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Canecillo en la cornisa de la fachada sur. Asno tocando la lira

Identificador
40200_01_180
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 24' 11.46'' , -4º 19' 4.76''
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Andrés

Localidad
Cuéllar
Municipio
Cuéllar
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SE ENCUENTRA ESTA IGLESIA en terrenos extramuros, en la zona noroeste del casco urbano de Cuéllar. Está próxima a la cerca, a cuyo recinto se accedía desde su colación a través de la puerta de su nombre. Es uno de los ejemplares señeros en Castilla dentro de su tipo, del que sobresale gracias a su imponente, aunque en ocasiones maltratada, fachada occidental. Sorprende su tardía declaración como Bien de Interés Cultural el 9 de junio de 1982, si bien durante largos años permaneció en el olvido y acechada por la ruina. Poco es lo que de su historia medieval conocemos, ya que como señaló Ruiz Hernando no cuenta con una monografía. Así las cosas, su primera aparición documental se remonta a los instrumentos fiscales del cardenal Gil de Torres de 1247, año en el que tributaba treinta y un maravedís y medio al obispado segoviano. Esta fecha, en la que entendemos la iglesia estaba construida en lo fundamental, está en sintonía con la que para ella y otros templos de Cuéllar propone Yarza, datándolas hacia finales del siglo XII y primera mitad del XIII. Posteriormente se la menciona el 5 de octubre de 1277 momento en el que el maestro Lorent, deán de Segovia y canónigo de Toledo, falla en las disputas habidas entre los canónigos segovianos y los clérigos de Cuéllar sobre los préstamos, rentas y pechas en la población, donde intervino como testigo Diego Pascual, clérigo de San Andrés. Está construida en mazonería de piedra de Campaspero y ladrillo. Se encuentra canónicamente orientada a levante, consta de cabecera triple con sus ábsides en batería y tres naves distribuidas en cuatro tramos. De ellos, el más oriental es el de mayor longitud señalando así un crucero que no se manifiesta en planta, elemento que se repite en Cuéllar al menos en San Martín y San Esteban, si bien en aquellos casos se distinguen por su menor amplitud con respecto al resto de los tramos, el alzado de sus formeros y en origen, probablemente, por el tipo de cubierta. Separan la nave central de las laterales sendas hileras de formeros, doblados los centrales y triples los extremos, cuyas roscas de medio punto arrancan de impostas de nacela como demuestran los septentrionales. Apean en pilares de ladrillo compuestos, continuando muy modificados en planta los del costado meridional. Queda la duda, al enyesarse el paramento, de cómo se articularía la parte del muro situada sobre los arcos hasta su cumbrera, aunque suponemos correspondería a cada formero su alfiz con decoración de arcos y recuadros en su interior al modo de San Martín o San Esteban. Sobre ellos techaba la nave central una cubierta de madera, de la que desconocemos su forma, si bien en el siglo XVI fue sustituida por otra de par y nudillo y tirantes dobles de la que existen restos en el bajocubierta y que en opinión de Ruiz Hernando bien pudiera repetir su estructura la de la original. En el mismo espacio se conservan dos canes de caliza con sencillo perfil de nacela en los que debieron reposar los tirantes de la armadura primitiva. Como en otras ocasiones, al variarse el sistema de cubrición se modificó la proporción vertical; al trocarse la cubierta de madera por las bóvedas disminuyó la altura, con la consiguiente pérdida de esbeltez para la nave central. Las naves laterales se cubren con medios cañones de ejes normales a los de las naves, unidos por fajones a cada tramo y fraguados sobre cimbras, de forma similar a como debieron ser los de la desaparecida Santa Marina aun culminando en aquel caso en testeros planos. Queda al descubierto la fábrica de mampostería en el tramo más occidental de la nave del evangelio, donde se confirma que no entestan en el paramento de la fachada imafronte, que debió ser construida con anterioridad, arrancando directamente y sin imposta. En este templo, con este particular sistema de cubrición y los elementos pétreos conservados al exterior, se pone de manifiesto, quizá de forma extrema, lo complicado de la distinción del llamado arte mudéjar del tradicional románico, con el que tantos elementos comparte, pareciendo recobrar fuerza las palabras de don Fernando Chueca “Es obra de moros para cristianos: es obra asimismo de cristianos que se dejaron sugestionar por los principios de la arquitectura musulmana; son obras en que siempre encontraremos una tensión, muchas veces violenta, por la que se manifiesta este choque de situaciones” (vid. CHUECA GOITIA, F., 1994, p. 8). Desde 1818 el aspecto del templo varió por completo. Siguiendo tardíamente los modelos barrocos realizados en la provincia de Segovia se llevó a cabo la remodelación interior del edificio por Clemente Mesón bajo el impulso del párroco Ysidoro Ybáñez Alonso, según la inscripción dispuesta en el triunfal. Se enyesaron entonces los pilares prismáticos proporcionándoles formas en consonancia con las bóvedas de arista tabicadas en los cuatro tramos de la nave principal. No debió afectar esta intervención a las naves laterales pues los muros de caja conservan la ordenación que llega a la altura de la imposta de arranque de las bóvedas, donde en cada tramo se dispone un grupo en que dos arcos doblados flanquean un recuadro. Al interior la estructura medieval de la capilla central se encuentra oculta por las yeserías de la reforma del siglo XIX, sin embargo en planta denota seguir el modelo canónico de tramo recto presbiterial y curvo para el ábside que hemos de suponer cubiertos por bóvedas de medio cañón y exedra al igual que las laterales. Ocupa el hemiciclo un retablo barroco presidido por el titular del templo que sustituyó a otro anterior “de pincel” según el inventario de 1668. El actual se construyó a finales del siglo XVII, pues consta que el 28 de abril de 1698 se efectuaba el contrato para su dorado con los maestros vallisoletanos Sebastián de la Puerta, Juan Miren Fernández y Pedro Capuchón. Los profundos ábsides laterales repiten su ordenación dividiendo en tres tramos de distintas anchuras el presbiterio mediante fajones que arrancan de impostas en nacela. El tramo curvo se exorna mediante cinco arcos de medio punto, ciegos los laterales y -en origen- abierto y abocinado el central, dispuestos entre sendas fajas de nacelas y esquinillas que en la parte superior se prolongan por todo el ábside marcando el arranque de las bóvedas. Se aumentaba la iluminación de estas capillas con vanos abocinados abiertos a norte y sur respectivamente. En ambos casos se conservan restos de policromía posterior a la fábrica resaltando el rojo de los ladrillos, simulando vanos, cenefas helicoidales, motivos discoidales y despiece de sillares. Desde la nave norte, enfrente de la portada sur, se accede a un espacio cerrado al que da paso una extraordinaria portadita compuesta por un arco mixtilíneo labrado en piedra, de la que no conocemos ejemplo similar en tierras segovianas. Se trata de un cuerpo de planta rectangular alineado en paralelo al cuerpo de naves y compuesto en mampostería. En cuanto a su función, anotar la presencia de un arcosolio apuntado adosado al muro norte, que quizá conceda la funeraria, recordando así el caso del cegado pórtico de Santa María de la Cuesta. Desde su interior se aprecia la magnífica articulación del muro norte de la iglesia, que al quedar en un espacio interior se ha conservado de forma espléndida. Sobre un zócalo de calicanto se dispone una faja de esbeltos arcos ciegos, doblados e insertos en alfiz bajo un friso de esquinillas. Sobre esta se dispone otra banda de arcos -algunos abiertos para iluminar- simples y de menor tamaño que repiten la decoración de alfices y esquinillas, y que alinean sus claves con las de los arcos del cuerpo bajo y los largueros de sus arrabás. En suma una articulación semejante a la de la fachada meridional y que junto con aquella configura el único ejemplo de este tipo de decoración en el exterior de las naves en la provincia de Segovia. Queda la duda de si en este costado existió la hilera de canes que exorna el costado sur o si sólo se labraron en la fachada que mira a la localidad, ya que al colocarse la cubierta de este espacio quedó oculta la zona en que debieran estar dispuestos. Sorprende la presencia en el muro, a la altura de la arquería más alta, de varios canzorros de caliza dejando huella de la existencia de una estructura anterior que quizá respondiera a un sencillo pórtico. En cuanto a la relación constructiva de este espacio con el resto de elementos de la fábrica, parece evidente su edificación tras la existencia de este pórtico y después de haberse elevado al menos la base de la torre, en la que apoya su muro occidental, probablemente avanzado el siglo XIII. Actualmente se expone en el muro oriental de esta estancia un espectacular Calvario gótico al que entre otros se han referido Cook y Gudiol Ricart, haciendo referencia a sus formas arcaizantes. Sí es de traza románica la pila bautismal de San Andrés. Se encuentra ubicada en el sotocoro, ante un pequeño altar en la nave de la epístola. Tallada en caliza se eleva sobre un tenante de 21 cm de altura cuya única decoración la constituye un bocel. La copa de 115 cm de diámetro se decora al exterior con gallones ceñidos por un motivo sogueado en cuyas enjutas, y a diferencia de su pariente de San Esteban, se labran motivos vegetales. Remata la zona de la embocadura un somero bocelete. La torre se adosó a la esquina noroccidental del templo tiempo después de haberse concluido este. No se contemplaba para ella esta disposición en la traza original del conjunto como prueba la existencia al interior de un vano en el hastial, simétrico a otro ubicado en la nave sur; ambos se encuentran en el interior de grandes arcos doblados y están formados por cuatro arquivoltas de ladrillo. De no adosarse a la fachada norte esta es la situación más razonable para la torre ya que al sur el declive del terreno dificultaría la cimentación, y enfilada con la cabecera taparía la portada de los pies. Tiene planta cuadrada y está construida en mampostería concertada con refuerzo de sillería en los esquinales lo que unido a su situación y el remate en terraza la confiere una gran semejanza con otras cuellaranas, y especialmente con las de San Martín, San Pedro y El Salvador. Se abren en su zona superior dos registros de arcos para campanas por frente, recorriendo el inferior una imposta a la altura de los salmeres. Se accede a su interior desde el coro, a través de un hueco horadado junto al vano, dando paso a un husillo de buena fábrica que nos deja en el cuerpo de campanas donde sobresale la central fechada en 1919. Al exterior los ábsides se yerguen rotundos sobre su basamento de calicanto encintado al que hoy se incorpora parte de la cimentación que ha quedado al descubierto. El central lo constituye un polígono de once lados, abierto en el tercero, sexto y noveno con aspilleras que iluminaban el interior. Se articula mediante dos registros de arcos doblados y ciegos de medio punto, sobre los que se dispone una faja de recuadros coronada por tramos de facetas. Sobre estas una banda de ladrillos a sardinel y encima más facetas y de nuevo recuadros a modo de ático. Por la zona inferior de los ábsides laterales corren dos teorías desmentidas de arcos doblados y ciegos, lo que supone una excepción en la provincia de Segovia junto con las del ábside de Villaverde de Íscar. Sobre ellas dos bandas de recuadros igualmente doblado,; de diseño más esbelto la superior. Culminan al igual que el central en una cornisa de ladrillos en nacela. Los tramos rectos repiten la ordenación de los ábsides laterales, con la única salvedad de suplir las dos fajas inferiores por una de traza más estilizada. En conjunto una decoración, que salvo en las arquerías desmentidas, poco se aleja de los otros dos grandes templos cuellaranos, San Martín y San Esteban, y por tanto de los modelos cercanos a aquellos en las provincias de Ávila y Valladolid. Al igual que la fachada septentrional, la sur se alza sobre un zócalo, si bien en este caso más noble, de sillería. Se encuentra reforzada aquí la estructura mediante potentes machones pétreos dispuestos en la esquina suroeste y en el encuentro de las naves con los ábsides, respondiendo quizá al acusado desnivel del terreno en esta dirección o a un problema en la cimentación. El muro repite la ordenación de arcos, recuadros y esquinillas vista al norte con la inclusión en piedra de la portada y la hilera de canes. Sin embargo, no ha sido este su aspecto hasta las últimas restauraciones llevadas a cabo entre 1989 y 1991, con anterioridad el muro se encontraba enfoscado y recorrido en su parte superior por una banda de recuadros como se observa en fotografías. La portada se encuentra muy deteriorada, consta de cinco arquivoltas de medio punto alternándose las de arista viva con las de baquetón entre listoncillos y todo ello acogido por una leve chambrana. De la misma forma se distribuían los apeos, jambas para las de arista y columnas acodilladas para los baquetones. Estas últimas rematan en capiteles, bajo imposta de listel y nacela, de los que hoy apenas nada nos ha llegado. En el lado occidental se intuye en la primera cesta una pareja de arpías en los extremos, quedando mutilada la zona central, están talladas con el cuerpo de perfil y las cabezas de frente, dibujando su plumaje formas romboidales. La segunda muestra lo que parecen una pareja de figuras a caballo en movimiento, ambos bajo arcos trilobulados y de nuevo en los extremos del capitel. En el lado oriental, el más cercano a la puerta muestra en su extremo una figura alada con un brazo extendido del que pende una amplia túnica de pliegues concéntricos a base de incisiones. Su pareja se ha perdido por completo, mostrando únicamente una gran poma en su extremo oriental. Debido al estado del conjunto es tarea poco menos que imposible encuadrarlos en el marco de un taller o precisar para ellos una cronología, si bien la aparición de los arcos trilobulados pudiera denotar una factura acorde con la del templo, anterior a la primera mitad del siglo XIII. Se distribuye por la cornisa una hilera de canes en la que predominan las representaciones geométricas, animalísticas, monstruosas y vegetales, siguiendo modelos repetidos una y otra vez por los más humildes talleres y que no responden en conjunto a programa iconográfico alguno. Encontramos parangón a este tipo de representaciones en piedra en templos construidos mayoritariamente en ladrillo en San Miguel y La Trinidad de Olmedo, en la provincia de Valladolid. Comenzando por la zona de los pies se suceden siete cavetos todos ellos modernos; a estos siguen una hoja carnosa de punta vuelta; otro con motivos vegetales y un tercero con una figura femenina destocada, vistiendo capa y con las manos plegadas sobre el torso. El siguiente grupo de diez comienza con un asno de perfil y abultado cuerpo; una mujer con toca estrecha y alargada enrollada en la cabeza a modo de turbante cuyo uso está documentado en España a partir de la segunda mitad del siglo XII y se mantuvo hasta principios del XIV (vid. BERNIS MADRAZO, C., Indumentaria medieval española, Madrid, 1955, p. 18); sigue un ave con penacho doble en espiral, continúan un motivo vegetal, un perfil en proa de barco, una arpía con el cuerpo muy abultado y de perfil y el rostro de frente, hoja carnosa de punta vuelta, una extraña representación de perfil de un hombre alado, un basilisco y un asno tañendo la lira. El tercer grupo comienza con un nuevo crochet, otra figura femenina tocada al modo de la anterior y cubierta con manto, un estilizado ave de minúscula cabeza, ave picoteando un racimo de uvas, destruido, motivo vegetal, rostro de varón, caveto, crochet, y finaliza con una nueva arpía de cabellos sueltos cuya talla, al igual que la de la anterior, difiere completamente de las representadas en la portada, dejando patente que portadas y cornisa debieron ser realizadas por distintos maestros. El último grupo comienza con la representación de la dextera Dei en actitud de bendecir, un ave con la cabeza vuelta, un perfil en proa de barco, una figura humana sin rostro, una penca de punta vuelta, una nueva arpía de frente, sigue otro muy deteriorado y que quizá mostrase un hombre portando un barril, un nuevo basilisco con las alas explayadas, sigue uno deteriorado y finaliza la serie un nuevo caveto. Desde el paso por San Andrés de Lampérez y Romea a principios del siglo pasado se puso de manifiesto la singularidad de la fachada occidental de San Andrés de Cuéllar, elemento tan pocas veces conservado en este tipo de arquitectura entre los que se podría citar en las proximidades, aunque muy modificadas, en los casos de Rágama en Salamanca y Santa María de Mojados en la provincia de Valladolid. Se encuentra dividida en tres paños correspondientes a cada una de las naves, pese a que el septentrional quedase oculto tras la construcción de la torre. El central, rematado en piñón, se encuentra delimitado por cadenas de sillares en los esquinales entre los que se disponen cinco grandes arcos que arrancan de imposta de ladrillos en nacela sin función tectónica, en disposición que Lampérez atribuía al deseo del constructor de imitar hastiales pétreos al modo del de San Pedro de Ávila. Su interior se divide en dos cuerpos, ocupa el superior un esbelto vano de medio punto flanqueado por fajas verticales de ladrillos en esquinilla, que en opinión de Ruiz Hernando es solución cercana a algunas del Creciente Fértil. El cuerpo inferior lo ocupa una portada pétrea que junto a la meridional y la de El Salvador se abren, extrañamente, en templos construidos principalmente en ladrillo. En este caso se planteó la duda de si sustituye a una anterior o se incluyó tras un cambio brusco en la obra, a la vista del remate en friso de esquinillas y del estado inacabado que mostraban sus enjutas antes de la última intervención dirigida por Pedro Feduchi Canosa en la que también se incluyó la puerta de alabastro con la cruz de San Andrés. Sigue el esquema de la portada sur repitiendo las cinco arquivoltas alternando aristas vivas y boceles entre listoncillos, todo bajo chambrana. Apean sobre jambas y parejas de columnas acodadas y sobre basamento corrido. Arrancan las columnillas de plintos y basas áticas, y las coronan cuatro capiteles bajo imposta de listel y nacela. El situado más al norte muestra dos parejas de aves picoteando racimos de uvas con la cabeza vuelta, en escena alusiva a la eucaristía. Los otros tres repiten la misma figura: pencas carnosas en las que se marca el nervio central y a las que se superponen tallos avolutados en los vértices, recordando siquiera vagamente algunos vegetales de la iglesia y sala capitular del monasterio de Santa María de Sacramenia. El cuerpo lateral se ordena mediante dos bandas de arcos ciegos, la inferior rematada en esquinillas y la superior en ritmo decreciente siguiendo la pendiente de la cubierta.