Identificador
39068_05_001n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 16' 56.71'' , -3º 55' 57.03''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Pando
Municipio
Santiurde de Toranzo
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Claves
Descripción
LA ACTUAL IGLESIA de Santa María de Retortillo es un edificio totalmente románico, aunque creemos encierra algunas variantes cronológicas y estilísticas. Posee una sola nave cerrada al Este por un ábside semicircular, un presbiterio con doble arquería en los dos lados, arco triunfal apuntado y doblado y nave de traza gótica de nervios, que es lo único que se aparta de su época y que, posiblemente, en su día debió de cubrirse con bóveda de cañón apuntado. Tiene la iglesia dos puertas, una al mediodía, por la que actualmente se entra, y otra en el muro occidental que en tiempo inmemorial se cubrió por otro que, pegado a la espadaña, sirvió para crear un suelo frente a las troneras y de apoyo a la escalera de piedra que a ellas subía. LA PUERTA Comenzando por el exterior y haciendo una circulación del medio día, Este, Norte y Oeste hallamos en el muro sur la puerta de este lado. Hasta hace pocos años estaba defendida por un pórtico del siglo XVIII, posiblemente, que la protegía a ella y al tímpano incrustado sobre ella, que en ese lugar fue colocado cuando hubo modificaciones de la iglesia en tiempos románicos más avanzados. Restauraciones relativamente recientes, han derribado el pórtico y hoy la puerta y el tímpano han quedado a la intemperie. Se trata de una puerta de medio punto, de arco doblado, sin decoración, que apoya sobre cimacios en nido de abeja. La decoración del tímpano, colocado hoy fuera de contexto, nos lleva a creerle anterior a la fábrica actual, es decir, a suponerle obra de una primera fase de construcción de la iglesia, problema que luego detallaremos. Se trata de un tímpano de medio punto, donde aparecen, en destacado relieve, las figuras en él representadas: en bajo, dos monstruos alados que, de perfil, parecen saludarse con una de sus patas delanteras. De la otra pata anterior sale de cada una, una cruz latina. El cuerpo de los animales parece de león, pero, siendo muy similares, el izquierdo se ve muy bien que tiene pico de ave, barbilla y cresta señaladas, garras muy exageradas, lo que da la sensación de haber querido representar a un grifo. El derecho, tiene el hocico de carnívoro, las garras de las patas mucho más pequeñas. Aunque los cuerpos son muy parecidos, pues tienen una similar ideación de la piel, y llevan las colas cruzadas sobre el vientre, como hemos visto muchas veces leones representados por los artistas medievales; la verdad es que no han querido esculpir dos animales de la misma especie, aunque despistan unas alas que a ambos les salen del lomo. Estos seres fantásticos, aparte de saludarse con sus patas delanteras, enfrentan sus cabezas con una expresión ciertamente poco amistosa, bajo las cuales parecen sostener una cruz de brazos iguales inscrita en un círculo. Sobre estas dos cabezas, y como fondo, aparece un par de ángeles de frente, con alas bien patentes, que sostienen con sus manos, como presentándola, una cruz latina, de tipo asturiano, agarrándola ambos por el brazo horizontal, aunque el vertical que está, como los ángeles, en el segundo nivel del fondo del relieve sale de la altura donde se juntan las dos cabezas de las fieras. El muro sur de esta parte sólo ha conservado los canecillos de la cornisa en su sección del presbiterio. Dicha cornisa se forma de sillería en caveto, con pequeñas esferillas talladas. Los canecillos, enormemente erosionados, son siete: 1.- Cruces inscritas en círculos; 2.- Decoraciones vegetales; 3.- Tres secciones de pirámides truncadas, curvas, adaptadas al caveto; 4.- Semejante; 5.- Igual; 6.- Figura al parecer humana, muy erosionada; 7.- Liebre o animal, también muy desgastado. La descripción de todos ellos resulta engañosa debido a su pésimo estado. Este muro del presbiterio sur, acaba en un destacado contrafuerte que se escalona al llegar a la cornisa. El ábside semicircular se inicia a continuación, formado por tres calles verticales que generan dos contrafuertes menos potentes que el del presbiterio, también prismáticos, que al llegar un poco más arriba de la imposta que divide los dos cuerpos horizontales del ábside, se escalona y acaba en un plinto, sobre el que se coloca la basa para el apoyo de dobles columnas pareadas y entregas, que llegarán hasta la cornisa por medio de un capitel, que hará de ménsula, formando así parte de la secuencia de canecillos que sostienen aquella. Cada una de las tres ventanas, que en el segundo cuerpo del ábside ocupan sus calles, son abocinadas. La izquierda y la derecha tienen arcos doblados sin columnas, con una simple chambrana cuya escocia se llena de una hilada de flores cuatripétalas, inscritas en círculos tangentes, tema decorativo muy utilizado en el románico. La central, voluntariamente resaltada, lleva, además de la chambrana indicada, una arquivolta más interna, con resaltado baquetón que apoya en cimacios lisos, biselados y éstos en dos capiteles: el izquierdo llena su cesta con dos animales, en postura rampante que acercan sus cabezas en el esquinal. El fuste es monolítico y carga sobre base ática de toro fino, escocia bastante vertical, y toro bajo muy aplastado. El capitel derecho lleva dos gallináceas enfrentadas, uniendo sus picos y posando sus patas en el collarino. Fuste y basa son copia de la columna anterior. Otra arcadura más remetida lleva arco de medio punto con las aristas matadas por un bocel, que baja por las jambas que inician el abocinado. Las tres ventanas arrancan de la imposta que, horizontalmente, recorre todo el ábside, separando los dos cuerpos horizontales mismos, y que lleva una decoración de cuatripétalas ya vistas en las chambranas. Éstas, se unen todas, formando en realidad otra imposta continua que abarca incluso a los contrafuertes columnados. La cornisa del ábside se sostiene, como dijimos, por doce canecillos y dos capiteles en que terminan los fustes dobles y entregos formados por ocho tambores de las columnas que se superponen a los contrafuertes divisorios de las calles del paramento absidal. Las basas de estas columnas son de tipo ático. La serie de canecillos del ábside y los capiteles de las dos columnas llevan la siguiente disposición decorativa, de izquierda a derecha: 1.- Bola en caveto; 2.- Pájaro, al parecer, enormemente erosionado; 3.- Aspa sobre caveto; 4.- Totalmente erosionado, no permite interpretación; 5.- Capitel de la primera columna, con dos animales enfrentados que sostienen una cabeza o escudo, en los vértices bolas con caperuza; 6 y 7.- canecillos imposibles de descifrar por su acusada erosión; 8.- Cabeza humana muy destrozada; 9.- Algo sobre caveto, sin posibilidad de aclarar qué quisieron esculpir; 10.- Águila sin cabeza; 11.- Capitel de columna con decoración que parece vegetal; 12.- Animal de pie, en caveto, tal vez ciervo; 13.- En caveto con algo irreconocible; 14.- Animal curvado, o moldura arqueada, imposible de determinar. La cornisa es de caveto con esferillas, también muy deteriorada. En el muro del presbiterio norte, vemos la permanencia aún de seis canecillos, en malas condiciones, desde luego: 1 y 2.- Parecen grandes cabezas humanas desdibujadas por el tiempo y la erosión; 3.- Bola con caperuza; 4.- Ave con su cría; 5.- Superposición de cavetos; 6.- Lo mismo. El muro norte de la nave, aunque parece modificado, conserva la cornisa, simplemente prismática y sin decoración, sostenida por ocho canecillos de proa de nave. Refuerzan el muro dos contrafuertes potentes que se corresponden con los responsiones interiores de la nave. Entre ambos contrafuertes hay tapiada una ventana alargada que no parece románica. INTERIOR DE LA IGLESIA Nada más cruzar la puerta meridional y penetrar en la nave se apercibe lo que, desde un principio sería el plano, que, de hecho, poco sufrió con las variaciones ocurridas a lo largo de los siglos. La iglesia de Santa María de Retortillo fue siempre de una sola nave, ábside semicircular, presbiterio y tres tramos, aunque en el primero de éstos se abriese muy posteriormente una pequeña sacristía rectangular. Las cubiertas de la iglesia, tal como se ven actualmente, son las siguientes: semicírculo absidal, con bóveda de horno; presbiterio, con bóveda apuntada; la nave ha sido sin duda rehecha en su abovedamiento y muros. Hoy se cubre con bóveda de nervios, pero aún conserva dos responsiones muy modificados, con medias columnas entregas resto de la antigua fábrica románica que llevan basas de gran toro con lengüetas, muy relacionadas con las de las credencias. Causa extrañeza lo que Fernández Casanova dice en su trabajo de 1905 (FERNÁNDEZ CASANOVA, 1905, p. 192) muy tajantemente: La nave cubierta de bóveda cilíndrica se divide en tres tramos La bóveda de cascarón del ábside, apoya sobre imposta corrida de flores cuatripétalas inscritas en círculos. Esta misma imposta recorre el alto del presbiterio y forma después los cimacios de los capiteles del arco triunfal. Las tres ventanas del exterior del ábside tienen sus réplicas en su interior, con un vano abocinado bordeado con un simple bocel en las laterales. La central ha dejado ver, una vez que fue quitado el retablo, unas bellas columnas con capiteles: el izquierdo de hojas muy geométricas, como de fresno, dentro de óvalos, y el derecho con un árbol de piñas, nueve, cuyo tronco nace en el collarino. Los cimacios de estas dos columnas están limpios de decoración y son biselados. Las basas son áticas muy perfectas con toro alto, filete fino, escocia, nuevo filete y toro bajo de líneas muy perfectas. La única arquivolta de esta ventana es de baquetón. El presbiterio se destaca muy agradablemente, por existir en sus muros arquerías o credencias a cada lado, de dobles arcos ciegos y su correspondiente armadura de arquivoltas, capiteles y columnas, cosa que no es nueva en nuestro románico montañés, aunque es más frecuente la utilización de arcaduras en todo el medio círculo absidal. La credencia izquierda, que describiremos con todo detalle en su configuración, pues prácticamente, salvo diferencias, es idéntica a la derecha lleva sobre ella, encuadrándola en el muro, la imposta de cuadrifolios que venía desde el ábside. Los dos arcos tienen chambrana ancha de billetes, en tres filas, que se unen en el centro de la arcadura, en donde se han colocado, posadas en la chambrana, dos palomas o perdices en disposición opuesta. Los dos arcos de la credencia son de medio punto y, a más de la chambrana, tienen una arquivolta de destacado baquetón que descargará sobre los tres capiteles de la arcadura: el izquierdo, con cimacio decorado con dos serpientes afrontadas angularmente. La cesta de este capitel esculpe un juego de volutas planas completamente y en dos pisos, oponiéndose unas a otras. El capitel central, lleva en su cimacio un entrelazo simple de dos cabos, y la cesta, iconográfica, se decora con una figura humana, quizás femenina, que aparece de frente y en el centro del capitel, de pie, de medio cuerpo, vestida con un faldellín de pliegues verticales y que coloca sus dos manos abiertas sobre el vientre. Las esquinas o laterales del capitel están ocupadas por dos leones, pueden ser, cuyas cabezas salen de los ángulos y cada uno pone una de sus patas delanteras sobre uno de los pechos de la mujer. En los laterales, sobre el cuerpo de estos animales surge una cabeza de monstruo y una voluta angular. El capitel de la derecha lleva cimacio de vástago en meandro, ocupando los vacíos hojas de limbo multiondulado. La decoración es animalística, con dos grifos alados, afrontados por sus cabezas y en lo alto volutas planas. Las columnas de estas credencias son monolíticas y apoyan en basas áticas con lengüetas. Las dos credencias se alzan sobre banquillo corrido con esquina matada por baquetón. La credencia derecha tiene como variaciones las siguientes: en la unión de los dos arcos en vez de palomas o perdices se colocan dos leones opuestos por su lomos que retuercen sus cabezas para afrontarlas justamente debajo de la imposta cuadrifolia. Los capiteles también difieren, tanto en cimacios como en cestas. El izquierdo, con cimacio casi totalmente destrozado, mantiene en su cesta otros dos grifos afrontados y sobre ellos bolas con caperuza. El capitel central es una pieza extraña en su temática. El cimacio es de encadenado plano, y la cesta esculpe animales muy raros; los de las esquinas, que son dos, y se abrazan mutuamente, tienen una sola cabeza que parece de felino, aunque bastante humanizada. Cada uno de los laterales aparecen en postura rampante. Las colas, muy puntiagudas, como de ave, pero muy geometrizadas. Los ojos están extrañamente rasgados. El tercer capitel, el derecho, tiene cimacio de bocel central, entre escocias, y cesta de dos filas de grandes bolas con caperuza, las altas muy destrozadas. El resto de fuste, basas, etc., de esta credencia son similares a su oponente, que ya hemos descrito. El arco triunfal, apoyado y doblado, que abre paso al primer tramo de la nave, carga sobre capiteles iconográficos que, artísticamente, son lo mejor de lo escultórico de la iglesia. Los dos llevan cimacio de series de cuatripétalas inscritas en círculos, que, como apuntamos en líneas precedentes, son la continuación de la imposta alta del presbiterio. El capitel de la izquierda quiere representar una lucha o torneo de dos caballeros armados, ambos protegidos con sus escudos que sujetan con la mano izquierda. En tanto que el caballero de la izquierda del capitel se arma de lanza, que ya toca con su punta al escudo de su contrincante, éste empuña en alto una espada. El lancero se defiende con casco cónico bien adornado y se toca con tupida cota de mallas; en cambio, el espadatario, ni lleva casco ni se cubre con toca, sino simplemente con túnica que le llega a los pies; su escudo es redondo con umbo circular y reborde decorado. Su opuesto tiene, sin embargo, escudo piriforme, también de reborde metálico. Los caballos que montan, con un inicial encabritamiento, alzan sus cabezas que casi se tocan en el centro del capitel. Van los dos con sus bridas, pectorales, espuelas, etc., de excelente atelaje. De fondo de la escena se abren bellos acantos en abanico que se pliegan en hojas en el centro y esquinas. Por encima de todo esto acaba el capitel en una estrecha banda que se curva bajo el cimacio, adornada con una línea de círculos planos. El capitel de la derecha, indudablemente del mismo maestro, vuelve a repetir, pero con variaciones, otra parecida lucha ecuestre. Esta vez los dos caballeros llevan el mismo arma, la espada, y escudos piriformes. Visten ambos cota de malla que cubre todo el cuerpo, y, muy en bajo, deja ver los pliegues de la túnica. Los caballos aparecen en postura muy similar a la que tienen en el capitel izquierdo, las patas delanteras levantadas y cruzándose en el mismo centro del capitel. Aunque la postura de los dos combatientes es muy parecida, alzadas en su mano derecha las espadas, en actitud de descargarlas, surge ahora en el centro del capitel la figura de frente de una mujer mediadora de largos y tupidos cabellos, y con manto embrazado en la derecha, que asiendo las dos bridas con sus manos parece querer evitar que la feroz descarga tenga lugar. También de fondo aparecen acantos y volutas. Los fustes de estas medias columnas del arco triunfal son entregos y de diversos tambores, y sus basas son áticas con grueso toro inferior que en ambas columnas lleva, en el lugar de las lengüetas y cargando sobre plinto de poca altura: en la izquierda una especie de bola relivaria en doble voluta y una máscara humana, y en la derecha dos grandes bolas. En ambas columnas el plinto reposa sobre un alto banco, que corre después hacia los muros del presbiterio, apoyándose en él las credencias ya descritas. Todavía en los responsiones que separan los cuerpos uno y dos de la nave, muy modificados, aún se conservan basas de gran toro y lengüetas, muy sencillas, que se unen al plinto, con bastante relación con las basas de las credencias del presbiterio. Queda, para terminar, la puerta más solemne en el muro occidental que, permanece invisible desde fuera, por estar cubierta por la ampliación que en tiempo inmemorial se hizo, tanto para alargar un espacio más a la iglesia y utilizarlo como baptisterio, como para aprovechar, como vimos al principio, un suelo para, por medio de la escalera de piedra exterior, poder llegar a la altura de las troneras de la espadaña. Esta puerta se abre en el muro de la espadaña que cerraría por occidente la planta románica. El nuevo local añadido, se cubrió con bóveda de crucería que nos indica su posterioridad a la puerta que, como es natural, antes de construirle, se abría al exterior; de tal manera que la visión del frontal occidental de la iglesia de Retortillo hubo de tener antes de la ampliación del baptisterio y de la escalera exterior, un aspecto mucho más atractivo y más románico que el que ahora contemplamos al eliminar la puerta más trabajada y hoy oculta. Tiene ésta, una embocadura abocinada con arco apuntado y tres arquivoltas cada una de ellas formada por dos medias cañas que abrazan a un baquetón; una de ellas carga sobre un capitel a cada lado de manera que hay tres columnas en la derecha y en la izquierda, lo que le daría entonces, evidentemente, un indudable empaque. En los tres capiteles de la izquierda (mirando de frente a la puerta) se esculpen, formando casi un relieve continuo, escenas de animales afrontados, arpía y leones alados, al parecer, colocados sobre un cuerpo inferior de acantos al modo de la organización de los capiteles del arco triunfal. En el conjunto de capiteles de la derecha existe más variación: en el primer capitel (el más interior) puede apreciarse, con dificultad, la lucha de un guerrero a pie, con escudo, contra el que se lanza, mordiéndolo, un carnicero. El segundo capitel debe de recoger oposición, en dos pisos, de arpías y animales. En el tercero, dos monstruos alados se enfrentan entre sí y surgen de una fila inferior de acantos. Toda la portada, que no tiene más decoración escultórica que la de los canecillos, está terriblemente erosionada y desfigurada, de modo que las interpretaciones que damos no pueden ser muy seguras. OPINIÓN SOBRE LA IGLESIA No deja de ser Santa María de Retortillo una iglesia de interés. A pesar de su carácter popular, que sin duda es lo que en ella predomina, no consigue una unidad artística lo que nos permite aunque en este mundo de relaciones y juicios románicos, siempre tan inseguros, las hipótesis nunca dejan de serlo establecer unas conjeturas que pudieran servirnos para explicar esta falta de unidad artística que apreciamos. Así, a nuestro parecer, y después de comparaciones y análisis de las formas y modos que la escultura románica va ofreciéndonos a lo largo de su evolución, pensamos que en Santa María de Retortillo están amalgamadas dos corrientes con distinto tratamiento, tanto técnico como cronológico. Una muy apegada al gusto de ese primer románico, que tuvo como motor las corrientes europeas consecuencia de la puesta en marcha oficial del Camino de Santiago en las primeras décadas del siglo XI, y que nosotros, en lo castellano, venimos llamando románico dinástico, por haber sido promovido e impulsado por Sancho III el Mayor de Navarra y sus descendientes, tanto en Castilla como en Navarra y Aragón, y que hicieron llegar a estos reinos la fuerza vital, artística y religiosa que en esos momentos cristaliza en una nueva manera de construir, que implantó la gran potencia cluniaciense. De esta situación unificadora se benefician todas las iglesias y monasterios construidos en los reinos cristianos de España, tanto los que aprovecharon economías reales o aristocráticas (incluyendo, naturalmente, en estas a los fuertes poderes religiosos, obispos, abades, etc.) que podían edificar excelentes monumentos, sirviéndose de reconocidos arquitectos y escultores, como los pequeños pueblos, parroquias humildes o concejos reducidos que, mucho menos poderosos, pero seguidores de la moda, operaban con artistas o artesanos más o menos locales que llenaron campos y montañas de iglesias modestísimas, tanto en sus alzados como en la expresión rural e ingenua, muchas veces, de sus escultores y pintores, pero que introdujeron y crearon un modo de interpretar el románico rural, que, por cantidad, predominó como una manera especial, y que supo, dentro de su humildad, expresar los mismos sentimientos y alcances que podían ofrecer las amplias catedrales o los ricos monasterios. Pues bien, en Santa María de Retortillo, apreciamos que existen elementos que pueden hacernos pensar que, antes de terminar la primera mitad del siglo XII, ya se había construido una iglesia por canteros motivados por las corrientes del románico dinástico, pero pertenecientes a un ambiente popular, y que otros reformadores de la iglesia, cincuenta o sesenta años después, a finales del XII o principios del XIII, quisieron conservar en el nuevo edificio. Es decir, que los que levantaron la fábrica que ahora vemos, finalizándose la duodécima centuria, conservaron elementos significativos de las construcción anterior, concretamente el tímpano de los ángeles y la cruz, la puerta del mediodía y algo de las credencias o arquerías del presbiterio, en tanto planificaron un nuevo templo con el ábside, arco triunfal con sus dos espléndidos capiteles de lucha de caballeros, y la puerta occidental. O bien, podemos considerar a nuestra iglesia como un edificio singular realizado todo al mismo tiempo, finales del XII en el que por razones personales que desde luego se nos escapan, se hubiese hecho participar en él a canteros populares de inercia, porque lo que es evidente es que los artesanos que realizan todo el ábside, arco triunfal y puerta occidental, tienen una enorme relación de estilo con los talleres que en los años finales del XII trabajan en los monasterios de Aguilar de Campoo, sobre todo los capiteles del arco triunfal, que incluso hemos llegado a pensar que fuesen trabajados en las propias canteras palentinas y, ya concluidos, se transportasen en carros hasta Retortillo. De todas formas, esta dualidad de maneras escultóricas de Retortillo, tal vez pudiera explicarse por la intervención de distintos ejecutores a lo largo del tiempo. Además de todo esto, hay en Retortillo una pila románica bautismal. Es troncocónica pero casi cilíndrica, de piedra arenisca y mide 105 cm de diámetro y 71 de altura. Asienta sobre basa grande, también cilíndrica, de unos 30 cm de alto.