los diversos alzados por los que ha pasado el templo. Al norte, al igual que en Santa María de la Cuesta, se adosa la torre, de planta cuadrada y construida en mampostería jalonada de mechinales. Se abren en ella tres registros de vanos de medio punto, uno por frente, recercados en ladrillo. Actualmente sólo se encuentran abiertos los del registro superior conformando el cuerpo de campanas sobre el que se dispone el remate en terraza. El impresionante ábside de San Esteban se forma al exterior mediante trece paños. Se asienta sobre una potente cimentación de calicanto para la que se reaprovechó algún sillar. Sobre ella se articula el tambor mediante dos bandas de arcos de medio punto doblados con fondos de mampostería a espejo, encintada en la inferior y enfoscada en la superior. Sobre estas una banda de parejas de recuadros y un friso doble de esquinillas, rematando a modo de ático en una faja de recuadros doblados. El tramo presbiterial repite la ordenación del ábside con la simple variación de sustituir el friso de parejas de recuadros por una mayor altura en la cimentación. Con todo ello se configura un modelo que con ciertas variaciones se repite en los otros dos grandes templos cuellaranos, San Andrés y San Martín, así como en Santa María de Íscar, San Miguel de Olmedo o Santa María de Mojados en la provincia de Valladolid; en Santa María del Castillo de Madrigal de las Altas Torres en Ávila; o Villar de Gallimazo, Cantaracillo (La Asunción), Aldealengua y Coca de Alba en la provincia de Salamanca, siendo el caso de San Esteban en el que más se acentúa el efecto decorativo debido a la gran fragmentación de los motivos según Pérez Higuera.