Sant Llorenç de les Arenes
FOIXÀ
Foixà es un pequeño municipio presidio por la villa homónima, que preside un imponente castillo gótico, y los pueblos históricos de La Sala, Sidillà y Sant Llorenç de les Arenes. Se llega fácilmente desde Girona, tomando primero la carretera C-66 hasta el cruce con la GI-642 que conduce a Torroella de Montgrí. Tras 1 km por esta carretera se encuentra un desvío a mano izquierda, perfectamente indicado, que conduce directamente a la cabeza de municipio.
Foixà tuvo una notable importancia durante toda la Edad Media, bajo dominio de una familia noble que adoptó, como era habitual, el nombre del pueblo como apellido de linaje, y cuyos miembros participaron activamente en la vida política y militar de la época, generalmente bien relacionados con la Corona. Entre el patrimonio arquitectónico del municipio, además de la mencionada fortaleza gótica que era el solar de dicha familia, cabe destacar la iglesia prerrománica de Sant Romà de Sidillans, a cuyo alrededor se ha excavado un poblado altomedieval con antiguos orígenes, parece, en una villa romana, y desde luego el templo románico de Sant Llorenç de les Arenes, vinculado a la orden del Hospital.
Iglesia de Sant Llorenç de les Arenes
Sant Llorenç de les Arenes es hoy la parroquia de la homónima población, formada por un grupo de masías diseminadas. Es posible que fuera, la iglesia, una propiedad del orden del temple, pues aparece como donación a los caballeros templarios en el testamento del conde de Empúries Ponç Hug II, del año 1200. Más tarde se estableció en el lugar una encomienda hospitalera, que por lo menos está documentada en 1236, En 1429 dicha encomienda se unió con las de Avinyonet y Castelló d’Empúries, y luego con la de Aiguaviva. La iglesia mantuvo también, en cualquier caso, funciones parroquiales.
Se trata de un templo de una sola nave, cerrada en el este por un ábside semicircular de buen tamaño, con ventana axial de doble derrame. En época moderna se añadieron dos grandes capillas en el costado septentrional (se observa como el aparejo del muro primitivo se reaprovechó en la obra), y además se sobrealzó ligeramente el edificio, cuya cubierta unitaria a dos aguas la de un aspecto característico.
La portada principal se encuentra en la fachada oeste, un hastial de tamaño notable coronado por una gran espadaña de doble vano. La puerta tiene dintel y tímpano monolíticos, y tres arquivoltas planas en degradación, sin ornamento alguno al margen de una moldura en bocel que enmarca el conjunto por el exterior, y sigue luego, entre dintel y tímpano, como línea de imposta. Dos hiladas más arriba se abre un gran ventanal de doble derrame, con arco de resalte en el exterior. Hay una segunda puerta, más pequeña, en el muro meridional, actualmente tapiada pero que es visible desde lo que fuera el claustro con el que comunicaba la iglesia, hoy en día desaparecido y reconvertido en jardín de una propiedad particular.
En el interior, la bóveda es apuntada y corrida, abriéndose al presbiterio con un arco apuntado seguido de la bóveda de cuarto de esfera para el hemiciclo absidal. La cornisa que adorna la nave y el ábside es en nacela. Los sillares, en el interior, son grandes y bien cortados, dispuestos en hiladas muy bien dispuestas y rectas. En el exterior, sólo encontramos una calidad comparable en el ábside, en las dovelas y piezas monolíticas empleadas en la puerta y en la parte inferior de la fachada. Algunos buenos sillares se distinguen en el muro norte, pero ya no lucen en su ubicación original.
La edificación debió realizarse entre los siglos xii y xiii. Cabe esta indefinición porque la rudeza de los capiteles no permite mayores precisiones.
Capiteles del claustro
En el Museu d’Art de Girona se conservan nueva capiteles y algunos fragmentos de columnas procedentes del claustro de Sant Llorenç. Por lo menos seis de ellos estaban en el interior templo hasta el año 2004, cuando fueron sustraídos. Se recuperaron varios, y se encontraron entonces algunas piezas más, hasta completar el actual conjunto.
Dos de los capiteles conservados (núms. 109, 110) presentan una derivación del esquema corintio, aunque muy simplificado, con un cuerpo en forma de pirámide invertida decorado apenas con cuatro hojas de acanto en los ángulos, de muy poca definición y relieve; tal vez se trata de piezas inacabadas. Otro capitel lleva decoración fitomórfica derivada del mismo tipo clásico que los anteriores (núm. 0094): es de piedra caliza, de forma casi cuadrada y decorado con dos hojas superpuestas inclinadas hacia el exterior en cada esquina. El conjunto parte de un collarín casi del mismo tamaño que el friso de la parte superior, en dientes de sierra. El trabajo es muy burdo, rústico y sin detalle. Estos tres están datados en el siglo xii, posiblemente entre la mitad y el último cuarto de la centuria.
Dos otros capiteles (sin número de registro) tienen decoración vegetal. Son igualmente de piedra caliza, de forma troncocónica. El primero presenta una decoración de haces de hojas que están atadas en la parte baja, abriéndose como abanicos. Por debajo de la zona dónde están atados, se bifurcan y dirigen hacia arriba, rodeando el abanico y encontrándose en la parte superior. En la parte inferior y en las intersecciones se ven algunos agujeros trepanados. En la parte superior, sobre dados y cuernos, se conserva una decoración floral. El segundo de los capiteles tiene la misma forma, pero sin dados en la parte superior, que es lisa y solo presenta una decoración geométrica realizada con el trépano. La decoración del tambor está esculpida con muy poco relieve, con juegos de dobles aros entrelazados.
Otro de los capiteles (éste no se encuentra aún en el Museo) no presenta decoración alguna. Tiene la misma altura de los otros pero su forma es bien distinta: presenta un perfil en forma de copa, con un collarín delgado que sostiene un tambor en forma de copa sin adornos y un ábaco liso de forma cuadrada. Su estado de conservación no es muy bueno. De estos tres no se tiene una datación segura, pero cabría pensar en situarlos, como los primeros, en el mismo momento del siglo xii.
Los tres capiteles restantes tienen decoración antropomorfa y monstruosa. El primero de ellos (núm. 001.770) está compuesto por un collarín semicircular encima del cual el tambor está toscamente esculpido con la figura de cuatro animales que tradicionalmente se han tomado por ranas (aunque otros han querido ver felinos), uno en cada esquina, con grandes bocas abiertas mostrando los dientes; sus pies se tocan y sus manos sujetan en cada cara una máscara antropomorfa. Las pupilas de unos y otras están trepanadas; el fragmento que queda entre los pies de los monstruos y el collarín se ha esculpido con decoración vegetal de muy poco relieve. El segundo de los capiteles (núm. 131.488) presenta una hoja de acanto en cada cara, muy estilizada en la parte inferior, de mucho menor diámetro que el ábaco. En la parte del tambor, más voluminosa, sobresalen cuatro cabezas humanas en las esquinas; aunque está muy desgastado se evidencia la calidad y el detalle del trabajo de las caras y peinados, con mucho volumen y cuidado en las facciones, especialmente en los ojos, almendrados y con las pupilas trepanadas. Entre cada una de las cabezas en las cuatro caras, se adivina otro detalle de decoración vegetal.
El último de los capiteles (núm. 0093) está elaborado en dos registros. En el inferior unas hojas de acanto salen de la base hasta la mitad de la altura del tambor, en dónde se inclinan hacia a fuera en un relieve muy profundo. La parte superior combina las cabezas humanas, tocadas y barbadas en las caras con las monstruosas en las esquinas. A cada bulto le corresponde una estrecha superficie en forma de dados. Las caras están finamente trabajadas y principalmente las caras de las fieras sobresalen especialmente del bloque. Los ojos de unos y otros están marcados mediante el uso del trépano, aunque la forma cambia: los de los monstruos son más rasgados, otorgándoles así un aspecto más fiero. Estas figuras presentan una particularidad poco usual en la zona: su boca entreabierta muestra unos dientes amenazadores, muy afilados, en la parte frontal, pero cerca de las comisuras se ha dejado un espacio hueco de sección cuadrangular, por lo que parecería que se utilizaba este espacio para pasar por él algún complemento decorativo, fuera de madera o de metal (argolla, cadena, palo...) que de esa forma daría la impresión de estar siendo mordido por las bestias. Presenta un estado de conservación irregular, faltándole algunos fragmentos, pero es bastante bueno en alguna de las caras y cabezas.
Texto y fotos: Consuelo Vila Martí – Planos: Anna Maria Albó Riera
Bibliografía
Badia i Homs, J., 1977-1981, I, pp. 189-190, 199; Catalunya Romànica, 1984-1998, VIII, pp. 204-208, XXIII, pp.48-51.